Sesión continua
Continuación de "Algo más que un sueño". Esta vez, todo fantasía.
Continuación de "Algo mas que un sueño" https://www.todorelatos.com/relato/159388/
Tan pronto como nos vestimos después de aquella feroz follada, tomé conciencia de lo que acababa de hacer. Durante aquel frenesí no pensé en ninguna consecuencia o problema más allá de ese rato tan increíble. A pesar de las miradas cómplices, caricias y fugaces besos, mi pasión pierde su batalla contra mi conciencia mientras nos acercamos a la parada de autobús, corroída por la culpa de aquel encuentro salvaje. Nos despedimos con un beso y unas caricias y veo cómo te alejas, devorando desde la distancia ese culo que hace bien poco era mío, dándome cuenta de que no nos hemos pasado los números de teléfono. Quizás sea mejor así.
Llego a casa y la culpa se ha atenuado. Duchándome vuelvo a acordarme ti y me pongo cachondo pensando en tus gemidos, en tu coñito mojado, peludo, en cómo nos hemos devorado y, no puedo evitar masturbarme. Esa noche le hago el amor a mi mujer, como lo hice contigo: pasional, rápido, intenso… y ella se tumba a mi lado, exhausta y satisfecha. Esta vez no pienso en ti mientras lo hago con ella, aunque reconozco que estas presenten en un apartado rincón de mi memoria, como una especie de insidioso pensamiento o una presencia que me carcome.
La siguiente semana toca viaje de trabajo. Durante estos días tu presencia sigue agazapada en mi memoria. A veces toma el control y me excita, me obliga a rememorar nuestro encuentro e invariablemente, suelo pajearme al recordarlo. Vuelvo a mi casa el miércoles y mi mujer está en casa de su madre. No me apetece quedarme solo en casa y decido cenar algo por ahí y quizás ir al cine. Hace una noche muy agradable y deambulo decidiendo que hacer. Al final me decido a ir a ver una peli y a cenar más tarde. Haciendo la cola me quedo de piedra, no estoy seguro, pero parece que tu insidiosa presencia está delante de mis ojos. Noto que la respiración se me acelera y cualquier duda anterior se ve barrida por la vuelta de ese deseo escondido, esperando su oportunidad para asestarme de nuevo un golpe de mano a mi conciencia soberana, imponiendo su dictadura.
Si, eres tú. Mirando la cartelera absorta en tus pensamientos. Tu metro sesenta y tantos de pura lujuria. Tu formas generosas y armoniosas, ese culo que me vuelve loco, embutido en unos vaqueros muy ajustados y, esos ojos verdes donde podría abandonarme. Llevas una camiseta de tirantes con un escote de vértigo y una chaqueta corta. Y tras admirarte un rato sin que me veas, descubro que has venido sola.
Me acerco a ti por detrás y, firmemente para que no haya duda ninguna, mi mano recorre el contorno de tu nalga, notando esa curva perfecta. Te das la vuelta hecha una furia con palabras de indignación a punto de salir cuando me reconoces. El glacial fuego que amenazaba desde tus ojos verdes desaparece y tu expresión furiosa muda en una de asombro. No puedo hacer otra cosa que reírme a carcajadas porque la felicidad me embarga.
— Hola, no esperaba volver a verte si no era en el autobús — digo riéndome.
— ¡Estoy sin palabras! — Aciertas a responder. — Hoy estas aún más preciosa que el otro día — Declaro audazmente, contribuyendo a producirte sonrojo.
Hablamos sin dejar de mirarnos a los ojos y descubres que estoy solo y te pones aun mas roja. Como algo tan natural entre nosotros como follar, decidimos ir juntos a ver la película, aunque mi cabeza desea ir por otros derroteros. Los naturales, por supuesto.
Mientras hacemos la cola, poco a poco me pego mucho a ti para que sientas mi respiración cerca y planto mi mano en tus posaderas en sesiones fugaces, asaltando tus defensas, probando tus puntos débiles.
— ¡Aquí no! — Susurras — ¡Nos van a ver! — Pero tus ojos contradicen tus palabras. Y mi sonrisa te dice que no te cree. Veo que es nuestro turno, pagas dos entradas para la última película rancia de acción. Ultima fila, hacia un lado. Toda una declaración de intenciones. Entramos y subimos las escaleras, no sé qué cojones pinto con una bebida y unas palomitas: lo único que quiero beber son tus besos y de comer solo tu coñito. No dejo de mirar como mueves el culo cuando subo detrás de tuya las escaleras: ese pantalón ajustado me muestra a las claras que solo llevas un tanga de lo ajustado que esta. Mi paquete crece con tal certeza y necesito acomodar mi hombría en cuanto sea posible. Desde nuestra atalaya, elevados frente al resto de asientos, percibo que hay muy poca gente en la sala, dos parejas hacia adelante.
— Hay poca gente en la sala ¿Verdad? — Me dices con una cara en la que tu obvia excitación espolee aún más la mía. Te respondo con una sonrisa taimada y cargada de significado, contestándote con una caricia a tu muslo más cercano. Me acomodo el rabo, que está casi en posición de firmes y veo que no pierdes detalle al oír tu suspiro. Te sonrió y creo que esta noche estas radiante, poco antes de darte un pico. La espera hasta que las luces se apagan es hasta casi dolorosa, lo notas cuando me miras de arriba abajo, notando mi paquete muy abultado y mordiéndote el labio. Cuanto se abre el telón para nosotros, a la caída de la oscuridad, deslizas tu mano por detrás y atraes mi cabeza para besarme. Poco a poco, mis caricias suben por el sinuoso muslo, recorriendo el camino hacia tu sexo, que tan bien me sabe y mejor me sienta. Ahora que las hostilidades se han desatado, envido fuerte, y se que tu cuello y orejas son un punto débil, por lo que lo ataco sin piedad haciéndolo coincidir con la llegada de mi escalada a tu coño.
Jadeas mientras tu contrataque se desata, bajando la cremallera de mis vaqueros y buscando ávidamente mi rabo ya envarado. Tu otra mano ha hecho presa en el pelo de mi nuca y no dejas de usarlo para empujar mi cabeza hacia ti. Jadeo en tu cuello cuando tus manos tocan directamente mi polla y la arrastran fuera, usando tu dedo para jugar con mi humedad en la punta del grande, forzando levente la entrada a mi uretra.
Al poco, me suelto de tu presa, agachándome detrás del respaldo delantero. Me descalzo, me bajo los pantalones y me quito la ropa interior. Después vuelvo a ponerme los pantalones y me incorporo de nuevo con una sonrisa pícara. Jadeas cuando me ves hacerlo y te escapa una carcajada atenuada al verme hacer el ganso, pero el volumen alto de la sala ayuda a que nadie lo note. Nos miramos y volvemos a la faena: tu masturbando mi envarado rabo y yo explorando tu coñito encharcado, cada uno en nuestro asiento.
Busco a oscuras la entrada a tu mojado interior — ¿Por qué no vas al baño un momento y te quitas la ropa interior? — Sugiero.
Me miras con la cara desencajada mientras te sobo el coñito y dices — Cabrón ¿Me pones cachondisima, estoy empapada y me dices de parar? — Y entonces haces lo que no me espero: allí mismo te bajas los pantalones, el tanga y caen con ayuda de mis manos a tus tobillos. Te reclinas hacia adelante en el asiento, me ofreces tu chochito y susurras — ¿Así mejor? —.
Mi reacción, una vez me recupero de la sorpresa y el subidón de tenerte así en un sitio público es inmediata: me deslizo de nuevo al suelo acomodándome entre tus gloriosas piernas, oliendo mi premio a escasa distancia. Como los depredadores acechando, me acerco con reverencia hacia mi presa. Huelo tu excitación, mi rabo casi me duele de lo empalmado que esta y veo tu impaciencia por sentir mi boca cuando te recuestas aún mas y me empujas con tus piernas por detrás de mi espalda. Hacia ti.
Cualquier que se vuelva y mire hacia atrás nos vería y no tendríamos excusa alguna. Pronto, mi lengua empieza a reconocer tus pliegues con reverencia, explorándolo como si fuera la primera vez, atento a tus reacciones. Me encanta olerte y notar tu chorreo continuo, como el agua que se filtra a través de la arena en un manantial. Agarrándote de tus cachetes, me reclino aún más y, separando tus nalgas, alcanzo a lamer cualquier parte de tu baja anatomía. Alcanzo tu culo con la lengua y lentamente recorro todo el camino hasta llegar a tu abultado e hinchado clítoris, lamiendo cada rincón. Jugueteo con cada pelo y poro de piel, recreándome en ello. No dejo de mirar a tus ojos esquivos, que se apartan cada vez que el placer te domina. Veo como te muerdes la mano, en un intento de no dejar escapar lo gemidos de placer al estar jugando con tu excitado sexo. De vez en cuando logras centrar la vista en mis ojos, en una muda comunicación en la que me declaras tu excitación extrema.
Mi cara esta totalmente llena de tus fluidos. Mi polla me palpita como nunca había sentido antes y solo deseo tentar a la suerte y hacerte llegar al orgasmo. Aprovechando tu posición, mi dedo corazón convenientemente lubricado por ti, se sitúa en el anillo de tu culo. Mi mirada interrogante lo dice todo, mientras no dejo de besar y lamo en círculos tu botón.
Susurras — Soy tuya — por respuesta. Y mientras sigo mirando empiezo poco a poco a penetrar tu culo, notando como se adapta al contorno de mi dedo, sin perder detalle de tus esfuerzos por ser discreta, por no perder la poca cordura que tienes ahora mismo. Haces lo imposible por no chillar de placer: muerdes la mano, la manga de mi cazadora… lo que sea con tal de poder seguir bajo la tiranía de mi dedo. Lo meto y saco lentamente, con cuidado pero hasta el fondo, sin dejar de apurar el lago interminable que mana de tu coñito. No tenemos salida, no podemos disimular si nos descubren. No hay equivocación posible si nos ven.
Tu tripa sube y baja espasmódicamente, tu respiración entrecortada. Ambos signos de la cercanía de tu orgasmo. A los pocos segundos, como si una corriente te atravesara, llega el placer en toda su plenitud. Me atrapas con tus piernas mientras no dejo de trabajar los dos agujeros, notando las contracciones en ambos. Muerdes con fuerza la manga de la chaqueta y, no sé cómo, logras contener el aullido que seguro querías liberar. No paras de temblar y pierdes el control de cintura para abajo.
Te arrastro de tu asiento al suelo, recorriendo con la lengua todo el camino hasta tu boca. Necesito follarte ya mismo, no aguanto mas sin hacerlo. Quedamos ambos parapetados tras los asientos y, agarrándote del pelo, notas tu sabor en la boca al besarte. Ahora soy yo el desatado y de un tirón, te bajo el top y el sujetador, liberando esas ubres que me vuelven loco. Ahora soy yo el perro en celo.
Con la cara desencajada, pero recuperando la compostura, me dices al oído mientras muerdes mi oreja — Me da igual que nos pillen follando ¡Pero métemela! — Noto la urgencia de tu voz, mientras que el estado de mi rabo indica el mío. Te doy la vuelta y te pones boca abajo, levanto tu culo mientras que tu cabeza se queda en el suelo.
— Hoy te voy a follar en el suelo, como una zorra — Declaro. Y un callado gemido es tu única respuesta. La candente barra al rojo en que se ha convertido mi miembro tantea la entrada a tu cueva. Hoy no juego ni soy delicado y de una sola embestida, tal es el estado de tu coño, te la meto hasta los huevos, dejándote sin respiración. Un tímido ¡Flop! Suena al chocar nuestros cuerpos. Me inclino hacia ti, tiro del top y peleo por soltar el cierre de tu sostén. Tras unos cuantos torpes intentos, el sujetador cae, liberando tus tetazas, las cuales empiezan a cimbrear al son de mis acometidas.
Mientras follo tu coñito, giras tu cabeza para mirar y me doy cuenta del esfuerzo que haces para no chillar aquí mismo. Aprovecho un tiroteo en la película para aumentar el ritmo y la fuerza de mis embates. Casi deseo que nos descubran para poder oírte chillar de placer al fin. Creo que mas por miedo que por deseo impides que siga follándote, y te das la vuelta.
— Quiero que me folles mientras te miro, cabronazo — Sin mediar mas palabra o tiempo, vuelvo a penetrarte del tirón, quedándonos ambos sin respiración. Afortunadamente los tiros en la película siguen, lo que me permite follarte sin preocuparme del sonido a mojado, de como mis pelotas impactan o de los leves chillidos que soltamos. El morbazo de que nos descubran follando tirados en el suelo nos espolea. Muerdo tu cuello y tus orejas, sabiendo de sobra lo que te provocan y también resuello y gimo para que lo oigas, para que sepas lo cachondo que me tienes, por si acaso la furia con la que te penetro se te escapa.
Te subo los brazos por detrás de tu cabeza, sujetándolos con una de mis manos y no paro de embestir. Se nos hace imposible contener esto, se nos escapan unos gemidos a ambos. Las cosas se empiezan a desmadrar y el ruido comienza a ser notorio: ¡Flop, flop, flop! Cada embate es un golpe húmedo que nos salpica. Se, por tus jadeos, que tu segundo orgasmo de la noche está cerca, pero dudo mucho que que podemos llegar antes de que nos descubran. Intento acelerar los embates y minimizar el sonido que provocan. El inminente orgasmo ya ha derribado cualquier vergüenza en ti. Solo el taparte la boca con una de mis manos evita la notoriedad de tus berreos. Sin taparla, seguro que tus chillidos hubieran acallado la película y llamado la atención sin duda posible. Aquí está. Todo tu cuerpo empieza a temblar cuando te corres de una manera catastrófica: te tiemblan las piernas, los brazos y poco a poco, todo el cuerpo.
Yo sigo a lo mío, perforando sin remisión. Todavía no me he corrido y no pienso irme de aquí sin hacerlo. Cualquier atisbo de discreción por mi parte es abandonado y solo pienso en seguir percutiendo hasta correrme. Y de nuevo, me doy cuenta de que en el calor del momento, hemos vuelto a olvidar enfundar mi rabo: te estoy penetrando a pelo. Justo a tiempo, ese chispazo de cordura, me hace sacarla apresuradamente, un segundo antes de correrme. Los espasmos de mi entrepierna son apocalípticos: por ti, por el morbo, por tu coñito… Eyaculo abundantemente y te mancho entera: la espalda, el culo, el pelo. Parece no tener fin. Y cuando al fin se termina, me desplomo encima de ti.
Apenas tengo fuerzas para acariciar tu pelo lleno de mi semen. Ambos estamos sin aire e incapaces de movernos. La película sigue, aunque encara la recta final, a tenor de los disparos que suenan. Me doy cuenta de que me encanta estar encima de tuya: los dos sucios de la porquería del suelo, resbaladizos por el sudor, pegajosos por el semen. Es una cerdada pero no lo cambiaría ni por la mejor cama del mundo.
— ¡Joder! — oigo que dices en voz bajar. Sonrió y beso tu espalda mientras acaricio una de tus tetas que sobresale — Me vuelves loco, criatura — Te digo al oído. Tu respuesta, aunque inteligible, me vuelve a provocar otra sonrisa.
¨Ojalá este momento no terminase nunca.