SESIÖN, Doloroso placer.
Un marido consentidor, una esposa cedida para el placer de su nuevo Amo, Sigue la iniciación, nuevo y doloroso placer.
Toda la mañana había estado pensando en ella, en su cara, en su cuerpo, en sus tetas, porque no decirlo. Tenía ganas de besarla, de acariciarla de tocar su sexo húmedo y caliente. Deseaba amasar sus nalgas y azotarla, ponérselas rojas y hacerla arrodillar ante mí para volver a meterle mi polla en su boca y sentir sus caricias que me llevarían al nirvana. Pensando en todo esto llegué al hotel, una vez en la habitación preparé todo rápidamente, ya le había dado el numero y sabía que correría hasta mi.
Llaman a la puerta, me puede la impaciencia, abro, allí esta ella, le hago pasar y le abrazo fortísimo, tenía tantas ganas. Venía como le había dicho, desnuda, solo con el abrigo, cayéndole por los hombros, bien abierto, la falda se la había quitado en el ascensor, había avanzado por el largo pasillo mostrando todo, cualquiera podía haberla visto antes de entrar, esa era la idea, le avergonzaba, pero el morbo la podía y la calentaba. Una putita muy obediente.
Mis manos recorrieron su cuerpo, acariciaron sus tetas, mi boca seguía a mis manos, el abrigo estaba en el suelo, aquella locura nos invadía, ambos tratábamos de apoderarnos totalmente del otro. Mi mano llegó a su sexo, si, estaba húmedo y caliente, me gustó acariciarlo, ella arqueaba su cuerpo, le gustaba, seguí con mas intensidad.
Noté que me había subido el polo y que volaba por la habitación hasta la cama. Su boca, después de besarnos con verdadera lujuria, bajaba hasta mis pezones y empezaba a torturármelos, dulce, pero enérgicamente, me gustaba enormemente.
Ahora sus manos me soltaban el cinturón y me bajaban el pantalón, se apoderaba de mi “chiquitina” y empezaba a acariciarla. Yo empezaba a estar totalmente fuera de mí.
No podía ser, necesitábamos cuidar la escena. Un último atisbo de cordura me hizo pensar que, desgraciadamente, él podría llegar en cualquier momento.
Recogimos todo, lo ordenamos, le puse el collar, las muñequeras y la hice tumbar en la cama, diez azotes con la fusta y algunas nalgadas con las manos, las marcas eran bien visibles, la coartada estaba preparada, podíamos dedicarnos a lo nuestro.
Le di la vuelta en la cama y la atraje hasta el borde, si en la última sesión lo dejé a medias esta vez iba a acabar lo empezado. Le separé las piernas y metí mi boca en ese sexo húmedo y cálido. Mi lengua lo recorrió de arriba abajo, varias veces, antes de llegar a su clítoris y martirizarlo con dulzura.
La veía retorcerse y gozar, yo gozaba más que ella, necesitaba sentirla, sin dejar de besar su coño, me fui subiendo a la cama y, dándome la vuelta, me situé sobre ella, le metí mi verga en su boca, empezamos un 69 de antología. Al ratito la vi correrse, por fin me lo decía, se estaba corriendo y me lo contaba, normalmente lo tenía prohibido, yo me retiré, no quería correrme aun, la sesión acababa de empezar.
La hice ponerse en cuatro, los dos queríamos estrenar su agujero trasero, era el día, sabíamos que nos iba a costar un poco, pero estábamos dispuestos a ello. Lubriqué bien mi mano y su ojete. Con delicadeza, pero firmemente, fui introduciendo el pequeño plug, lo moví lentamente, agrandando su agujero. Se quejaba calladamente, pero insistí, todo lo que lográsemos dilatarlo ahora, sería menos trauma cuando intentase meter mi verga.
Saqué el plug y metí dos de mis dedos, se quejaba, lágrimas, le dolía, era tan estrecha, nunca había podido pasar de aquí, pero hoy habíamos acordado, incluso con él, que era el día, con suavidad, conseguí que llegara a admitirlos. Pensé que ya estaba preparada. Suavemente puse mi endurecida y embravecida verga en la entrada de aquella cueva inexplorada, apreté delicada, pero insistentemente. La cabeza de la polla, perfectamente lubricada se deslizaba hacia dentro. Paré, la veía sufrir, quería que se acostumbrase a ella, que fuese relajándose, al final, me dijo que siguiera, que le dolía menos, fui introduciendo el resto, la saqué y añadí un poco más de aceite de almendras, necesitábamos que se deslizase con suavidad. Me coloqué de tal forma que pude bombear suavemente, le preguntaba por el dolor y me decía que iba mejor. La creí y empecé a bombear más intensamente. Con la mano, inclinándome sobre ella, llegué a su clítoris y se lo acariciaba con cariño, deseando que pronto empezase a gozar de ese doble y dulce martirio.
La oí suspirar, aquello empezaba a causar efecto, seguí bombeando y pude escucharla pedir que lo hiciera más fuerte. El dolor se transformaba en placer. Mi polla, en aquel agujero caliente y estrecho estaba gozando hasta el paroxismo, seguimos duro, estábamos a punto de corrernos, pero aun no estaba todo terminado, me enderecé, tomé su enorme vibrador, con cuidado, pero firmemente lo fui introduciendo en su coño. Una doble penetración deliciosa, aquella vibración, recorría todo nuestro ser, llegando hasta la médula espinal y haciéndonos entrar en una vorágine increíble de placer. Al final nos corrimos al unísono, gritando, suspirando, abrazándola con furia en un orgasmo salvaje y estremecedor.
Caímos sobre la cama y nos abrazamos, fuertemente, mientras aun nuestros cuerpos se estremecían con los últimos estertores de aquella corrida doble y espectacular, un beso fundió nuestras bocas y nuestras lenguas jugaron entre si. Al separarnos nuestras bocas se dirigieron, la mía hacia sus agujeros y la suya a mi verga, limpiando, parte de nuestros fluidos y volviéndose a encontrar para un postrer beso sensual y maravilloso.
Deseábamos permanecer así, fundidos en nuestro abrazo, pero sabíamos que la sesión debía continuar. Comprobamos que las cosas estaban como él esperaba, ajusté las mordazas de sus pezones, una nueva tanda de fustazos dejaron las marcas sobre su cuerpo, se arrodilló frente a mí y se metió mi verga en su boca, me pedía que le diera más fuerte. Otro orgasmo estaba por estallar dentro de ella. La vi estremecerse, pero sin decir nada. Pregunté que pasaba y su respuesta me conmovió. - Perdón mi Señor, olvidé que puedo hablar, me he vuelto a correr, mi Amo.
Aquello nos animó, la hice subir a la cama, situándome a su lado, ella introdujo mi verga en su boca y continuó mamándomela con destreza, mientras, mi boca se deslizó besándola a lo largo de su cuerpo, llegando a su pubis, depilado y suave como el de un bebé, giré y abrí sus piernas, vi sus labios rojos, inflamados, brillantes por sus jugos. ¿Quién podía resistirse a aquella visión? pasé lentamente mi lengua por ellos abriéndole esa dulce cueva, ahondando mi lengua en ella chupé aquel dulce manjar.
Ella se retorcía de placer y yo continué acariciándole con mi boca, mientras una de mis manos se apoderaba de su abultado clítoris y lo acariciaba con maldad. Noté como su boca aceleraba el ritmo y por un momento temí por mi “chiquitina”, en su nerviosismo podía dejármela más chiquita. Mi otra mano amasando sus nalgas, la apretaba contra mí haciendo que mi lengua se ahondase y la follase despiadadamente.
Nuevamente se había apoderado de nosotros una lujuriosa pasión, nos separamos y ella dijo con una gran tensión en su voz. - Por favor, métemela, no puedo más.
La miré sorprendido, ella se dio cuenta al punto. ¿Cómo se había atrevido a hablar y a pedir? Sin embargo, quizás al ver mi cara, aun húmeda de sus jugos, rápidamente, pero sin ningún arrepentimiento me dijo. - Perdón Amo, pero es que no aguanto más, por favor rómpeme el coño, destrózamelo.
Espoleado como por un resorte me situé entre sus piernas y de un golpe le metí mi pene hasta el fondo de su vagina, empezando a bombear con furia. Su cara estaba transformada por un rictus de locura, los ojos cerrados, sus dientes furiosamente apretados, subía su pelvis para recibir mis embestidas con más profundidad si ello era posible, seguimos así por un rato olvidándonos de toda prudencia. Con voz entrecortada me dijo. – ¡¡¡Destrózame las tetas, muérdeme los pezones, me corro, no puedo más me coooooorroo, siiiiiiiiiiiiii, aghhhhhhhhhhhh!!! Sus estremecimientos, las contorsiones de su cuerpo, sus dedos, sus uñas, incrustadas en mi espalda, provocaron que yo también terminara de una forma loca entre convulsiones. Desmadejados sobre la cama, permanecimos un buen rato.
No oímos los suaves golpes de él en la puerta, finalmente hizo sonar el timbre, eso nos volvió a la realidad. Lentamente me incorporé avancé hacia la puerta, abrí y allí estaba él, quiso saber porque no le habíamos abierto a la primera, le hice pasar y pudo ver a su esposa en una postura absolutamente disoluta, con las sábanas enrolladas alrededor de su cuerpo, sudorosa, las piernas abiertas, una de ellas doblada, inerte, mientras que de su coño y su culo salían unos leves restos de semen.
Me senté sobre la cama mientras él, obediente y aturdido por la escena, se sentó en el rincón, en su lugar, solo repetía una y otra vez. - La condición era que esperaseis a que llegara. Lo miré displicente y le dije,- Qué te voy a decir, tendremos que repetirlo, hoy te has demorado demasiado y entre la bonita y ardiente carne de mi sumisa, tu mujer, y mis ganas de azotarla y follármela, pues es lo que hay. Siéntate en el sofá y admira como me limpia la polla con su viciosa lengua, mientras le doy una última tanda de fustazos en su enrojecido y profanado culo, mientras se corre de gusto para nosotros.