Sesión en Sex Shop

Roberto interesado en el pegging, se atreve a experimentarlo en un Sex Shop con una mujer y su sobrina.

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Tras la búsqueda sobre el tema, Roberto se había decidido a probar el llamado pegging. Estaba muy nervioso, nunca antes se ha atrevido a intentar algo así y debido a su timidez a pesar de su edad, tenía deseos de ejecutarlo. Su pequeño pene siempre ha sido objeto de burla por parte de su tía, prima e incluso madre quienes no podían evitar reír ante la presencia de semejante colita entre sus piernas. No obstante, sus pelotas eran bien grandes y redondas, justo para patearlas bien.

Se puso en contacto con una sex shop cercana y chateo con la mujer, una con bastantes años de experiencia y madura, con un buen cuerpo, firmes tetas, una melena rubia y un cuerpo que no aparentaba su edad. Ella le explicó todo el proceso para no romperse el culo (literalmente hablando)ya que algunos en base a vídeos lo habían intentado teniendo que acudir a urgencias y quedando en completo ridículo.

—Pasa por la tienda y charlaremos, tranquilo, estará cerrado—había tenido confianza con ella y se llevaban muy bien.

Roberto se hizo hasta la fecha tres pajas al día. Quería aguantar pero sus huevos recargaban con tanta velocidad y volumen que podría llenar como tres botellas tranquilamente. Parecía una vaca.

Llegada la fecha, se vistió de manera formal, con camisa y pantalones. Su cuerpo era algo regordete pero tampoco era exageradamente amplio. Listo y habiendo aguantado aquel día, sus huevos estaban llenos y sentía en su culo un hormigueo.

—Vamos—dijo mirándose al espejo.

De no ser por su pequeño tamaño, la erección sobresaldría de su entrepierna. Acudió a la hora acordada al local que estaba separado de la zona del centro comercial. Sin que hubiera nadie alrededor ya que estaban ocupados, entró por la puerta. Tantos objetos le aceleraron el pulso, una cosa era por chat y otra verlo en persona. Sus ojos se posaron sobre uno de los dildos más grandes y gruesos, su pequeño pene era una miseria comparado con aquello. Trago saliva imaginando que eso entraría en su culo.

—Disculpa, estamos a punto de cerrar—una chica joven, de unos veinte años apareció por la fila. Tenía el pelo largo, buenos pechos y una excelente cintura. Era preciosa.

—Ah, si quería ver a...

—Lo lamento pero ya estamos cerrando, hoy ha sido un día de ventas muy bueno. Y ya hemos rellenado el formulario de stock. Lo siento de verás—este, sudado, no sabía muy bien que decir.

—¿Qué ocurre Marta?—preguntó una voz desde la parte trasera.

—Un cliente, pero ya he dicho que hemos cerrado—respondió.

Al darse la vuelta, el hombre pudo ver de primera mano el culo. Aquellos pantalones tan cortos le aceleraron el corazón. De la trastienda salió Lola, la mujer con la que había chateado. Al verle, le saludo con la mano.

—¡Roberto!—dijo acercándose y plantando dos besos—lo siento, estaba atareada.

—No hay problema—dijo nervioso.

—¿Lo conoce jefa?—Marta estaba perpleja.

—Es el chico del que te hablé—ella soltó un aaahh al escucharlo—espera un segundo.

Lola fue hasta la puerta y puso el cartel de cerrado incluyendo el pestillo. Cerró con llave y apago unas pocas luces.

—Puedes usar la salida de atrás—comentó a Marta.

—¿No puedo quedarme?—preguntó—me gustaría aprender—puso una cara y voz tierna.

—Si el cliente no ve inconveniente...—volteó a verle.

—Por mi no hay problema—se apresuró a decir por los nervios.

—Pues perfecto, vamos a la parte de atrás, lo he preparado todo.

Una de las habitaciones ya contaba con todos los productos encima de una mesa. También había una pequeña cama, una mesa similar a la que usan los médicos y un espejo. Roberto se quedó en medio mirando todo con el pulso al límite. Lola se desprendió de su bata de trabajo y la dejo a un lado. Llevaba una camisa y unos pantalones como su empleada.

—Pues ya estamos...—dijo extendiendo los brazos—debo pedirte que te desnudes—Roberto suspiro nervioso y comenzó a quitarse los botones de la camisa ante la mirada de las mujeres.

Lola se puso los guantes y examino los productos, tenía un bote de crema, varios dildos y algunas cosas más que no alcanzaba a ver. Luego, se quitó los pantalones quedando en boxers y rojo como un tomate, no esperaba que fueran las dos. Con la jefa tenía confianza pero la otra no.

Marta le miraba de arriba a abajo, como analizando su cuerpo mientras masticaba un chicle.

—Vamos Roberto, ya lo hemos hablado—dijo entre risas al verle parado.

Este suspiro largamente y se bajó los calzoncillos agachado sin dejar que vieran su pene que estaba encogido por la vergüenza. Al quedar al descubierto, la chica escupió el chicle y se echó a reír ante la roja cara del hombre.

—Lo siento, es que...es que...ji,ji,ji—no podía parar de reír.

—¡Basta!—ella le dio un azote en el trasero—¡si no dejas de reír te haré meterte todos los dildos por el culo zorra!—Marta cerró enseguida el pico.

La mujer suspiró.

—Perdona a mi sobrina, le faltan modales para ser profesional—dijo.

—No se preocupe—dijo con los huevos colgando de un lado a otro.

—Lo primero, túmbate sobre la cama—él asintió y lo hizo.

Lola se puso a comprobar unas cosas antes de proceder. Al ser la primera vez, debía asegurarse de que no ocurrían problemas. Marta se acercó con una regla y le midió el pene, aguantando la risa ante la mirada de Roberto quien miraba a otro lado. Aún así, podía sentir como se clavaba su mirada.

—Vale, pues empecemos—dijo la mujer.

Acercándose, llevaba una crema en sus dedos. Lo primero fue introducirlos en su ano lentamente ante algún quejido de este. Primero uno, luego otro y finalmente tres en profundidad haciendo gemir al hombre que miraba a la cama, estaba boca abajo y a cuatro patas en ese instante.

—Puede doler un poco, pero solo es el principio—comentó mientras le pasaba la mano por la espalda.

—Si, piensa en cosas felices, como si tuvieras un gran pene igual duele menos—dijo burlona la joven mientras sonreía.

—Dime Roberto, si no estoy equivocada, ¿te gustaba el ballbusting y cosas duras no?—preguntó.

—Si...

—¿Te has masturbado mucho?, con vídeos así me refiero

—Si...lo he hecho—estaba rojo.

Lola se puso a un lateral, cerca de su oído mientras seguía introduciendo sus dedos.

—Imagina por un segundo que mi sobrina te agarra las pelotas y te las retuerce...te las aplasta...te patea con su lindo pie...que se te quedan dentro del abdomen al subirse de un fuerte patadón...—aquello le excitó haciendo gemir como un cerdito—o que estás en una playa y todas pueden ver tu pequeña...polla...si...¿Te gustaría verdad?, todas riendo mientras señalan tu entrepierna.

Roberto ya babeaba mientras escuchaba todas aquellas palabras. Su pene ya goteaba mucho, estaba a nada de correrse, y más con el culo a merced de ella.

—Bueno, primero probaremos uno pequeño—dijo dejando de penetrar con sus dedos.

Se ató a la cintura uno de los dildos. Marta miraba todo algo cachonda, aquello producía en ella un calor increíble.

—Vale, antes de nada...—soltó un buen chorro de vaselina en el pene y lo masturbó unas veces. Luego hizo lo mismo con el ano del hombre, esperando ser penetrado.

Al sentir la punta, Roberto trató de calmarse. Poco a poco, aquel pene de goma fue introduciéndose en su cavidad anal a la vez que él dejaba salir un gemido placentero. Las manos se aferraron a la cama mientras sentía un leve ardor en el culo.

—Las primeras veces duelen—le dijo la joven acariciando su vientre hasta llegar a su pequeño pene para comenzar a tocarlo suavemente—igual con esto te relajas—su dura polla, no muy diferente de cuando estaba flácida en cuanto a tamaño se refiere hizo que se relajase un poco.

Lola notó que surgió efecto puesto que el pene entró de golpe, como si fuera absorbido.

—Genial, ya esta, ¿ves?, no ha sido para tanto—comentó mientras le daba un pequeño azote.

Roberto estaba sudando, tragaba saliva cada dos por tres.

—Ahora comenzaré a moverme—empezó el movimiento del vaivén lentamente mientras se desprendía de su camisa quedándose en sujetador.

Roberto que no perdía ojo, sintió como su corazón iba a estallar, aquella situación de ser dominado, penetrado y encima visto por una chica joven, le provocaba espasmos y oleadas de placer dentro de su cuerpo y en la polla. Marta notaba que estaba a punto de eyacular cuando cerró su mano en la base de sus huevos haciendo que soltase un pequeño grito ahogado.

—¿Qué haces jovencita?

—Evitar que se corra

—Cierto, lo había olvidad, trae eso—señaló a un lateral.

Roberto con los ojos casi cerrados por el pequeño dolor no vio nada. Al poco, notó como algo se ataba en su escroto. Cuando lo miró, vio que tenía una pequeña cuerda alrededor de ellos, dejando sus pelotas colgando hacia abajo.

—Tranquilo, haré que te corras, créeme, vas a soltar la mayor descarga de tu vida—dijo—no les pasará nada malo a tus amigos—soltó una risita.

Continuó con las embestidas que cada vez iban subiendo el ritmo. Roberto escuchaba los jadeos de Lola quien se estaba excitando, mientras movía sus caderas se frotaba los pechos por encima de su sujetador que mostraba lo duro que tenía los pezones.

—Date la vuelta, ahora boca arriba—ordenó—muy bien—el hombre estaba ridículo con su diminuto pene empalmado y sus huevos atados.

Marta se quitó los pantalones y la camisa del trabajo dejando su diminuta ropa interior a la vista del hombre que abrió los ojos como platos. Su cintura, sus nalgas que dejaban poco a la imaginación y sus pechos que casi sobresalían. Ella se percató y sonrió.

—¿Te gustan?—preguntó apretando sus hombros y meneando sus pechos.

—¡Joder que buena estás!—dijo este excitado.

—¿Qué cerdadas le dices a mi sobrina?—ella le apretó los huevos—creo que te gusta más que ser dominado. ¿Qué tal la experiencia del pegging?—aumentó el ritmo que incrementó el placer que sentía Roberto.

Las piernas le temblaban de placer, aquella situación y este meneaba las caderas hacia arriba tratando de poder correrse pero cuando estaba a punto de alcanzar ese punto, la cuerda lo impedía. Sus pelotas se habían hecho más grandes por no correrse. Lola se puso encima de este mientras seguía follando aquel precioso culo. Le dio algunos besos mientras frotaba sus tetas en su pecho provocando que su corazón siguiera latiendo con fuerza. Su pene rozaba aquellos muslos y la mente de este se volvía de color blanco.

—Por favor, quiero correrme...voy a...voy a...morir de placer—rogó este.

—¿Has escuchado eso sobrina?, dice que va a morir porque le estamos dando por el culo—comentó con una sonrisa.

—Si, ¿le dejamos que eyacule?

—No veo porque no.

Ella se levantó un poco y con cuidado mientras le seguía enculando fuerte le deshizo la cuerda. Roberto respiró aliviado al notar sus huevos libres y por fin dio un empujón la mujer que hizo que su pene expulsase grandes y abundantes chorros de semen encima de la mujer.

Lola y Marta se reían a carcajadas de ver como parecía una fuente. El hombre se quedó un rato recobrando el aire. Sin duda había sido la mejor corrida de su vida. Era increíble y por una vez en su vida se alegró de haber sido follado por el culo.

La joven se puso encima suya tumbada mientras hacia pompas de chicle.

—Bueno hombretón, ¿qué tal ha sido?—podía oler el sabor a fresa.

El tenerla así en ropa interior, deseaba follar aquella preciosa joven. Lola revisaba algunas cosas en una pequeña caja mientras su sobrina se frotaba. Y entonces sintió la erección del chico.

—Uhhh tu pequeño amigo sigue en pie—dijo frotando sus muslos, este se quedó entre ambos.

—Ohhhhh—el haberse corrido hace poco y el placer de esos suaves muslos con aquella fina piel hizo que se corriera de nuevo manchando las nalgas de esta.

Roberto respiró de nuevo tras soltar de nuevo la descarga. Entonces vio la cara de Marta que paso de una sonrisa a una cara enojada.

—¿Cómo te atreves a mancharme con tu sucia cosa?.

Aprovechando la postura, le clavó la rodilla en los huevos y como estaban encima de la cama, hizo presión haciendo que aullase de dolor asustando a Lola. Al ver lo que estaba haciendo, enseguida retiró a su sobrina.

—¿Qué demonios haces con el cliente?—preguntó sosteniendo a esta del brazo.

—¡Se ha corrido en mi culo!—replicó ella molesta.

Roberto se aferraba a sus huevos en posición fetal.

—Son gajes del negocio. Ves a limpiarte y punto, ni que fuera la primera vez que se te corren encima—ella iba a decir algo—¿le cuento a tu madre cuando se corrieron dos tíos con las pollas grandes aquí en la tienda en toda la boca?, no pareció molestarte.

Marta a regañadientes salió del cuarto a limpiarse en el baño. Lola ya sin el dildo puesto se acercó para comprobar el estado de estos. No presentaba grandes problemas aunque estaban algo rojos. Los acarició por encima con suavidad.

—Tranquilo, no tienes nada grave—este se dejó hacer.

Ella fue a una de las cajas y extrajo un bote de crema. Se la untó bien en los dedos y luego la aplicó en el escroto. Estaba algo fría, pero este sintió que el dolor iba desapareciendo poco a poco, aunque dolía, no era tanto como antes.

—Esto se usa en las sesiones de ballbusting—dijo—aunque también se ponen anestesia en la zona.

—No lo sabía—dijo.

—Bueno, ya lo sabes. En cuanto a tu amigo, parece que ha disfrutado—comentó feliz al verlo flácido.

—Si, ha sido...increíble—volteó a otro lado avergonzado—siento lo de tu sobrina.

—No tiene importancia, es joven.

Marta regresó ya limpia y sin la parte de abajo, dejando su coño lampiño al aire. Había manchado también sus bragas.

—Genial, ahora sin ropa interior a casa—dijo molesta.

—Usa uno de los productos de lencería

—No, eso es para ocasiones especiales—contestó.

Lola se percató de que el pene de Roberto se hizo de nuevo duro y esbozó una sonrisa.

—Sobrina, por haber golpeado sus partes sin mi permiso, ahora te follará—dijo.

—¿Qué?—preguntó con los ojos abiertos—ni de coña.

—¿No decías que la tenía pequeña?, igual no sientes nada.

Roberto no salía de su asombro pero pudo notar la mirada fría de la joven.

—¡Vamos!—ordenó en voz alta su tía.

Marta se negaba pero sabía lo cruel que podía ser su tía. Con casi lágrimas en los ojos se puso en pompa sobre la mesa. Roberto se bajo de la cama y pudo ver su cara entre tristeza y rabia.

—Cuando quieras—le dijo Lola.

Roberto apoyó las manos sobre las caderas de la joven, eran tan irreales y preciosas que hizo que su polla se pusiera aún más dura. La introdujo suavemente haciendo gemir a la chica un poco cuando este entró en ella.

—Es...muy...suave...y apretado—comentó empezando a follarse aquel culito.

—Si se te ocurre correrte dentro te juro que te pienso cortar las putas bolas y hacer que te las tragues pedazo de pito corto—dijo enojada.

—¡No amenaces a los clientes!—la mujer le dio un buen cachete en las nalgas haciendo que chillase de dolor—ahora yo también quiero diversión—le metió el dedo en el culo a Roberto.

—¿Quieres follarme otra vez?—preguntó sorprendido.

—Si, ¿puedo?—él asintió, no iba a negarse después de lo vivido.

La mujer fue dando pequeños saltos hasta la mesa donde tenía todo. Eligió uno más grande, grueso y largo que el de antes y se lo ató firme a la cintura. Repitió como antes, vaselina y luego, despacio aunque el culo ya abierto se lo trago entero sin problemas.

Comenzaron a menearse hacia adelante y atrás mientras Marta dejaba escapar algún que otro gemido. Roberto sintió una ola de placer, dio un gran gemido de placer dejando salir todo mientras Lola empujaba fuerte por la excitación. Los tres alcanzaron un gran orgasmo. Marta estaba tumbada sobre la cama, babeando, sorprendida de que un pene tan pequeño le haya dado tanto placer.

—Bueno, pues...sesión terminada—dijo Lola.

Se separaron, limpiaron y vistieron mientras hablaban de la sesión. Roberto había quedado tan satisfecho que no sabía donde sentía más placer, si en su pene, culo o huevos. Estaba con una sonrisa de oreja a oreja.

Salieron por la parte de atrás y se despidieron aunque Marta solamente lo hizo con la mano. Al regresar a casa, una cuarta paja cayó pensando en lo vivido. Continuó chateando con la mujer, además que le habían regalado un pack de juguetes.

A los pocos días regresó para comprar un par de cosas que necesitaba como gel. Se le había terminado tan pronto que le daba vergüenza. Entró buscando a Lola y halló a Marta ordenando los estantes.

—Hola—saludo.

—Hola—dijo ella girándose para no verle.

—Lo del otro día lo siento...pero es que...

—Eres un cerdo, ¿no?—preguntó.

—¿Qué quieres que haga?, tus mulos son suaves y no pude evitarlo.

Marta suspiró, se acercó, y ante la mirada de este, le agarró el paquete.

—Me gustó a pesar del tamaño de tu amigo—dijo algo roja—¿conoces el llamado chastity?—preguntó mirando una de las pequeñas cajas.

—Si—contestó excitado.

Entonces escuchó la voz de Lola quien le dio la bienvenida, Marta se apartó enseguida. Le dijo que venía a por unos productos y los pagó gustosamente.

—Oye...vamos a cerrar ya...¿te hace una sesión?—preguntó Lola.

—¿Y qué haremos?—se hizo el inocente.

—Ya lo verás—le guiño un ojo mientras en sus manos que estaban detrás suya sostenía unos dildos y un chastity.

Roberto siguió a la mujer hasta la trastienda mientras Marta colocaba el cartel de cerrado.

Espero que les haya gustado el relato y como siempre, espero sus opiniones.