Sesión en Sex Shop II

Continuación. Ballbusting y Pegging

Roberto estaba postrado sobre la cama de la sala mientras la mujer estaba ya con su dildo bien atado a su cintura. El desnudado hombre, con el pene completamente erecto pero igualmente pequeño, esperaba que la sesión diera inicio. A diferencia de la anterior vez, Lola dejaba sus tetas al descubierto sin dejar de ser observadas por este.

—¿Te gustan mis ''lolitas''?—preguntó juntando los hombros y meneando estas un poco haciendo un pequeño y sexy balanceo de ellas.

—Si...me encantan—dijo excitado.

—¡Mira el pitulín como se mueve, parece un gusano!—señaló su sobrina al pequeño falo que asomaba entre sus piernas.

Ambas mujeres soltaron una pequeña carcajada ante el ruborizado hombre que sin estar atado, sentía que estaba paralizado. Trago saliva cuando vio que el momento se acercaba. Lola con el pene de goma ya empapado de aquella vaselina, entró en su culo. Roberto levantó la cabeza hacia atrás mientras dejaba escapar un largo y placentero gemido.

La mujer comenzó a mover sus caderas despacio, asegurándose de que la polla entrase por completo en su culo. Marta que aquella vez estaba en ropa interior, se tocaba por encima de su tela mientras su respiración era cada segundo más constante, mordiendo su labio para evitar dejar salir algún gemido. La vista de un hombretón como aquel en la cama, tumbado, siendo empotrado por su tía era demasiado placentero. Lola seguía embistiendo a Roberto que parecía un niño pequeño en aquella situación, indefenso, con un pene digno de un niño de 5 años y su culito bien abierto.

—¿Cómo te sientes?—preguntó la mujer levantando un poco sus piernas.

—Genial...maravilloso...nunca pensé que lo diría pero...¡adoro ser enculado!—dijo agarrando su pequeño pene y sacudiendo este para hacerse una paja—¡ojalá haberlo descubierto antes!.

—Bueno, más vale tarde que nunca—la mujer se puso encima y le paso las tetas por los pezones de este haciendo que gimiera aún más.

—Lola...Lola...esto es demasiado para mi—comentó mientras aquellas tetas se frotaban como una fregona por todo su cuerpo.

Marta y Lola se miraron, con una sonrisa se guiñaron un ojo. Roberto estaba en la gloria y dejó de mastubarse porque de lo contrario llegaría ya al climax y no quería hacerlo tan pronto. Sus ojos se abrieron al sentir algo raro, la sobrina se puso encima sobre la parte de la cara con un pene de goma algo más pequeño que el utilizado por su tía pero más grueso.

—Bien perrito, es hora de que aprendas a utilizar la boca—dijo—vamos, abre grande.

Roberto no puso resistencia alguna. Se tragó sin problemas aquella gran polla ante la risa de Marta quien se desprendió de su sujetador dejando sus pequeñas pero preciosas tetas al aire. Lola aumentaba el ritmo de penetración al igual que la dureza.

El pobre hombre estaba siendo humillado de aquella forma aunque él no lo veía como tal ya que estaba disfrutando como nunca antes en su vida. En su adolescencia no pensó en que haría algo así pero Lola y Marta le llevaban por un mundo de placer que cualquiera desearía experimentar una y otra vez una vez descubierto. Entonces Roberto dio claros signos de correrse y ellas hicieron una pequeña cuenta atrás de cinco segundos y justo al llegar a cero, una tremenda corrida de grandes chorros fueron expulsados de su diminuto pene.

—¡Genial, menuda eyaculación!—gritaron ambas felices y con una sonrisa.

Ambas salieron de los orificios del chico, dejando a este descansar un poco sobre la cama. Marta trajo unas botellas de agua para beber y refrescarse. Lola revisaba unas cosas ya con el dildo fuera de su cintura. Roberto miraba a ambas mujeres examinar unas cosas y susurrar algo entre ellas.

—Roberto, ¿te importa que probemos una cosa?—preguntó la mujer. Este negó con la cabeza—de acuerdo.

Al acercarse, vio que llevaba en la mano un chastity, esa jaula para evitar erecciones, el llamado cinturón de castidad. Marta ponía caras extrañas.

—Es un poco grande, ¿no?—preguntó la joven.

—¿Su pene?

—No, la jaula, debemos tener otra talla más pequeña—contestó.

—Es el más pequeño que tenemos en la tienda, no es un producto que vendamos mucho por lo que nuestro stock es escaso.

La sobrina miraba el pene del hombre, flácido, pequeño y reposando sobre sus grandes huevos. Entonces suspiró.

—Usemos este y veamos a ver que tal va hasta que pidamos otro más pequeño—propuso.

Ante la mirada de Roberto, colocaron el aparato en sus huevos, pasando un aro de metal y luego el resto a su pene que se fijo en la base. Con aquello puesto, sería incapaz de tener algún tipo de erección por mucho que lo desease.

—Prueba esto una semana, luego vuelve y haremos otra sesión—dijo.

—¿Una semana?—preguntó asombrado—¿tanto tiempo?.

—Esto es un negocio, no eres el único hombre que tengo y encima la tienda, y solamente somos dos personas—explicó.

Lola terminó de poner el aparato gracias a un pequeño candado. Cuando Roberto fue a coger la llave, ella se la quitó de las manos.

—Yo la guardaré para asegurarme de que no te masturbas—dijo.

—¿Vas a poder aguantar una semana sin tocar tu cosita?—Marta hacia con las manos el movimiento de una paja ante la mirada de este.

—Hazme caso, verás como te gusta lo que tendremos preparado—le dio un beso en la frente y luego sensual y lentamente paso la mano por sus suaves testículos.

Se despidieron y Roberto al regresar a casa comprobó que aquello por lo menos no le molestaba a la hora de mear pero si era algo excitante. Pero no podía masturbarse.

—Madre mía y no llevo ni un rato con él puesto—se dijo viendo su entrepierna.

Aquella semana fue la más complicada y dura para el pobre Roberto deseoso de hacerse una paja en cuanto pudiera. Sus huevos que siempre habían tenido un gran tamaño, ahora eran mucho más grandes ya que estaban tremendamente llenos.

Acudió aquel día por la mañana, estaba cerrado pero ellas estaban afuera en un coche. Le indicaron que se subiera, que iban a un sitio privado. Él se subió y se mantuvo callado casi todo el trayecto mientras la mujer conducía. Lo más excitante era ver a ambas con ropa ligera debido al verano. Lola llevaba un colgante y en la punta, una pequeña llave, la llave de su libertad. Se sentía como uno de esos esclavos de la era romana.

—Ya hemos llegado—dijo la mujer apagando el motor del coche.

Era un gran edificio similar al de un centro comercial. Ponía que era propiedad privada. Roberto no sabía donde estaba, pero la situación le aceleraba el pulso. Marta tocó varias veces hasta que le abrieron la puerta. Era una mujer muy bella.

Al entrar, vio que era una enorme piscina digna de personas ricas con muchas plantas a lo lejos, como un mini paraíso. El hombre alucinaba viendo todo. Al fondo, una mujer estaba tumbada con un sombrero de pamela, unas gafas de sol y un martini en la pequeña mesa a su lado. Pero lo mejor es que se encontraba completamente desnuda. De no ser por el aparato, tendría una erección de campeonato. El nombre de las mujeres era Cassidy y Nuria, esta última se encargaba de hacer fotos.

—¿Este es el pito corto?—preguntó la fotógrafa haciendo sonrojar a Roberto.

—Si, y lleva una semana sin poder masturbarse—llevó su dedo a la llave y las tres se echaron a reír.

La situación era que Lola había llegado a un acuerdo por dinero con ambas para una sesión. De esta manera se beneficiaba y además, tendría acuerdos con otras mujeres que hacian lo mismo. Cassidy se acercó hasta su posición como una modelo.

—¿Empezamos?, hoy no esta mi marido así que tenemos mucho tiempo—dijo poniendo los brazos en jarra.

—Claro, venga Roberto—dijo Lola.

El chico se desnudó ante la mirada de las mujeres. Al bajarse los boxers las mujeres estallaron de risa, sobretodo Nuria y Cassidy. Si ya el verle el pene así era gracioso, el verlo con eso puesto era una gran diversión.

Empezaron con el chico tumbado sobre una hamaca y la mujer encima, como una pareja mientras Cassidy ponía morritos o poses sexys dejando solamente sus tetas bien firmes a la vista del objetivo. Mientras, Roberto sentía toda la piel de ella rozarle, su corazón estaba por salirse por la boca mientras de reojo no podía evitar mirar sus tetas.

—Se que es complicado pero Roberto, mira a la cámara—dijo Nuria entre risas.

—Lo siento.

Durante esos minutos, Roberto sentía unas ganas de follar con aquella mujer pero sabía perfectamente que era imposible. Marta y Lola observaban todo mientras se acariciaban sus pechos.

—Bueno, empecemos ya la sesión buena—indició la mujer.

—De acuerdo—Cassidy se bajo del hombre—tranquilo, no dolerá...a mi digo.

Roberto que no entendía nada vio como se ponía detrás suya y comenzaba a acariciar todo su ser, pasando la mano por el pelo que asomaba en su pecho y poco a poco iba descendiendo hasta su entrepierna. Con los dedos, jugueteaba con la mata de vello púbico que asomaba. Luego, bajo hasta sus testículos, hinchados como pelotas de tenis. Entonces, los agarró con algo de brusquedad haciendo que este se doblase de dolor pero con la mano sobrante, Cassidy lo evitó.

—¡Eso es muy bien, caña a esos huevos!—animaba la mujer sacando fotos.

Los estrujaba, los palpaba levemente o lo estiraba hasta abajo provocando en Roberto horribles caras de dolor. Cassidy le mordía la oreja mezclando placer y dolor mientras este rogaba para que aquella sesión terminase de una vez.

Cuando se detuvo, el hombre suspiró aliviado y quiso ponerse en posición fetal cuando de pronto sintió como el pie de la mujer subía por el hueco entre sus piernas alzando sus pelotas. Dejó el pie incrustado para provocar un mayor dolor. Roberto aulló entre lágrimas antes de caer al suelo.

—¡Captado!—dijo Nuria acercándose hasta ella y mostrando las fotos.

—Ha quedado genial—se dieron un pequeño beso antes de reír.

Marta era masturbada por la mano de Lola quien incrustaba los dedos como Cassidy las patadas.

Le hicieron tumbarse bien para aplicar hielo a la zona golpeada. Tardó como quince minutos en poder volver a hablar y caminar. Pero Nuria tenía algo especial para aquel día así que le hicieron tumbarse y amarrarlo. Roberto no quería nada, solamente salir de allí y a poder ser, con sus huevos intactos y su pene libre.

Vio con horror a Cassidy portar algo en la mano, mientras Nuria grababa todo, Marta y Lola observaban con sus vaginas empapadas. Los dedos no dejaban de salir de sus coños bien rositas y depilados. La mujer se colocó entre las piernas del hombre y colocó el instrumento.

—Nos hemos divertido pero es hora de decir adiós a tus huevos—gritó Lola.

Roberto sintió en su escroto el frío de la herramienta, utilizada en graneros.

—Muy bien...vamos a ello—comenzó Nuria—diez...nueve...ocho...siete...—el hombre sudaba mientras pedía clemencia por sus amigos.

—Diles adiós...—siguió Cassidy.

—Seis...cinco...cuatro...tres...dos...uno...—hubo un silencio—¡cero!.

Roberto escuchó el sonido de la herramienta cerrarse y enseguida comenzó a chillar. A los pocos segundos dejó de hacerlo. No sentía dolor alguno.

—¡Corten!—Nuria se acercó y se sentó a su lado—¿realmente piensas que íbamos a hacer algo tan horrible?—le removió el pelo entre risas.

—Yo lo haría, total, con esa cosa tan pequeña—el pobre se había orinado un poco.

Lola tuvo que aproximarse y liberar por fin sus huevos de aquella jaula. Al sentirse libre, Roberto tuvo ganas de llorar pero no lo hizo para no pasar más vergüenza.

—A disfrutar del resto del día—Nuria dejó todo encima de una mesa y se desnudo. A continuación liberaron a este antes de zambullirse en la piscina.

Marta se quedó con Roberto para calmar su dolor de huevos el cual aún persistía, sobretodo después de casi acabar sin ellos.

—Buena sesión la de hoy eh—ella le dio un beso y luego agarró sus huevos—mi tía te dijo que disfrutarías y eso vas a tener, diversión.

La joven introdujo sus dedos en su culo aprovechando la posición de este mientras apretaba los huevos. En un momento, su pene soltó una gran cantidad de chorros a tal nivel que una fuente era corta comparado con eso mientras Roberto aullaba pero esta vez, de placer.

Luego, su pene se volvió aún más pequeño y encogido. Mientras sus testículos quedaron reposando sobre la hamaca. Marta feliz por ello, se fue a bañar ante la mirada divertida de las mujeres que animaban al hombre a meterse.

Pero él estaba exhausto de la corrida, con el pene flácido y una sonrisa en la cara.