Sexo a la carta en la Patagonia (3)

Culminación sorpresiva de los avatares lujuriosos que viví con mi guía Gabo y sus amigos.

SEXO A LA CARTA EN LA PATAGONIA.III

Jueves. Nuevas amistades

Este día a Gabo le había surgido un asunto imprevisto relacionado con su trabajo, que le obligaba a desplazarse a la ciudad donde residía habitualmente. Solo podría acompañarme hasta la hora del almuerzo.

Como el estaría ausente hasta el sábado por la mañana, para que no estuviera sola esos días, ni me aburriera, me sugirió que podía conocer a unos amigos de su confianza, con los que podría salir el viernes. Su proposición no me pareció mal, pero le dije que antes prefería conocer a sus amigos y después ya decidiría, pues para salir con alguien que no fuera de mi agrado, prefería estar sola por allí y ver algo por mi cuenta.

Para salir de dudas, por la mañana me llevó a un taller exposición de un amigo suyo escultor, y me lo presentó. Se llamaba Agustín, era un tipo muy desaliñado y tristón, se interesó mucho por mis actividades en Bariloche y también se ofreció a mostrarme cosas interesantes de la ciudad. Le agradecí su cortesía, diciéndole que estaba con Gabo. Noté que babeaba al mirarme, pero tampoco era la clase de hombre que me iba. Gabo se dio cuenta y después de ver sus trabajos, nos despedimos del artista.

Después de dejar a Agustín nos dimos una vuelta viendo la ciudad y al final recalamos en una whisquería, para encontrarnos con otros amigos suyos.

Nada más entrar se nos acercó un tipo algo más joven que Gabo, le saludó muy efusivamente, extrañando su presencia en los últimos días, -aunque, ahora lo entiendo,-dijo mirándome pícaramente. Me lo presentó, se llamaba Armando Correa, soltero, más familiarmente El Flaco Army. Su ocupación era la gerencia de un gimnasio y una escuela de baile. Sus detalles personales y su forma de vestir bastante cuidada, hablaban de alguien en buena posición económica. Físicamente se trataba de un tipo delgado, de piel muy morena, labios carnosos, pelo engominado y una apariencia personal muy limpia. A primera vista resultaba un tío simpático y muy divertido, no era guapo pero si resultón. Estuvo super amable conmigo y en actitud discreta, excepto algunas miradas salaces que me dedicó con disimulo.

El Flaco, al saber mi procedencia y el motivo de mi estancia en Bariloche, se puso a mi disposición también para acompañarme y entretenerme algún día por la ciudad. Le agradecí su ofrecimiento diciéndole que estando Gabo no era necesario por el momento. Luego de estar un rato tomando unos tragos con él, seguimos nuestro camino, quedando los dos amigos en hablarse por teléfono, porque tenían mucho que contarse, según dijeron.

Gabo me llevó al hotel, se despidió de mí, por tener que partir en seguida, quedando en que el sábado por la mañana vendría a buscarme al hotel. Me recomendó que no me quedara sola durante esos días, prefería que saliera con su amigo Armando, ya que no le molestaba que estuviera con él. Entonces, le adelanté que mi elección era disponer de la tarde libre para visitar el comercio de Bariloche y por la tarde descansar y ver la bella y original edificación del Centro Cívico. Después del almuerzo, me subí a mi habitación para organizar qué hacer por la tarde.

Cuando me disponía a salir con el propósito de pasar la tarde tranquilamente a mi aire, sonó el teléfono y con sorpresa me encontré que se traba del Flaco Army, para decirme que acababa de hablar por teléfono con Gabo y se había enterado de su viaje. Puesto que su amigo estaba ausente, había pensado que saliéramos juntos y mostrarme cosas de Bariloche.

Aunque le aseguré que ya tenía previstas algunas cosas que hacer en la ciudad, insistió sin atender razones, no iba a permitir de ninguna manera que estuviese sola todo ese tiempo, asegurándome que no habría problemas con Gabo. él le explicaría nuestra cita de última hora. Por ello, y por no parecer una persona huraña y poco sociable, acepté su invitación. Me preguntó si me gustaba bailar, no sabía que decirle, le dije la verdad, que si me gustaba, pero que no era muy bailona.

-Entonces, esta tarde te llevaré a un boliche clásico de la ciudad, para que conozcas el ambiente.

-Vale....pues quedamos aquí en el hotel. –le respondí.

En vista del cambio de planes, me acicalé para estar a tono en una sala de baile, me puse una falda corta de color negro, zapatos de tacón, arriba un top de algodón, color pistacho, muy escueto y sugerente. Como hacía un día bastante frío, encima llevaría una chaqueta de piel de ante y me cubriría con una gabardina marrón claro. Me maquillé ligeramente, retoque mis labios de un color rojo pálido, me miré al espejo y me vi realmente atractiva, con un aspecto vivaz y rebosante de energía vital.

Media hora más tarde salía del hotel, acompañada de un Armando, visiblemente ufano, para acompañarme esa tarde, primero a tomar algo en una cafetería y más tarde a las 18:30 entraríamos en el Boliche "Cerebro", uno de los clásicos de la ciudad.

Armando, al estar los dos solos, se mostraba mucho más familiar, me trataba con más afecto y me miraba con cierta osadía. Entonces, su comportamiento se volvió más seguro, posesivo y meloso, utilizando continuamente el recurso seductor de su sonrisa amplia y luminosa. La verdad es que resultaba un acompañante encantador, me gustaba bastante, pero no debía demostrarlo para frenar sus avances y así evitar conflictos entre los dos amigos. Era evidente que yo le gustaba mucho, estuvo casi todo el tiempo piropeándome y dejándome caer insinuaciones muy personales. Me inquietaba su manera de ser tan temperamental y fogosa, pero confiaba en poder controlarlo tomándome su asedio con buen humor y sin hacerme la estrecha. Me prohibió llamarle Armando, para mí sería Army en adelante.

Conforme pasaba el tiempo con El Flaco, empecé a sentirme desconcertada, por el hecho de que un amigo de mi amante ocasional estuviera cortejándome descaradamente. Esto no era lo que esperaba de conocer y alternar con algún amigo de Gabo, aunque él es quien me había puesto prácticamente en los brazos del Flaco, sabiendo su peligrosidad y su vena seductora.

Yo, por vanidad y coquetería femenina, íntimamente deseaba gustarle a Armando. Si Gabo no se mostró celoso ni reticente al recomendarme salir con su amigo, yo seguía pensando que era su chica por el momento, por lo que mi intención no iría más allá de pasar bien la tarde con Armando, solo dejarme cortejar por él, pero sin llegar demasiado lejos.

Desde el primer momento, me intrigaba la idea de lo que pudiera saber El Flaco sobre las verdaderas relaciones mías con su amigo. Me gustaba bastante como persona y tal vez como hombre.

Cuando llegó la hora, dejamos la cafetería y me llevó hasta el boliche, cerca de allí. El Flaco iba formalmente vestido con un traje oscuro de rayas difusas, camisa tono marfil, corbata roja y encima un abrigo negro tres cuartos. Antes de entrar en el local, me tomó por la mano, lo más aconsejable, me dijo, para que se notara que íbamos juntos como pareja y evitar que nadie intentara abordarme ni molestarme.

-Gabo no me perdonaría que tuvieras algún contratiempo estando conmigo. -me dijo.

-Él no se imaginará que estamos aquí, verdad? -le pregunté

-Si, ya le he llamado y le he contado que estás conmigo y yo cuido de ti hasta que te vayas a dormir. Le pareció bien, sabes?

-Ah! así mejor...se quedará más tranquilo.

-Claro, él ya sabe que conmigo no te va faltar nada.

-Veo que sois muy buenos amigos.

-Si, nos conocemos de años y tenemos los mismos gustos. Por eso estoy tan encantado con vos.

  • Ja,ja,...qué cosas tienes.

-Hay confianza, sabes? Si ha permitido que te lleve es porque sabe que doy la talla.

-Eso espero....! -le dije.

-Lo que no sabe Gabo es que me gustas tanto....ja, ja! -replicó él maliciosamente.

Dentro del boliche el ambiente era muy denso, la mayoría eran parejas o grupos, pero se veía también algún arrimón suelto con ganas de encarar a las chicas que veían libres. Había varias pistas de baile, con iluminación abigarrada difusa y tenue, cada una con un estilo musical diferente. Nos desprendimos de la ropa de abrigo, y a cosa hecha, me llevó abrazada por la cintura hasta una pista donde sonaban ritmos de corte romántico y pegadizo. Con la falda que llevaba en forma de capa, y los tacones altos, mis piernas se alargaban y me sacaban la colita un poco empinada, dando una imagen de lo más sexy. Muchos ojos nos miraban con descaro y algunos parecían desear estar en los zapatos de Army.

Al iniciar nuestro baile El Flaco me amarró por la cintura con ambas manos, me atrajo hacia él, para que yo le pasara mis brazos alrededor de su cuello. Él era un bailarín consumado, todo un profesional que al principio me llevaba como un dios de la danza, pero poco a poco fue abandonando su destreza, y se dedicó a bailar muy pegado, oprimiéndome contra él todo lo que podía, ocupándose de mí y olvidando la música. Así, como era de esperar, nos fuimos calentando más de lo previsto, a tono con algunas de las parejas del entorno. Juntaba su cabeza con la mía, hundiendo de vez en cuando sus labios en mi cuello y en mi oreja. Aprovechando su delgadez, su cuerpo se adhería al mío, de forma reptante, tenía una habilidad especial para acoplar la máxima superficie de su cuerpo al mío, ejerciendo un contacto terrorífico y sensual, amparado en el bello envoltorio musical.

Al poco rato de seguir abrazados con estos ritmos dulces y lentos, Army se había calentado de forma insoportable, bajaba su mano hasta el inicio de mis glúteos, me jalaba hacia sí firmemente, haciéndome notar sobre mi bajo vientre su escandalosa erección. Él se había olvidado del mundo a su alrededor, al mismo tiempo que me prensaba por debajo, sus besos se hacían absorbentes en mi cuello y mi cara. No tardó en lograr que su calentura trascendiera a mí, sin darme cuenta le estaba clavando mis dedos en su nuca. Sentí que mi cara ardía sofocada por el ardor interno y mareante que me invadía. Aquello era demasiado, volteé la cara un poco atrás para librarme de su morreo y tuve que pedirle retirarnos para recuperar un poco de oxígeno. Nos separamos y nos retiramos a un reservado para sentarnos y tomar otro trago. Nos sentamos muy juntos, me pasó el brazo por detrás del cuello, acercó su boca a mi oído, besuqueándolo.

-Sos divina, Sarita....!

-Uuffff! Nos hemos pasado Army...!

-Tu crees..? Para mi es solo el principio, mi amor.

-Estoy como turbada...!

-Dame un beso....ven!

Al decir esto, me tomó la cara y la volteó hacía él, sellándome la boca con sus labios calientes y sensuales. Le correspondí entreabriendo mis labios, dejando que me mordiera la febril carnosidad, antes de entrar con su lengua devastadora lamiendo la mía con ansia y avidez. Nos abrazamos, prolongando el beso, intercambiando nuestro fuego. Empecé a temer por el acoso a que me estaba sometiendo El Flaco, me pregunté si estaba traicionando a su amigo o si tendría su consentimiento para conquistarme.

Permanecimos en nuestro apartado rincón, como dos tortolitos enamorados, donde El Flaco me miraba en la penumbra con desnuda y anhelante lujuria, me obsequiaba con cariñosos requiebros y me hacía arrumacos sin parar, con el fin de terminar de calentarme. Cuando sus atrevidos manoseos, se tornaron más alevosos, perdiéndose una de sus manos debajo de mi falda y la otra hurgando en mi wonderbra retiré su mano de mi entrepierna, y me revolví en el asiento para deshacerme de su asedio.

-Mmmm...Sari, no se que quieres, pero necesito tenerte.....! -me susurró.

-No, ya está bien Army. -le dije suavemente

-Vamos a tu hotel ahora, cielo!

-No, eso no...no voy a coger contigo, Army!

-Porqué te resistes? Estás a cien igual que yo!

-Ya lo sabes...estoy con Gabo, el es mi hombre ahora y le aprecio mucho.

-Te prometo que no habrá ningún problema con él.

-No, Army....me caes muy bien pero no puede ser.

Poco después de esta discusión, ya algo más calmados, nos fuimos, él me acompañó hasta el hotel, poniendo en juego todo su arte de seducción, insistiendo en que le invitara a un último trago en mi habitación.

-Bueno pero solo unos minutos para tomar algo, eh?

-Si, cómo vos querais reina....!

Se le iluminó el rostro maliciosamente, pensaría que con haber conseguido acceder a mi espacio privado había vencido el último obstáculo. No comprendí en el momento el porqué de mi debilidad, casi me arrepentí de haberle permitido subir conmigo, porque no pensaba ir a la cama con él, pero un deseo soterrado me llamaba a estar con él. Al entrar en mi habitación, muy cortés, me quitó la gabardina y la chaqueta, pidiéndome permiso para sacarse el abrigo y la americana. Luego, me tomó puso la mano sobre la sien y exclamó:

-A ver..... Huuy! cómo estás Sari... tenés las pulsaciones aceleradas!

-Venga....no seas tonto, Army.

Yo fingía estar segura de mí y serena, pero realmente no estaba fuera de peligro y él lo supo; era un hombre experimentado y notaba que yo aún tenía la piel caliente de sus caricias, la mirada húmeda y la boca presta a sus besos. Me apresuré a servirle un trago del minibar y otro para mí.

Yo me había sentado en un sillón y Army sobre la orilla de la cama. Tomó un trago, lo saboreó y me dijo que, desde el momento en que le fui presentada por Gabo, estaba locamente encoñado conmigo, que en su imaginación figuraba que yo escondía un tesoro que él no podía renunciar a descubrir, y menos ahora que lo tenía al alcance de la mano. La situación se había vuelto tensa.

-Si sigues por ese camino, voy a llamar a Gabo y le explicas.... -le amenacé.

-No lo compliques, Sarita. Es tu decisión lo que importa.

-Pues ya la conoces.....!

Se levantó y se plantó delante de mí, apoyando sus manazas sobre mis hombros.

-Eso me lo vas a decir mirándome a los ojos, Sari!

Diciéndome esto me escrutaba con la mirada como leyendo en el fondo de mis ojos, se inclinó para besarme pero lo evité parándome en seguida. El me tomó por ambas muñecas y me sentó en la cama.

-No irás a forzarme, verdad? -le interrogué, intentando soltarme.

-No, solo voy a hacerte lo que estás deseando....!

Sin esperar respuesta, me tumbó sobre el lecho manteniéndome sujeta. Yo comencé a forcejear y a revolverme para desasirme de él, pero me aprisionaba con tal firmeza que logró dominarme, abalanzándose sobre mí comenzó a besarme y a chuparme por el cuello y la cara, al tiempo que con sus manos me sobaba el busto, acariciaba mi intimidad con un ardor inusitado. Durante unos momentos, luché con él a brazo partido, por impulso de mi propia estima, pero vencida y sin saber bien qué quería hacer.

-Sarí, mi cielo......lo mejor será que terminemos lo que empezamos en el boliche...!! –me susurró al oído.

Cerré los ojos, pensando en los momentos de calentura y deseo vividos mientras estábamos bailando, mi mente se nubló, me di cuenta de que El Flaco estaba en mi cama porque yo no lo había impedido a tiempo, sus labios frotándose en mi boca negada, mis sentidos percibían el olor a macho caliente que despedía su pecho, su tacto de fuego sobre mi piel, el sonido de unos susurros suplicantes y prometedores..... abrí mis labios y le dejé que invadiera mi boca, que la inundara con su lengua húmeda y rabiosa. Luego, él sacó su beso afuera y le seguí ansiosa, restregando nuestras lenguas fuera de la boca, mientras le abrazaba por detrás de la nuca, entregada al deseo que había sabido despertar en mí. Nos revolcamos con los cuerpos enlazados, mientras Army suspiraba satisfecho al ver que no me oponía más.

El Flaco con la lujuria saliéndole por los ojos, me sometió a un rápido strip tease. Una vez desnuda se quedó con los ojos en blanco, observando mi cuerpo extendido sobre la cama.

-Oohh, Diosss!, que cuerpo de ángel tenés, Sarita! -exclamó mientras acariciaba mis muslos.

Acto seguido, se puso parado y se sacó toda su ropa en un santiamén. Me quedé aturdida, al contemplar su cuerpo enjuto y fibroso, del que emergía la desproporción de un pene tan grueso y largo que parecía imposible que perteneciera a aquel cuerpo. Su falo de piel muy oscura, casi negra, pendía oscilante en su bajo vientre, y su glande descapuchado sobresalía como una seta grande. Se inclinó sobre mí, me abrió las piernas y miró babeando mi chochito rosado y entreabierto.

-Hummm! bebita...este es el tesoro que buscaba!! -dijo, pasando la yema de su dedo pulgar suavemente por mis labios vaginales.

Sin darme tregua, se inclinó, me besó la vulva, metiendo luego la punta de su lengua dentro, arrancándome un suspiro. Se arrodilló a mi lado, poniendo su orgullosa e imponente erección cerca de mis ojos.

-No querés probarla?....te gustará...! -me dijo acercándola a mis labios.

Me relamí y mordí los labios antes de prenderla en mi boca, comencé a chuparle el capullo del glande con la fruición de un animalito voraz. Army, sin sacarla de mi boca se colocó invertido, estiró sus piernas quedando a la altura de mi coño. Hundió la cabeza sobre mi concha y me obsequió con un cunnilingus magistral, que me provocó la sacudida electrizante de una corrida espectacular.

-Aaahhh! ....aaayyy... aaaayyy! -gemí sin fuerza.

Mientras tanto, su dura y crecida verga seguía ocupando mi boca hasta la garganta. Retiré mi boca y su tallo baboso y enrojecido salió desafiante, dándome un trancazo en la cara, le di unos lametones de gracia en la corona del glande, se hinchó aún más, estremeciéndose con unos fuertes latidos y derramó un montón de leche en mi boca y sobre mis labios. Este primer asalto no hizo mella en la tensión lasciva que nos tenía encendidos como dos cuerpos incandescentes.

Como su pene seguía bien parado, Army se puso sobre mí, abriéndome las piernas al máximo, pronto sentí la punta abombada de su polla dura, en la entrada de mi concha. El Flaco, en vez de penetrarme se dedicó a chupar y besarme las tetas. Finalmente, como mi vagina estaba perfectamente lubricada, me penetró con toda su temible pija con una suavidad y destreza pocas veces experimentada antes. Mi excitación era una ventaja, pero no había duda de que la habilidad del Flaco era poco corriente. Las sensaciones que me producía al rellenarme con su tremendo apéndice eran indescriptibles, tanto es así que en este primer polvo nos corrimos casi juntos.

El Flaco resultó ser un auténtico semental que me hizo disfrutar enormemente, felicitándome a mi misma por haber accedido a follar con él.

Nos dimos un rato de descanso. Después, entre caricias y besos, estuvimos toda la noche cogiendo en varias posiciones, algunas de ellas, aunque incómodas, debido a la longitud del pene del Flaco resultaban muy excitantes y novedosas. Mis pechos y mis pezones fueron chupados, mordidos y lamidos hasta llegar a dolerme, él era un monstruo erótico, un inagotable depósito de leche que vació en muchas ocasiones dentro de mí. Había tratado con hombres calentones en mi vida, pero nunca con un macho imbatible como éste, que me había hecho experimentar incontables orgasmos en una sola noche. Me dejó la vulva, irritada e inflamada de tanto entra y sale y tantas chupadas.

Apenas habíamos dormido, eran las ocho de la mañana y tuvimos que poner fin a nuestro trance amoroso. Al despedirse, El Flaco me dio un beso, me dijo que me vería el domingo antes de mi partida y me deslizó un pequeño sobre entre las manos.

-Toma, para tu tranquilidad. Siento dártelo ahora pero no me diste ocasión de hacerlo antes. Gracias por la confianza, cielo! -me dijo enigmático.

Abrí el sobre y en el interior había un papel doblado que era un informe sanitario de analíticas a nombre de Armando Correa, con fecha del mismo día y resultado negativo. Le miré asombrada. Él sonrió burlón y entonces sospeché que sabía de mí más de lo que yo imaginaba.

Bajé al comedor por tomar un abundante desayuno y luego volví a la habitación para intentar dormir un rato. Sobre el mediodía me desperté alarmada, por lo tarde que era. Seguramente debido a las muchas descargas de energía de la noche anterior, mi cuerpo permanecía como sedado. Me di una buena ducha, y salí a la calle para ver algunas tiendas, comprar pequeños regalos y recuerdos de La Patagonia, además de enviar algunas postales a mi familia y amigos. Me retiré pronto al hotel, para cenar, ver algo de TV y acostarme temprano.

Sábado. La sorpresa

El sábado, mi último día de permanencia en Bariloche, nada más levantarme me sorprendió la llamada de Gabo que ya había regresado. Algo más tarde, nos encontramos en el hotel, para ir a navegar al lago Nahuel Huapi, con un catamarán de alquiler. Pasamos una mañana maravillosa, disfrutando de preciosas vistas de las apacibles aguas y el paisaje que las rodeaba.

Gabo me aseguró que me había extrañado mucho en su ausencia y me preguntó cómo me había ido con El Flaco, si me había tratado bien, y le contesté que si, que la había pasado bien en su compañía, sin entrar en mas detalles ninguno de los dos.

Para celebrar mi último día, me preparó una barbacoa especial en su cabaña. Después de comer su excelente carne, acompañada de abundante vino, caldeó bien la cabaña con un buen fuego, nos sentamos al fuego tomando el mate y al terminar la infusión, me dijo que quería darme a probar nuevas sensaciones eróticas, con sorpresa incluida..

Se trataba de llevarme a la cama y cogerme estando atada de pies y manos, con los ojos vendados y utilizando un lenguaje grosero y humillante de nivel suave. Se levantó y quedó parado detrás de mi, masajeando mis hombros, deslizando sus dos manos sobre mis pechos. Después de acariciarme profusamente, me preguntó si estaba de acuerdo con experimentar lo que me proponía obedeciendo mis indicaciones. Yo asentí con la cabeza, entonces él me tomó en sus brazos y me llevó al dormitorio, depositándome sobre la cama. Se echó sobre mí y me besó apasionadamente en la boca, luego me fue quitando todas las prendas hasta dejarme completamente desnuda, se incorporó y me besó la rajita tiernamente. Se despojó también de su ropa y de una caja de cartón sacó unas bandas de tela de color rojo, un antifaz negro, dos frasquitos de aceites y un tubo de crema.

-Esto es un regalito que le he comprado a mi zorrita en el sex shop. -dijo.

-Que es eso? -pregunté.

-Crema y aceite suavizante y aromático para tu chochito y tu culito.

Acto seguido, con las cintas de tela me ató por las muñecas al cabecero de la cama, con los brazos abiertos sobre mi cabeza, luego hizo lo mis con los pies atándome por los tobillos en la barra del pie de la cama, dejándome con las piernas abiertas, formando una X con mi cuerpo. Me colocó el antifaz dejándome sumida en una cerrada oscuridad, advirtiéndome que solo podría accionar las caderas, la boca y los labios.

-Dime putita, estás lista para recibir a tu macho?

-Si. -le respondí

-Pues empieza por hacerme una mamada como tu sabes!

Restregó su verga por mi cara y me la metió en la boca. Comencé a chuparla con fruición, hasta que se puso jugosa y la sacó rápidamente.

-Ya quieres mi leche, perrita viciosa? Ahora no, tendrás que esperar....!

Noté su movimiento de bajarse de la cama y escuché como unos pasos. Su mano extendida me estaba untando el vientre, los pechos y el cuello con un aceite de un aroma exótico muy intenso, luego me puso los dedos untados de crema por toda la conchita. Todos estos extraños preparativos me sumían en una atmósfera muy sensual, que me tenía extasiada.

-Ahora ya vas a tener lo que más te gusta, perra...! -escuché su voz.

Subió a la cama, se extendió suavemente sobre mí, su pene mas duro y largo que nunca, resbaló por mi pubis y se coló entre mis labios, clavándome con maestría y abriendo mis carnes deliciosamente al desplazarse adentro todo el tallo de exagerado tamaño. La oleada de placer al sentirme tan llena, me hizo recordar recientes sensaciones. Su boca se aplicó a mi cuello chupoteándome como una ventosa. Comenzó a moverse deslizando la piel aterciopelada y caliente de su pene sobre mis mucosas genitales. Se movía con poder y con suavidad, poco a poco fue creciendo la presión dentro de mí, su mete y saca comenzó a tomar ritmo, aceleró sus embestidas y después de unos minutos acabó en un bombeo de abundante esperma, estirando las piernas y mordiéndome en el cuello como un vampiro. Al sentir su descarga, mi excitación creció, arqueé el cuerpo empujando varias veces mi sexo contra el suyo hasta que me vine deliciosamente. En seguida, sacó su pija y se incorporó a un lado.

-Toma....abre esa boquita de vicio que tienes....! - oí que me decía.

Un capullo blando y lechoso se posó sobre mis labios. Le di unas cuantas lamidas, lo rodeé con mis labios y lo estuve chupando con esmero hasta que noté que se ponía duro y se inflaba como un pequeño globo. Después sentí un empuje hacia dentro, fui engulléndolo hasta dentro, era un falo infinito que llegaba hasta mi garganta. Se notaba a punto de reventar. De improviso, lo sacó de mi boca.

-Querida Sarita, ha llegado el momento de la verdad. Aquí tenés la sorpresa!

Al decir esto, desprendió la atadura de mi antifaz y dejó mis ojos libres. Al principio el contraste con la luz me tuvo cegada unos segundos, luego se fue aclarando mi visión y si... ¡vaya sorpresa!. No podía creerlo, que jugarreta, delante de mi estaba El Flaco totalmente desnudo blandiendo su verga parada con una mano por la base. A su lado, Gabo en la misma actitud, con su pene duro y erecto. Me quedé con los ojos en blanco mirando a Gabo y le dije:

-Esto qué es...? Ha sido Army el que me ha cogido, verdad?

-Si, zorra. Veo que lo has notado, prueba de que has estado follando con él y lo conoces bien.

Bajé la mirada y sonreí amargamente. El Flaco me miraba sonriendo con aire divertido y salaz. Todavía estaba cachondo con su pene tieso y desafiante en la mano.

-Como no has querido reservarte solo para mi, ahora eres la putita de los dos y te vamos a coger a la vez! -anunció Gabo.

Sus palabras fueron como una orden; El Flaco se recostó junto a mí en la cama, se colocó boca arriba con la almohada debajo de su trasero con la polla apuntando al techo, me hizo ponerme encima de él con mi concha a la altura de su cara, comenzó a lamerme la vulva y el clítoris, hasta que respirando con la boca medio abierta exhalé mis primeros suspiros de placer. Gabo se acercó, parado como estaba, y puso su pene dentro de mi boca anhelante, obteniendo mis primeras chupadas. Seguidamente, El Flaco dejó de operar en mi clítoris, me tomó por las caderas y acomodó su verga a mi entrepierna, penetrándome con su deliciosa habilidad solo hasta la mitad de su miembro, dobló sus rodillas y en pose casi acrobática me dejó arrodillada y con las piernas abiertas clavada a él. Comenzó a moverme agarrándome por las nalgas, hasta lograr un acoplamiento que me dejaba casi a cuatro, con el culo expuesto.

Mientras cogíamos El Flaco y yo, Gabo me untó el esfínter con la crema lubricante, tanteó con su dedo la dilatación y mientras jugaba con mi ano, decía:.

-Voy a disfrutar de mi rica colita....siii..!

-Te gusta la zorrita que he encontrado, Army?

-Wowww! Siii. Esto no se encuentra todos los días...!

-Ya te dije que era un rico manjar, bella y viciosa.

Cuando Gabo dejó de hablar, subió a la cama, se montó sobre mí y delicadamente me fue metiendo su pene en el hoyito, entró con pena hasta la mitad y cuando notó que lo recibía sin forzar, comenzó a fustigarme con empujones rítmicos, hasta ajustarse al mismo vaivén de Army. La sensación de tener dos pollas al mismo tiempo dentro de mí, además de ser algo eróticamente muy morboso, me proporcionaba un placer loco y salvaje.

Gabo se corrió en primer lugar, ya que la primicia de mi colita y el hecho de estar más tiempo sin vaciarse, lo llevaron al paroxismo de su orgasmo. Aún tenía su verga dentro de mi culo, cuando alcancé otro climax turbulento y delirante. El Flaco, sacó de mi coño su rabo congestionado y húmedo, se movió hacia atrás para que su falo estuviera al alcance de mi boca. Le propiné una mamada superlativa, su capullo vibraba de puro fuego, unos lametones, y en la siguiente chupada profunda y mojada de mi saliva, su pene explosionó en una eyaculación silenciosa, que no me dio tiempo a sacarlo, dejando una parte de su semen dentro de mi boca y otra sobre mis labios y la barbilla.

Después de un rato para reponernos, estuvimos follando los tres, en varias posiciones combinadas, dando rienda suelta a la imaginación más calenturienta de Gabo que era el maestro de ceremonias.

Al atardecer, nos vestimos y aprovechando que El Flaco iba a la ciudad me llevó hasta el hotel. Allí nos despedimos cariñosamente, emocionados por los increíbles momentos que habíamos pasado.

Yo, me quedé en mi habitación para darme un baño relajante y luego preparar el equipaje para mi partida, al día siguiente domingo por la mañana.

El domingo, Gabo acudió al hotel, y me llevó hasta el aeropuerto. Al decirle adiós para siempre con un beso prolongado y entrañable, le estaba agradeciendo el tiempo inolvidable que me había hecho pasar en Bariloche. Salía de La Patagonía bien satisfecha y llena de experiencias insospechadas. Este fue el final de mi aventura patagona, de la que sigo guardando un caliente y emotivo recuerdo.