Servicio de caballeros 2
Nuestros respectivos ex, siguen amargándonos la vida. Pero todo tiene un final. Hay algo de filial.
Servicio de caballeros 2
— ¿Era ella verdad? — Lorena me miraba con una profunda tristeza.
—Sí, mi amor… Era ella, pero eso no debe preocuparte.
— ¿Qué quería? —Su voz parecía un gemido. La pena no la dejaba hablar.
—Quiere verme. Que vaya a encontrarme con ella en la cafetería del centro…
— ¿Irás? —Dejé el móvil en la mesa y sujeté sus manos con las mías.
—No, bueno, no sé, pero no debes preocuparte. Dice que quiere ver a las niñas pero yo sé que es solo un pretexto. No tengo ni idea de lo que pretende. ¿Tú sabes algo?
—Creo que sí… Luis, mi exmarido, la ha dejado. Me lo confirmó una amiga mía a quien le preguntó dónde estaba yo. Quería volver conmigo. Creo que debes ir a verla. De todos modos piensa que es la madre de tus hijas.
—Vaya. Yo también tengo noticias de tu ex; al parecer la estuvo chuleando hasta que ella se cansó y lo dejó. Ahora anda sin trabajo y sin medios de vida. Por eso querría seguir aprovechándose de ti. Por eso te digo que por Lara no debes preocuparte. Ella sabe cuidarse y vivir de alquilar su cuerpo.… De todos modos la veré. ¿Quieres venir conmigo?
—No Alberto, creo que debes ir tu solo. Yo no quiero conocerla. Y lo curioso es que no la odio. Le debo a ella haberte conocido a ti. Haber encontrado la felicidad que con Luis se me negaba. ¿Llevaras a las niñas?
—No, no tiene derecho a verlas, las abandonó e intentó que yo las odiara diciéndome que no eran mías. Ahora ya no tiene derecho a verlas. Además, sé que sería una mala influencia y mis hijas a ti te quieren mucho… Creo que más que la han querido a ella nunca.
Ha pasado un año desde que descubrí que Lara, mi exesposa, me engañaba, trabajaba como prostituta.
En medio de la debacle de mi vida conocí a Lorena, era la esposa de uno de los clientes de Lara y fue la luz que alumbró los momentos de oscuridad tras el divorcio. Ella también logró divorciarse de su marido, utilizando los videos que tomé en el servicio de caballeros. Ahora vivimos los cuatro juntos y mis hijas la adoran.
Efectivamente acudí al encuentro de Lara. La encontré muy desmejorada. Delgada hasta la exageración y se cubría la cara con unas enormes gafas de sol.
Alargó la mano y la rechacé…
—¿Qué quieres Lara? ¿Por qué me has llamado?
—¿Podemos sentarnos en el bar? — Su voz era casi un lamento.
—Venga, no tengo mucho tiempo. — Nos sentamos y pedimos café.
Mientras nos servían escruté su rostro. A pesar de las gafas no podía ocultar los moratones en su cara. También en sus brazos y cuello, aunque intentaba cubrirse.
—Estoy muy enferma Alberto… Sé que no tengo derecho a pedirte nada, pero necesito ayuda… Por favor.
—Pídesela al que te folló en los servicios hace un año. Creo que es tu amante ¿No?
—No, ya no lo es. No seas cruel conmigo.
—Vaya, yo estaba convencido de que la cruel eras tú. Piénsalo un poco. Hasta el extremo de tratar de convencerme de que mis hijas no eran mías… Bien… ¿Y se puede saber qué te pasa?
—Es una larga historia. Luis, el que viste conmigo, se separó de su mujer y vino a vivir conmigo, pero en realidad lo que quería es que trabajara para él. Y lo hice, durante algunos meses, hasta que empezó a buscarme sesiones de sado duro. Los ingresos eran cuantiosos, pero él se quedaba con todo. Llegó un momento en que ya no pude seguir. En una de las sesiones sufrí lesiones importantes y tuvieron que hospitalizarme. Además se complicaron con infecciones que me impidieron seguir trabajando y el muy cabrón se largó dejándome sin un céntimo. Ahora no tengo por dónde tirar.
— ¿Y cómo tienes la cara dura de pedirme que te ayude después de lo que me hiciste? Ya te dije que no quería verte más y si he accedido ha sido porqué mi pareja me ha empujado a hacerlo.
—Necesito muy poco Alberto. Para pagarme una habitación y para comer…
Dicho esto rompió a llorar. No me fiaba mucho, pero parecía sincera, y a la vista de su apariencia, sus hematomas, su ropa precaria… Lo cierto es que me dio pena. No la odiaba y tampoco le desea ningún mal, pero temía que me complicara la vida. Y al fin y al cabo era la madre de mis hijas.
—Mira Lara. No te debo nada. Pero te voy a ayudar… Dame un número de cuenta y te pasaré algo cada mes para que puedas sobrevivir. Pero ten en cuenta que te controlaré. Si sospecho que lo que te doy no es para comer, ropa y alojamiento… Te corto el grifo y te las apañas. De todos modos, lo haré durante seis meses, después ya hablaremos. ¡Ah! ¡Y no se te ocurra acercarte a las niñas! No quiero que te vean ahora que ya han superado la angustia de tu abandono.
—Lo entiendo. No te preocupes… ¿Con quién estás?
—Eso no es de tu incumbencia. Mantente alejada de mi familia y todo irá bien. Ahora tengo que marcharme.
—¿No me darás un beso de despedida?
—¿Cómo? No, Lara. Después de lo que pasó llegué a odiarte, después pasé a sentir asco y ahora ya no siento nada. Déjame seguir así.
Agacho su cabeza y vi deslizarse una lágrima por su ajado rostro. Buscó entre sus cosas en el bolso y sacó una libretita donde anotó un número de cuenta y me lo entregó.
—Gracias Alberto. En el fondo sabía que podía contar contigo.
Me levanté, dejé cinco euros en la mesa y me marché. Regresé paseando a casa. Al llegar llamé a Lorena pero no estaba. Supuse que habría ido a buscar a las niñas, que estaban en casa de mis padres y luego se habría entretenido en el parque con ellas.
Me senté a ver la TV pero no lograba concentrarme. La imagen de mi ex, tan abatida, me intranquilizaba. No la odiaba, tampoco sentía nada por ella, pude superar el rencor por lo que me hizo con ayuda de Lorena. Me quedé dormido hasta que el ruido de la puerta al abrirse me despertó. Miré mi reloj, habían pasado tres horas.
—Hola cariño, ¿y las niñas? ¿De dónde vienes?.
—Lo siento Alberto. No he podido evitarlo. Al marcharte lo pensé y te seguí hasta la cafetería donde estabas con Lara. Necesitaba conocerla, aunque fuera de lejos. Pero al levantarte de repente para marcharte casi me descubres y me escondí… Esperé a que te marcharas observando a Lara.
—¿Has estado siguiéndome? Podías haber venido conmigo…
—Pero… Apenas desapareciste llegó Luis, mi ex y se sentó con ella muy acaramelado. Se levantaron y los seguí hasta donde viven ahora, en una casita en las afueras. No sé lo que habéis hablado pero Luis no es de fiar.
—¡Pero que hija de puta! Se ha puesto a llorar porque decía que Luis la había dejado sin un euro y no tenía ni para comer…
—Es posible Alberto. A ella la he visto muy mal. Con esa pinta ya no puede trabajar, Luis, la utiliza para pedirte ayuda y así seguir viviendo los dos. Antes vivía a mi costa y ahora…
—Mira, vamos a dejarlo así. No quiero saber nada de ella, Lorena, y menos de tu ex…
Durante unos días no hablamos sobre Lara. Intenté normalizar nuestras vidas.
Una mañana tuve que salir de mi oficina para realizar unas gestiones que terminé antes de lo previsto. Pensé en acercarme a ver a Lorena en su trabajo para tomar un café con ella.
Al llegar a su planta la vi, de lejos, atareada, colocando mercancía en los expositores. Pero me quedé helado al ver a su ex acercarse a ella por la espalda y llamar su atención. Lorena se giró y con una sonrisa se acercaron y se dieron un piquito en los labios, mirando a su alrededor, al ver que no había nadie que pudiera verlos, se abrazaron y se besaron con lengua.
Me camuflé como pude para que no me vieran y esperé a ver que hacían. Hablaron un momento y Lorena se separó de él para acercarse al que parecía el jefe del departamento con quien habló unos instantes. El hombre asintió con la cabeza y Lorena regresó a su departamento, pasó cerca de donde esperaba Luis y sin acercarse le hizo un gesto. Él afirmó con un gesto y la siguió a distancia.
Se bajaron hasta el sótano y Luis se adelantó, entró en el servicio de caballeros, donde yo había presenciado a mi ex siendo poseída por esta malnacido.
Luis entró y al momento se asomó para indicarle a Lorena que entrara. Ella no dudó, entró y la puerta se cerró tras ella.
Un sudor frio bañó mi cuerpo en un segundo, la adrenalina me provocaba alfilerazos en el dorso de las manos, pero me repuse. Abrí un poco la puerta del servicio, lo suficiente para ver en su interior y escuchar sus susurros. Ya estaban dentro del cubículo del WC… ¡El mismo en el que se folló a Lara!
Y yo entré en el mismo en el que presencie la acción con mi ex. No quise ver lo que hacían, pero les oía hablar.
—Luis, ¿por qué aquí? — Era la voz de Lorena.
—Por morbo Lore. Saber que tú estabas arriba y yo aquí follándome una puta me ponía mucho…
—¿Y ahora, follándote a esta puta? ¿Te excito? ¿Me deseas?
—No te imaginas cuanto, sobre todo saber que le pongo los cuernos al mismo pero con otra mujer, tú… ¡Si tu novio supiera lo golfa y viciosa que eres!
—¡No debe saberlo, Luis! Estamos muy bien, tú con tu puta y yo con mi cornudo. ¡Fóllame el culo cabrón que lo estoy deseando! Déjame el culo y el coño llenos de tu leche que me encanta que Alberto me folle después. Dice que lo tengo siempre chorreando… Jajaja, si supiera que es tu leche la que me lubrica. ¡¡Ahhh, que gusto, joder!!
Los sonidos acompañaban a la charla, golpes de carne con carne, de fluidos comprimidos…
—¿Cuándo podremos ir a tu casa Lara y yo para follar en tu cama?
—Pues mira, mañana tengo el día libre. Tenemos toda la mañana para nosotros. ¡Pero qué cerdo eres, Luis! ¡Te gusta follar en la cama de Alberto!
—No te imaginas cuánto. Ese cornudo me dejó con el culo al aire. Me despidieron de mi trabajo por sus videos y te llevó con él. ¡No se lo perdonaré nunca!
—Bueno… bueno… Tú también te tiraste a su mujer…
—Pero no es lo mismo… Lara era puta antes de que yo la conociera… La culpa era de él, que no la follaba en condiciones. ¡Plash… Plash! ¡Como yo a ti ahora! ¡AAhhhhh! Me corro…
—¡Y yo cabrito, empuja, párteme el culo como tú sabes!… ¡AAhhhhh!
Ante estas manifestaciones yo ya tenía muy claras mis opciones. Los dejé terminar, me marché en silencio y regresé a mi despacho.
Le dije a mi jefe que necesitaba marcharme por qué no me encontraba bien. Al ver mi cara no puso demasiadas pegas.
Fui a casa y me dispuse a colocar una cámara en el salón y otra en el dormitorio, conectadas vía wifi a internet para poder ver y oír lo que ocurría desde mi móvil, con claves que solo yo conocía.
Esperé en un café cercano, desde donde podía ver mi casa, a que llegara de su “trabajo”. Ya traía a mis hijas del colegio, entraron en casa y esperé hasta la hora en la que yo solía volver a casa para no levantar sospechas.
Besos a mis niñas, pero me daba asco besar a Lorena. Sabía que unas horas antes se la había chupado a Luis después de haberse corrido en sus agujeros. Cubrí el expediente con un ligero beso en la mejilla. Ella se extrañó.
Al acercarse pude oler su cuerpo. Olor a semen y a sexo. Ella pareció dase cuenta.
—¿Te pasa algo Alberto? — La pregunta de Lorena no me sorprende.
—No, Lore… Es solo que no me encuentro bien, seguramente por algo que he comido…
—¡Venga tontín, vente a la cama conmigo que te voy a quitar las penas!
—No cariño… Hoy no me encuentro bien, déjalo para mañana cuando se me pase esto…
Me puse el pijama y me fui a la cama mientras Lorena daba de cenar a las niñas y las acostaba.
Cuando llegó me hice el dormido. Ella fue a ducharse y se acostó desnuda. Supongo que era incapaz de soportar su propio hedor.
¿Y yo? Por qué no rompía de forma radical con Lorena? ¿Acaso tenia tendencias masoquistas? Necesitaba ver y oír a estos cerdos haciendo cerdadas para convencerme ¿De qué? ¿Acaso no disponía de las pruebas que necesitaba para enviar todo a la mierda?
Todas estas reflexiones me atormentaban. Lorena se acercaba peligrosamente a mi espalda. Pasaba su brazo por mi cadera y colaba la mano bajo la cinturilla del pijama para acariciar mi pene que, de forma involuntaria se erguía, se endurecía y me provocaba una excitación incontrolada que aprovechaba Lorena para quitarme el pantalón, forzarme a tenderme de espaldas y cabalgarme insertando mi espada en su vaina. No sé si limpia o no, tras la ducha. Sus pechos se movían desaforadamente mientras se desplazaba adelante y atrás, insertándose mi verga hasta lo más profundo de su vientre.
Se detiene, saca mi miembro de su vagina para insertarlo en su ano, primero despacio, después se sienta de golpe introduciéndolo de golpe y exhalando un grito, de dolor… placer… Poco a poco empieza a moverse, arriba, abajo, arriba, abajo. No comprendo qué me ocurre. En condiciones normales ya me hubiera corrido, pero ahora soporto la galopada, no me llega a satisfacer y aguanto… Al tiempo que me cabalga se frota su clítoris con una mano y se retuerce los pechos con la otra. Hasta que ella estalla gritando de placer en un orgasmo brutal. Cayendo de bruces sobre mi pecho, besándome y babeándome la cara. El asco que me produce me bloquea. Mi verga se encoge sin eyacular. No he llegado al orgasmo… No quiero dejar mi semen junto al del cerdo de Luis…
Ella se deja caer a mi lado respirando agitadamente, hasta calmarse poco a poco.
—¡Joder Alberto, qué corrida! ¿Y tú? ¿No quieres correrte? Déjame que te chupe y verás.
No quiero que sospeche nada, así que me dejo manejar por sus manos y su boca. Poco a poco me lleva al punto de no retorno. No evito la tentación de correrme en su garganta y, sin ella esperarlo, sujeto fuertemente su nuca contra mi pelvis, descargando profundamente y provocándole arcadas y casi asfixia.
—¡AAhhhggg! ¡Coño Alberto, casi me ahogas!… Pero me ha gustado. Así debería ser siempre…
Cuando termino enciendo la luz de la mesilla y veo como le cuelga de la nariz los mocos de mi corrida. Aun así, ella sonríe, se acerca y trata de besarme, yo la evito. Le doy la vuelta y la pongo a cuatro patas sobre la cama. La imagen de su cara cubierta de lefa me ha excitado y mi verga está de nuevo lista para la refriega. No lo pienso. Se la meto de golpe por el culo hasta el fondo.
—¡Ahhh, cabrón, me dueleee!
Grita y trata de sacarla, pero tiro de su cabellera como si se tratara de unas riendas de yegua y bombeo sin miramientos en su vientre. Ella sigue gritando pero poco a poco se calma. Al parecer se excita con la follada. Le palmeo con fuerza los cachetes del culo hasta ver como se enrojecen. La acción me pone a mil. Me gusta forzarla. Sobre todo sabiendo lo que sé.
Me corro de nuevo en sus intestinos en un último empujón que realmente, estoy seguro, será el último…
Caigo derrotado en la cama y me doy la vuelta dándole la espalda. Poco después me duermo.
Despierto y estoy solo en la cama. Oigo hablar en el salón. Me acerco despacio para escuchar que pasa… Lorena habla con alguien por teléfono.
—… Luis, anoche pasó algo que me mosquea. Se comportó de forma agresiva. Me folló como nunca lo había hecho… No… no… Te lo digo porqué es posible que sepa, o sospeche, algo de lo nuestro y no sé cómo va a reaccionar… … Sí, sí, seguimos con nuestro plan para hoy… no te preocupes, cuando lleguéis lo llamo a su trabajo por el fijo y me aseguro que está allí… … Vale… hasta luego.
Al dejar de hablar me dirigí rápidamente al dormitorio y me hice el dormido, al entrar ella me zarandeó para despertarme y me miró con una gran sonrisa en su rostro.
—¡Venga, machote, que anoche te comportaste como un toro! — Dijo sin dejar de sonreír.
—¿Lo dices por los cuernos? — respondí forzando una sonrisa.
—No hombre… ¿Qué piensas? … Vamos levántate que ya es hora. — Me dio un piquito y se fue a la habitación de las niñas para vestirlas y prepararlas para el cole.
Me duché y mientras ella se aseaba llamé a mi jefe de sección para pedirle que desviara las llamadas del teléfono fijo de mi despacho a mi móvil, con la excusa de que esperaba una llamada importante.
Desayunamos todos juntos como cada día y mientras ella llevaba a las niñas yo comprobaba el funcionamiento de las cámaras con una tablet con sim telefónico desde donde podía ver y grabar lo que ocurriese en mi casa. Con mi coche me dirigí a una calle donde había un aparcamiento de pago donde lo dejé. Esperé en el café desde donde podía ver mi casa. Poco después Lorena entraba en la casa. No había pasado ni quince minutos cuando aparecieron Luis y Lara, andando, debían haber dejado su coche en una calle cercana; entraron sin llamar, ya estaba abierta la puerta.
Me fui a una mesa del fondo del bar para abrir mi tablet. Apareció la imagen del salón. Estaban los tres sentados. Lara y Lorena en el sofá y Luis en el sillón, mi sillón, frente a ellas. Tomaban unas bebidas que les puso Lorena. Hablaban, me coloqué los auriculares para oírles.
—¿Qué te pasa Lorena? Te veo nerviosa.
—Anoche estaba raro Lara. Tú lo conoces mejor que yo, has convivido con él mucho más tiempo… Primero no quería sexo, yo lo provocaba pero nada. Quería que me comiera el coño con las corridas de Luis, pero no tragó. La que no aguantaba más era yo y tuve que ducharme. Después en la cama conseguí calentarlo pero me corrí varias veces y él como si nada, eso no es normal. Después me enculó a lo bestia, me dolía, pero también lo disfruté, ya sabes como soy, Luis… Voy a llamarlo a su trabajo… No me fio, aunque he registrado toda la casa antes de que vinierais por si acaso…
Por el fijo de casa llamó a mi oficina y lógicamente respondí yo, tratando de que los ruidos del bar no se transmitieran. No había mucha gente y en el rincón donde me encontraba reinaba el silencio.
—¿Alberto? ¿Cómo estás?
—Hola Lorena, estoy bien… ¿Por qué?
—Por qué anoche te noté raro. ¿Te pasaba algo?
—No querida… Bueno… Problemas en el despacho… No es nada.
—Bueno… Un beso… Te quiero Al…
—Te quiero Lore…
Vi como colgaba el teléfono, aun así movía dubitativamente la cabeza.
—¿Qué pasa Lore?
—Nada Luis, que en el fondo me da pena Alberto. Es bueno conmigo y lo traiciono con vosotros…
—Ese mismo sentimiento tenía yo Lore, pero es tan soso follando, tiene tan poca imaginación… Me aburría con él y Luis me ponía mucho. Y a ti también. Las cosas que nos hace con Alberto… Ni soñarlo. Tuvo que pillarnos en el servicio de caballeros… Jajaja… Para que todo se fuera a la mierda. Bueno, no todo. Yo tuve a Luis y tú lo liaste bien a él… Bueno, ¿qué hacemos hoy?
—Yo ahora mismo comerte el chochito Lara, que me encanta tu sabor…
Lorena se arrodilló entre las piernas de Lara y la subió loa falda.
—¡Ahh, puta! ¡No llevas bragas!
Hundió la cara entre los muslos de Lara y esta se abrió de piernas en V al máximo.
Luis no se estuvo quieto, levantó el ligero camisón de Lorena subiéndoselo a la espalda.
—¡Ahh Lorena, tú también eres una buena putita, tampoco llevas bragas zorra!
Se desnudó en un santiamén y colocándose tras Lorena le incrustó la verga hasta el fondo. No sé por dónde, pero lo supongo por el grito desgarrador de ella. Comenzó con un mete saca brutal. Las tetas de Lorena se movían al vaivén de las embestidas de Luis.
¿Y yo? ¿Cómo me sentía? Extrañamente las imágenes no me excitaban en absoluto; era como ver una mala película porno, con malas actrices y peor actor.
Poco después los gemidos atormentaban mis oídos y acabaron con orgasmos, primero Lara, después Lorena y al final Luis dejando la lefa en la espalda de su ex.
Cayeron respirando agitadamente en el sofá los tres.
Tras unos minutos de descanso se desnudaron unos a otros. Lorena besaba a Lara en la boca, Luis lamía el sexo de Lorena… Decidieron ir al dormitorio. Luis palmeaba los culos de las dos…
Nueva imagen. La cama, aun deshecha de haber dormido nosotros. Lara se tumba en ella y huele las sábanas, la almohada…
—¡Aun huele a Alberto! Me gustaba su olor… El aroma natural de ese hombre me excitaba. Pero el muy cornudo no me acompañaba. Si me hubiera tratado como lo hace Luis… Aun seguiría con él…
Percibí tristeza en sus palabras y en su rostro…
—¡Venga puta, de perra y abre tu culo? ¡Lorena cómeselo! Prepáralo para mi polla. Ponte debajo y chúpale el coño a esta guarra que se está poniendo tierna. Lo que más me pone es ponerle los cuernos con sus dos mujeres en su propia cama… ¡Jajaja!
Obedeciendo como buenas perras amaestradas, Lorena se colocó tras Lara para lamerle el agujero, Luis le follaba el culo, ya abierto antes, con los dedos, tres, girándolos, entrando y saliendo…
Lorena se retiró y la polla de Luis ocupó su lugar… Lara gemía. Seleccioné esta imagen. Llamé al móvil de Lorena en modo videoconferencia. Vi como ella se sobresaltaba y desnuda fue a buscar su teléfono.
Entró con el aparato en el cuarto y les hizo una señal de silencio a los dos que estaban en la cama follando como locos, se giraron y callaron con cara de sorna.
Al responder le puse la cámara enfocando mi tablet, para que viera la imagen, su propia imagen a cuatro patas en nuestra cama con los Luis y Lara. Dejé que viera la imagen del dormitorio, que se viera a ella al pie de la cama y los otros dos follando.
—¿Lo estás viendo, Lorena? Por qué yo si lo veo, lo he visto y… No quiero verte más. Recoge tus cosas y te vas ¡AHORA MISMO! Llévate a esos dos también o llamo a la policía para que os saquen de “mi casa” por ocupas… ¡Fueraaa! (Fue lo primero que se me ocurrió)
Lorena se dejó caer en la cama y empezó a llorar. Luis y Lara la rodearon tratando de calmarla. Ella negaba con la cabeza. Se levantó, bajó una maleta del altillo del armario y empezó a recoger cosas de los cajones.
—¡Eres un cabrón, Alberto! — Era la voz de Lara que me increpaba.
—Y tú una puta y mala mujer. Lo mismo que esa cerda de Lorena. ¡Fuera de mi casa! Y no vuelvas. Voy a interponer una denuncia por acoso. A los tres. Os quiero fuera de mi vida ¡Joder! ¡¡Fueraaa!! (Ya no sabía ni lo que decía)
El grito alertó a los camareros que se acercaron a ver qué pasaba. Les mostré las imágenes y les expliqué lo que ocurría. Los necesitaba como testigos por si me pasaba algo. Poco después vi como dejaban la casa. Luis se adelantó para acercar su coche y cargar la maleta de Lorena…
Recogí mis cosas y me planté en la puerta del bar para que me vieran al marcharse. Lorena lloraba. Lara mostraba una cara de auténtico cabreo y Luis no la levantó, mirando al frente. Eran las tres personas que habían amargado mi vida las que se alejaban…
Entré en mi casa.
Intenté tranquilizarme. Me duché, me vestí, preparé unas maletas con la ropa imprescindible y fui al colegio a por mis hijas. Me las llevé a casa de mi hermana Celia que vivía en otra ciudad distante unos cien kilómetros.
En los días que siguieron presenté la dimisión en mi trabajo. Logré un acuerdo de despido que me permitiría vivir sin problemas hasta encontrar otra ocupación. Encargue a una inmobiliaria la venta de la casa mientras estaba con mi hermana que me acogió con cariño, estaba muy sola, separada y con una hija, casi de la edad de mi niña mayor. Para las chiquillas fue una nueva experiencia.
Intenté apartarme totalmente de aquellas malas personas.
La vida con mi hermana era agradable, siempre nos habíamos llevado bien. Pasaron unas semanas; una noche tras dejar a las niñas dormidas, tomando unos gin tonics, no tuve más remedio que contarle a mi hermana, dos años menor que yo, todo lo que había ocurrido.
—Eso te pasa por calzonazos, hermano. Hasta que no aprendas a comportarte como un macho alfa, seguirás recibiendo tortazos por todos lados. Mírame a mí. Doce años casada y tres separada. Llevo meses sin sexo, aparte de las pajas con mis juguetitos… Por cierto, te parecerá una barbaridad, pero ¿y si tú y yo?... Bah, no me hagas caso.
—¿Tú y yo qué, Celia? No pensaras…
—¡Pues sí… ¿Por qué no?! Piénsalo hermanito. Estamos solos, nadie nos controla y… La verdad, tú me pones, siempre me he sentido atraída por mi hermano mayor. ¿Qué podemos perder? Si en el futuro tú, o yo, encontramos una pareja, pues lo dejamos y ya…
—Joder Celia, me estas poniendo cachondo. Por probar…
Estábamos sentados en la mesa camilla frente a la chimenea, sus manos se posaron sobre las mías y nuestros pies se encontraron bajo la mesa, libres de las zapatillas…
—¿Guerrita de pies Al?
—Guerrita de pies Cel…
Recordé las batallitas de pies bajo la mesa de cuando éramos adolescentes. Mi madre nos daba con la alpargata si nos peleábamos, pero con los pies era distinto. No nos veía y la excitación que sentíamos entonces y no podíamos explicar porque no sabíamos interpretarla, era la misma que nos embargaba ahora. Los roces de nuestros pies desnudos, empujando, entrelazando, acariciándonos.
Acercó su rostro y nos dimos un tímido piquito, un ligero roce de labios que pareció encender una llama que llevaba oculta muchos años. Acaricié sus mejillas con mis manos y nuestras bocas se unieron en un festín lujurioso. Los pies batallaban bajo la mesa y nuestras lenguas lo hacían sobre ella. Las manos acariciaban y erizaban la piel…
—¿Vamos a la cama, hermanito?
—Vamos Celia, no sabes cuánto te deseo.
En pie, de la mano, volamos hasta el dormitorio de mi hermana donde nos desnudamos en un santiamén.
Ya bajo las mantas nos apretujamos y dejamos vagar las manos por nuestros cuerpos. Me parecía un sueño tener entre mis brazos a la persona con la que más pajas me había hecho.
Ella bajó hasta llegar a mi pene, lo introdujo en la boca y yo hice algo similar, besé su sexo, bajo las cobijas, acaricié sus rotundas caderas, las suaves nalgas, los pies, que tanto placer oculto nos habían propiciado. Cuando mi lengua pasó desde el ano hasta el capuchón del clítoris y se entretuvo rodeándolo, sin tocarlo abiertamente, solo los labios mayores, después los menores y por fin ataqué el pequeño botoncito del placer, vibró, se envaró, gritó y me apartó por no poder soportarlo más. Dejé que se calmara y seguí. Mi cara estaba totalmente mojada por sus fluidos, con un delicioso sabor desconocido y familiar para mí. Ella retomó su labor bucal y me propició la mejor mamada de toda mi vida.
Cuando recuperamos el aliento, abrazados y besándonos, compartiendo nuestros jugos…
—Al, te necesito dentro de mí… ahora…
Tendida de espaldas empujó con los pies la ropa de la cama descubriéndose por entero. Con la luz de la mesilla de noche pude admirar su cuerpo, me dolía la verga de la extrema dureza que producía mi excitación.
Tendido sobre mi hermana, apoyándome en los brazos y las rodillas para no cargarla con mi cuerpo, sin tocarla se deslizó la espada en su deliciosa funda, entró despacio, como saboreando cada centímetro. Una vez nuestras pelvis chocaron fue ella la que inició un vaivén que me enloquecía. ¿Era el morbo de saber que estaba follando con mi hermana? O era una hembra especial, algo que nunca había probado y que era nuevo para mí. Lo cierto es que apenas unos minutos bastaron para romper en un orgasmo simultaneo que nos enloqueció a los dos, gritamos y nos retorcimos abrazados hasta el dolor…
No pensábamos, estábamos al borde de la locura más irracional. Claro está Mi hija Celia y su hija se presentaron en el dormitorio, de sopetón, al oír nuestros gritos.
Nos cubrimos como pudimos.
—Mamá, ¿qué te pasa…? ¿Por qué gritas?
—¿Y tú papá, porqué gritabas?
—Por nada mi vida, estábamos recordando cuando éramos peques, como vosotras y jugábamos a las luchitas. — Dijo Celia.
—Si Celia, hija, acostaros a dormir que mañana madrugáis… — Les dije para conformarlas.
Una vez se habían ido a su cuarto…
—Bufff.. Vaya corte Celia. Nos han pillado in-fraganti. — Y reímos como cuando éramos pequeños y habíamos hecho alguna travesura.
Pocos días después ayudaba a mi hija Celia, con sus deberes.
—Papá, ¿mamá Lorena también es una puta, como mamá Lara? ¿Ya no la veremos más? … — No pude responder…
Dos años después supe que Lara estaba muy enferma y fui a verla a un hospital. Entre lágrimas me pedía perdón, quería ver a sus hijas antes de morir. Le dije que lo pensaría; se lo comenté a Celia y me dijo que eran sus hijas, se lo dije a ellas y aceptaron verla. Pero cuando llegamos al hospital Lara había muerto la noche anterior. Solo pudimos asistir al funeral, que tuve que pagar, porque ella no tenía absolutamente nada. De Luis y Lorena no hemos sabido nada.
Este es el fin de la historia. Mi hermana y yo llevamos algunos años viviendo juntos. Nos hemos trasladado a otra ciudad donde nadie nos conoce. Los abuelos, nuestros padres, han fallecido, pero nos tenemos ella a mí, yo a ella y los dos a nuestras hijas a quienes hemos explicado todo cuando han tenido edad para comprender. Ellas lo aceptan y ven con cuanto amor nos tratamos. Por cierto… Celia está embarazada y vamos a ser padres de otra niña.