Sesión sorpresa para el Amo
El Ama y yo torturamos a la esclava.
Por la mañana arreglé la mazmorra dejando a mano todos los instrumentos que íbamos a usar esa noche, a la izquierda una mesa para el Ama con el rebenque que tanto le gusta, algunas agujas, el material para la inmovilización y alguna cosa más que sabía que disfrutaría; a la derecha, la mesa con todo lo que usaría yo, esta vez sería parte Dom; en el centro la camilla donde torturaríamos a k.
Monté las jaulas como me había indicado el Amo y entre ellas puse una silla, para que pudiera sentarse y descansar del día mientras nosotras empezábamos con la sesión.
Limpié la casa, me duché y cuando tuve claro a qué hora iba a llegar a casa el Amo, volví a la mazmorra. Quería hacer algo en su honor y como sorpresa inicial. Me senté en el suelo con un espejo delante, puse una cámara grabándome y temblorosa pasé una toallita desinfectante por mi escote.
Había practicado con las suturas, pero esa iba a ser la primera vez que atravesara mi piel con ellas.
Empecé por la derecha, pellizcando un poco de piel, clavé la aguja con fuerza y despacio vi cómo la punta asomaba de nuevo por mi piel. No dolía mucho, la aguja era fina y corta, curvada, lo cual hacía un poco difícil estirar de ella con las pinzas mirándome al espejo. El hilo pasaba por mi carne lentamente, la sensación era curiosa, si hacía que el hilo fuera más deprisa sentía una quemazón. Hice el nudo al final del hilo y seguí dando puntadas. Quería hacerme un collar con las suturas y algunos abalorios.
Cuando llegué más abajo la piel estaba más tersa y la aguja más roma, lo pasé mal en un par de puntos, pero seguí adelante, sólo quedaba la mitad. A cada puntada la aguja se hacía más difícil de manejar, empujaba con el portaagujas y tiraba de ella con todas mis fuerzas viendo de cerca cómo mi piel se abría y se hinchaba con el metal dentro. Pero ese dolor de nuevo en la zona donde había más carne se tornó en algo placentero, era una sensación sutil, pero me gustó.
Por fin terminé, con un doble nudo para asegurarme de que no se soltaría, sonreí a la cámara orgullosa y feliz.
Aun quedaban varias horas hasta que llegaran el Ama y k, y algo más para que llegara el Amo. Seguí con la rutina diaria, al principio un poco tensa pensando en las suturas que adornaban mi cuerpo, pero poco a poco se me fue olvidando, a veces tiraban un poco, notaba la pequeña J que había colocado en el centro del collar bailando entre mis tetas, era agradable… hasta que notaba un picorcillo e instintivamente me rascaba tirando de los hilos con el consiguiente dolor.
Sonó el timbre, ya habían llegado el Ama y k, les hice pasar a la mazmorra, les gustó cómo estaba amueblada, repasamos la sesión e hicimos algunas comprobaciones para que la inmovilización fuera más deprisa.
Me fui a arreglar para recibir al Amo como se merece. Me puse un sujetador con pinchos hacia afuera, una faldita de cuero que me dejaba medio culo al aire, medias y tacones negros, me maquillé y dejé mi pelo suelto.
El Amo no tardó en llegar, se alegró de vernos a las tres y se sentó en el sofá para tomarse algo y descansar del día un rato. Me alivió ver que mi collar de suturas le gustaba y no le parecía mal que lo hubiera hecho sola.
Nos hizo ir a la mazmorra a k y a mi y esperarles allí. Puse de rodillas a k y le até las manos a la espalda, la dejé a la izquierda de la camilla y yo me arrodillé a la derecha. Delante teníamos el espejo grande que además de dejar vernos arrodilladas nos permitía ver lo que nos esperaba a nuestras espaldas.
Al rato llegaron el Amo y el Ama. Ambos se habían vestido para la ocasión, el Amo se había puesto su chaleco de cuero negro, que hace que se te pongan los pelos de punta cuando se acerca y deja que huelas el cuero, y el Ama con un body de cuerpo entero por el que no pude evitar soltar un “wow”. Era negro, de rejilla más grande o más pequeña según la zona, dejando entrever su cuerpo.
Cuando el Amo se hubo sentado en su silla, mandamos desnudarse a k. Le hicimos quitarse todo y subirse a la camilla. Allí empezamos a inmovilizarla, doblamos sus brazos, el Ama por la izquierda y yo por la derecha y los envolvimos con papel transparente. Una vez cubiertos los brazos en esa posición por el papel les pusimos cinta americana negra hasta recubrirlos por completo y dejarlos inmovilizados. Además los agarramos con unos cinturones que atamos entre ellos con una cuerda por detrás de la cabeza.
Nos pusimos con la cabeza, le pasamos el rollo de papel transparente, tapando los ojos y toda la cabeza, pero dejando la boca y la nariz libres y lo cubrimos con cinta aislante negra, dejándola sin poder ver y agobiada por la presión de las capas de cinta.
Las piernas se las inmovilizamos dobladas y atadas con dos cinturones y se las abrimos uniendo los cinturones con una cadena por debajo de la camilla.
Ya teníamos a la cerda bien sujeta, ahora empezaba lo bueno. Cogimos las fustas y empezamos a darle en las tetas hasta dejarlas rojas. El Ama cogió el vibrador y se lo puso en el coño y mientras yo me ponía unos guantes negros.
Le limpié la zona azotada de las tetas y empecé a coserle. Hice el primer nudo a la izquierda, en la parte alta de una de sus tetas y fui dando puntadas de una a otra teta estirando de los hilos para que quedaran juntas. La esclava se retorcía, no podía ver así que le dije que se quedara quieta porque le estaba cosiendo. Le di unas 10 puntadas y con la ayuda del Amo le juntamos bien las tetas dejando los hilos tirantes.
Una vez unidas jugamos a tirar de los hilos, a presionar la piel hinchada por los puntos y a moverle las tetas de un lado para otro para que se le estirara la piel.
El Ama también se puso unos guantes, mojó su mano en lubricante y se puso a trabajar en el coño de la esclava, metiendo al principio unos pocos dedos y pasando a meterle todo el puño para conseguir un fisting doloroso. Le ayudé con la lubricación echando un par de chorritos de aceite de calor en su clítoris.
Conforme el Ama iba dilatando su coño yo le puse diez agujas en la tripa, cinco a cada lado pellizcando con cada una un par de veces la piel y uní las cabezas de las agujas con cinta aislante. A la cerda no le gustaron esas agujas, no las pudo disfrutar por el dolor en su coño, no dejaba de repetir que le dolía y que le quemaba. Suplicó para que parásemos, pero no lo hicimos.
Poco a poco la esclava se relajó y consiguió sentir placer con el fisting. Aproveché esos momentos de placer para tirar de la cinta americana que unía una de las filas de agujas, sacándolas deprisa, una tras otra y haciendo que sus puntas rozaran su piel. Pude sentir ese “craj” de la piel rompiéndose mientras salían las agujas.
La esclava lloraba desconsolada, así que mojé uno de mis dedos en su sangre y se lo froté en los labios.
-¿Lo saboreas? Estás sangrando, perra.
Cuando el placer del fisting hizo que empezara a correrse tiré de la otra fila de agujas, esta no le dolió tanto.
Aun hicimos que se corriera una vez más con el vibrador y tirando de sus pezones antes de desatarla, quitarle la capucha de cinta americana y meterla en la jaula, atada y con el palo del plug bien metido en su coño.
El Amo puso una cámara enfocándola y apagó las luces.
Nos fuimos al salón, bebimos un poco de agua y descansamos un rato. El Amo me dijo que me iba a premiar, que me lo había ganado a pulso, me sentí tan orgullosa y feliz de que la sesión le hubiera gustado…
El Ama que con las prisas no había podido mirar bien mi collar de suturas hizo que me acercara a Ella y tocó los puntos con cuidado, me gusta esa sonrisa que le sale cuando comprueba cómo están hechas las cosas, como si se imaginara haciéndolo Ella misma, se le notan las ganas de torturar en la cara.
Fuimos al dormitorio y allí el Amo dejó que el Ama y yo jugáramos juntas. Pude tocar su cuerpo a través de ese body que lo adornaba, pude besarla, lamer sus tetas, admirar el piercing de su ombligo, morder su cuello y apretar su culo. Lamí su coño con delicadeza, sintiendo sus manos sobre mi cabeza, mirando su cara. Ella se puso el strap-on y me folló en distintas posturas haciendo que me corriera con mucha facilidad.
Me gustaba la situación, nosotras dos dando rienda suelta a nuestros instintos y el Amo, tranquilo, al lado, sólo mirando y dejándonos disfrutar de ese premio. De vez en cuando le miraba, le acariciaba y le sonreía, hasta que ambas quedamos satisfechas y fuimos a agradecérselo al Amo.
Los tres agotados, el Ama y el Amo abrazados y yo echada entre sus piernas, comprobamos cómo estaba la esclava en su jaula. Con el móvil vimos a través de la cámara de la mazmorra que seguía ahí atada y el Amo habló con ella por el micro de la cámara, preguntándole cómo estaba y avisándola de que pronto iríamos a desatarla.
Esa noche el Amo y el Ama durmieron juntos y k. y yo en el suelo, encadenadas a los pies de Su cama.