Sexo a la carta en la Patagonia (2)

Segunda parte con creciente intensidad erótica de las andanzas de Sarita en Bariloche.

SEXO A LA CARTA EN LA PATAGONIA II

Martes. Un día largo y caliente.

Hacía escasamente dos días que había llegado a Bariloche, la primera noche en la cafetería del hotel conocí a Gabo, un tipo local de unos 40 años, bien parecido, cortés y hospitalario que pasaba unos días de vacaciones en su propia cabaña del Parque Nahuel Huapi, no lejos del lago. Mi reciente amigo, se había separado de su mujer hacía muy pocos meses, se notaba que le faltaba sexo, le encontré bastante salido y me di cuenta muy pronto de que lo que buscaba estaba entre mis piernas. Una vez ligó conmigo ya no me dejó tocar tierra por mi cuenta, convirtiéndose en mi guía, mi sombra y algo más. Era un acompañante ardiente pero caballeroso y encantador, que se me ofreció para acompañarme durante mi estancia.

Para ese día, martes, nos habíamos citado en el vestíbulo del hotel Sunset. Un poco antes, me vestí con un pantalón jean ajustadísimo, que marcaba mis curvas de forma llamativa y arriba me puse una blusa de color rojo y sobre ella un jersey grueso de abrigo.

Mientras terminaba de arreglarme, recordé con una sonrisa, lo sucedido el día anterior, durante nuestra excursión a Cerro Catedral, sus lecciones de esquí y nuestro lance amoroso cuando me llevó a conocer su cabaña. Allí me hizo suya por primera vez sobre la alfombra de piel de cabra, delante de la lumbre del hogar, en un ambiente único, íntimo y recogido.

Era muy temprano cuando bajé a encontrarme con Gabo. Aparecí radiante y animada, él ya me estaba esperando, se adelantó y me saludo con un beso breve en los labios, y después se quedó contemplándome de pies a cabeza.

-Wowww! Sara....estás preciosa!

Le sonreí halagada, sin decirle nada. Desayunamos juntos en el hotel, mientras Gabo se pasó el tiempo acariciándome con la mirada.

-Eres mi reina...Sarita! Quiero vaciarme en ti cada día...!

Le sonreí con un mohín tierno mientras le miraba fijamente a los ojos.

-Hummm! eso suena muy halagador.

-Podemos llegar muy lejos, Sarita. Depende de ti.....

-No te entiendo, a tres días de conocerme ya te he dado mucho.

-Si pero aún queda alguna reserva.... -me dijo apenado.

Al mirarle sorprendida, me confesó que era medio rudo y morboso en el sexo, que lo que más deseaba era follarme piel a piel, a pelo como decimos nosotros, sin las interferencias del preservativo. También deseaba realizar otros actos menos convencionales, conocer conmigo el placer sin barreras.

Al oír eso, le dije que para mi era irrenunciable tomar precauciones higiénicas, siempre que cogía con alguien de quién desconocía sus anteriores actividades sexuales. Para evitar riesgos de una preñez indeseada ya utilizaba la protección adecuada. Le pareció muy bien que tomara medidas contra las enfermedades de transmisión sexual, ya que esto a él le beneficiaba y daba mucha tranquilidad. Me aseguró que él se hizo una prueba analítica de VIH y de ETS y estaba libre de contagio.

-En que fecha te hiciste las pruebas? -le pregunté.

-Hace como un año.

-Entonces eso en este momento no quiere decir nada...

-Si vos querés puedo actualizarlo y hacerme un análisis hoy mismo.

-Si, eso es lo mejor. Yo solo consiento todo con quién me gusta y me ofrece garantía de sexo seguro.

Nos pusimos de acuerdo para ir a un laboratorio que había en la ciudad y hacernos un análisis los dos, para seguridad mutua. Sin pensarlo más, nos presentamos en el centro de médico, y con un sencillo pinchazo en el dedo nos extrajeron una poca sangre; en algo más de media hora nos entregaron el resultado, que como esperábamos era negativo en los dos casos.

Sin pérdida de tiempo, me llevó con su camioneta a Cerro Otto. Me mostró magníficas vistas, disfruté de la visión apacible del paisaje nevado. Me llevó por sendas y vericuetos solitarios, fuera de los paseos guiados que se ofrecían. Me colmó de besos y caricias. En uno de los descansos, sentados en un banco de piedra medio oculto por la vegetación, Gabo comenzó a besarme en la boca, pasamos a acariciarnos y tocarnos de forma tan comprometedora que en seguida su virilidad se convirtió en un bulto duro y saliente debajo de su pantalón.

-Mira Sari.....alguien necesita tu ayuda...! -me dijo bajando la mirada sobre su entrepierna.

-Hummm!! -exclamé yo.

Sin decir nada más, se desabrochó el cierre de su pantalón y me llevó la mano adentro, haciendo que le tocara su pija completamente parada.

-Uuuufff! Qué duro se te ha puesto….! -le dije mientras lo agarraba con mi manita.

-Aaaah....sacala afuera.....no me hagas sufrir, más! -me suplicaba.

-No, por aquí pasa gente.... -me opuse timidamente.

-No se te antoja probar mi blanca miel? -insistía Gabo.

-Noo...ya sabes que eso no, Gabo. -le dije tajante.

-Pues tu te lo pierdes, cariño. Pero hemos de hacer algo, necesito vaciar....!

-Ufff...!.... -le dije en tono resignado.

-Toma, Sari, quiero que me la consientas con tu boquita y tu divina lengua!

No esperó más, sacó su polla tiesa e imponente, comencé a masturbarle suavemente, luego le chupé el glande con vehemencia, acompañando mis succiones con lametones lentos y concienzudos. Le acaricié los huevos, estaban duros y trepidantes, engullí su pene hasta la mitad, entrándolo y sacándolo de mi boca con ansiosas bocanadas durante unos minutos. Aprisioné la corona del glande entre mis labios con una presión sostenida, como un mordisco blando, mojado e intermitente. Gabo se puso lívido, estiró sus dos piernas y al notar sus primeros estremecimientos saqué su pene de mi boca aún a tiempo de ver como soltaba varios cañonazos de leche en el aire.

-Aaaahhhh! aaaaahhhhhh! -gruñó mientras eyaculaba abundantemente.

Se quedó como pasmado unos segundos. Luego, le limpié rápidamente el pene con unos pañuelitos de papel y lo metió en el interior de sus pantalones.

-Eres un cielo, Sarita!

-Vale...de momento ya estás calmado.

A continuación, regresamos y ascendimos a la cumbre, para almorzar en La Confiteria, un restaurante giratorio, que permitía degustar los platos regionales típicos y al mismo tiempo ver un paisaje fascinante, mientras estábamos comiendo. Para recuperarnos, pedimos una picada, plato típico de la región. La comida copiosa, acompañada del ardiente vino, nos suministró tan alto contenido de proteínas que nos tentó a una placentera sobremesa con abundante café y licor para despejarnos un poco del sopor de la pesada digestión. Sin embargo, los efectos afrodisíacos de la buena mesa empezaron a dejarse sentir, provocando en nosotros las ganas de volver pronto al hotel, estar solos y desahogarnos por completo. No todo iba a ser excursiones y turismo.

Una vez llegados al hotel, aproveché para ducharme y cambiarme de ropa poniéndome algo más cómodo. Antes de salir de allí, Gabo me pidió que dejara el hotel y me cambiara a vivir con él en su cabaña. Le dije que no, pensándolo bien vivir en su casa suponía algunos inconvenientes, y la pérdida de libertad por mi parte. Teníamos tiempo de sobra para pasarlo en su cabaña. Al ver que no podía convencerme, desistió y tomamos el camino de su refugio con la idea de disfrutar de unas buenas horas de intimidad. Allí, encendimos el fuego y nos sentamos en el salón.

-Bueno, por lo menos aquí podremos pasar grandes momentos. Esto será nuestro refugio amoroso, princesa mía. -dijo abrazándome.

No sabíamos por donde empezar, después de tantos estímulos durante el día. Gabo preparó unos martinis con hielo y los puso sobre la mesa. Se sentó y me invitó a hacerlo a su lado. Comenzó a besuquearme con fuerte deseo, en las mejillas y en el cuello, mientras me decía al oído:

-Estoy encelado contigo, como si fuera un colegial, Sarita...!

-No te enamores demasiado...esto pronto será un bonito recuerdo y nada más.

Me estuvo acariciando los muslos, en silencio, impresionado por la conversación reciente. Seguidamente, escaló mi cuerpo lentamente, tocándome los pechos, hasta hacer notable la dureza de los pezones. Me encendía por momentos, acerqué mis labios a los suyos, pasando mi lengua por ellos, lamiéndolos, dándoles unos besos breves muy voluptuosos. Me hizo sentar sobre sus rodillas, frente a él. Comenzó a lamer mi cuello con leves mordidas. Sus manos subían y bajaban, explorando mis suaves prominencias, suspiré acalorada, dejando caer la cabeza atrás para disfrutarnos mejor.

Con intenso fervor me sacó la ropa que cubría mi busto, dejándome con los pechos al aire, tersos y erguidos apuntándole a la cara con los pezones. Como si fuera un bebe hambriento, me degusto y saboreó largamente, comprobando que mis pechos eran uno de mis puntos más sensibles.

-Mmmm..! Sari, cielo....qué pechos tan deliciosos! -exclamó entusiasmado.

-Te gustan...? -inquirí yo.

-Vaya que si....no me cansaría de ellos nunca!

Estuvo pasando un cubito de hielo sobre mis pechos, me derramó un poco de la bebida fría sobre mi regazo, haciendo que me estremeciera.

-Aaauuuggh ....qué frio está!

Levantó mis tetas con sus dos manos y comenzó a sorber el martini que había en ellas. Entre mordiscos y succiones se bebió todo el líquido de mis senos. Por primera vez sentí la posibilidad de un orgasmo, con solo la insistente habilidad con que manoseaba y chupaba mis tetas. Nos pusimos de pie, me agarró por las nalgas y me sentó sobre la mesa, con las piernas colgando. Me quito los botines, la falda y el minúsculo panty que cubría mi sexo, me volcó hacia atrás, completamente desnuda, para lamer mis bajos apasionadamente, haciendo que mi respiración se agitara visiblemente. Viéndome tan alterada, me abrió las piernas como un compás, y miró con deleite mi rosada rajita.

-Qué jugosa se ve tu conchita, nena....No sabes cuánto se me antoja! -dijo extasiado.

Tomó el vaso de aperitivo, vertiendo las últimas gotas aún frías en mi chochito, entreabierto. Di un respingo y suspiré con los ojos cerrados.

-Mmmm..voy a beberme tus exquisitos jugos. -murmuró.

Puso sus labios sobre mi sexo y estuvo bebiendo todos los líquidos que había en mi cuca, su lengua frotaba y chupaba mi clítoris, mientras yo me retorcía de placer. Metió su lengua más adentro de mi vagina, atrayéndome hacia él por las caderas, mi cuerpo se acercaba deseoso y mis gemidos eran fuertes, casi gritaba como nunca. Gabo se inclinó sobre mí, me besó con pasión, haciéndome degustar el sabor de mi sexo, disfrutándolo juntos en nuestras bocas. Me siguió excitando, era un maestro chupando y lamiendo mi clítoris, logrando que mi cuerpo alcanzara un calor extremo, pensé que él quería agotar todo el recorrido de mi escala de placer.

-Aaaahhh! Mi amorrr...así...despacio, asiii...! -suplicaba yo.

-Te gusta, bebita?

Ay! si cariño mío...aaayyy! ¿Quieres que me corra, verdad?

Pude escuchar su leve sonrisa ante mis palabras, y como respuesta volvió a lamerme despacio, varias veces mis labios y la entrada de mi vagina, lo que me mataba de placer y me hizo gemir, estremecer y dar un gritito cortado, producido por un breve e intenso orgasmo. Mis brazos se aflojaron y me dejé caer sobre la mesa.

Me dejó quieta unos momentos y luego abrazándome por los muslos, me jaló para bajarme de la mesa, me dejó de pie, me acercó hacia él y nos besamos mordiéndonos los labios ligeramente.

-Sarita, cielo, tengo mi verga bien parada y dura para tí, ponla donde más te guste, mi amor..!!

Le sonreí amorosamente, comencé a recorrer su torso con besos calientes, seguí bajando hasta quedar hincada frente a él con su tranca apuntándome a la cara. Le hice una breve felación, chupándole el glande con avidez, mientras le miraba a los ojos y veía como gozaba con mi mamada. Se le endurecía más por momentos, me agarró la cabeza con crispación, accionándola a su gusto. Le di varias lamidas suaves y reposadas en el glande, provocando una gota de saliva y liquido pre-seminal, que caía al suelo en forma de hilo.

-Aaaaahh! mi amor...que bien lo haces...! Aaaahhh! -me dijo entre resoplidos.

Gabo se sentó otra vez en la silla, me volteó y me puso encima de él, quedando los dos frente a frente, tomó su pene, que ya estaba al rojo vivo y muy grande, acomodándolo en mi chochito para que me sentara ahí lentamente. Pude sentir su verga penetrar deslizándose rápida dentro de mí, hasta lograr acoplarme completamente sobre él, abrazando mis piernas a su cintura. Con su polla hasta lo más profundo de mi vagina, mis caderas comenzaron a moverse instintivamente en todas direcciones, para disfrutar de la penetración, mientras él me tenía atenazaba por la espalda, me lamía el cuello y mordía suavemente los pechos, llenándome de intenso placer.

Mmmmm.. aaayyyy...! -gemía yo.

-Si...asiii....muevete así, me encanta cómo me cabalgas....! -decía Gabo.

Después de un rato así, mi cuerpo se estremecía cada vez que su verga se hundía dentro de mí.

-Uufff..! aaahhhhh! sii...ooohhhh! -exclamaba yo.

-Me gusta que recibas el calor directo de mi polla, Sari!

Entonces, él, se movió en una serie de penetraciones frenéticas, ensartándome su pija a fondo; nos incendiamos de tal modo que Gabo aumentó la velocidad y la fuerza de sus embestidas, dándome un intenso gusto que me hacía lanzar unos quejidos desesperados.

-Aaahh ...aaahhh...ooohhhh!

Se podía escuchar cómo su cuerpo golpeaba el mío con cada achuchón que me daba, hasta que pronto nos fundimos en uno solo, llevándome a la gloría por varios segundos. Él siguió con su mete saca y poco después gritaba:

-Aaaahhhh! muñequita....me vengoooo...!

-Hazlo siii...dentro de mí!

Al terminar este polvo sublime, yo me puse un pantalón pijama de algodón suave y una chaqueta a juego, que me había traído para estar cómoda en la cabaña.

Después de la cena, creamos un ambiente subliminal, con una sencilla taza de mate cocido, una música suave y pegadiza, sentados a la orilla del fuego, con la luz apagada, solo nos veíamos por la luz de las llamas.

Era una delicia estar como flotando en ese cielo momentáneo, mezcla de romanticismo y lujuria, algo así como tomar un licor dulce y ardiente a la vez. Gabo sirvió dos vasos de pisco peruano, un aguardiente de agradable beber, que entraba sin darme cuenta. Influidos por el ambiente del calor del fuego, el estímulo de las llamas simbolizando lenguas vivas y ardientes, el pisco y la quemazón de nuestros sexos....no pudimos resistir más. Me hizo sentar sobre él y comenzamos a restregarnos con ardor. Yo me sentía como en otro mundo, llena de calentura e influida por la bebida. Gabo me dijo que me veía la cara totalmente arrebolada, me tomó por el pulso y puso cara de asombro.

-Como os sentís, tenés fiebre, mi reina? -preguntó rodeándome con sus brazos.

-Buuuffff...! No se que tiene esa bebida...estoy en las nubes! -le dije.

Sin decir palabra, me tomó en brazos y me llevó al cuarto de baño. Nos metimos desnudos en la tina a medio llenar de agua templada, nos lavamos mutuamente, con gran deleite, cada rincón de nuestra anatomía. Era delicioso sentir el tacto resbaladizo del gel de baño.

Esta vez noté que me dispensaba una caricia no habitual en él; estando los dos revueltos en el agua, me rozaba con el dedo enjabonado alrededor del ano e intentaba introducirlo tímidamente. Gabo sabía que a mí me molestaba esa variante sexual, porque mi esfínter estaba muy cerrado.

-Qué haces....?

-Estoy trabajando tu rica colita, Sarita.

-Pierdes el tiempo...es inaccesible.

-El hecho de haber tenido una mala experiencia no quiere decir que no te guste.

-No entiendo la manía que teneis los hombres de hacerlo por ahí.

-Te haré sentir por primera vez el placer anal, luego tú decides...Sari!

-No me va....no lo encuentro limpio y encima veo las estrellas.

Mientras manteníamos este diálogo, él avanzaba en su exploración, forzando la penetración de su dedo lubricado en mi orificio anal.

-Te voy a hacer una preparación muy meticulosa para dilatarte bien y no dañarte. Dejate tranquila, seré muy cuidadoso, ya que por detrás eres prácticamente virgen.

Me hizo prometerle que esa noche no volvería a dormir al hotel. Yo, debido a los efectos del alcohol me sentía totalmente desinhibida y dispuesta, por eso, una vez más, acabé comiendo de su mano a la hora del sexo. Sin más oposición, me resigné a sus manejos en mi retaguardia.

Él se ubicó de rodillas detrás de mí y me colocó a cuatro en el centro de la tina, justo con mi cola sobre el nivel del agua. Comenzó a estimular con un dedo la entrada de mi hoyito pero mi esfínter estaba tan tenso y cerrado que su dedo apenas podía entrar. Después de muchos intentos y de arduas manipulaciones logro introducir su dedo, maniobrando con el en todas direcciones, con mucha delicadeza.

-A ver....relajate....entregame ese agujerito!

-Uuufff! no se si podrás.....

Al notar que había conseguido moverlo con más holgura, introdujo todo el dedo, luego comenzó a introducir otro, hasta que consiguió meterme los dos, sin muchas quejas por mi parte. Noté que mi hoyito se había distendido, ahora, después de las primeras molestias, el juego de sus dedos dentro me resultaba agradable.

-Hummm! tenés una colita divina, tan entera y tan limpia....!

Sacó los dedos y agarrándome con las manos me abrió las nalgas, se inclinó sobre mi culo y comenzó a darme firmes y largos lametones alrededor y en la entrada del agujerito. Mi silencio y mi respirar fatigoso le indicaban que empezaba a gozar por mi culo. Su lengua se abrió paso y también exploró la entrada del ano.

-Ven, cariño...ya estás casi a punto.

Me cambió de postura, mostrándome su verga erecta, me tomó por la cintura y colocándome con el vientre sobre la pared de la tina, los brazos extendidos hacia fuera y las manos apoyándose en el suelo. Mi culito quedó expuesto para que él pudiera acceder libremente. Una de sus manos alcanzó mi vulva, inicio unas caricias en el clítoris, comencé a gemir de gusto, entonces con la otra me penetraba los dedos en el orificio anal, manteniéndome muy excitada. De pronto, me separó las nalgas con las manos, ayudando a la apertura del agujerito, noté que posaba la punta del glande en la entrada. Aunque lo tenía lubricado, intentó meterlo suavemente, pero su pene estaba tan gordo que se doblaba al penetrar. Con ayuda de sus manos, introdujo la cabeza y después fue empujando firmemente, sin prisa, hasta que logró insertar un buen trozo, en medio de mis quejidos.

-Aaaay! aaaay! aaaaaaay....¡¡me haces daño!! -chillaba yo.

Gabo se mantuvo quieto unos segundos, parecía que se había logrado el acoplamiento de parte de su pene en mi tubo anal, dejé de sentir dolor. Entonces él, montado sobre mí, comenzó a moverse en trechos muy cortos, empujando con suaves y lentos balanceos, que, al comprobar que eran de mi agrado, se tornaron cada vez más rápidos y profundos. Simultáneamente, con su brazo derecho alrededor de mi cadera alcanzaba, mi concha, acariciándome el botoncito. Después de unos minutos, empecé a sentir una excitación delirante, la ocupación de mi culito era algo agradable, ya que toda esa parte me ardía por la excitación.

-Aaaah...aaaahhh! qué gusto me das.....! -exclamé.

Siguió bombeándome con ritmo desigual, acompañando con sus caricias, hasta que me estremecí por el éxtasis del orgasmo. Mis convulsiones genitales provocaron unos latidos sobre su pene y en seguida soltó unos borbotones de leche en el interior de mi colita.

-Ves..., muñeca? lo hemos conseguido! -gritó él jubiloso.

-Aaimmm! si....!

-Te das cuenta lo que vale el hacerlo bien...? Si te hubiera penetrado sin más, seguro que te desgarro el culito.

Esta experiencia, aunque me dejó cierto escozor en el ano, fue sensacional, la primera vez que disfrutaba del sexo recibiendo una polla por detrás. Llegué a la cama extenuada, después de un día tan completo.

Miércoles. Sabor natural.

Nos despertamos casi a la vez y después de asearnos y desayunar, nos dirigimos a Puerto Pañuelo para embarcar en una excursión al Bosque de Arrayanes y a la Isla Victoria. Navegamos por el lago durante una hora aproximadamente, en una embarcación de grupo, disfrutando de un lindo paisaje. Ya llegados al bosque de arrayanes, nos separamos del resto de gente y como siempre nos internamos en el parque por nuestra cuenta, pues teníamos el plan de comer allí en plena naturaleza, al estilo picnic. Después de caminar un rato y admirar una vegetación arbórea nunca vista, se hizo la hora del almuerzo y nos buscamos un lugar tranquilo y apartado, un claro libre de arbustos pero rodeado de árboles, donde extendimos una manta y sacamos nuestras provisiones y bebidas.

Al terminar de comer, Gabo había observado que del tarrito de dulce de leche que él había incluido con la intención de que yo probara ese famoso postre típico del país, solo había tomado una pequeña cantidad, preguntándome si es que no me gustaba. Le dije que si, que estaba muy rico, pero resultaba demasiado dulzón para mi gusto y con poco tenía bastante.

-Creo que eres un poco melindrosa, Sarita. Tengo que educar tu paladar y abrirlo a nuevos sabores.

-Ja,ja! Inténtalo a ver....!

Sin inmutarse, sacó de la bolsa el tarrito de dulce de leche, lo destapó y puso una poca sobre su dedo con el que embadurnó su lengua. Me sujetó la cara con una mano y dijo:

-A ver, abre esa boquita preciosa que tenés...

Abrí la boca, entre risas, y entonces él me besó, metió su lengua impregnando mis labios y mi paladar con el dulce. Nuestro beso se prolongó en una dulce y obligada degustación, restregando nuestras lenguas y labios hasta que no quedó nada.

-Aún tengo otra receta más exquisita...!

Al decir esto, abrió la cremallera de su pantalón y sacó su pene parado. Volvió a extraer más dulce del tarro y cubriendo una buena parte de su miembro con el dulce de leche, se sentó cerca de mi cara y me invitó a que lo chupara. Después de varias succiones en la punta de su pija endulzada, él se emocionó y empujó adentro haciéndomela engullir toda.

-Así te gusta más, verdad?

Yo la saqué para tomarme un respiro, porque mi boca estaba ocupada hasta la garganta.

-Hummm! siii....! –le dije.

Volví a la carga sobre su pene jugoso y chorreante, dándole lentos y suaves lametones, primero en el tronco, al final en el capullo del glande, dándole vueltas con la lengua, mientras me iba tragando parte del dulce de leche con deleite, como si fuera el más deseado de los manjares. Al notar que su pija crecía y se hinchaba en mi boca, hice por sacarla afuera dejando que quedara enhiesta en el aire. Él se bajó el pantalón hasta las pantorrillas, me levantó la falda por encima de la cintura, jalando mi braguita piernas abajo hasta desprenderme de ella; luego, se montó sobre mí, dobló mis piernas hacia lo alto, apoyándolas abiertas sobre sus hombros y me clavó su rejón de carne roja y caliente, hasta lo más profundo de mi sexo. Se quedó un instante quieto, rellenándome a satisfacción, haciendo latir su polla entre mis paredes vaginales, luego me prodigó una serie de penetraciones salvajes, como la naturaleza que nos rodeaba, embistiéndome como para ensartarme contra la tierra, hasta que se vació en un intenso orgasmo y me hizo correrme a mi también a continuación.

Después de terminar con un polvo increíble, en medio del morbo que acompañaba al lugar y la situación, él, desenvainó su verga congestionada y mojada de mis jugos, con una gota de semen en la punta. Me arrodillé sobre él y con la punta de la lengua le limpié el resto de esperma como si estuviera libando la más rica de las mieles. Esta vez disfruté de un sabor medio dulce por la mezcla caliente de semen y dulce de leche.

-Veo que te has hecho al nuevo sabor, si? -me preguntó complacido.

-Si, creo que desde ahora lo incluiré en mi dieta sexual. -le dije riendo.

-No estaría mal, desayunar cada día de mi producto natural, Sari.

Poco después, embarcamos de nuevo hacía Isla Victoria para visitar y admirar la magnifica belleza de este lugar en un paseo guiado. Al final, emprendimos el regreso hasta Puerto Pañuelo y al atardecer ya estábamos en el hotel. Me encontraba cansada, deseaba tomar un buen baño, limpiar los restos de nuestra batalla campal y acostarme pronto. Invité a Gabo a cenar en el hotel. Nada más terminar, él se fue a la cabaña y yo me subí a mi habitación, metiéndome pronto en la cama.

Aquí se terminó otro día en La Patagonia, pero todavía tenían que venir otras tres jornadas repletas de sucesos inesperados y cada vez más excitantes, que seguiré narrando en la tercera parte de esta historia.