Sexo anal en la playa
El pene mas grueso que he tenido en el culo!
Era un soleado día de Junio y yo estaba acostada en la playa, tomando el sol con mi bikini y mis lentes de sol, mi cabello recogido en una cola de caballo. Estaba sola, porque Karla se había quedado en el hotel pasando la resaca de la noche anterior. Mis pechos, vientre y piernas aceitadas brillaban ante el sol de la mañana. No me gustaba que me quedaran las marcas del sujetador en las tetas, pero en esta playa no estaba permitido hacer topless por lo que tuve que conformarme con taparme lo menos posible por eso había escogido este traje de baño que apenas cubría mis pezones y la parte de abajo era una tanga negra sujeta por dos finas cinchas de tela que se amarraban a ambos lados de mis caderas, adelante y atrás solo la tela necesaria para cubrir las partes más importantes, en realidad era como andar desnuda.
De repente una sombra cayó sobre mí bloqueándome los rayos UV, abrí los ojos algo molesta, pero al instante toda mi frustración se tornó en alegría al ver el rostro sonriente y hermoso de Javier, el chico que había conocido la noche anterior en el club con mi amiga Karla. Era simpático además de muy atractivo y con un físico de infarto, su piel tostada por el sol del mediterráneo hacía resaltar sus ojos color miel y su blanca y perfecta dentadura, sus músculos parecían tallados en piedra, bien cincelados y su cabello negro estaba mejor cuidado que el de muchas chicas.
Me levanté rápidamente para darle un abrazo y un beso de saludo, apretándome lo más que podía a aquel hermoso ejemplar de hombre. Le pedí que me hiciera compañía ya que Karla me había dejado sola. Él aceptó y sentándose a mi lado comenzamos a platicar. Era una compañía en verdad amena, y yo no podía apartar mi vista de su sonrisa y menos de su cuerpo perfecto.
Pasadas unas cuantas horas y al ver que él no tomaba la iniciativa me animé y le di un beso de lo más caliente que sabía dar, el respondió moviendo su lengua con intensidad y enrollándola con la mía. Comenzamos a sudar, no solo por el calor del ambiente, sino porque nuestra propia temperatura interna estaba subiendo. Javier pasaba sus manos por mi espalda, por mis piernas, por mis pechos, eran unas manos firmes pero delicadas, que me arrancaban temblores y me ponían la carne de gallina. Introdujo una mano bajo mi sujetador y me pellizco un pezón, al instante ambos se pusieron durísimos y esto me hizo reaccionar. Tarde o temprano iba a aparecer el salvavidas a decirnos que nuestro acto inmoral estaba escandalizando a los turistas, así que me puse de pie, tomé mi toalla y mi bolso en una mano y con la otra tomé a Javier y lo guié hasta una de las pequeñas cabañas que se utilizaban como vestidores.
Entramos y aseguramos bien la puerta antes de continuar besándonos con locura, sus manos recorrían todo mi cuerpo y yo hacía lo mismo, sintiendo la textura de aquel majestuoso cuerpo. Continué besando, bajando por su pecho hasta arrodillarme frente a él y de un solo tirón le bajé el short de baño hasta los tobillos. Ante mí se balanceaba una polla bronceada con una enorme cabeza totalmente desnudada y brillante. No era el pene más grande que hubiera visto en mi vida, pero definitivamente sí era el más grueso, probablemente unos 7cm, bastante gorda y surcada por muchas venas palpitantes. La tomé con mi mano derecha y la sacudí fuertemente, su verga pulsó más y se puso enhiesta apuntando directo a mi boca. Saqué mi lengua lentamente y con la punta toque la corona de su glande y lo sentí brincar al contacto, le pase la lengua más fuertemente por todo su tronco, lamiendo desde sus huevos hasta su gorda cabeza, y abriendo mis labios lentamente comencé a comerle el falo, me dolía un poco la mandíbula ya que tenía que abrir bastante la boca para que me cupiera su tranca. Lo hice lo mejor que pude, sacando la lengua y envolviendo con ella todo lo que alcanzaba, sacaba el pene de mi boca para masturbarlo con mi mano, se me deslizaba debido a mi saliva, pero a Javier parecía gustarle, porque cerraba los ojos, gemía y suspiraba profundamente.
Mi vagina ya era un mar de flujos que habían manchado la tanga de mi traje de baño y luego de darle unas cuantas lengüeteadas más a aquel sabroso pene me levanté y poniéndome apoyada en la pared y dándole mi cola a Javier le pedí que me follara. No tuve que decírselo 2 veces, al instante se deshizo completamente de sus shorts, me tomó con una mano por la cintura y con la otra manejó su falo haciéndolo pasar por toda mi rajita depilada y dando empujoncitos con el glande en mi ano que comenzaba a dilatarse. Repitió la acción pero deteniéndose más en mi vagina, frotaba su palo en mi raja y se podía sentir toda la lubricación que se producía, luego sin previo aviso, Javier me embistió con toda su fuerza, mis pechos se estrellaron contra la pared y su pubis se apretó contra mi trasero, sentía toda su grosura dentro de mí, me llenaba en puntos donde jamás había sido tocada por una verga, me anegaba completamente, mi clítoris era estimulado en todos los sitios ya que el pene de Javier me aguijoneaba en todas direcciones, sus vellitos picaban en mis glúteos, me raspaban deliciosamente el ano y él me bombeaba intensamente, era como si tuviera un remolino o un tornado entre las piernas.
Solté un fuerte grito de placer cuando sentí mis flujos bajar desde mi vientre y salir en torrentes por mi vagina y deslizarse por la cara interna de mis muslos, bañando también aquel hermoso ejemplar de falo que no dejaba de revolverse en mi interior.
Yo respiraba entrecortadamente y con agitación pidiendo más, queriendo sentir más adentro su verga, y tal era mi desesperación que, totalmente fuera de mí, le pedí que me follara el culo. Sin darme tiempo de arrepentirme, Javier sacó su verga de un solo tirón, y más flujos brotaron de mi vagina encharcando mis muslos, Javier embarró su polla en esos jugos y con su glande los esparció por la entrada de mi ano, repitiendo la operación tres veces más comenzó de nuevo a empujar contra mi apretadito agujero, despacio y delicadamente siguió espoleándome el culo que empezó a dilatarse poco a poco, iba abriéndose y dejando que centímetro a centímetro el pene de Javier tomara profundidad, deslizándose hasta mis entrañas, era una sensación indescriptible el sentir como mi ano daba cabida a tan grueso rollo de carne. Apretaba y mordía mis labios a medida que sentía su verga presionar mi intimidad, las lágrimas rodaban por mis mejías pero el placer era más grande y la incomodidad pronto se convirtió en delicia. Sentí sus testículos chocar contra mis muslos (eran bolas enormes) su pene había llegado hasta el fondo y yo podía sentirlo todo, cada detalle era reconocido por mi trasero, era mil veces más rico que tenerlo en la vagina, era mejor que si mis manos lo palparan, era una sensibilidad como nunca había experimentado. Solté un gran suspiro ya que no me había dado cuenta de que había estado aguantando la respiración mientras era penetrada por el tren de Javier.
Respiré profundo y nos mantuvimos quietos por algún tiempo, pudieron haber sido segundos o bien días, había perdido toda noción del tiempo, era como si un mundo nuevo de sensaciones me hubiera abierto la puerta, sentía cada vena de aquel invasor de mi ano, sentía los flujos de sangre que corrían a través de ellas manteniendo la erección del miembro, sentía cada pliegue de piel, cada curvatura. Me perdí en ese placer y comencé a abrir y cerrar mi esfínter, apretando y soltando aquel trozo de gruesa carne ardiente. Apoyé mis manos contra la pared y me empujé hacia atrás para clavarme más el falo de Javier. Estiré completamente mis brazos poniéndome en posición de "L" invertida, con mi culo presionando más contra Javier y mis pechos balanceándose por efecto de la gravedad. Con una voz casi irreconocible, desgarrada, apagada y queda le dije a Javier "¡fóllame!" fue casi un susurro, pero Javier me entendió, con una mano tomó uno de mis pechos bamboleantes y la otra tomó mi cintura. Quise gritar cuando el primer pollazo reventó contra mi culo, pero mi voz no salía, apenas daba gemidos apagados, la respiración se me cortaba, era tanto placer que parecía que todos mis sentidos estaban completamente dedicados y concentrados a soportar aquellas oleadas de nuevas sensaciones.
Una, dos, tres embestidas, cada nuevo empujón traía sensaciones diferentes a todo mi cuerpo, Javier soltó mi seno y con ambas manos en mi cintura me acometió con más ímpetu, mis pechos se balancearon tan violentamente que uno de ellos chocó fuertemente contra mi barbilla partiéndome el labio, era inverosímil lo duros que estaban mis pechos, se mecían y chocaban entre sí y contra mi cara como campanas de iglesia. Javier no paraba, parecía poseído, sus embates eran más intensos, sentía su pija bombear en mi interior. Era por mucho el mejor sexo anal en toda mi vida. No sé cuánto tiempo estuvimos en ese mete saca, pero mis pechos no dejaban de bailar, finalmente sentí su polla hincharse más y recibí contenta los chorros de marmórea lefa en mi interior. Las lágrimas nuevamente inundaron mis ojos dejándome casi ciega, todo lo veía borroso y quebrado. Javier sacó su pene de un solo movimiento y lo último que sentí fueron 3 chorros de hirviente semen embarrarme la espalda. Sentía el ano dilatado y enorme, mientras la leche se escapaba por él, bañándome el trasero y las piernas. Caí de rodillas contra la pared de la cabaña y poco a poco mis tetas se fueron deslizando hacia abajo por todo el papel tapiz, ya no sentí nada más, todo se puso oscuro quedé tirada en el suelo y perdí el conocimiento.
Desperté horas después. La luz me molestó los ojos, pero poco a poco me acostumbré.
Estaba desnuda, envuelta en las sábanas blancas en la cama de mi habitación de hotel. En la cama de al lado Karla estaba desnuda gimiendo y cabalgando a un impresionante moreno, deseé unirme a ellos, pero mi cuerpo no respondía más, mi trasero ardía y palpitaba y mis músculos estaban adoloridos. Sonreí para mí misma y volví a quedarme dormida. Habría más tiempo para disfrutar, ahora necesitaba reponerme de la mejor cogida de toda mi vida.