Sesión de dominación con mi Ama (3ª parte)

Aquí una siguiente parte de la historia, en la que continúo revelando mis fantasías de tener un supuesto encuentro con mi ama. Es corto, pero aun así espero que lo disfruten como yo al idear este texto.

Mi dueña seguía comiendo y bebiendo de a pequeños sorbos de su copa, mientras escuchaba música suave en su celular. Así pasaron unos minutos. Y cuando hubo terminado de fumar y satisfecha con su aperitivo, dice:

-Supongo que debes tener hambre, maldita furcia.

Era verdad, después de las actividades que tenía hechas, y sintiendo el exquisito aroma de los alimentos que le había preparado, era inevitable no sentir un poco de apetito. Pero no sabía qué contestarle, aún no me daba idea de cuál sería la siguiente forma que usaría para humillarme.

-Contesta: ¿quieres comer algo? No, mejor no digas nada, pedazo de estúpida, no quiero escuchar tu patética voz de maricón chupa pollas. Haré que comas del suelo y de mis pies. Te tragarás todas las sobras de mi comida, habiéndolas aplastado yo previamente, claro está. Así se alimenta a una puerca como tú.

Mira lo que hago con la bazofia que me preparaste:

Y diciendo esta última frase, puso la bandeja en el piso con las sobras que quedaban: había un resto de pan, algo de queso, cáscaras de frutas, y algunos trozos de banana y manzanas a medio comer.

A continuación se descalzó, y se dedicó a pisar toda la comida, estrujándolo todo, de manera que se formase una sola pasta con todo lo que quedaba en la escudilla.

A decir verdad, daba algo de repulsión y pena ver lo que estaba haciendo ella con la comida, pero sin embargo, no podía dejar de sentirme dichoso, por la atención que tenía para conmigo, dándome de comer de las sobras de esos alimentos, que yo con tanta devoción le había servido.

-Cómete eso, perra. Una vez que hayas terminado con todo el contenido de la bandeja, quiero que me limpies los pies, que los tengo hechos un asco, embarrados con toda esta porquería. Vas a comer todo, hasta la última migaja, cuando acabes, quiero ver que no hayas dejado ni una pizca. ¡Buen provecho! (Dijo esta última frase en tono burlón y entre risas)

Empecé a comer obedientemente, tenía hambre, y la verdad ya poco me importaba que estuviera todo aplastado lo que comía, tal era la emoción que tenía en ese momento, con más razón, sabiendo el postre que me tenía preparado: un sueño hecho realidad, poder comer directamente de los pies de mi ama. Creo que si me hubiese mandado a comer pedazos de cartón o madera, con gusto lo habría hecho, siendo una orden de mi Diosa. Comía golosamente, y ansioso por llegar lo antes posible al plato principal: Sentir en mi boca los hermosos y delicados pies de mi dueña.

-No te apures, glotona. Yo sé lo que quieres, pero no te apresures, o no comerás de ahí. Sé lo que estás deseando, pero yo seré quien decide si te dejaré comer de mis pies (comer de mis pies lo dice remarcando esa frase, sabiendo que ese es uno de mis mayores deseos y que está en ella el complacérmelo o no) Disfruta el sabor de la comida, saboréalo bien, esa pasta horrible que te preparé, y que a ti te encanta. ¡Mira lo que es eso! ¡Repugnante! Frutas, cáscaras aplastadas, pan pisoteado y a medio consumir… ¡Alimento para cerdos, como lo que eres tú! (Risas humillantes)

Me controlaba, y traté de comer más lentamente. No podía con mi deseo, pero debía hacerlo, tenía que contenerme para poder deleitarme con el delicioso postre que me esperaba al final. También sentía un poco la garganta seca, tenía sed, ¿pero cómo decírselo a mi ama? Ella era quien decidía lo que yo debía hacer, y si premiarme o castigarme, llegado el caso.

Sin haberlo notado, acabé con todo el contenido del recipiente. Levanté la cabeza para decírselo a mi Diosa, pero ella, que lo observaba todo, ya sabía que yo terminaba de dar cuenta de todas las sobras.

¡Bien, excelente, mi buena mascota! ¿Estás preparada para el postre? Claro que sí, yo sé cuánto lo deseas, y como has limpiado por completo todos los restos de comida que quedaban, la tía Katy te dará tu postrecito, mi chiquilla golosa. (Esto último lo decía en tono irónico, entre humillante y cariñoso, como si tratara de remedar a una niñera, o a una tía amorosa con su sobrina pequeña)

Acuéstate en el suelo a mis pies, ponte cómoda, Lili.

Hasta aquí esta parte de mi intento de relato, continuará en próximos días con uno de mis mayores deseos: comer de los pies de mi dueña. Esto sí quizá demore más en publicarlo, debido a que haré lo posible en que quede bien redactada en detalles la escena del postre que me dará mi reina. Además, todavía falta la bebida; ¿podrá haber lluvia dorada directamente de la fuente sagrada de mi diosa a la boca de su esclavo? NO lo sé, eso lo contaré en próximas publicaciones, si es que esta llegase a tener buena recepción.

Saludos.