Sesión con Elaine (5)

Otra de nuestras sesiones contada por ella...

SESIÓN 25 DE JULIO

Las múltiples marcas que han quedado esparcidas por mi cuerpo me recuerdan de manera continua lo que mi amo hizo conmigo en la última sesión.

"Totalmente desnuda y tumbada en el suelo, ya". Esa orden que pronunció nada más entrar en el salón dejaba claro la dureza de la doma que tenía preparada para mi.

Sé que tengo absolutamente prohibido ver películas de video sin su permiso pero , incluso así, hay ocasiones en que la tentación es demasiado fuerte.

Había cometido una falta grave y allí tumbada, sintiendo el suelo frío, sabía que mi desobediencia iba a costarme cara.

Le vi aproximarse hacia mi con el par de medias con el que iba a cubrir mi ojos para impedir que supiera cuáles iban a ser sus actos a partir de ese momento.

También colocó una mordaza en mi boca lo que ni hizo sino aumentar mi nerviosismo.

Ya no podría ni ver ni hablar así que me sentía totalmente desprotegida.

Le escuchaba rebuscar en los cajones. Sabía qué hacía pero no qué de entre todas las cosas iba a elegir y eso me inquietaba. Oír pero no saber. Intuir pero poder equivocarme...

En esos pensamientos estaba cuando sentí el primer fustazo sobre mi coño. Había sido un golpe seco, certero y el primero de los muchos que vendrían después.

Colocó una pierna a cada lado de mi cuerpo dirigiendo su cara hacia mi entrepierna y empezó a dar fustazos rápidos.

Cincuenta, sesenta, cien...estaba recibiendo lo merecido y lo sabía pero mi cuerpo era incapaz de mantenerse quieto así que sin pensárselo dos veces, pasó una cuerda alrededor de mi tobillo derecho y la ató a una de las patas del sillón.

Supongo que no quería darme tregua porque en lugar de ir a por otra cuerda para amarrar mi pierna izquierda, simplemente la sujetó con sus manos impidiendo que pudiera moverme.

Totalmente a su merced, continuó azotando fuertemente mi coño y mis muslos sin que los sonidos de dolor que salían por la mordaza pudieran aplacarle.

Habían sido muchos los fustazos recibidos y cuando por fin decidió parar, se acercó a su zorra y empezó a acariciarle la cabeza como a la perrita dolorida que era.

Pero apenas me había calmado cuando sentí la presión de las pinzas de metal en mis pechos. Ésas que pueden ir apretándose con una rosca una vez colocadas y eso era exactamente lo que estaba haciendo ahora; Ajustándolas al máximo en mis pezones.

Ya había desatado mi pierna pero era consciente de que, incluso así, estaba a su total disposición.

El siguiente fustazo en mi brazo me recordó que estaba en lo cierto. Los azotes caían esta vez indiscriminadamente por todo mi cuerpo.

Los brazos, las piernas, los pezones doloridos ya por las pinzas... Igual que antes, eran azotes rápidos y certeros que hacían que me retorciera de dolor a sus pies.

Terminó esta nueva tanda y retiró por fin las pinzas de mis pezones para colocarlas en mis labios vaginales. Si ya el dolor había sido intenso, ahí donde acababa de ponerlas era realmente insoportable.

Soplaba para intentar que mi cuerpo fuera habituándose poco a poco a aquella sensación cuando, inesperadamente, sentí una gota de cera caer sobre mi.

Movía la cera a un lado y a otro, dejando un reguero de cera sobre todo mi cuerpo y únicamente decía alguna palabra para ordenarme parar cuando mi cuerpo se movía involuntariamente por el calor.

Cuando finalmente terminó le oí coger algo del cajón pero esta vez fui incapaz de intuir nada. Ojalá hubiera sido capaz de hacerlo porque la primera pasada del cepillo me pilló absolutamente desprevenida.

Estaba quitando la cera derramada sobre mi con un cepillo. Ya en alguna ocasión había tenido que permanecer sentada sobre él durante un tiempo pero nunca y digo nunca, había sentido el dolor que provoca ser limpiada así.

Pasaba el cepillo despacio o rápido sin ningún tipo de miramientos y la sensación de impotencia que me provocaba hizo que comenzara a llorar.

Había sentido demasiada cera caer y sólo imaginar que ahora había que quitarla en su totalidad hacía que me estremeciera de pavor.

Frotaba una y otra vez por todas y cada una de las zonas con cera y eso incluía el coño. También en esa zona, totalmente dolorida ya, había dejado caer cera y no dudaba en restregar el cepillo para dejarlo bien limpio.

Cuando consideró que su zorra estaba ya limpia, se sentó a descansar no sin antes haberme quitado las pinzas que tanta presión me habían provocado en el coño.

Decidió fumarse un cigarro así que yo dispuse mi boca por si decidía usarla como cenicero. Sólo una vez me usó para tirar la colilla y sabe lo mucho que lo detesté pero tal como iban la sesión esta vez, me esperaba ya cualquier cosa.

En lugar de eso y para mi sorpresa, empezó a acariciarme el clítoris haciendo que me estremeciera y gimiera de placer.

"Puede esta zorra correrse, por favor" , "no zorrita, sabes que no puedes hacerlo".

Esas frases se repitieron hasta en cuatro ocasiones provocándome una sensación de total sumisión.

Mi amo sabe exactamente cómo darme placer y me lleva hasta casi conseguir el orgasmo para negármelo cuando le suplico. Estar disfrutando al máximo pero no poder llegar hasta el final se hace duro.

Cuando ya se lo había pedido hasta tres veces, simplemente me dio a elegir entre pinza o cepillo.

Había odiado cada vez que lo había restregado para limpiarme pero tal y como estaba ahora de excitada, no podría volver a soportar las pinzas en esa zona así que escogí el cepillo.

Tal vez fuera una mala decisión porque inmediatamente comenzó a frotarlo de manera continuada. Arriba, abajo, hacia los lados y aquel cepillo usado de aquel modo causaba más dolor del que había imaginado.

En ocasiones incluso centraba el movimiento en el clítoris intentando que lograra tener un orgasmo pero el dolor hacía que la más mínima sensación de placer desapareciera inmediatamente.

"Anda zorra, tócate tú ahora a ver si te corres"_ esa fue su orden una vez que dejó de restregarme asi que no tenía más posibilidades que obedecer.

No tenía ni ganas ni ánimo para acariciar la zona con mis dedos pero era la orden de mi amo así que lo hice hasta que terminé teniendo un orgasmo.

Creí que llegados a este punto la sesión habría terminado pero qué equivocada estaba.

Me ordenó colocarme de rodillas encima del sofá y cuando escuché el sonido de unos guantes no tuve ninguna duda de lo que iba a pasar.

Había decidido introducir su puño en alguno de mis orificios y cuando desea esto, no para hasta conseguir meterlo entero.

Casi de inmediato, sentí como esparcía lubricante por mi ano así que estaba claro. Iba a ser un fisting anal que dejaría mi culo bien abierto para él.

Empezó metiendo un dedo, luego dos y cuando me quise dar cuenta ya eran cuatro los que tenía dentro.

Empujaba y giraba la mano despacio para conseguir que poco a poco fuera dilatándose pero pronto las envestidas empezaron a ser más rápidas y profundas.

Sabía que no iba a parar hasta conseguirlo así que mi mejor opción era cooperar sacando mi culo tensado hacia fuera y moviendo mi cuerpo al compás de su mano.

Me ordenó que empezara a tocarme para facilitar la entrada así que pronto dejé de distinguir si mis gemidos eran de dolor o de placer.

Todavía recuerdo el momento final, cuando ya sólo queda la parte de la muñeca pero que es sin ninguna duda el más doloroso.

Pero una vez que ya tenía la mano totalmente dentro y empezó a moverla sin parar, hizo que me sintiera como si una enorme polla estuviera follándome el culo y eso me gustaba.

Era una especie de placer doloroso que hacía que sólo recordaba que se trataba de su mano cuando, sin previo aviso, la sacaba para volver a introducirla hasta dentro.

Llegó a hacer esto hasta en cuatro ocasiones por lo que una vez que la sacó definitivamente, mi culo había quedado totalmente abierto y dolorido.

Sin embargo, resulta tan placentero una vez que mi amo tiene su mano dentro que no me importa pasar por el dolor anterior. Merece la pena disfrutar como una perra al final.

Una vez que estuve lavada y calmada, di las gracias a mi amo y empecé a acariciar su entrepierna para meterme su polla en mi boca en cuanto estuvo dura.

Se la chupé despacio, acaricié sus huevos y la metí entera en mi boca hasta que sentí su corrida saliendo.

Había sido una sesión dura pero me honra haber sido merecedora de todos y cada uno de los castigos.

Su zorra deseosa de ser requerida de nuevo.