Sesión de fotos con final feliz

Mi mejor amiga me pide una sesión de fotos. Lo que no sabía era el tipo de fotografías que ella quería. Aun así, cumplí. Hasta el final.

Una de mis mayores pasiones es la fotografía, desde siempre. No es que sea el mejor fotógrafo del mundo, pero me defiendo. Tengo una cámara bastante buena, que también hace lo suyo. Mi mejor amiga, y compañera de piso, lleva un tiempo insistiéndome en que le haga una sesión. «Las fotos que tengo son muy malas, necesito algo decente», me dice. Me confunde porque no suele dejarse fotografiar fácilmente, por vergüenza según ella. Pero ya lleva un tiempo soltera, y su Instagram ha quedado antiguo. Supongo que tendrá algo que ver. Antes de entrar en materia, voy a describiros a mi amiga, a la que llamaremos Sofía. A pesar de tener un poco de carne, ni mucho menos gorda, su cuerpo está perfectamente proporcionado. Tetas enormes, con un culo redondo y prieto. Sus grandes ojos y labios carnosos son el complemento perfecto. Le aportan una cara de zorra que maneja como nadie. No os hacéis a la idea de cuántas veces he fantaseado con follármela en plan salvaje.

Al final, hoy he quedado con ella. Me ha dicho que me avisará para ir a su cuarto. Llegado el momento, me llega un mensaje de WhatsApp. «Ya estoy». Cuando abro la puerta, lo que veo me deja totalmente loco. Definitivamente, estas fotos no son para Instagram. Me la encuentro tumbada en su cama, boca arriba. Tiene las piernas dobladas, con las rodillas mirando al techo, ligeramente separadas. Su mano izquierda está posada en la entrepierna. De la derecha, se muerde la punta del dedo índice, mirándome. Viste solo unas braguitas negras y una camisa vieja, con solo dos botones abrochados a la altura del escote.

—Cuando quieras —me suelta, con voz sensual.

Yo estoy tan nervioso que me cuesta hasta quitar la tapa del objetivo. Ella se ríe, fingiendo inocencia, y baja la pierna derecha. Eso me permite ver un primer plano que no me ayuda nada en la concentración. Veo que su mano no solo está posada en su coño, sino que la ha metido debajo de las bragas para acariciárselo.

—No te pongas nervioso, tonto. Si no vas a ver nada que no te hayas imaginado ya.

No dejo que esa última frase me descoloque. Al fin, tras una intensa pelea, tengo la cámara lista y en posición. Empiezo a notar, además, que el objetivo no es lo único largo y duro en ese cuarto. Una ligera erección va creciendo bajo el pijama. De haberlo sabido, me hubiera puesto vaqueros. Hago las primeras fotos con Sofía sin cambiar la posición. Mientras voy tomando imágenes, lo único que hace es bajar una mano a las tetas, acariciándolas. Luego, la que estaba en la entrepierna sube a la boca. La chupa. En ningún momento deja de mirar a la cámara. O a mí, no lo tengo claro.

Se gira para ponerse boca abajo. Arquea la espalda para levantar la cabeza, apoyando los codos en la cama. Dobla las rodillas, con las plantas de los pies apuntando arriba. Sigo disparando. La vista de su culo es perfecta. Es tan grande y perfecto, que la tela de las bragas se mete por la raja. Solo se ve nalga. Ella abre el primer cajón de la mesilla. Me tenso por un momento. Sé que ahí guarda los dildos. Sin embargo, lo que saca no es más que un Chupa Chups. «No es más que...», vaya forma de despreciar la magia de un Chupa Chups en la boca de una zorra. Gira la cabeza para volver a mirarme, mientras juega con el caramelo. Lo chuperretea, juega con la lengua, se lo pasa por los labios... Instintivamente, quiero llevarme la mano a la entrepierna. La erección ya es total. Mi polla me pide de todo. Consigo reprimirme, y relajarme lo suficiente para que baje un poco. Doy por hecho, eso sí, que Sofía se ha dado cuenta.

—¿Vas bien, mi amor? —pregunta.

—Todo perfecto —miento.

—Bien, porque aún queda la mejor parte —dice, mientras se ríe suavemente.

Vuelve a moverse. Esta vez, gira todo su cuerpo hacia mí. Se pone a cuatro patas, con el Chupa Chups aún en la boca. Lo saca y se lo lleva a la entrepierna. Yo no dejo de hacer fotos. Pasa el caramelo por dentro de las braguitas.

—Acércate —me dice.

Obedezco. Saca el caramelo y me lo mete en la boca. Veo las estrellas. Me sabe a fresa con nata. Pero también a sexo, humedad y excitación. Está tan cachonda como yo. Igual más. Regreso a mi posición, con una nueva erección bajo el pijama. Sofía empieza a sobarse las tetas. Primero, sobre la camisa. Luego, bajo la tela. Sabe que, desde esa perspectiva, veo sus pechos casi al completo. Está jugando con eso. Las manosea hasta casi sacarlas. Luego, se sienta sobre sus pies, poniendo la espalda recta. Los botones de la camisa llegan al límite. No fueron p ensados para esa talla de pecho. Sofía los abre y deja las tetas al descubierto. Las va apretando con los brazos, jugando con ellas. Sin dejar de disparar, imagino que mi polla se encierra entre esas dos maravillas del mundo. Mi amiga lo sabe. No es la primera vez que miro lascivamente su cuerpo, solo la primera con autorización.

Sofía regresa a la posición inicial. La espalda sobre la cama, y las piernas dobladas con las rodillas mirando al techo. Se quita las bragas. Ya está, totalmente desnuda. Para mí. Solo para mí. Separa ligeramente las piernas, regalándome un primer plano de su vagina. Se la empieza a acariciar con delicadeza. Consigo captar su humedad. Benditas cámaras profesionales. Está realmente mojada. Ella pasa los dedos por el clítoris, por los dedos... Se hace un poco hacia atrás y apoya la cabeza en la pared. Me mira mientras sube la intensidad de la masturbación. No hace nada por evitar gemir. Empieza a meterse un dedo, luego dos. Capto el sonido y el olor. Estoy al borde del colapso.

—¿Me das un minuto? —le pido.

Sin darle margen para responder, abandono el cuarto. Me meto en el baño, con la polla a punto de reventar y una sesión de fotos espectacular para acompañar la mejor paja de mi vida. Necesito relajarme antes de seguir, aunque le corte el rollo. Empiezo a aliviarme bajo el pantalón, pero escucho pasos demasiado cercanos. Iba tan fuera de mí que no he cerrado la puerta. Cuando vengo a darme cuenta, unos erectos pezones se apoyan en mi espalda. La mano derecha de Sofía pasa junto a mi cadera, hasta agarrarme el miembro.

—¿De verdad ibas a dejarme sin esto? —me susurra al oído.

Acompaña el susurro con unos besos en la oreja, seguidos por un mordisco en el lóbulo. Me derrito. Su mano sube y baja con delicadeza. Yo no digo nada. Simplemente, me dejo llevar. Sofía me da la vuelta, baja el pantalón y se pone de rodillas. Su mano sigue repasando la erección, esta vez acompañada de los carnosos labios de mi amiga. Me mira mientras me la chupa. Yo me pierdo en esos hermosos ojos. Casi olvido que tengo a la mujer de mis sueños desnuda a mis pies. Es brutal. Cojo la cámara y vuelvo a hacer fotos. No quiero perder ni un instante de esta tarde.

—Me corro, Sofía.

Gimo cada vez más. Eso hace que ella aumente el ritmo de la mamada. Al compás, me acaricia los huevos, apretándolos de vez en cuando. Tengo que apoyarme en el lavabo para no caer. Un último gemido y me vacío en su boca. Sofía lo traga todo. Cuando termina, sube para darme un espectacular beso.

—No hemos terminado —dice.

Agarra de la cámara, que tengo colgada al cuello, y me lleva de vuelta a su habitación. Coge el instrumento y se tumba en la cama, con las piernas abiertas. No lo pienso. Me desnudo completamente para, acto seguido, acompañarla en la cama. Voy directo a su coño. Lo beso. Lo repaso con la lengua. Juego con sus labios, luego con el clítoris. Ella gime. Escucho, de fondo, el sonido de la cámara. Está haciendo fotos, pero me da igual. Mientras chupo, meto un par de dedos. Hace un rato que he dejado de oír el

click

. Sus gemidos inundan el cuarto. Arquea la espalda, se retuerce de placer. Me coge la cabeza con la mano mientras le meto la lengua. Vuelvo con los dedos, vuelvo con la lengua al clítoris. Se corre. Continúa disfrutando un rato.

Aprovecho la pausa para colocarme sobre ella. Subo cuidadosamente, besando cada parte de su cuerpo. Me detengo en los pechos. Juego con ellos antes de subir y darle un dulce beso en la boca. Nuestras lenguas se encuentran a cada momento. Nos separamos. Ella vuelve a la cámara, mientras yo busco con mi polla la entrada a su coño. Ya no hay delicadeza que valga. La embisto una y otra vez. Sofía sigue haciéndome fotos, sin parar de gemir.

Rodamos sobre la cama. Ahora es ella la que está sobre mí. Le quito la cámara. Mientras me cabalga, tomo instantáneas de sus tetas. También de su cara de guarra. Tomo la imagen de mi polla incrustándose en su interior. Entonces caigo. No me he puesto condón. Lo pienso porque estoy, de nuevo, a punto de correrme. Dejo la cámara en la mesilla. Lo que hago entonces es tomar a Sofía por las caderas. Noto cómo se mueve sobre mí, entrando y saliendo. La abrazo y la beso. Tomo la iniciativa, ahora soy yo quien lleva el ritmo. Después de un rato, me corro una segunda vez. El semen que no entró en su boca, ahora ocupa todos los rincones de su interior. Nos quedamos un rato así, abrazados. Noto cómo mi polla vuelve a su estado natural dentro de ella.

Los siguientes minutos, Sofía los pasa tumbada sobre mí. Repasa en la cámara las fotos, una y otra vez. A veces veo cómo lleva una de sus manos a su coño, que está otra vez mojado. También noto que acaricia mi miembro. Sin duda, hoy hemos empezado algo hermoso.