Sesión en el hotel (1)
Ella sabía que yo estaba allí, por supuesto, pero aguardaba instrucciones. Sabía que me gustaba hacer las cosas despacio. Y sabía que mientras yo dejaba mi imaginación volar, la suya también estaría volando. Y su vagina su vagina completamente empapada como señal de anticipación.
Una sesion en el hotel.
Había quedado con ella en la cafetería del hotel. Como en otras ocasiones, le había dado instrucciones precisas sobre la ropa que debía traer puesta. Y, como buena sumisa, había obedecido. Llevaba poca ropa para la época del año: un top muy sugerente, sin sujetador, y una faldita corta. Debajo un tanga blanco, y las bolas chinas metidas dentro de su vagina. Como calzado, unos zapatos negros y unas medias que se ajustaban perfectamente a sus piernas. Era bastante joven, pero no demasiado, así que tenía formas bien redondeadas, aunque las piernas eran largas. Si uno la veía de lejos se m mostraba segura de si misma. Una de esas mujeres que llaman la atención, pero son distantes. Eso es lo que más me gustaba de ella. La observaba en la distancia y veía a los hombres fijarse en ella al pasar. Mientras tanto yo me la imaginaba denuda, de rodillas ante mí, las manos esposadas a la espalda y una mordaza en la boca. Y con los ojos .. con los ojos implorando un orgasmo.
Ella sabía que yo estaba allí, por supuesto, pero aguardaba instrucciones. Sabía que me gustaba hacer las cosas despacio. Y sabía que mientras yo dejaba mi imaginación volar, la suya también estaría volando. Y su vagina su vagina completamente empapada como señal de anticipación.
A una señal mía se acercó hasta donde yo estaba. Sin mirarme a los ojos se quedó de pié frente a la mesa. Yo le pasé la llave y le dije el número de la habitación. No necesitaba decirle nada más: ella sabía perfectamente lo que tenía que hacer.
Llamé al camarero y le pedí otra cerveza. Como digo, me gusta hacer las cosas despacio. Tras disfrutar de mi cerveza bien fría pagué la cuenta y subí a la habitación. Como esperaba, la puerta estaba cerrada, pero sin la llave. Entre, y allí estaba, como le había ordenado. Se había puesto de rodillas encima de la cama, dando la espalda a la puerta. Se había quitado toda la ropa excepto el tanga. Me gusta ver a mis sumisas en esa posición tan vulnerable. No saben si el que ha entrado en la habitación es su Amo o es otra persona. Por eso estaba tan nerviosa. Por eso, y por la excitación que tenía debido a la anticipación de lo que iba a pasar después.
Dejé pasar unos segundos antes de hablar, que para ella debieron ser como minutos. Entonces le ordené que se levantara y se pusiera en posición de examen. Ella, obedientemente se puso en pie y se colocó frente a mí con las piernas abiertas y las manos por detrás de la cabeza. La mirada, por supuesto, hacia el suelo.
Muy bien, mi puta. Todo como debes hacerlo. Si sigues obedeciendo tan diligentemente, hoy dejaré que te corras.
Al decir esto, noté un ligero estremecimiento en su cuerpo. La rodeé, observando su cuerpo detenidamente. No sólo quería volver a ver sus firmes tetas y culo, sino quería comprobar que tenía todo el cuerpo completamente depilado. Antes de comprobar que también se había depilado la vulva, puse la mano entre sus piernas. Efectivamente, había estado mojándose desde hacía bastante tiempo, pues se notaba en la humedad del tanga.
Acerqué las manos a sus pezones y los acaricié con las yemas de los dedos índice y pulgar, suavemente. Su respiración se agitó ligeramente y abrió un poquito más las piernas, debido a la excitación, así que tuve quedarle un azote en el culo.
Sabes que en posición de examen no debes moverte, ni un milímetro.- le dije.
Lo siento, Amo.- contestó.
Entonces apreté fuertemente sus pezones con los dedos, y la vi morderse el labio inferior para no moverse. Me gustó su reacción, así que aflojé la presión.
Vamos a ver si has cuidado de tu vulva como te he ordenado. Quítate el tanga.- le ordené.
Sí, Amo.- contestó, para acto seguido bajarse el tango hasta los tobillos, sacárselo fuera y conservarlo en una mano para ofrecérmelo.
Siempre lo hacíamos así. Antes de la inspección de su vagina, me gustaba comprobar la humedad que había dejado en la parte interior de sus bragas. Me encantaba la embriaguez que me producía el olor de su flujo recién segregado. Mi pene se endureció aún más de lo que estaba. Comprobé que su vulva estaba completamente depilada y cuidada. No me gusta nada ver puntitos rojos de irritación en los lugares en los que ha tenido pelo anteriormente, así que le ordeno que se hidrate suficientemente después de depilarse.
Sin hacer ningún comentario metí un dedo dentro de su vagina. Entró fácilmente porque estaba considerablemente abierta, pero no pudo evitar un grito ahogado. Como corresponde, le azoté el culo dos veces por ello. Los azotes los recibió sin rechistar, puesto que los esperaba. Acaricié lentamente los labios de su vagina, notando que su respiración se agitaba un poco más y volví a meter un dedo en la vagina para penetrándola sucesivamente.
¡Dime quién eres!- le ordené.
Soy tu esclava, Amo- contestó con dificultad, por la respiración.
Muy bien, ahora ven aquí.
Me senté en la cama y le ordené que se tumbara sobre mis rodillas, pero que mantuviera las piernas bien abiertas. Venía el momento de comprobar su ano. Le metí un dedo en la boca y le ordené que lo chupara bien para lubricarlo. Ese iba a ser el dedo que iba a introducir en su ano. Y así lo hice, poco a poco fui incrementando la presión del dedo en el ano hasta que lo metí entero. Ella intentaba no retorcerse ni quejarse, pero era evidente que le producía un pequeño dolor. No era la primera vez que jugaba con su ano, y aunque no había usado dilatadores aún, admitía bastante bien la penetración.
Parece que todo está correcto.- comenté después de la valoración. Ahora que he comprobado que tu cuerpo está preparado para mi servicio podré empezar a disfrutar de él. ¡Ponte de pie!
Observándola de pie, empecé a repasar lo que había preparado para la sesión de ese día.