Servicio de acompañamiento 3: La doma

La incógnita se destapa dando lugar a un morboso pacto. ¿Saldra airosa de él nuestra heroina?

Efectivamente, Tony apuró el resto de su copa, y dando un ligero tironcito a mi cuello me indicó que me levantara y le siguiera, recuerdo que pensé, "bueno, por lo menos no me hace andar a cuatro patas como a esa otra pobre desgraciada.

De nuevo andamos a través de varios pasillos e innumerables habitaciones.

Ciertamente, yo no me hacía demasiadas ilusiones sobre mi inminente destino. Después del extraño, desagradable, pero también y aunque me repugnara reconocerlo, morboso espectáculo que pese a todo había conseguido despertar en mi sentimientos y sensaciones desconocidas hasta la fecha, imaginaba que no me iba a dejar marchar tan fácilmente.

Finalmente llegamos a una pequeña habitación, casi desnuda y desprovista de muebles.

Apenas un pequeño y humilde camastro, una pequeña mesita de madera y un estrecho ventanuco muy por encima de mi cabeza, casi semejante a un tragaluz, componían todo su paisaje. Realmente parecía más una celda que un dormitorio.

Una vez dentro Tony cerró la puerta y me soltó al fin las muñecas que había llevado amarradas a la espalda durante toda la velada y quitó de mi cuello el apestoso e incomodo collar que me daba la humillante apariencia de una perra.

Y fue entonces cuando toda la indignación y el nerviosismo acumulado durante toda la noche, tal y como si yo fuera un generador viviente, afloraron impetuosa y explosivamente en todo mi ser.

  • Bueno, ¿y a hora que? ¿aun no te has divertido bastante?¿que coño quieres de mi?

Esto es un secuestro y te juro por lo mas sagrado que si no me sueltas ahora mismo voy a hacértelo pagar. Tarde o temprano, aunque me cueste toda la vida, maldito violador.

Pese al estallido de furia y a mis duras palabras, Tony no cambió un ápice la expresión de su rostro que se veía completamente placida y tranquila. Sin duda estaba muy acostumbrado a tales demostraciones de indignación.

Y yo, espoleada por su aparente calma, continué, ya imparable e incapaz de contenerme.

  • Hace un rato, tu amigo el presentador ha dicho muy claramente que ninguna de las mujeres que se encontraban aquí estaban en contra de su voluntad. ¿es eso cierto o era una mas de las mentiras que se ocultan tras estas paredes?

Si es así, ya puedes ir soltándome, porque yo no quiero permanecer ni un segundo más en tu asquerosa presencia. Hazlo y quizás me olvide del tema y decida no ponerte la denuncia que ya estaba casi decidida a interponer contra ti.

Tony seguía en completo silencio. El muy cabrón se limitaba a mirarme fijamente, pero con toda tranquilidad y sin ánimo de alentar mi creciente y mas que obvia excitación, pero parecía que lo que escuchaba por un oído se le escapaba tal cual entraba por el otro.

Se diría que estaba permitiéndome desahogarme, pero sin tomarme demasiado en serio.

Naturalmente, después de varios minutos de otros muchos exabruptos y protestas que ya consideraba inútiles por mi parte, terminé quedando en un desesperado silencio después de comprobar cuan vanas resultaban mis palabras y que dijera lo que dijera no iban a cambiar el curso de los acontecimientos, que parecía estar ya trazado como si de una línea recta en el blanco papel de mi futuro se tratara.

La habitación quedó al fin en silencio, un silencio tenso en el que Tony me miraba y comprobaba como toda mi fortaleza y mi voluntad iban rompiéndose y quebrándose hasta casi llegar al borde del llanto.

Fue entonces cuando de nuevo me habló, con voz y tono muy tranquilos, con ese estilo tan cínico en él, pero también con intenciones tranquilizadoras y en cierto modo conciliadoras.

  • Mira, gatita, se que tienes motivos para estar enfadada conmigo, pero aunque ahora no quieras reconocerlo, solo te estoy dando lo que tu me pediste al principio de la noche, o ya no lo recuerdas?

Pues yo si, te di a elegir entre una velada tradicional o una noche salvaje. Si hubieras elegido la primera opción, sin duda te habría llevado a sitios elegantes, previsibles y aburridos, a los que sin duda estas acostumbrada a frecuentar. Habríamos bailado, te habría colmado de atenciones y requiebros, seguramente habríamos terminado follando en alguna lujosa suite y ya hace tiempo que me habría marchado de tu vida dejándote plácidamente dormida entre tus sabanas de seda.

Pero elegiste la segunda, querías una noche diferente,¿verdad? Experimentar sensaciones diferentes y mucho más impactantes. Conocer y descubrir como disfrutan de la noche esas otras personas que solo te atreves a observar en las películas, pero que en el fondo desprecias. Gozar como una zorra degenerada pero desde la cómoda perspectiva de apretar el interruptor a tu voluntad y apagar la comedia si las cosas se ponían feas, no resultaban de tu agrado, o herían tu fina y educada sensibilidad de clase alta y acomodada.¿no es así, puta? ¡CONTÉSTAME CUANDO TE HABLO!

Como yo permanecía muda escuchándole y aparentemente incapaz de pronunciar palabra e incluso de moverme., Tony continuó exponiéndome sus argumentos, cada vez mas exaltado.

  • Pues no es así como se juega a este juego, princesa. Para jugarlo y disfrutar de él hay que mojarse, como tu estas comprobando y llevas haciendo desde hace unas horas.

¿Qué estas contra tu voluntad? Eso es discutible, desde mi punto de vista tu aceptaste mi invitación e incluso me incitaste a hacértela.

No obstante y aunque ahora te parezca un rufián barato y depravado, no voy a justificarme delante de ti hablándote de mis orígenes humildes y de lo dura que ha resultado la vida para mi, y todas esas zarandajas y ese montón de mierda repleta de tópicos, eso sería demasiado previsible y nos rebajaría a ambos.

Lo que si voy a hacerte es la promesa que no vas a sufrir ningún tipo de maltrato físico mientras estés invitada en estas instalaciones, y en un tiempo prudencial, digamos de diez días que puedes tomarte como unas merecidas vacaciones, algo diferentes quizás, pero vacaciones al fin y al cabo, si sigues deseando marcharte de aquí y perderme de vista, podrás hacerlo libremente, e incluso podrás optar como te parezca: denunciarme, ponerme una demanda civil, o lo que sea que te pase por esa cabecita, hasta yo mismo te dejaré en la puerta de la comisaría.

¿Que? ¿estamos de acuerdo entonces? Diez días, tan solo diez miserables días de tu vida en los que podrás conocer realmente ese lado salvaje que tanta curiosidad te provocaba, y al término de ellos podrás irte sana y salva a tu casa o adonde carajo quieras.

Bien, de acuerdo entonces. Será mejor que ahora descanses un poco. Mañana quizás el día te resulte un poco duro, pues empezará tu visita por mi mundo y comenzará tu entrenamiento y preparación

Y sin esperar respuesta por mi parte ni ningún tipo de comentario, dando por terminada la conversación y las explicaciones que deseaba compartir conmigo por el momento, se dio la vuelta y salió de la habitación cerrándola por fuera.

Naturalmente sus duras palabras quedaron flotando en el ambiente y después de analizarlas y volvérmelas a repetir una y otra vez en mi mente, tuve que reconocer, para ser justa del todo, que había mucho de cierto en todo lo que me había dicho. Quizás había sido brusco y tosco, pero franco y sincero.

Yo en cierta manera me lo había buscado, y era completamente cierto que quería y anhelada desde hacía tiempo darme una vuelta por el submundo de los barrios mas marginales, pero desde la perspectiva y calida seguridad que mi posición me permitía, y que creía me protegería como si un manto invisible de invulnerabilidad se cerniera sobre mi.

Estaba claro que el asunto se me había escapado de las manos, pero así estaban las cosas.

Las cartas estaban sobre la mesa.

Me sentía extrañamente tranquila, ahora que ya sabía las intenciones de aquel hombre, y con la promesa que intuía completamente genuina de liberarme pasados aquellos diez días.

Me hice la promesa a mi vez de tratar de disfrutar al máximo de aquella extraña e irrepetible oportunidad y procurar pasar aquellos días con el mínimo de molestias e inconvenientes.

Y con estos tranquilizadores y positivos pensamientos me quedé dormida de inmediato, cansada y exhausta por las emociones y sucesos acaecidos en tan larga y morbosa velada.


Súbitamente algo interrumpió mi descanso y reparador sueño.

Cuando conseguí despertarme y recuperar mis sentidos fui consciente de que no estaba sola en mi pequeña celda, una muchacha, apenas entrada en la veintena se hallaba frente a mi, parada y en silencio, como dándome gentilmente mi tiempo para despertarme del todo con amable consideración y actitud sumisa, interpreté que seria alguna otra esclava que habían dispuesto para que me ayudara y me sirviera de guía en las nuevas experiencias que me tenían reservada.

Tenia la sensación de haber dormido apenas unos minutos, pero cuando le pregunté la hora me contestó solicita, antes de pedirme que la siguiera, que eran pasadas las doce del mediodía.

Seguí a la muchacha, que apenas iba vestida por una corta túnica de estilo griego y de un tejido de color blanco que se percibía sedoso y muy liviano ya que dejaba transparentar absolutamente todo cuanto cubría, dejando ver con facilidad que debajo de ella no llevaba absolutamente ninguna otra prenda y sus juveniles y bonitas formas quedaban así impúdicamente a la vista. Asimismo iba desprovista de calzado alguno, y sus descalzos pies le daban todavía mas una apariencia de fragilidad y entrega.

De nuevo me surgieron un montón de preguntas que hacerle, pero algo en mi me dijo que sería mas prudente callarme y esperar a los acontecimientos.

Seguro que la muchacha tenia ordenes de no contestar a ninguna cuestión importante y reveladora, y el solo mero hecho de interrogarla tal vez la pudiera poner en serios problemas. Y a la vista de cómo las gastaban en aquel lugar, no tenía la más mínima intención de perjudicarla.

Así que me mantuve en silencio y la seguí callada y dócil por todas las, de nuevo, interminables habitaciones que parecían componer aquella laberíntica casona.

Llegamos finalmente a una amplia estancia donde nos esperaba una muchacha de apariencia similar a la que me guiaba, y otra mujer, mas adulta y con una actitud e indumentaria diferente, vestida toda de cuero negro de la cabeza a los pies y con una amenazadora fusta de montar en su mano derecha.

Era muy bella, pero sus ojos tenían una mirada despótica y cruel que me desagrado de inmediato.

Supe enseguida que aquella mujer y yo no íbamos a congeniar en absoluto.

  • Así que tu eres la nueva perra que tengo que domar- me espetó con desprecio.

Me dicen que tengo solo diez días para conseguir hacerte entrar en vereda.

Apuesto a que me sobra la mitad de tiempo para hacerte entender quien manda aquí, y acabarás de rodillas suplicando mis favores.

A pesar de que me encontraba totalmente desnuda frente a ella, pues no me habían facilitado nada de ropa, y aparentemente me encontraba en inferioridad de condiciones, mi carácter luchador salió a la superficie, quizás animada y espoleada al sentirme a salvo al saber que efectivamente, como acababan de corroborarme, me soltarían al cabo de diez días, le lancé la mas fría mirada desafiante que era capaz de esgrimir y le dije muy lentamente, arrastrando y deleitándome con cada una de ellas.

  • No cuentes con ello, zorra pervertida.

Si esperaba una reacción violenta o iracunda por su parte, quedé completamente defraudada. Simplemente se dignó a mirarme como quien inspecciona un insecto molesto pero inofensivo, sonrió como quien encuentra la situación muy divertida y como si supiese algo que yo desconocía, lo que inmediatamente me hizo temerla mucho mas que si me hubiese gritado o abofeteado, y solo contestó lacónicamente.

  • Ya veremos.

Y dirigiéndose a las dos muchachas que hasta el momento se limitaban a ejercer de ocasionales espectadoras de la escena.

  • Amarradme bien a esta perra y empezad con la primera etapa del "tratamiento".

De inmediato las dos jovencitas me llevaron al centro de la estancia y me encadenaron las muñecas de unas cadenas que pendían del techo, dejándome los brazos bien abiertos y tensados y luego hicieron lo mismo con mi tobillos de forma que quede obscenamente expuesta, adoptando mi cuerpo la forma de una desnuda X e incapaz de hacer el mas mínimo movimiento a excepción de la cabeza.

Una vez se cercioraron de que estaba completamente inmovilizada, una de ellas se arrodilló entre mis abiertas piernas y comenzó a lamerme suave y muy sutilmente el coño, casi apenas sin tocármelo. Su lengua, sin duda muy habituada a tales labores, se deslizaba lenta y expertamente por toda la superficie de mi vagina, y muy de tarde en tarde se posaba apenas unos instantes sobre mi clítoris cada vez mas hinchado y sensible por las caricias de las que era receptor.

Mientras tanto, la otra jovencita se dedicaba asimilar labor pero mucho mas arriba.

Mis tetas eran las depositarias de sus cuidados, y su lengua iba, con similar maestría, de pezón en pezón alternativamente, unos minutos en uno, ahora otros minutos en otro.

Como era de esperar, estos se pusieron duros y erectos como pequeñas rocas en erupción y mi coño empezó a humedecerse primero, para de inmediato comenzar a destilar ríos y ríos de jugo vaginal que era convenientemente lamido y absorbido por la sumisa.

La sensación era muy agradable, casi imposible de describir si no se ha experimentado antes.

Y aunque no quería darle el placer a mi dominadora de que notara como me excitaba y cedía al placer, muy pronto unos incontenibles gemidos llenaran el silencio de la estancia.

Yo notaba como el orgasmo se estaba preparando en mi interior para explosionar salvaje y libre, liberando todas las tensiones que embargaban mi cuerpo, pero cuando apenas faltaban unos instantes para que llegara al climax, la dominatrix diciéndoles a sus servidoras:

¡ Alto!, en voz bien clara y audible, les ordenó que pararan de inmediato de acariciar mi cuerpo.

En la estancia solo se oía la pesada y agitada respiración que yo producía en esos momentos de excitación.

Y aunque me sentía totalmente decepcionada por haberme perdido el orgasmo que apenas estaba a unos instantes de disfrutar, me prometí a mi misma que no iba a darle el placer a esa condenada zorra de que notara mi decepción.

Y me quedé mirándola de la forma mas desafiante y altiva de lo que era capaz dadas las circunstancias.

Pero ella sin duda, tenía demasiada experiencia en estas lides y sabía perfectamente como yo me sentía en esos momentos. Sin duda no era la primera, ni sería la última a la que le procuraban estos tratamientos, como ella los había llamado.

  • ¿ Lo pasas bien ,perra?

No creas que tu altiva actitud me engaña ni por un instante. Se que te has quedado con las ganas de correrte y aunque ahora se que te dejarías cortar un brazo antes que reconocerlo ante mi, se que estas disfrutando como una perra en celo, pero muy pronto cambiaras de actitud.

Inmediatamente le contesté incapaz de reprimirme, con todo el desden y el deprecio del que era capaz.

  • Yo no contaría con ello, maldita bollera frígida.

Apenas había terminado de pronunciar la última palabra cuando sentí un seco y fuerte bofetón dado con el dorso de la mano sobre mi boca.

Sin embargo, la dominatrix no parecía alterada ni ofendida lo mas mínimo por mis palabras, simplemente se limitaba a cumplir con su labor de la forma mas profesional, aunque era indudable que la muy puta disfrutaba con su trabajo y se lo tomaba muy a pecho. Estaba jugando conmigo al gato y al ratón y era obvio quien era la presa.

  • Debes aprender modales, putita.

Yo te enseñare como debes dirigirte y comportarte delante de tus señores, que están muy por encima de ti en cuanto a derechos y estatus social.

Me importa muy poco lo que fueras en el exterior, aquí solo eres una miserable mierdecilla,lo mas bajo del escalafón, solo comparada con un perro, o quizás todavía menos. Ni siquiera mereces que se te llame esclava como a estas dos preciosidades que tan bien te están mimando – y lanzó una significativa mirada a las dos jovencitas que contemplaban expectantes y obedientes el dialogo y la lucha de voluntades que se estaba desarrollando en la habitación.

Esta vez me quedé en un prudente silencio, pese a que me hubiera gustado contestarle como se merecía a esa engreída y prepotente mujer, sabía que eso me costaría un nuevo bofetón, e intuyendo que eso es lo que ella esperaba decidí no darle ese placer.

Una vez mas parece que mis apreciaciones fueron correctas pues ella tomando de nuevo la palabra me escupió con todo su desprecio.

  • ¿Ya no tienes nada que decir esta vez? ¿te has quedado sin palabras, o acaso te ha comido la lengua el gato?. Veo que pese a todo no tienes un pelo de tonta.

Mejor, así aprenderás antes.

Y haciéndoles una significativa seña a las dos jovencitas, éstas interpretándola correctamente de nuevo comenzaron con su tarea, y en unos instantes estaban lamiéndome y acariciándome en mis zonas mas sensibles y erógenas.

Aunque yo traté con todas mis fuerzas de mantenerme estoica y me esforcé por no sentir ningún placer con las deliciosas caricias que prodigaban sobre mi, una vez mas la naturaleza siguió su curso y en pocos minutos estaba exactamente igual que unos minutos atrás, completamente mojada y al borde del orgasmo.

Y una vez mas cuando ya parecía inminente e irremediable, se pararon de nuevo a instancias del Ama, dejándome en un estado de insatisfacción y desasosiego todavía mayor que la primera vez.

Mis defensas empezaban a debilitarse y no hacia falta ser demasiado lista para saber que esa iba a ser la tónica dominante del morboso y cruel juego, llevarme una y otra vez a las puertas del orgasmo, para negármelo sádica y despiadadamente.

  • ¿Te has quedado muda, puta?

Parece que ya no eres tan locuaz como hace unos minutos- dijo con una crueldad y un tono frío que pese a mi desasosiego y mis ansias de correrme me insuflaba nuevas fuerzas y un sentimiento de entablar batalla.

Así que me limité a mirarla fijamente a los ojos, de igual a igual, tratando de demostrarle todo el desprecio del que era capaz de sentir.

De nuevo a instancias de la dominatrix las sumisas reanudaron sus caricias sobre mi, y de nuevo pararon cuando estaba a las puertas de mi, cada vez mas, ansiado y necesitado desahogo en forma de orgasmo.

Llevábamos un par de horas y varios intentos frustrados, cuando empezaron a abandonarme las fuerzas y mi voluntad iba debilitándose.

  • Necesito…correrme. Por favor…., quiero correrme – Suplique entre gemidos y suspiros

  • Ya no te muestras tan altiva, ¿eh puerca?

Pero aun no estas preparada, tus suplicas no suenan aun con la intensidad y convicción necesarias, pero ya lo harán. Ya lo creo que lo harán –me escupió con crueldad masticando cada una de las palabras.

Perdí la noción del tiempo. Debimos estar con el sádico jueguecito durante muchas horas, durante todo el día. Y solo podía medir el tiempo por el incesante relevo de las jovencitas que se afanaban sumisamente a prodigarme las procaces y placenteras caricias por orden de aquella mujer.

Al término de la jornada y cuando la mujer decidió interrumpir mi tratamiento, yo estaba al bode de la deshidratación, pues no me habían dado nada de beber, y mis fuerzas estaban al limite. Prácticamente era una muñeca de trapo en sus manos y si no hubiera estado bien amarrada sin duda habría dado con mis huesos en el suelo.

Por supuesto, la mala pécora no había permitido que me corriera ni una sola vez y mi ansiedad y desasosiego estaban al máximo. Hubiera dado cualquier cosa por correrme, pero sabía que no me lo iban a permitir.

Me soltaron de la cadenas y después de atarme las manos a la espalda fui de nuevo llevada a mi celda, de hecho casi me llevaban en volandas pues apenas podía dar un paso por mi misma, debido al profundo estado de debilidad después de estar todo el día inmovilizada, y soportando y descargando adrenalina y jugos.

Me depositaron en la humilde y sencilla cama y de nuevo fui atada en forma de aspa sobre ella. Pero afortunadamente antes me dieron a beber toda el agua que quisiera.

Mis esperanzas de poder masturbarme durante la noche se fueron al traste, y no solo eso.

Tuve una noche atrozmente movidita, cada dos horas una de las sumisas me despertaba por el aparentemente placentero procedimiento de lamerme el clítoris y pellizcar y masajear mis pezones.

Naturalmente, cuando volvía a estar al borde del clímax, y cada vez mas rápidamente, paraban y me dejaban recuperarme de nuevo y conciliar el sueño hasta las dos siguientes horas. Sin duda iba a ser una noche movida y quizás la peor que yo recordara desde hacía muchos años.