Servicio de mantenimiento en el hotel

Mientras el marido juega a las cartas en el salón, la señora necesita ayuda en la habitación.

Gabriela y yo trabajamos de recepcionistas en un hotel. Siempre procuramos dar un esmerado servicio a los clientes.

Desde el primer momento en que la vi, supe con certeza que esa mujer tenía que ser mía. Se acercó al mostrador de la recepción decidida y segura, conocedora de su atractivo a dar sus datos y los de su esposo. Le adivino unos cuarenta años muy bien llevados, es alta y delgada, quizás en exceso por ese afán de mantener su esbelta figura.

Exhibe una abundante melena, muy cuidada y coloreada con tonos color ceniza que le dan un toque de sofisticación. La piel muy bronceada, fruto de muchas horas tomando el sol o en el solarium, que resalta sus facciones de muñequilla (hace pocos años debió ser una autentica diosa).

En su estilizada silueta destaca su pecho, mediano y tan firme como el de una chica casi adolescente. Su turgencia reclama la atención de los hombres y la admiración de las otras mujeres.

Su indumentaria y adornos complementan su imagen sofisticada, que la hacen transmitir un aroma seductor que solo algunas mujeres poseen.

El marido es el hombre prototipo de unos cincuenta años, parece un poco cansado del afán de su mujer por mantenerse en primera línea y ser el centro de atención de todas las miradas. Tiene a su lado una autentica vampiresa pero eso parece que le resulta monótono y no le hace demasiado caso.

Tras una rápida inspección, Fina nos deja a Gabriela, mi compañera en el mostrador de la recepción  y a mi, desnudos ante sus ojos. Como si tuviese una percepción ultra sensorial nos ha descubierto en nuestra secreta estrategia para seducir a nuestras presas entre los visitantes del hotel, y por los comentarios que ha hecho estamos seguros que vamos a tener juego con ella.

-         "Muchas gracias… sois muy amables… ya nos iremos viendo", dice con voz cálida en tono claro de anuncio de próximos encuentros, mientras se pavonea de su estupendas tetas y su estilizada figura.

El día siguiente, después de la hora del café, se acerca a la recepción para pedir la llave de su habitación. Bromea con Gabriela sobre lo bien que sienta una siestecita y que se va sola a la habitación. Disimuladamente ha dejado caer que  su marido se ha  quedado jugando a las cartas con unos nuevos amigotes. A mí me dirige una mirada que me atraviesa hasta los huesos.

Cinco minutos más tarde se recibe en recepción una llamada. La atiende Gabriela.

-         "No se preocupe… enseguida mandamos alguien de mantenimiento… ah!, claro… entiendo… enseguida sube… no, no… no se preocupe… todo está controlado… yo misma lo vigilo…. Claro, claro…. Jejeje…. Si, si… muy bueno… vale, ya va…", dice Gabriela y cuelga el teléfono.

-         "Anda machote… sube a la 317, que te está esperando… dice la señora de antes que una persiana no funciona bien jii ..jiji", se ríe mi muy amiga y compañera Gabriela.

Toc, toc…toc, toc, no responde nadie. Bajo la maneta y se abre la puerta, entro y encuentro la habitación a oscuras. Cierro tras de mi con la llave que hay puesta en la cerradura. Avanzo a tientas hasta que la tenue luz de la mesilla se enciende.

El cuerpo de Fina yace sobre la cama, cubierto por la sabana y dándome la espalda. Estoy muy nervioso y excitado. ¿Qué hace esa mujer con su estupendo cuerpo echada sobre la cama habiendo pedido asistencia al servicio de mantenimiento? Y si se trata de un malentendido y se organiza un escándalo? Adiós trabajo de recepcionista?

Enseguida la duda se desvanece, Fina se da la vuelta y descubre su hermosísimo torso desnudo. Sus tetas son estupendas, como dos montañas elevadas, coronadas por dos pezones acabados como una perfecta tetina de biberón. A mi me parecen salidas de un catálogo de exquisiteces.

Ella me las muestra muy orgullosa. En cuanto comprueba que ha captado mi atención sobre ellas, se las empieza a manosear y empieza a jugar haciéndolas saltar y brincar alegres.

Sobre la cama, Fina se estira, se dobla, se acurruca para luego desperezarse lentamente, todo ello para exhibir su portentoso pecho y sus larguísimas piernas.

Disfruto de la sesión como si fuese un fotógrafo que capta con su cámara cada pose, cada gesto, cada curva. Ni que decir tiene que tengo un empalme de caballo.

-         "Vamos… vamos, desnúdate y ven un rato conmigo", me invita melosa.

Me desnudo rápido, hasta llegar al calzoncillo, ahí me detengo un instante para llamar su atención. Luego me lo bajo lentamente dejando que mi polla salga dando un respingo y quedando señalando hacia el techo. Fina se acomoda boca arriba y espera a que vaya a por ella.

Para su sorpresa me pongo a los pies de la cama, y me la meneo lentamente ante su mirada impaciente. Luego tomo su pie y lo acaricio procurando no hacerle cosquillas. Le lamo los dedos y luego le chupo el dedo gordo sorbiendo con fuerza.

Con la mano acaricio su larga pierna, su piel es extremadamente suave, bien depilada y perfumada. Poco a poco, voy subiendo por sus piernas acercándome cada vez más a su conchita que permanece oculta tras un trozo de sabana.

Esta estupenda mujer ha adoptado un papel pasivo, esperando ver cuáles serán mis caricias y hasta donde llegara mi osadía de hombre joven y ardiente.

Con la estimulación previa, ya no necesito nada más para seguir por este sendero de apasionada posesión. Siento unos deseos enormes de comer en esa rajita que imagino tan rica y jugosa.

Sus tetas las tendré a mi antojo cuando la tenga bien ensartada. Así se lo hago saber, elogiando su exquisita perfección, mientras manejo a mi antojo sus piernas para abrirme paso hacia la golosa meta.

Fina se muestra complacida al oír mis comentarios sobre sus pechos y se abandona de cintura para abajo a mi lamidas y mis mordiscos.

En medio de este juego veo sobresalir de debajo de la almohada un cilindro de plástico de color vainilla. Voy a cogerlo y ella se percata y trata de impedirlo. Me adelanto y lo tomo en la mano. Es un cilindro con el lateral estriado y la punta redondeada pero aplastada en forma de espátula… es un vibrador.

Cuando lo pongo en marcha, Fina parece sentir algo de vergüenza, pero enseguida se entrega al juego y me deja que experimente con su juguetito.

Me pongo entre sus piernas y voy pasando el vibrador por encima de su piel. Desde los tobillos hasta la cadera, desde la cintura hasta el hombro y luego en su cuello, su nuca, su barbilla y sus labios.

Luego voy bajando por su garganta, sus hombros, su pecho y sus tetas. Siguiendo el hermoso perfil de sus senos desplazo el vibrador desde el costado hasta el mismo pezón. Desde el inicio de la teta hasta coronar en su rico pezón me desplazo lentamente rozando apenas la piel con el aparato. Fina empieza a suspirar excitada e impaciente.

Le chupo los pezones y busco con el aparato sus costillas, el vientre y el borde de su marcado hueso de la cadera. Allí me entretengo un poco pues ella parece sentirse perdida al estimular este punto.

Luego me dirijo hacia su entrepierna, sus ingles y finalmente a su rajita.

Antes de manipular con el aparato, me sumerjo entre sus piernas para descubrir su larga raja. Tiene unos labios largos y finos, de momento cerrados y limpios de cualquier rastro de vello.

Los lamo viniendo con la lengua desde el culo hasta su monte de Venus.

Lo hago varias veces hasta humedecerlos bien y comprobar que se van dilatando y abriendo a mí. Meto la lengua y busco entre los pliegues su clítoris. Parece como si tuviese dos corazones pues siento palpitar uno dentro de mi boca.

Con mis dedos separo los labios y acerco el vibrador. Lo coloco primero en los labios separados y luego sobre la perlita.

Fina empieza a jadear y culear tratando de tocar y no tocar el aparato, de sentirlo y no sentirlo, en un sí pero no, muy excitante.

En cuando apunto el aparato en su conchita, se detiene, abre de piernas y mueve súbitamente las caderas para engullir el aparato. Poco a poco se lo voy introduciendo en medio de un torrente de gemidos.

Con mucha picardía cambio de velocidad, dándole al máximo. Fina sorprendida trata de cambiar de nuevo, y tomar las riendas. Se lo impido sujetándole las manos. Apoyo las rodillas a la altura de su costado dejando mi polla entre sus tetas.

Le obligo a que me pajee mientras el vibrador incrustado en sus carnes, sigue con su infernal movimiento. Le sujeto los pechos, se los amaso y hago que mi capullo roce con su pezón con los frotes que me da.

Así descubre el placer que proporciona el vibrador sin control a la máxima potencia, el gusto de tomar una buena polla a escasos centímetros de la cara, y que además se entretiene en rozar con sus lindos pechos y golpear sus apetitosos pezones.

Fina jadea fuerte próxima al orgasmo. Yo ya no me puedo contener…

-         "Sigue… sigue dale fuerte …", le pido hasta que un churreton de leche espesa y caliente se derrama entre sus pechos y cuello.

Fina levanta un poco la cabeza, suficiente para alcanzar con la lengua a recoger unas gotas que penden del capullo.

Luego en medio de unos gemidos que hacen poner el vello de punta, se restriega la polla por las tetas esparciendo la leche. Mientras siento como su pubis se convulsiona una y otra vez, apretando los músculos para recibir un orgasmo profundo y salvaje.

Al día siguiente se repite la escena. Fina nos pide la llave, hace un gesto a Gabriela como indicándole que vigile a su esposo, y a mí me dedica una clara invitación con un estimulante parpadeo.

Cinco minutos más tarde estoy de nuevo frente a su puerta. Esta vez entro directamente y cierro a mi espalda. Ella me espera completamente desnuda, tumbada de costado enseñándome su espalda, su culito pequeño y sus largas piernas. El vibrador esta sobre la cama, a su lado, como olvidado accidentalmente… la invitación es maravillosa.

Antes de que ella se vuelva, me desnudo, tomo el vibrador en la mano y beso sobre su cadera.

Termina de ponerse boca abajo, dejándome a mi antojo su estilizado cuerpo.

Pongo en marcha el aparato y desde los tobillos hasta los hombros, brazos, cuello, nalgas, cintura paso por cada rincón rozando levemente sobre la piel.

La parte interior de los muslos y las nalgas es donde se deja sentir mas sus efectos. Se da la vuelta, se atusa los pechos y separa las piernas lentamente para ofrecerme su coñito.

Coloco el vibrador sobre los labios de su vagina que rápidamente se humedece al recordar lo que paso ayer.

Cuando ya empieza a introducirse suave, la pongo en cuatro y le dejo el aparato en su mano. Yo quiero clavarla fuerte en su coño, golpeando contra su culo menudo y disfrutar de la suavidad de la piel de sus muslos y nalgas.

Mientras bombeo una y otra vez, zarandeando su cuerpo ligero, ella se acerca el vibrador hasta el clítoris consiguiendo una estimulación extra.

También lo frota entre mis piernas y lo pone debajo de mis huevos que cuelgan y golpean contra sus nalgas.

Siento ganas de acariciar su espalda y recoger en mis manos sus pechos que cuelgan agitados por mis empujones. Al sentir como los rodeo y los acaricio, se le escapa un gemido de placer.

Me separo un poco y bombeo con mucho ritmo y fuerza. Antes de correrme, me separo y me siento en el borde de la cama. Le indico que venga conmigo y la ayudo a sentarse en mi regazo, dándome la espalda pero con mi polla clavada hasta lo más profundo.

Los dos nos vemos reflejados en el espejo de enfrente. Desde atrás le tomo los pechos y los acaricio hasta arrancarle varios gemidos. Ella extiende sus largos brazos hacia atrás, se alborota la melena, acaricia mi cuello y se deja conducir como enajenada, ebria de placer viendo como le toco sus preciosas tetas.

Se deja caer un poco hacia atrás, dejando su cuerpo libre. La levanto un poco, le hago ver el placer tan enorme que supone el levantarse ligeramente y luego dejarse caer sobre mi. Poco a poco empieza a brincar alegre clavándose mi polla hasta el fondo.

En el espejo vemos como se abre paso entre los labios de su vagina, y como se humedece del líquido viscoso que lo moja todo.

Sus tetas saltan siguiendo el ritmo de su cabalgada. Ella gira las caderas a un lado y a otro para ver cómo se mueven alegres desde todas las perspectivas. A mí me encanta verla contenta, disfrutando de la visión de esas tetas que tanto le gustan, y sintiendo como su culo mojado por sus fluidos se acomoda en mi pubis.

Pone una mano sobre su coñito sintiendo como mi polla se mete suave una y otra vez en su cueva, y la otra para rozar sus pezones, pellizcarlos y sentirlos duros como rocas.

Le froto la espalda y le ayudo en sus movimientos para ganar más amplitud, hasta que empieza a culear, adelante y atrás, moviendo el culo en círculos y a gemir dejando caer la cabeza hacia los lados.

Siento como los músculos de las piernas y de su vagina se contraen espasmódicamente, sin control, exageradamente… como presos de un ataque…

El flujo vaginal me moja los muslos, Fina resopla… y resopla… hasta que lanza un grito espeluznante. ¡qué corrida tan bestial!... no se atreve a mirarse en el espejo.

Cuando para ella ya están terminando las contracciones, me llega mi corrida que inunda su coñito.

Deverano.