Sexo al aire libre
Sexo con Luis en un increiblemente hermoso arrollo en medio de una montaña
Pocos hombres logran satisfacerme tanto como lo hace mi amigo Luis. Es un moreno enorme de aproximadamente 2 metros de altura, musculoso, con un cuerpo como tallado en piedra y, lo más importante de todo, una verga que alcanza los 23cm y gorda como botella de coca-cola, además de una impresionante cabeza. Sus ojos café y su rostro tosco y brutal me excitan en gran manera, hacer el sexo con él, es toda una avalancha de orgasmos y sensaciones placenteras.
Me llamo Fabiola y soy fanática de las actividades al aire libre y el mes pasado invite a Luis y a otros amigos y amigas a pasar el fin de semana a una cabaña en las montañas. Pero para llegar hasta allí hay que hacer una caminata de casi 2 horas. Es un gran esfuerzo, pero los paisajes, el aire fresco y la sensación de libertad lo compensan ampliamente.
Llegamos en mi Jeep hasta el pie de la montaña donde debíamos comenzar a caminar. Bajamos nuestro equipaje y comenzamos el ascenso. El sol brillaba alto y, a pesar de la frescura de los árboles y la vegetación, comenzamos a sudar. La frente de Luis se llenó de brillantes perlas de transpiración que bajaban por sus mejías y nariz, su pecho comenzó a humedecerse también y la camiseta blanca se pegaba a sus bien definidos pectorales. Comencé a excitarme y cuando él se quitó la camisa estallé y me decidí a probar algo de sexo al aire libre. En unos 16 minutos llegaríamos a mitad de camino y tomando una desviación del sendero principal se llegaba a un bello nacimiento de agua escondido entre la vegetación. Solo yo sabía de su existencia por lo que tracé el plan rápidamente.
Cuando estuvimos en el punto exacto decidí que quería descansar un momento, y le pedí a Luis que me acompañara y a los demás que se adelantaran para ir preparando todo. Hubo miradas de sospecha y murmuraciones, pero no me importó, mi vagina necesitaba ser taladrada por la polla de Luis y mis pechos urgían por ser envueltos con su carnosa lengua.
Karla, Raúl y los demás continuaron el camino, mientras Luis y yo nos sentábamos en unas piedras a la orilla del sendero. Pasados unos minutos me levanté y Luis hizo lo mismo. Le dije que me siguiera, adelantándome entre un par de enormes árboles que bordeaban el camino. Caminé a paso ligero, tratando de que Luis no me alcanzara pero que tampoco se perdiera. A los cinco minutos emergí de entre la vegetación a un hermoso claro donde un estanque de agua cristalina y pura me esperaba. El aroma de las flores era intenso y el murmullo del agua vertiendo de entre unas rocas hacia la pequeña laguna era como una canción. Dejé caer mi morral y esperé a que apareciera mi moreno. No tardó mucho en surgir por el mismo lugar en el que lo había hecho yo. Su mirada fue de auténtica sorpresa y admiración al contemplar la hermosa escena y sus ojos se abrieron aún más cuando comencé a quitarme la blusa y el sujetador, dejando a mis pechos brillantes por el sudor balanceándose ante él, luego las botas, los vaqueros y la tanga blanca, revelando mi pubis perfectamente depilado, solo una pequeña línea de vello le cubría. Me di la vuelta y corrí hacia el estanque dándome una zambullida en el agua que estaba heladísima. Buceé un momento y cuando salí a la superficie con el pelo empapado y la piel de gallina vi que Luis se dirigía corriendo completamente desnudo también hacia el estanque, su oscuro pene se agitaba en todas direcciones, adelante, atrás, de lado a lado chocando con sus increíbles y poderosos muslos. En una fracción de segundo estaba en el agua junto a mí, nadó un poco y luego se acercó a mí Estás helada me dijo, pegando su cuerpo al mío. A pesar de la gélida temperatura del agua puede sentir su calor recorrerme entera. Sentí su pene como un martillo colocándose apretado contra una de mis piernas, me moví y me acomodé para ponerlo entre mis piernas, aún no estaba erecto, supuse que por lo helado del estanque, pero me proponía a despertarlo. Le rodeé el cuello con los brazos y le di un beso, hundiendo mi lengua en su boca a lo cual él respondió magníficamente, puso sus manos en mi cintura y comenzó a besar intensamente. Sentí su pene palpitar entre mis piernas así que bajé una de mis manos y comencé a sobarle el miembro con suavidad, despacio, aumentando el ritmo a intervalos para volver a hacerlo con lentitud y sensualidad, aprovechando cada milímetro de aquel grueso pene. Lo sentí crecer entre frotada y frotada, pelándolo bien, sintiendo su enorme cabeza. Cuando estuvo totalmente erecto lo dirigí a mi vagina y comencé a apretarme contra él. Poco a poca su glande fue entrando, me enrosqué a su cintura ayudada por el empuje del agua y por mis brazos en sus hombros y moví la cintura hacia delante tragando su largo pene centímetro a centímetro, hasta tenerlo por completo dentro de mí. Mis blancos pechos, con los pezones erectos tanto por el frío como por la excitación se clavaban en sus pectorales de obsidiana. El movimiento del agua me hacía sentir la polla de Luis de una forma diferente, me llenaba completamente, comencé a mover mis caderas al compás de la corriente que nos bamboleaba, era un movimiento totalmente errático, por lo que cada embestida enviaba oleadas de nuevas sensaciones entre mis piernas, tocando diferentes puntos en cada sablazo. Me solté de sus hombros y me recosté de espaldas en la superficie del agua sin soltar su cintura con mis piernas ni dejar salir su polla de mi vagina. Extendí los brazos a los lados, mi cabello rubio flotaba a ambos lados de mi cabeza como un aura angelical, las manos de Luis se posaron en mi cintura, se inclinó un poco y besó, lamió y mordisqueó mis pezones, las ondas del agua seguían meciéndonos y haciéndome sentir cada parte del pene de mi moreno. Él se enderezó, me aferró con fuerza la cintura y comenzó a penetrarme con más fuerza, más salvaje. Movía sus caderas con intensidad, hacia atrás, sacando casi por completo su falo, cuando el glande estaba a punto de salir el hacía un fuerte movimiento hacia delante penetrándome hasta la base del pene, yo gritaba y tragaba un poco de agua porque sus movimientos levantaban muchas olas y me agitaban en todas direcciones. Me penetró salvajemente, deteniéndose por momentos para acariciar y mamar mis pechos y sobar mi trasero. Entonces con un fluido movimiento me puse recta nuevamente le sujeté por el cuello con mis brazos y comencé a darme de sentones en su impresionante polla, me faltaba el aire por el esfuerzo de dejarme caer en semejante pene y mis gritos y gemidos eran entrecortados, hasta que le sentí apretarme más y sentí su falo pulsar como si fuera su corazón, uno, dos, tres latidos y una corriente de cálido semen, blanco y espeso me llenó el interior, sentía como quemaba, como contrastaba con lo gélido del estanque. Mi vagina recibió con gozo y agradecimiento cada chorro de esperma que dispararon sus huevos, y caí nuevamente tendida en la superficie del agua, me desenrollé de su cintura y floté por largo rato desnuda en la superficie del agua, dejándome llevar de un lado a otro por la corriente, sintiendo como su leche bullía en mi interior y se escapaba a pequeños chorros entre mis muslos.
Fue un fin de semana con mucho sexo, pero sin duda la experiencia en el estanque fue la más intensa de todas ellas.