Sesión de dominación con mi Ama (2ª parte)

Segunda entrega de esta historia producto de mi imaginación, la cual publiqué ayer, y que es una fantasía que tengo sobre un supuesto encuentro en persona con mi ama financiera virtual.

Es así que ya estando yo a cuatro patas en el piso, ella me tomó de la correa y se encaminó a la cocina, tirando de mí, como si fuera un ama conduciendo a su perro.

-          En el comedor, todo se hallaba en desorden absoluto: platos sucios desparramados por doquier, encima de la pileta para lavar, sobre la mesa y arriba del horno. Como así también podían verse cubiertos, vasos y copas usadas sin lavar dejados en la mesa o en la encimera, además vi ollas con restos de comida del día anterior, cáscaras de frutas tiradas por el suelo, y sobre la mesa aún estaban las sobras del desayuno de esa mañana. Una taza de café sin lavar, al igual que un vaso con algo de jugo de naranja en el fondo, un plátano a medio consumir, y en el mantel podían verse migas de pan.

-          -¿Ves el desorden que hay en la cocina? Bueno, lo hice a propósito para ti. Deberás ocuparte de limpiar toda esta mierda, y ordenar las cosas que quedaron repartidas. No puedo perder mi valioso tiempo en estas tareas indignas para una diosa como yo.

Lavarás los platos, pondrás cada cosa en su lugar, y me prepararás un bocadillo, unas frutas y una bebida. Llevarás todo a la sala, y me servirás como a la reina que soy. ¿Entendiste, perro?

-Sí mi ama.

-Buen chico, comienza pues con tu trabajo. Y cuidado con romper un plato o dejar caer una copa en el suelo.

Cuando termines la limpieza de la cocina, abrirás la nevera, ahí verás todo lo necesario para prepararme un buen bocadillo, algunas frutas, y me servirás la bebida que has comprado hoy para mí. Apresúrate que quiero beberme una copa y merendar algo apetitoso.

Me voy. ¡Ponte a limpiar ahora!

-Sí ama.

Y como un autómata que solo recibe órdenes de quien lo maneja, me dediqué a lavar los platos, la vajilla, y todo lo que quedaba sucio del día anterior o de esa mañana. Tiré a la basura los restos de comida, cáscaras de frutas y una bandeja descartable de plástico que estaba tirada debajo de la mesa, en la que aún había restos de sushi, seguramente se trataba de sobras de la cena de mi ama.

Todo lo hacía feliz y contento, sumado a que desde siempre me gustó ayudar en la casa, y era algo totalmente normal para mí lavar los platos o hacer alguna tarea doméstica, ya que desde joven solía ayudar en casa a mi madre, y lo hacía sin ningún problema, con más razón ahora, me sentía más que satisfecho, al estar haciéndolo para aquella mujer tan poderosa, que lograba dominar mi voluntad por completo.

Terminada la limpieza, con toda la bajilla ordenada y reluciente, el piso lavado pulcramente, y un mantel nuevo sobre la mesa, me tocaba prepararle un canapé y una bebida para mi dueña.

Fui a la nevera, la abrí, y allí observé todo tipo de frutas, potes de yogurt, refrescos, comidas de todo tipo embazadas listas para poner en el microondas y ser servidas, como también pude ver productos dietéticos, quesos de bajas calorías, y pan integral cortado en fetas y empaquetado, perfecto para preparar sándwiches. Sin duda, mi ama era llevaba una dieta muy saludable y rica en nutrientes, lo que explica su cuerpo escultural, sumado a la su actividad física.

Quería esmerarme en prepararle algo que le agradara, y que al mismo modo demostrara mi buen gusto a la hora de escoger un tentempié para ella. Miré detenidamente lo que había en el refrigerador, y vi unas rodajas de salmón ya preparadas y frías, como para recalentarlas o comerlas así, unas fetas de queso de bajas calorías, y el pan que ya he mencionado anteriormente. Así que tuve una idea: le haría un sándwich de salmón con queso y pan integral, lo pondría en el microondas a calentar unos segundos, como postre, le ofrecería frutas de todo tipo, un plátano, un trozo de ananá que vi en la nevera, una naranja, unas uvas y una manzana, para que mi ama eligiera lo que le apeteciese comer. Y para beber, llevaría la botella que compré más temprano.

Teniendo todo dispuesto, ya listo y cuidadosamente distribuido en una bandeja, volví a la sala llevando el servicio. Antes de entrar, tuve el cuidado de pedir permiso para hacerlo. Ella me lo concedió, diciendo:

-Ven criada, ¿ya terminaste con la limpieza de la cocina? ¿Me has preparado algo de comer y un refresco?

-Sí señora, ya he limpiado todo, y aquí le traigo el bocadillo y la bebida que usted me pidió.

-¡Muy bien, buena chica! Sírvemelo todo aquí (dijo al tiempo que me indicó la mesa del centro de la sala)

Delicadamente, coloqué la bandeja con los alimentos sobre la mesa, y descorché la botella para servirle la bebida en una hermosa copa de cristal, que elegí con todo cuidado de la cocina. Todo el tiempo, trataba de hacer mis movimientos calculados, quería mostrarme como una auténtica mucama, o como un mayordomo propiedad de mi reina.

-¿A ver qué me preparaste criada? ¡Oh, muy bien! Rodajas de salmón rosado con queso y pan integral, ¡y cuantas frutas! Ah, y el vino que me has traído hoy. ¡Perfecto! Sin duda, una exquisita merienda. Al parecer, tienes algo de buen paladar. ¿Te gusta lo que ves? Una pobre criada miserable como tú, jamás podrá comer manjares como estos. (Lo dice entre risas burlonas) Pero quizá te tire algo al piso para que comas después, lo voy a pensar.

Me sentía feliz por haber acertado en mi elección de lo que le preparé para su merienda, y también gozaba siendo objeto de sus burlas, aunque no sean de mala intención, pues todo estaba pactado previamente.

-Ven aquí, esclavo, a cuatro patas. Pondré el cenicero sobre tu cuerpo. Voy a fumar.

Ni bien terminó de decirlo, la obedecí al momento. Ubicándome justo al lado de donde ella se encontraba sentada, ofreciendo mi espalda para que pueda poner un gran cenicero, que, sin duda alguna, era muy costoso.

-¡Eso es, marica! No se te ocurra moverte, si llega a caer y romperse este cenicero que traje de mi último viaje a Dubái, ¡te juro que apagaré el cigarro en tus pelotas! ¿Verdad que no te gustaría quedar estéril de esa manera, no? Sería maravilloso, ahí sí te habrías convertido en mi eunuco. (Carcajadas maliciosas de Katia, mientras arroja el humo intencionadamente hacia donde estoy yo)

Yo hacía el mayor esfuerzo por no moverme, sentí temor en algunos momentos mientras ella aplastaba el cigarro contra el cenicero, por la presión que aplicaba (quizás un poco con maldad) que por momentos llegaba a hacerme mover un poco esa parte del cuerpo. Era una tortura: aguantar el peso del cenicero sobre mi espalda, procurando que este no cayera, para evitarme así el castigo que mi ama llegara a darme, o que me eche de su casa y no me deje verla más, lo cual era mi temor más grande, y ella era capaz de hacerlo sin titubear, si yo le fallaba en alguna orden suya.

Hasta aquí esta nueva parte de la historia, continuará, si resulta de su agrado, estimados lectores.