Sesión ciber con mi Amo
Como pasé la tarde con mi Amo.
Aun tratando de entender qué fue lo que me pasó, intentaré poner en palabras lo que he sentido durante la última sesión de BDSN que tuve con mi Amo, Franck. En primer lugar, he de contar que aguardaba a mi Señor algo triste, por no haber estado a la altura de sus exigencias en nuestro encuentro anterior, y sabiendo que eso me significaría un merecido castigo, que esperaba como quien teme lo inevitable.
Hacía dos días que tenía una restricción, por la cual no debía tener sexo vaginal con mi esposo... Esa misma tarde, lo habíamos hecho analmente y me había corrido de ese modo; aunque todavía tenía muchos deseos de ser penetrada por el coño. Mientras lo hacía, pensaba que al obedecer el mandato mi Amo, le pertenecía aun más.
Hacía un día que no tenía noticias de mi Señor, y ya estaba angustiada por ese motivo, y con grandísimos deseos de saber de Él. Sentí una enorme felicidad al ver que se conectó, y como siempre, no vaciló un segundo en saludar a Su perrita. Lamenté no haberlo podido esperar en la penitente forma que se me había ordenado (desnuda y de rodillas), pero realmente no estaba sola en la casa.
Tuvimos una charla en la que hablamos animadamente de diversos temas, hasta que mi esposo salió con los niños, y al quedar sola, Su orden fue "ponte en pie y desnúdate ya". Despojada de la poca ropa que llevaba, me ordenó jugar con mis pezones y colocarles broches y pinzas a los costados... Por un momento creí que no podría resistir el suplicio. Entonces, mi Señor me obligó a ponerme de rodillas y luego de tenerme en esa humillante posición, me pidió que me moviera los senos... la tensión de las pinzas se intensificaba de ese modo, y sentía mucho dolor al hacerlo, pero sabía que no debía dejar de jugar con ellos hasta no tener una nueva orden, y fue que juntara los pechos y los atara juntos con un cinturón...
Sentí mucho dolor mientras lo hacía... pero al terminar, parecía que las pinzas y broches, ya no punzaban tanto. Cada nueva incomodidad, aplacaba en cierta forma la anterior, y así iba experimentando cada tortura, con un subsiguiente alivio aparente. Luego de eso, la orden de mi Amo fue que encendiera una vela y comenzara a derramar cera sobre mis dolidos pechos.
Sentí gran temor de llevarlo a cabo. Me asustaba mucho la idea de poder quemarme. Aparté la vela cuanto me fue posible, y comencé a gotear la cera. Realmente fue doloroso hacerlo, y por momentos todo otro dolor que no fuera el de la cera hirviente derramándose irremediablemente sobre mi piel, parecía diluirse hasta desaparecer... Al mismo tiempo que sentía la quemadura, sobrevenía un dulce e inesperado alivio al suplicio que pinzas y broches me causaban. Acto seguido, mi Dueño me dijo que podía retirar ya las pinzas circundantes, y que sólo dejara los broches de los pezones. Agradecí dentro mío a mi Señor... pero al retirarlas, fue tanto o más doloroso que cuando las coloqué.
Entonces el Amo mandó que Su perra derramara cera sobre el coño. Sentí terror ante la sola idea... Pero nuevamente obedecí. Las primeras gotas, me laceraban la piel... Todo era una mezcla de sufrimiento, miedo y a la vez gran excitación. Esos minutos parecieron eternos. Cuando pensé que no toleraría más el contacto de la cera caliente sobre el pubis desnudo, el Señor me ordenó introducirme un enorme consolador en el coño y sentarme sobre él. Comprobé con sorpresa que estaba muy húmeda y excitada con la situación, más aun de lo que me hubiera permitido creer... Sentir mi conchita llena y bien dilatada, me proporcionó un gran placer y alivio; luego de haberlo esperado tanto.
Me pidió que comenzara a moverme como si estuviera follando al consolador... pero ya no alcanzaba ese placer para hacer más llevadero el sufrimiento de mis pezones. Le pedí a mi Señor que me liberara de los broches, pero me dijo que esperara su orden. Luego de dos minutos eternos, me dijo que ya podía retirar los broches, y que me masajeara los pechos... al hacerlo, se combinaba el entumecimiento provocado por broches y pinzas, más el cinturón y el ardor de la piel escaldada por la cera caliente... Entonces, me ordenó que tomara otro consolador y lo introdujera en mi ano, ofreciéndole la vista de mi culo... ya doblemente penetrada, me ordenó tomar asiento y preguntó cómo estaba mi coño. La respuesta fue "muy húmedo".
En ese momento, me dijo que retirara el consolador que llevaba en la vagina y que comenzara a meterme los dedos en ella... comencé con dos, luego con tres, introduje el cuarto... y me pidió que metiera también el restante. Sentía mucha resistencia en las paredes de mi coño, e imperioso deseo de orinar. Casi creí que no podría contener ese deseo... así que le dije a mi Amo que sentía mucho no poder seguir, pero que necesitaba liberar ese deseo.
Me ordenó tomar el bol y hacerlo frente a Él. Creo que la urgencia pudo aun más que la humillación, y no vacilé en hacerlo. Pero debí retirar el otro consolador. Me sentía muy expuesta y nerviosa... los deseos de orinar no cesaron, pese a que lo había hecho ya. Creo que tenía la vejiga sensibilizada por la estimulación, porque aun siento alguna molestia al orinar.
Cuando había satisfecho (a medias) mi necesidad, el Señor ordenó a Su perra introducir la lengua en el recipiente, bajo amenaza de tener que beber su contenido si no lo hacía. La sola idea me repugnaba, pero deseaba ser una buena perra sumisa y tenía muchos deseos de complacer a mi Amo... Confieso que me costó mucho hacerlo. Sentí el líquido salado entrando en contacto con mi lengua, en un acto sin precedente en mi vida. Me sentía ultrajada y humillada, totalmente rebajada a la condición de perra. Deseando internamente que estas prendas agradaran a mi Señor; al ver cuánto que era capaz de hacer por Él.
Me preguntó cómo estaba, y Le respondí que muy nerviosa, que no se me habían ido del todo las ganas de orinar. Me dijo que sólo tenía 10', y que quería que en ese lapso de tiempo me corriera introduciendo casi el puño dentro de mi coño. Como pude, empecé a forzar la entrada de mis dedos en la vagina, mientras acariciaba mi clítoris... Estaba muy excitada, pero por momentos el dolor que sentía no me permitía entregarme del todo al placer. Le dije a mi Amo que Su perra deseaba mucho escucharlo, sabiendo que Sus palabras me encenderían muchísimo... Y fueron justo ese bálsamo que mis heridas necesitaban para dejar de molestar y así poder entregarme por completo a ese goce inevitable que se venía gestando desde hacía más de una hora. Empecé a correrme casi sin control, alentada por la voz de mi Dueño, que reclamaba más placer de Su esclava...
No sé cuántos fueron los orgasmos, ni cuánto tiempo se prolongó ese placer... Pero cuando sentía que ya no podía más, un nuevo orgasmo sucedía al anterior, en un ciclo que parecía repetirse incesantemente. Quedé temblando, con el sexo deshecho en un mar de estremecimientos, y aun con deseos de ser tomada por mi Señor y poder colmarlo de besos y caricias.
Cómo se sufre la distancia en esos momentos en los que uno desea compartir lo que está sintiendo! Dar de probar a mi Amo la suma de todos los intensos goces que me hizo experimentar en ese encuentro mágico. Cuánto dolió la despedida... Y sobre todo, las palabras que quedaron sin poder decirle. Es inexplicable lo que siento en este momento, pero curiosamente, una de las más recurrentes sensaciones, es la del gran amor que me suscita con su mirada peculiar. Nunca otro hombre vio en mí, las cualidades que mi Amo aprecia y desea que desarrolle. Me exige más allá de lo que cualquier otro se atrevió a pedirme. Y eso hace que realmente desee transigir y doblegar mi voluntad, subordinándola a Sus caprichos arbitrarios y déspotas. Quiero ser un isntrumento para Su placer y satisfacción, porque allí decide mi mayor felicidad.
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