Sesión con Elaine (4)

Sesión del 1 de julio de 2009 narrado por Elaine.

SESION 1 DE JULIO

Mi amo sabía lo mucho que yo deseaba volver a sentir su boca entre mis piernas y en la última sesión me lo concedió.

No sé si merezco este tipo de contemplaciones por su parte pero le agradezco encarecidamente haber cedido a los caprichos de esta zorra.

Entró en la casa y sin más preámbulos me ordenó quitarme toda la ropa, tumbarme en la cama y esperarle.

Allí desnuda, sin saber qué tenía preparado para mi, sentía como mi nerviosismo ante lo inesperado aumentaba por momentos.

Cuando por fin escuché sus pasos aproximarse, colocó un antifaz en mis ojos.

No veía nada pero al parecer, esto no era suficiente para él ya que colocó dos medias en mi cabeza dejándome sumida en la más absoluta oscuridad.

Allí tumbada con las piernas abiertas, los brazos en la nuca y totalmente expuesta a sus deseos me sentí vulnerable. No sabía para qué exactamente pero fuera lo que fuera, estaba a su entera disposición.

Colocó tres pinzas en cada uno de mis brazos, a la altura de las axilas, en esa zona especialmente sensible al dolor y se marchó.

Escuchaba cómo buscaba en el cajón mientras la incomodidad iba aumentando. Continuamente preguntaba a su zorra qué tal estaba haciéndome creer que iba a quitarlas pero en ninguna ocasión lo hizo.

Lo siguiente que sentí fue el azote de una goma en uno de mis pechos. No había duda. Entre todas las posibilidades existentes, había escogido la que más impotencia me provoca.

Golpes secos, continuados y repetidos que iban dejando mi piel dolorida y enrojecida. Me tenía allí postrada y no iba a dejar ni un solo resquicio de mi cuerpo sin azotar.

Las pinzas continuaban puestas y , no sólo no las quitó sino que las movía con sus dedos o las hacía vibrar con la goma mientras me hacía repetir en voz alta qué era y por qué estaba así: una zorra sufriendo los deseos de su amo.

Finalmente las retiró e hizo presión con sus manos sobre la zona para apaciguar el dolor pero la relajación iba a durar poco. Sujetó uno de mis pies con su mano y empezó a descargar fuertes fustazos en la planta.

Mis suplicas no lograron hacer que parara y dio diez varazos en cada pie y , todavía retorciéndome de dolor, dio otros diez en cada una de mis manos. Instintivamente había intentado apartarme pero me tenía bien sujeta, física y psicológicamente sujeta con sus recordatorios verbales.

Su siguiente orden me pilló absolutamente por sorpresa. No esperaba tener que empezar a masturbarme en aquel momento y ,por primera vez que yo recuerde, me negué a hacerlo.

No me sentía con ganas de tocarme y mi negación provocó su enfado. Yo no soy más que su perra sumisa con la única posibilidad de obedecer.

Repitió de nuevo lo que tenía que hacer y ante mi persistente negación, elevó la voz, ordenó que me metiera también los dedos mientras me recordaba que, en caso contrario, tendría que tomar medidas.

Esa situación de total impotencia y sometimiento hizo que se me saltaran las lágrimas. Lo que no habían conseguido sus duros azotes, lo había hecho la falta de voluntad.

Aunque no me apetecía, al poco tiempo de estar tocándome ya le pedí permiso para correrme pero , como era de esperar, no me lo concedió.

Tras esta primera petición, fue la mano de mi amo la que me provocaba placer y después de otras dos prohibiciones para llegar al deseado orgasmo, paró, se colocó de pie detrás de mi y empezó a azotar intensamente mi clítoris.

Sabía lo excitado que ya estaba en esos momentos y lo muchos que esos azotes iban a dolerme así que me ordenó sujetarme a sus piernas.

Eran azotes secos y sin pausa entre ellos. Diez, veinte, treinta...perdía la cuenta cuando había pasado los sesenta.

Se detuvo un instante e introdujo su polla dura en mi boca. Tumbada boca arriba, con las piernas abiertas, mi amo azotándome desde la cabecera de la cama y su polla en mi boca, me volvían una zorra total.

Puedo asegurar que esos golpes certeros dolían pero también que mi excitación iba en aumento. Me gusta sentir como mi amo folla mi boca y disfruta de ella.

Inesperadamente paró. Se dirigió hacia la parte contraria de la cama, se puso en cuclillas y empezó a chupar mi clítoris con su lengua.

No daba crédito a lo que estaba pasando. Mi coño, que había sido azotado sólo unos minutos antes, se derretía de placer en su boca.

Lo chupaba, lo lamía, lo agarraba entre sus labios mientras mi cuerpo se movía de placer y largos gemidos salían de mi boca.

Mi pelvis se movía arriba y abajo mientras él no paraba de comerme el coño de esa manera que tanto me gusta.

Desconozco si tendría que haberle pedido permiso para correrme en esta ocasión pero ni se me pasó por la cabeza hacerlo.

El primer orgasmo llegó con intensidad pero mi amo siguió chupando y no paró hasta que hube tenido el quinto.

El placer era tal que incluso ahora al recordarlo, el cuerpo se me estremece. Realmente sabe cómo hacer que se corra su zorra.

Volvió a colocarse en la cabecera de la cama e introdujo su polla dura en mi boca para seguir follándola.

Penetraba fuertemente hasta dentro, una y otra vez sin parar llegando hasta el fondo o la sacaba para que mi lengua pudiera chupar bien los huevos.

De repente, sentí como se dejaba caer su culo en mi boca para que se lo comiera e, instintivamente, mis manos se movieron hacia sus glúteos para abrirlos y su ano al alcance de mi lengua.

Se lo chupaba sin parar mientras sus jadeos de placer me alentaban a seguir. Sé lo mucho que a mi amo le gusta que mi lengua así que se lo chupé sin parar, disfrutando gustosa hasta que mi amo se corrió sobre mi cuerpo.

Su abundante corrida había quedado esparcida por mi pecho, mi barriga, mis piernas...mi amo me había dejado totalmente pringada.

Llegados a este punto nos tumbamos el uno junto al otro para relajarnos y reflexionar sobre una sesión en la que me había azotado, me había humillado, me había concedido el placer para terminar con su corrida en mi cuerpo.

Claro que eso de que la sesión hubiera terminado es relativo. Ambos lo creíamos así pero cuando ya duchados y vestido conversábamos en el salón, algo de lo que dijimos hizo que mi cara de guarra y su polla dura aparecieran de nuevo.

Giró mi cuerpo bruscamente hasta colocarlo sobre sus piernas y mientras apretaba mi cuello con fuerza, me ordenó que me masturbara.

En esta ocasión no lo dudé y empecé a tocarme gustosa. Me tocaba despacio mientras mi amo introducía sus dedos en mi garganta, tiraba de mis pezones o me tapaba boca y nariz haciendo que me ahogara.

Yo disfrutaba de ese momento de sumisión pero tanto deleite empezó a disgustar a mi amo. Elevó la voz para ordenarme que me corriera pronto y ante mi tardanza, empezó a abofetearme la cara.

Descargaba su rabia en cada bofetada lo que no hacía sino incrementar mi placer. Mi cara estaba quedando dolorida pero era mi amo quien lo causaba y esa sensación me excitaba.

Tras pedir permiso a mi amo, tuve un nuevo orgasmo realmente intenso gracias si duda a la situación de obediencia y sometimiento en la que me encontraba.

Una vez más, mi amo había conseguido adiestrarme con una de sus espléndidas sesiones

A la espera de ser requerida de nuevo

Su zorra