Sesion con samara (contado por amo)

Este relato me lo envio "Amo", un amigo del chat. Queria que lo escribiera con mi esilo y lo publicase yo. Ha puesto de nombre Samara a su esclava en homenaje a Malenka y a la protagonista de su saga "Venganza". Lo que aqui cuento es una de las sesiones con ella. Porque es un hecho real.

Es martes y hace varios días que no uso a Samara, mi esclava. Ayer me mando un mensaje para que nos viéramos, y aunque lo deseaba, no me era posible por mi trabajo. Pero hoy la he llamado y le he pedido que se tome la tarde libre en el trabajo. Me ha puesto unas cuantas excusas pero sé que terminara obedeciendo. Es una buena perrita que siempre se esfuerza en obedecer y complacer a su amo, y casi siempre lo consigue. Me encanta su carácter, un poco rebelde y haciéndose de rogar, pero siempre termina haciendo lo que yo le pido.

Justo antes de comer, me mando un mensaje confirmándome que acudiría a la cita. Sonreí maliciosamente. Que ganas tenia de verla, de estar con ella, de hacerla mía, de someterla...

Me dirigí a un supermercado con la idea de comprar cuerdas, pinzas o algún objeto para atarla a la cama, amordazarla y jugar un poco con ella, pero cambie de idea y termine comprando fresas, sirope de chocolate y lambrusco, que se que le encanta. Me dirigí a la caja a pagar, un poco nervioso. Tenia la sensación de que todo el mundo sabia que lo que había comprado era para usarlo con mi perra y no para una merienda.

Me dirigí al hotel donde habíamos quedado y estuve dando vueltas, nervioso. A los diez minutos, la vi aparecer. Estaba preciosa. Llevaba un abrigo corto, unas botas altas negras y unas medias negras también. No se le veía prenda alguna por debajo del abrigo. Me excito pensar que pudiera estar desnuda debajo de esa prenda, andando por la calle mientras todos los hombres la miraban y la deseaban, sabiendo que era mía... Samara. Llevaba el pelo recogido en una coleta y unas gafas de sol. No pude distinguir si llevaba el collar de perrita que le compre el día que se entrego a mí como mi sumisa, pero aun así estaba preciosa. Se dirigió al hotel y a los pocos minutos me llego un mensaje suyo con el numero de habitación. Tenemos que ser muy cuidadosos. Soy un hombre casado, y aunque quiero mucho a mi mujer, el sexo con ella es casi nulo.

Cogí el ascensor y me dirigí a la 308, donde estaba mi zorrita esperándome. Juraría que ya habíamos estado allí, pero claro, las habitaciones de los hoteles se parecen tanto... Pero me trajo recuerdos. Ahí la vi por primera vez vestida de colegiala para mí, ahí la fotografié por primera vez, ahí me corrí por primera vez en su carita de niña buena, ahí le rompí el culo por primera vez. Cuantas primeras veces. Y que grandes recuerdos, jajaja.

Me abrió y no pude contenerme. La bese, la abrace e intente transmitirle un poco de calma. Se la notaba nerviosa. Abrimos el lambrusco y brindamos. El vino nos trajo la calma que necesitábamos.

La mire. Es preciosa, y me encanta cuando esta nerviosa y quiere disimularlo, la risita de niña tonta que se le escapa, me encanta su boca, grande, de labios carnosos, de dientes perfectos. Esa boca que siempre esta dispuesta a proporcionarme placer.

Sin terminar la primera copa, me levante, la abrace por detrás y comencé a besarle el cuello y a mordisquearle las orejas. Me di cuenta que no llevaba el collar. Me disguste, pues le tengo dicho que siempre que este conmigo debe llevarlo. Pero reacciono rápidamente y fue a buscarlo a su bolso y oí el sonido de la cadena de perra que le compre junto con el collar. Ese sonido hizo desaparecer mi enfado de inmediato. Cuando oigo su sonido, mi cerebro lo relaciona con sus gemidos, con todo lo que significo que ella se sometiera a mí aquel día de agosto, con las fotos que le hice arrodillada con el collar al cuello y la cadena descendiendo entre sus pechos y perdiéndose por su sexo y aparecer por detrás de su precioso culo que tanto me gusta y que no me canso de penetrar una y otra vez..

Me miro a los ojos pidiéndome que se lo pusiera, que la hiciera suya, que la sometiera. Y eso iba a hacer.

-         Quítate el abrigo, perrita. Quiero ver que llevas debajo.

Se lo quito coquetamente. Tal y como imaginaba, iba en ropa interior. Rojo, el color de la pasión. Un sujetador de encaje que enmarcaba magistralmente sus tetas, pequeñas pero deliciosas y en su sitio. Un tanga que por delante le cubría apenas la raja de su coñito y que por detrás era de hilo dental que se perdía entre sus nalgas. El color rojo en su pálida piel hacia que pareciera de otro mundo. Estaba sencillamente espléndida. Y mi polla, como siempre, reacciono ante la visión de su cuerpo endureciéndose y apretando la bragueta de mi pantalón, amenazando con romperla.

Me acerque a ella hasta situarme detrás y le puse el collar al cuello. La di la vuelta, la bese y le enganche la correa. Tire de ella hacia abajo. Me entendió a la primera. Se arrodillo y lentamente me desabrocho el pantalón y me bajo la cremallera. Saco mi polla del calzoncillo y me dio un suave beso en la punta. Saco la lengua y me lamió desde los testículos al glande, dejando un brillante rastro de saliva a su paso. Cuando llego a la punta, se la metió con glotonería a la boca. Me dio un espasmo de placer y mis manos agarraron su cabeza, obligándola a tragarse entera mi polla, que para esos momentos era una barra de hierro al rojo vivo. No quería moverme, estaba encantado en esta posición, pero sabia que pronto le faltaría el aire. Así que lentamente la fui sacando de la cueva caliente y húmeda que era su boca y la deje respirar. Se la volví a meter despacio. Empecé una follada lenta de su boca, la metía hasta la mitad y la volvía a sacar. Ella estaba con las manos a la espalda. Sabe lo que me excita follarle la boca así. La verdad es que Samara es una buena zorra. Estoy muy satisfecho con ella, aunque siempre hay cosas que se pueden mejorar. Seguí a este ritmo hasta que note que estaba a punto de correrme. Pero no deseaba hacerlo. Todavía no. Tenia todo el tiempo del mundo para disfrutar de ella. Y para castigarla. Tenia una pequeña cuenta pendiente con ella.

Cuando saque la polla de su boca y me aparte, me miro desconcertada. El brillo de sus ojos me decía que estaba excitada, y su cara, que no entendía mi reacción. Seguramente pensaría que no estaba disfrutando con su trabajo. No era cierto, pero no la saque de su error. Cogí la correa y me dirigí a la cama tirando de ella, que caminaba a cuatro patas como lo que era, mi perrita.

-         Sube a la cama, zorrita, y ponte a cuatro patas, abierta de piernas y mirando al cabecero.

Mientras obedecía mis ordenes, me desnude. Cuando la vi así, en esa posición, creí volverme loco. Al abrirse de piernas, sus nalgas también se habían abierto un poco y podía ver el hilo del tanga tapando su ano. Era una visión espectacular. Ese culo parecía decir: “comeme”.

Le fui bajando el tanga muy lentamente, haciéndola suspirar, y con mis manos separe mas aun sus nalgas. Lamí toda la raja de su coño con mi lengua y la sentí estremecerse. Después mi lengua penetro su agujero trasero. La metí y la saque varias veces, follandola con ella. Cuando vi que respondía a mis caricias moviendo el culo para que la penetrara más profundo con mi lengua, le metí dos dedos en el coño. Entraban y salían con facilidad, pues estaba muy mojada. Gemía y suspiraba sin cesar. Estaba muy cachonda y se movía al compás de mi lengua y mis dedos. Así la quería tener. Excitada, relajada y confiada. Sin saber lo que la esperaba.

Con la mano que tenia libre desenganche la correa del collar. Saque la lengua de su culo y los dedos de su coño. Enrolle la correa alrededor de mi mano hasta la mitad y, descargando el brazo con fuerza, le solté en el culo un correazo con el asa de cuero de la correa.

-         ¡ Ahhhh!

-         ¿ Que pasa, zorra, te ha dolido? ¿ Acaso crees que me he olvidado del numerito que me has montado esta mañana por teléfono?

Y diciendo esto, volví a soltarle con la correa. Dio un grito mas fuerte que el anterior. Por mucho que me disgustase hacerlo, tenia que castigarla. Esa mañana me había llamado hecha una fiera al trabajo. Había empezado a decirme que sabia que me estaba buscando otra puta, que sabia que estaba hablando con ella en ese momento, que tenia todo el derecho de enterarse, etc. Y sabe perfectamente que no tiene derecho a recriminarme nada. En su contrato como esclava esta escrito que tiene el deber y la obligación de satisfacerme en todo, y que si en algún momento no estoy satisfecho con ella, le puedo quitar el collar. También sabe que yo voy a hacer lo que me dé la gana sin tener que darle ningún tipo de explicación. Y que si quiero buscarme otra esclava, que de momento no es el caso, lo voy a hacer le guste o no. Si lo quiere, bien, y si no, también.

Así que su osadía al pedirme explicaciones merecía un castigo. Seguí dándole correazos en el culo. Cada golpe iba dirigido a una nalga. Ella lloraba y suplicaba mi perdón.

-         Por favor, Amo, no me pegue más. No volveré a montarle ningún numero. Le suplico que pare.

-         Calla, puta, te mereces el castigo. Tienes que aprender que no tienes derecho a recriminarme nada. Tu solo estas para satisfacerme, para darme placer, ¿ entiendes?

-         Si, Amo, lo entiendo. Lo entiendo perfectamente. Pero no me castigue mas, se lo ruego. ¡ Ahhhhh!

Seguí castigándola hasta llegar a los 30 correazos, 15 en cada nalga. Para ese momento, me dolía el brazo de descargar con tanta fuerza y ella sudaba por el esfuerzo de aguantar los golpes sin moverse. Solté la correa y acerque mi cara a la suya. Tenia las mejillas llenas de lagrima y se le había corrido el rimel. Aun así, seguía siendo preciosa.

-         ¿ Vas a volver a cuestionar mi autoridad, perrita? ¿ Vas a volver a montarme numeritos como el de hoy?  Ya sabes lo que pasara si vuelves a hacerlo.

-         No, Amo, nunca mas volveré a recriminarle nada. Nunca más.

-         Así me gusta. Buena zorrita. Ahora túmbate boca arriba en la cama, con las piernas abiertas. Voy a merendar.

Hizo lo que le pedía. Mientras ella se colocaba, yo cogí el sirope de chocolate y las fresas. Me acerque a la cama.

-         Bien, perrita. Quédate quieta mientras me preparo la merienda.

Abrí el bote del chocolate. Venia con dosificador. Mucho mejor. Eche un poco en sus pezones y rodee sus aureolas de chocolate, primero una y después la otra. Uní los dos círculos de chocolate en el centro de su pecho y descendí con el sirope por su abdomen hasta llegar al ombligo, el cual rellene de chocolate. Seguí descendiendo dejando un fino hilo de chocolate hasta su sexo, donde pare. Deje el chocolate en una de las mesitas y cogí las fresas.

-         Me encantan las fresas con chocolate, perrita. Y que tu seas el plato donde me las voy a servir, también.

Toque su coño. Estaba mojado, como suponía. Aunque lo negara, a ella también le gustaba que la hiciera sufrir y que la castigara de vez en cuando. Cogí una fresa, la introduje en su coño para mojarla con sus flujos y después la pase por el chocolate de su abdomen. Me la introduje en la boca.

-         Mmm. Deliciosas. Tienen un sabor único. Toma, para que veas que no miento.

Le metí otra fresa en el coño, la pase por el chocolate que había de su ombligo a su pubis y se la di a probar. No pareció gustarle. Pero me daba igual. Seguí haciendo lo mismo. Mojaba una fresa en su coño, la pasaba por el chocolate y me la comía. Después volvía a hacer lo mismo y se lo daba a ella. Mientras ella se la comía, yo le chupaba los pezones y las aureolas para recoger todo el chocolate y para calentarla. Cuando no quedaron mas fresas, me aparte de ella.

-         Bien, zorrita mía. Me he quedado muy a gusto con las fresas. Pero creo que tu te quedaste con hambre. Pero no te preocupes, que he traído mas fruta.

Me miro extrañada. Me reí, cogí el chocolate y me eche un chorro en la punta de la polla. Me miro y comprendió. También se echo a reír.

-         Toma, putita, comete este plátano.

Vino gateando y acerco su boca a mi polla. lamió todo el chocolate con ganas, ronroneando de placer. Cuando no quedo ni rastro de sirope, me hizo una de las mejores mamadas desde que se entrego a mí como esclava. Me chupaba, me lamía, me mordía. Estaba claro que el juego de usarla como plato de mi merienda la había desatado y me lo estaba agradeciendo. Y de que manera. Yo también me volví loco de deseo por ella. La agarre del pelo y me folle su boca brutalmente. Mi zorra había despertado mi lado oscuro, y ya nada me podía parar. Y ella menos que nadie.

-         Si, así, zorra, así. Chupala, trágatela. Comete bien la polla de tu Amo. Joder, como me has puesto. Ahhh, que bien.

No pude aguantar mas el ritmo y me corrí abundantemente. Le llene la boca de leche que tragaba como podía, ya que no había sacado mi polla. Llego un momento que no pudo tragar tan rápido y el semen empezó a salir por las comisuras de sus labios. Pero no se apartaba, la muy zorra. Sabia que verla así me enloquecía.

Cuando por fin termine de descargar en su boca, la saque. Quedaba una gota de semen en la punta que Samara recogió con la lengua para volver a meterse mi polla en la boca y dejármela bien limpia.

Cuando me la hubo limpiado del todo, le ordene que se pusiera como al principio. A cuatro patas sobre la cama y abierta de piernas. Volví a lamerle el coño. Estaba muy mojado, y sabia a fresas. Hundí mi lengua mas profundamente en su vagina deseando saborear el máximo tiempo posible aquel sabor adictivo y afrodisiaco, la mezcla de sus flujos y el sabor de las fresas. Samara movía su culo incentivándome a seguir, a que llegara con mi lengua hasta su útero. Y verla así de encendida hizo que mi polla se endureciese de nuevo.

Saque mi lengua y puse mi polla en la raja de su culo, pero sin penetrarla. Quería hacerla sufrir un poco. Así que me moví de arriba abajo restregándole toda mi polla por su culo. Samara gemía y echaba el culo hacia atrás, buscando que la penetrara. Pero no le di el gusto. Ahora puse mi polla en su coñito y repetí la misma operación. Mi polla se mojaba en sus flujos. Se notaba que estaba cachonda perdida. No tardaría en pedirme que la follara. Y no me equivoque.

-         Por favor, Amo. Úsame.

-         así no se piden las cosas. Pídemelo como la puta que eres.

-         Estoy muy cachonda y tengo ganas de polla. No me atormentes mas y hazlo de una vez ¡Follame, cabron!

No había terminado la frase cuando le metí la polla en el culo de un solo empujón. Dio un grito, mezcla de dolor y de placer, que tuvieron que oír hasta en recepción. Cogí su pelo con una mano y me la folle sin contemplaciones, como sé que en el fondo a ella también le gusta. Con mi otra mano frotaba su clítoris, haciéndola estallar al poco tiempo en un orgasmo brutal.

Sin dejar que se recuperara, le di la vuelta, la abrí de piernas y se la clave en el coño. Aquello le provoco otro orgasmo arrollador. Sentía las contracciones de su vagina, como me apretaba la polla, y eso me puso mas bruto todavía, si es que eso era posible. La cogí por el collar y me comí su boca mientras la bombeaba sin descanso. Samara se agarro de mi cuello.

-         Mueve ese culo, perra, muévete. Te gusta que te folle como a una guarra, verdad?

-         Si, Amo, me encanta, me vuelve loca. Dame mas, mas, maaasss.

La folle con mas intensidad. Me encantaba oírla gemir, retorcerse entre mis brazos, suplicar que le diera mas placer. Y lo que más me gustaba era sentir como se corría, como ahora, que tuvo un tercer orgasmo que hizo que volviera a derrumbarse en la cama, completamente desfallecida. No pude aguantar la visión de su cara congestionada de placer y sus pechos subiendo y bajando al compás de su respiración entrecortada. Me corrí dentro de ella con la misma intensidad que cuando lo hice en su boca. Me derrumbe encima de Samara y la bese en los labios, la mejilla y la frente. Me había dejado completamente satisfecho, como la mayoría de las veces.

Cuando me recupere, me dirigí al baño a asearme un poco. Volví a la habitación, me vestí y me despedí de Samara.

-         Te has portado muy bien, putita. Nos veremos pronto. Espera unos minutos antes de salir. Adiós, Samara.

-         Ha sido un placer complacerle, Amo. Hasta pronto.

Salí a la calle y me metí en el coche. Estaba relajado y satisfecho. Nunca pensé que algún día tendría una esclava hasta que llego Samara. Y mientras me complazca como hasta ahora, seguirá siendo mía. Para siempre. Mi Samara.

FIN

P.D-  Este relato va dedicado especialmente a Samara, la esclava de mi amigo del chat Amo. A la que no tengo el placer de conocer, pero que estoy segura de que es una gran persona y una excelente esclava. Este relato cuenta los sentimientos y emociones que experimenta Amo al usar a su esclava. Samara tambien escribio el relato desde su perspectiva. Si este tiene buena acogida, publicare su versión. Para que todos sepais lo que pasa por la cabeza de la esclava en el encuentro con su Amo. Gracias a todos por leerme.

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