Sexo 3

Arturo le cuenta a Jacob su experiencia con Jhamal y la reacción no se hace esperar. Follan.

Chicos, ahí va la tercera entrega... pero no la última.

SEXO

3

WSP de Jacob a Jhamal: La próxima vez dejamos que los chicos se lo monten y nos lo hacemos tu y yo?

- O.K. Pero esta vez en mi casa.

- Vale. Ya me dirás cuando.

Me levanté por la mañana para mear y al volver me encontré a Arturo durmiendo boca arriba y con una tienda de campaña entre sus piernas. No pude contener la tentación de retirar la carpa observar su miembro erecto y su capullo a reventar y quise desayunar su leche por lo que me lo metí y en la boca y comencé ha mamarle hasta que se corrió con gemidos de placer y me lo bebí todo. Observé su maravilloso y fuerte cuerpo, me tumbé a su lado y me quedé dormido. Era sábado y no trabajábamos.

Arturo me contó lo que ocurrió con Jhamal mientras desayunábamos. Apareció con su cara de sueño su pelo alborotado, sus labios hinchados y su paquete erecto bajo sus calzoncillos blancos. Se sentó a mi lado y solo el olor y el calor que despedía hizo que mi tranca volviera a despertar de su sueño.

EXPERIENCIA DE ARTURO CON JHAMAL.

Nada más entrar en mi habitación el negro se abalanzó a mi chico para comerle los labios y meterle la lengua. Mi chico respondió lamiéndole y dejándose morder los labios hasta que las vergas respondieron y se encabritaron. Arturo metió la mano en la entrepierna de Jhamal y asió la enorme herramienta y la acarició, la masajeó y le bajó la cremallera para meter la mano y notar la calidez y humedad de aquel gigante que gimió y levantando la cabeza hacia el techo aulló dejando su cuello a disposición del chico que no dudó en morderlo.

El hombre oscuro arrancó la camisa al joven blanco, le observó, acarició su cuerpo deteniéndose en el vello que rodeaba los pezones y los apretó hasta que se irguieron, luego metió la mano bajo el pantalón y acarició la verga del chico que ya apuntaba maneras.

Se quitó la ropa de un tirón y tiró al muchacho en la cama y comenzó a desnudarle. Le desató las botas y luego le arrancó los pantalones. La imagen de ese cuerpo joven cubierto por unos calzoncillos que albergaba una poderosa tranca le excitó de tal manera que su polla chorreó. Se los quitó y le lamió la tranca banca, le bajó el prepucio para dejar el glande al aire y poder saborearlo, bajó a sus cojones y le lamió y mordió, luego siguió bajando acariciando los muslos y pantorrillas hasta que llegó a los pies cubiertos con los calcetines blancos, se los olió, se los lamió y se los quitó. Unos pies viriles, fuertes y velludos hicieron que su polla volviera a convulsionarse, ahora se los olió y se los lamió. El joven suspiraba de placer, le mamó los dedos y luego el empeine y volvió a subir poco a poco saboreando todo su cuerpo hasta que llegó a su ombligo y se detuvo metiendo la lengua y tirando del vello con sus dientes. Fue subiendo hasta llegar a las axilas que olió y lamió y luego a los gruesos labios que mordió y lamió como un animal hambriento.

Levantó las piernas de Arturo dejando su ano rodeado de vello y le lamió con su lengua dura y húmeda hasta que el ano del chico se abrió para recibir el apéndice del hombre. Jhamal entonces comprendió la situación pues el chaval se retorció de placer. Se colocó un condón y se embadurnó de gel, colocó su capullo en el punto de mira y le oyó decir: "Quieto... ahora me toca a mi... no hagas nada..."

El negro se quedó quieto y Arturo comenzó con su juego favorito: comerse un rabo con su boca anal.

Aquel culo de labios rosados comenzó a comerse la anguila negra poco a poco, bocado a bocado, y el negro iba disfrutando como un loco de cómo le daba placer la experiencia de ser comido hasta el punto de gemir y gruñir, incluso de aullar mientras su pollón era engullido.

Arturo se retorcía cada vez que su ano recibía una porción de la enorme verga negra, miraba a su follador y veía como el placer le cambiaba la cara, como se extasiaba y como su cuerpo se iba tensando y sus venas hinchando. Al final los oscuros huevos chocaron con su culo y fue entonces cuando comenzó a mover la pelvis para masajear el mástil que estaba en su interior.

Los dos hombres se retorcían de placer y hacía que de sus gargantas salieran gruñidos y gemidos. Hasta que el chico no pudo aguantar más y su polla estalló en un río de semen que le cubrió el pecho. El negro, presa de la excitación y de los últimos coletazos de Arturo notó como su verga se hinchaba y soltaba todo su líquido hasta quedarse seco. Se derrumbó sobre su amante y le colmó de besos y lamidos llevándose con él el sudor y la simiente del joven amante.

Ante tal narración, mi tranca se elevaba como un mástil bajo mi pantalón corto de chándal. Miré la entrepierna de Arturo y vi como su verga estaba a punto de estallar bajo su calzoncillo blanco. No pude contener la tentación y le agarré el cuello y lo morreé mientras metía la mano por la abertura lateral de su calzoncillo para encontrarme con el mas apetecible de los desayunos.

Este chico me tenía sorbido el seso y el sexo. Verle lamer sus labios gruesos y rosados con su lengua después de tomar un sorbo de café, mirarme con sus pequeños ojos verde oliva algo estrábicos, ver sus desarrollados bíceps y antebrazos desmayados en la mesa, contemplar su piel pálida con el pecho cubierto de vello oscuro que la bajaba por los abdominales hasta esconderse en los calzoncillos que albergaban la fruta más deseada y prohibida... y que en ese momento estaba acariciando con toda la mala ( o buena ) intención.

Noté que se abría de piernas lo que era buena señal, pues su culo pedía guerra.

  • Cómeme el rabo con tu culo como se lo hiciste al negro: le susurré al oído a la vez que se lo lamía. Se estremeció y sin pensarlo dos veces se inclinó sobre la mesa del desayuno y se abrió las piernas para dejar su culo a mi disposición. Le acaricié el culo sobre la suave tela del calzoncillo y luego le apreté los huevos y la polla. Le bajé la prenda para dejar sus fuertes nalgas desnudas, se las abrí para tener acceso a su entrada y comencé a lamerle para excitarle hasta que su entrada se abrió.

Entonces supe que me daba permiso para la penetración, le lubriqué, me enfundé y puse mi ciruelo en el centro del ojete. El cabrón de Arturo me fue comiendo la polla poco a poco , abría y cerraba su ano para dar entrada a mi enorme cipote y se lo fue engullendo... aquello era un espectáculo digno de verse. El gemía y yo también a cada bocado que me daba, le acariciaba el pecho, le tiraba de los pezones, le sobaba los huevos, le pajeaba la polla mientras se iba comiendo mi rabo.

Nunca en mi vida había disfrutado tanto de una cogida como con ese zagal. Y comenzó a moverse para que mi verga entrara y saliera a su antojo hasta que logró que me corriera porvocándome espasmos de placer. Arturo se corrió a la vez pero no quería desperdiciar su sabor por lo que le di la vuelta y me metí su instrumento en la boca para saborear los últimos suspiros de su pene hasta que se fue deshinchando.