Sesión con Elaine (2)

Sesión del 5 de junio de 2009 narrado por Elaine.

La última sesión que tuve con mi amo fue corta y sencilla pero no por eso menos intensa de lo habitual.

Estábamos charlando tranquilamente cuando señaló sus rodillas con las manos. La orden era clara así que me incorporé y dejé caer mi cuerpo sobre él.

Me ordenó colocar las manos en la nuca y todavía vestida empezó a azotar mi culo con sus manos. Iba contando interiormente y notando la intensidad de cada golpe cuando, inesperadamente, cogió una de sus zapatillas. Eran unas simples deportivas pero la suela de goma de las mismas provocaba un picor agudo en mi piel.

Yo seguía contando interiormente e intentando aguantar sin quejarme pero superados los doscientos, mi cuerpo involuntariamente empezó a intentar esquivarle. También mis brazos se soltaban y ,cuando eso ocurría, su respuesta a mi desobediencia era azotarme con mayor intensidad.

Mi amo repetía que aquello terminaría cuando con sólo pedirlo pero yo quería aguantar. No rendirme demasiado pronto y fallarle pero al llegar a trescientos azotes no pude por menos que suplicarle que parara.

Me acarició como a una perra dolorida, lo que era yo en aquel momento, y me permitió sentarme en el suelo y descansar un rato.

Ya en aquel momento no tenía nada puesto así que el contacto de algo frío calmó el dolor pero la tranquilidad no duraría demasiado.

Trascurridos unos minutos mi amo me ordenó tumbarme boca arriba y abrir las piernas.

Yo tenía los ojos cerrados así que no vi como cogió la fusta pero si sentí el primer azote en mi clítoris. La sesión continuaba sin apenas haberme dejado tiempo para descansar y esta vez se centraba en la parte delantera de mi cuerpo.

Los fustazos caían con gran intensidad sobre mi coño y la parte interna de los muslos mientras yo contaba en voz alta. No quería cerrar mis piernas porque sabía que eso sólo provocaría que mi amo aumentara la fuerza pero , involuntariamente, se juntaban.

Llegué a contar hasta noventa antes de perder la cuenta. El dolor iba aumentando hasta que finalmente tuve que suplicarle que parara.

Lo siguiente que escuché fue cómo rebuscaba en la bolsa de las pinzas y sin previo aviso colocaba dos en cada uno de mis pechos. Me ordenó tirar de ellas y mientras yo sentía el dolor que éstas provocaban, mi amo empezó a masturbarme.

Todavía tenía el coño resentido pero eso no evitó que empezara a gemir de placer. Sus dedos me tocaban haciéndome disfrutar y retorcerme en el suelo de gusto. Escuchaba su voz recordándome que no me corriera sin pedirle permiso y eso no hacía sino aumentar mi placer.

No sé cuánto tiempo pasó antes de que de preguntarle si su zorra podía correrse y escuchar su prohibición para hacerlo. Si yo pedía permiso mi amo paraba momentáneamente para continuar a los pocos segundos.

Me impedía llegar a un orgasmo que yo estaba deseando pero tener que controlarme y saber que necesitaba su consentimiento me excitaba más incluso. Finalmente accedió a mis peticiones y tuve un orgasmo realmente intenso.

Él sabe cómo hacer que mi cuerpo estremezca de gusto y cuando no había dejado de temblar, sentí cómo la fusta golpeaba una de las pinzas y la arrancaba de golpe.

Había olvidado que todavía estaban puestas en mis pechos así que aquel varazo me pilló por sorpresa e hizo que gritara de dolor.

Recordé también que aún quedaban más pinzas que quitar y, viendo lo que había hecho con la primera, empecé a pedirle por favor que no hiciera lo mismo con las restantes.

En esta ocasión y para mi sorpresa,, él aceptó no sin asegurarme que sería la última vez que me concedería algo parecido. Había sido una perra estúpida no queriendo soportar aquel dolor y me avergonzaba a mi misma. Sabía que mi amo no me lo permitiría más pero también que yo no volvería a pedirle algo parecido.

Todavía con la vergüenza en el cuerpo, le escuché preguntarme si quería la fusta o sus dedos. Apenas habían trascurrido unos minutos del orgasmo y ya me ofrecía tener otro.

No sé qué esperaba que escogiera pero sin dudarlo opté por sus dedos y volví a sentir cómo tocaba mi clítoris provocándome placer.

En esta ocasión tardé más en correrme pero el orgasmo fue igual o incluso más intenso que el anterior.

La sesión no había durado demasiado pero sin ninguna duda no le había faltado nada.

Dolor, humillación, placer y la confirmación de que mi amo es capaz de otorgame todo aquello que necesito para sentirme orgullosa de pertenecerle.

Una vez más, esta perra está deseosa de ser requerida por su amo.