Sesion compartida
Sesion con mi señora compartida con otra sumisa
SESION COMPARTIDA
Soy Enrique, tengo 45 años, abogado, divorciado, de 1,64 m, complexión normal, y no mal conservado para mi edad, y sirvo a una señora desde hace unos meses, dos tardes a la semana, cuando ella me llama y debo acudir a su casa, o a veces me hace llevar los fines de semana fuera de nuestra localidad, a hoteles de lujo y discretos, sirviéndole todo ese tiempo 24/7. Pero lo normal es quedar de una sesión para otra. En este caso tras pasar una sesión de sumisión, humillación y adoración con mi señora me indicó que volviera al día siguiente por la tarde a las 7 en punto y que lo íbamos a pasar bien ya que no estaríamos solos.
Dicha indicación me dejó inquieto a la par que excitado, pensando en ello todo el día e imaginando quien pudiera ser la compañía si otro hombre o una mujer. Finalmente llegó la hora indicada y tras llamar al timbre de su puerta, me abrió mi señora que ahora describiré como mujer de 38 años, de 1,70 m, morena con melena sobre los hombros, con generosos pechos y delgada, la cual en ese momento iba sexymente vestida con un body que dejaba ver sus pechos tras transparencias y con el sexo accesible tras una cremallera, así como pies enfundados en sandalias de tacón. Me hizo pasar al salón y tras indicarme que me desnudara por completo, quedándome totalmente en pelotas sin nada encima, me pusiera de cara a la pared.
Mi señora salió de la habitación y al rato oí como se acercaba taconeando por el pasillo, junto con otras pisadas de alguien que por lo amortiguado de las mismas debía ir descalza, entraron en la habitación y tras unos minutos, mi señora me indicó que me diera la vuelta, por lo que pude observar la escena, allí estaba mi señora y otra mujer de unos 40 años, unos ocho centímetros más alta que yo, rubia con mechas, generosos pechos con grandes areolas oscuras que caían libres hacia los lados, pies pequeños con las uñas pintadas de color carmín, y con algo de sobrepeso en el vientre, completamente desnuda con sus piernas algo separadas dejando entrever un coño depilado, y algo azorada por estar desnuda ante un hombre desconocido igualmente desnudo y excitado.
Tras aquella visión que me excitó aún más, mi señora nos presentó a ella como Marta y a mí como Enrique, por lo que nos hicimos un breve saludo con la cabeza y tras comprobar mi estado de excitación agarrándome fuertemente la polla ya excitada, indicó que parecía que me gustaba la visión que tenía, tal y como se comprobaba por el estado de mi polla, a lo que sonrió Marta sin parar de mirarla.
Acto seguido y tras darme varias fuertes palmadas en la polla que oscilaba libre de un lado para otro, mi señora me mandó arrodillarme, acercarme a mi compañera sumisa y lamerle los pies, mientras ella desde atrás me ataba los huevos con una cuerda y tiraba de ellos, mientras yo lamía los dedos de los pies el empeine de Marta, que mantenía las piernas abiertas, causándome un gran morbo la situación, lamiendo y siendo castigados en mis huevos atados con puñetazos de mi ama.
Marta también gozaba al verme sometido y lamiéndole los pies con un brillo especial en sus ojos, fijando su mirada en nuestra señora por orden de ésta, hasta que con un tirón de mis huevos dijo basta, y me separó de la sumisa a la cual ordenó ponerse a cuatro patas, postura en la que yo estaba, y tras sentarse en su sillón nos ordenó a ambos que le quitáramos las sandalias, adorásemos y lamiésemos sus divinos pies, mandato que realizamos lamiendo cada uno de nosotros un pie de nuestra ama, la cual con la fusta que tenía en la mano nos atizada en la espalda para que no perdiésemos en interés en la adoración, observando de soslayo de vez en cuando a Marta, la cual se afanaba con el pie derecho de la señora, a cuatro patas y con las tetas colgando deliciosamente.
Al cabo del rato, se levantó y nos hizo levantar a nosotros para que nos pusiéramos uno frente al otro (todo ello con una gran excitación al tener delante una mujer bella, desnuda y sometida al igual que yo), nos indicó que nos iba a calentar el cuerpo y para ello, trajo primero unas cadenas como de 50 centímetros, terminadas en pinzas metálicas, colocándome un extremo en cada pezón, uniendo el otro extremo a los pezones de la sumisa, por lo que nos invadió un súbito dolor, ordenándonos que nos uniéramos, pasando a esposarnos las manos, a ella detrás de mi espalda y a mi detrás de la suya, por lo que la unión era estrecha, sintiendo sus tetas sobre mi pecho y notando ambos las pinzas que mordían nuestro pezones, y colocándome mi señora la polla entre las piernas de la sumisa a la cual ordenó que cerrara las piernas para comprimir mi polla y huevos entre sus piernas, por lo que mis partes quedaron apretadas y excitadas aprisionadas entre las piernas de la sumisa, la cual tenía su coño húmedo y rezumante de jugos a la altura de mi vientre.
Ya colocados, nuestra señora empezó a usar el látigo en nuestros culos y espaldas, empezando por la sumisa, que a cada latigazo se unía mas a mí y más apretaba las piernas en torno a mi polla y huevos, resfregando su coño y sus tetas y pezones pinzados en mi cuerpo, causándonos dolor por las pinzas pero también placer al contacto.
Tras ser sometidos ambos al látigo, y con nuestro culo y espalda bien calientes y lacerados, y observando que nuestra ama que se había despojado de toda la ropa que llevaba quedándose desnuda salvo por las sandalias de tacón, dado el esfuerzo que estaba realizado, y viéndola azotándonos y bailando sus tetas sudorosas al compás de los azotes me excitaba aún mas, nos indicó que ya estábamos bien calientes por detrás, que ahora nos tocaba por delante, y tras desatarnos las manos, nos condujo a un a aparato que estaba en una esquina de la habitación consistente en un caballete de un metro de largo, sostenido por tres pilotes metálicos, dos a los lados y otro en el centro, unidos por un listó de madera de unos tres centímetros de grosor en la parte frontal, subiéndonos al mismo quedamos a unos cincuenta centímetros cada uno, con la cadena con las pinzas aún colocada y tirante ya que medía esa distancia, y clavándonos el listón, dado que esos tres centímetros de grosor se le clavaban a ella en el culo y coño y a mí en el culo, dado el peso de nuestro cuerpo, colocando mi señora mi pene en lo alto del listo, uniéndolo al mismo con cinta adhesiva y los huevos, cada uno a cada lado del listón.
Seguidamente nos ató las manos a la espalda, y los pies a la base de los pilotes, por lo que quedamos son posibilidad de movernos, con la cadena de pinzas, y el listón clavándose en el culo y coño.
Tras unos minutos dejándonos en dicha postura, y la incomodidad creciente al clavársenos el listón, empezó nuestra señora con el castigo, empezando con azotarme la polla con una fusta, alternando los huevos, interior de los mulos y vientre, y a ella, tras quitarnos las pinzas con un golpe de fusta, golpeó en las tetas, vientre e interior de muslos.
Tras dejarnos doloridos y calientes, nos desató y bajamos del caballete, encaminando a la sumisa a un potro, doblándola sobre el mismo, dejando su hermoso culo a la vista y abierto, al atar los tobillos a las patas traseras del potro, y las muñecas por delante a las patas delanteras, apoyada por el vientre en el mismo y las tetas colgando, y una vez verificado lo anterior me indicó que la follara, por lo que me agarré a sus caderas y tras resfregar mi polla por su raja del culo y coño, se la introduje de un golpe en el coño, hasta chocar mis huevos, empezando un suave vaivén, y estando en ello noto como mi señora que se había colocado un arnés con una polla de considerable tamaño, se coloca a mi espalda y tras resfregar por mi culo con un líquido frío, introduce poco a poco el consolador por mi culo, y me indica que saque la polla del coño de la esclava y se lo meta también por el culo, estando los dos ensartados por el culo, yo pegándome a la sumisa follándole el culo y en contacto con su espalda, sudorosos ambos, y la señora taladrando mi culo agarrada a mis caderas, en continuo movimiento, que a su vez transmitía en embestidas a la sumisa en una enloquecida penetración, hasta que la señora nos mandó corrernos, cosa que hicimos dejándome caer sobre la sumisa al igual que me ama lo hacía sobre mí aplastando sus tetas en mi espalda.
Tras unos momentos de descanso, y resbalándose mi semen por las piernas de la sumisa, mi ama sacó el consolador de mi culo, y desató a la sumisa, obligándonos a acercarnos a ella, de rodillas, a fin de darle placer a ella, lamiéndole yo el coño y la sumisa el culo, indicándonos que lo hiciéramos bien para poder ella gozar y nosotros podamos descansar, lo cual hicimos aplicándonos a conciencia hasta que nuestra señora estalló en un orgasmo compulsivo, apretándome mi cabeza contra ella hasta que quedó satisfecha y relajada.
Tras ello nos mandó retirarnos, asearnos, vestirnos y marcharnos hasta la próxima cita, cosa que hice y tras bajar de la vivienda del ama, me paré en un bar en la esquina para tomarme una cerveza bien fría, y estando en ello pasó por la puerta Marta, que al verme entró en el bar y se acercó a mí, llevaba puesto, al ser verano, un vestido de tirantas vaporoso que dejaba entrever las tetas sin sujetador y sandalias, y tras pedirme que la invitara a una cerveza, me dijo que me conocía, que sabía quién era, y mirándome a los ojos fríamente, me indicó que más me valía hacerle caso desde ahora…..