Servicio a domicilio

Las amigas de mis amigas...

PRIMERA PARTE

Esa tarde, como tantas otras cuando la ocasión era propicia, me llamó mi amiga Marga para preguntarme si podía venir a verme.

-Claro –contesté-, sabes que tú siempre puedes.

-Ya, pero… ¿Puede venir mi amiga Rosa conmigo?

-¿Rosa?

-Sí, la conoces, la has visto muchas veces con su marido en el bar donde cenamos.

-No caigo, pero si a ti te parece bien, por mí no hay ningún inconveniente

-Entonces estaremos ahí a eso de las cinco.

Me quedé un tanto sorprendido porque Marga siempre que venía a casa venía a follar, y no sé qué pito tocaba la tal Rosa en todo esto. Pero yo siempre me tomo las cosas como vienen y me dije que esperaría a ver de qué iba todo aquello.

A las cinco y pocos minutos sonaba el timbre de la puerta. Desde luego que conocía a Rosa, la había visto cientos de veces, pero por el nombre no.

-Bueno, sentaos –dije indicándoles el sofá-. ¿Queréis tomar algo?

Me pidieron una un café y la otra una Coca-Cola. Fui a la cocina a servirlas mientras se sentaban. Cuando volví con las bebidas me senté entre las dos que, deliberadamente, se habían colocado cada una en un extremo del sofá.

-Te preguntarás por qué hemos venido las dos –Dijo Marga.

-Pues, la verdad, alguna especulación sobre eso sí he hecho.

-Verás, como Rosa es mi mejor amiga, le conté nuestros encuentros sexuales, y ayer me dijo que ella quería participar en alguno.

Mientras hablaba me había desabrochado el pantalón, me había sacado la polla y la empezaba a masajear. Ni que decir tiene que enseguida se me puso dura.

-¿Ves Rosa que polla más rica tiene?

-¡Mmmmm! Ya lo creo, me dan ganas de mamarla.

-Pues hazlo cielo, no te cortes.

No se lo hizo repetir, se inclinó y empezó a lamerla con total maestría. Mientras Marga, que siempre ha tenido un bastante de bisexual, la tocaba el culo y se adentraba entre sus muslos.

Con semejante situación ameritaba ir a un sitio más cómodo, por lo que dije:

-Chicas, ¿qué os parece si nos vamos a la cama y seguimos allí? Llevaos las bebidas si queréis.

-Claro –Dijo Marga-, yo estoy deseando que me folles.

Nos fuimos para el dormitorio, casi no me habían dejado ni entrar cuando ya me estaban desnudando entre las dos, tanto que no me dejaron desnudarlas yo a ellas, pero lo hicieron por sí mismas en un momento.

Todavía de pie Rosa se arrodilló para seguir mamándomela, mientras Marga me ponía las tetas en la boca.

-Venga, túmbate –Dijo Marga-. Ya no puedo aguantar más, tengo el coño chorreando y deseoso de polla. Ya sabes como me gusta hacerlo.

Lo sabía, de forma que me tumbé boca arriba en la cama, enseguida saltó sobre mí y dirigiendo mi polla con su propia mano se la clavó en el coño y empezó a moverse arriba y abajo.

-¡Joder! –empezó a gritar-. ¡Es que me gusta follar! ¡Como me gusta follar! ¡Qué gusto!

-¡Me voy a correr sólo de veros! –Dijo Rosa-. Me podías comer el coño a mí mientras esta puta te folla.

Y uniendo la acción a la palabra, se puso a horcajadas sobre la almohada y me plantó el chocho en la boca. Naturalmente me puse a meterla la lengua y a succionarle el clítoris mientras la otra seguía cabalgándome como una loca.

Las mujeres gemían a más y mejor; a mí no me dejaban porque me tenían copado; y no desaprovechaban la ocasión para morrease entre ellas mientras tenían, una la polla dentro, y la otra la lengua.

-¡Yo me corro como una cerda! –Gimió Marga.

-Venga –Replicó Rosa-, córrete y deja que me meta a mí esa polla una rato.

Marga tuvo un orgasmo entre estertores y se tumbó boca arriba a mi lado. Rosa, ansiosa, ocupó su lugar encima de mi polla.

-¡Sí! ¡Síiii! ¡Métemela toda!

Como si no hubiese tenido bastante, Marga se masturbaba a nuestro lado mientras follábamos.

-¡Yo quiero que me la metas como a una perra, a cuatro patas! –Exclamó rosa.

Y sin más se puso en la postura adecuada para que yo, de rodillas tras ella, se la clavase en esa posición.

-¡Ay Dios, me muero de gusto! ¡Ya podía aprender a follar así el gilipollas de mi marido!

-¡Hostias, y el mío! –Replicó Marga.

-¡Por el culo! ¡Ahora dame por el culo! –Chillaba Rosa.

-¿Te gusta eso? -Preguntó Marga.

-¡Me vuelve loca! Pero mi marido no me lo hace nunca.

-Pues yo te lo hago –dije-. ¡Toma por el culo golfa!

Se la saqué del coño, y ensalivándole el culo empecé a introducírsela por allí.

-¡La hostia! ¡Sí! ¡Qué gustazo! ¡Hasta dentro! ¡Rómpeme el culo hijo puta!

No sé las veces que se corrió, entre gritos y espasmos, mientras le bombeaba el culo, pero yo ya no podía contener más mi propia eyaculación, por lo que dije:

-¡Yo me corro ya!

-¡En nuestra boca! ¡Danos leche en nuestra boca! – Pidió Rosa.

-En la mía no –Replicó Marga-. A mí me da no se qué

-¡Tú eres una estrecha niña! ¡Pues dámela toda para mí!

Cambió de posición, se metió mi polla en la boca y se tragó todo mi semen con cara de éxtasis.

Todavía estuvimos casi una hora más de juegos y morbo, en las que ambas se corrieron un par de veces más, hasta que me dijeron que tenían que irse.

La experiencia había sido alucinante, pero más lo sería lo que pasaría al día siguiente.

SEGUNDA PARTE

Porque por la mañana volvió a sonar mi teléfono. Esta vez era la voz de Rosa la que me dijo:

-Quería preguntarte si puedo ir esta tarde otra vez.

-¿Esta tarde? Marga no va a venir hoy…

-No –me interrumpió-, es que quiero ir sola. Estoy con el coño chorreando desde ayer y tengo que calmar estas ansias de ti que tengo.

-Pero y esta tarde tengo cosas que hacer, de modo que tendría que ser tarde.

-No importa, el cornudo se ha ido de viaje y puedo estar contigo toda la noche. Lo que no sé es cómo voy a aguantar hasta que te vea con lo cachonda que estoy.

-Bueno, entonces ven cuando quieras, a partir de las siete.

A las siete en punto llamaba a la puerta. Venía como enloquecida, apenas me dejó echar la llave cuando, en el mismo recibidor, ya me estaba desabrochando el pantalón y buscando desesperadamente mi polla para chuparla, pero sólo hasta que se puso dura, porque enseguida dijo:

-¡Por favor fóllame! ¡No aguanto más! ¡Métemela aquí mismo!

Se arrancó, más que quitarse, el ligero vestido que llevaba puesto, se apoyó contra la pared, se bajó las braguitas, sin quitárselas.

-¡Tengo el coño ardiendo! Clávamela ya!

Tuve que agacharme un tanto para poder llegar a su coño, pero enseguida, cuando la tuvo dentro, se colgó de mi cintura con las piernas y empezó a moverse y a gemir como una posesa.

-¡Me muero de gusto! ¡Me corro! ¡Me corrooooo!

Pero aquella postura era bastante incómoda para mí que tenía que soportar su peso, de forma que sin sacársela me dirigí lentamente hacia la cama. Allí la dejé caer.

Se tumbó de espaldas, subió los muslos abiertos, poniendo los pies a la altura de su cabeza, y dijo:

-¡Ahora cómemelo de esa manera tan rica que sabes hacerlo!

Y como a mí encanta saborear un coño, fue más de media hora lo que me pasé entre sus muslos sin dejar un solo milímetro de su sexo sin lamer.

Ella gritaba, se retorcía, saltaba, experimentando un orgasmo detrás de otro que llenaban mi boca de su flujo vaginal.

-¡Ah! Ponte para arriba y métemela en la boca mientras me lo sigues comiendo. ¡Qué puta guarra soy! ¡Cómo me gusta esto!

No puede evitar correrme en su boca, y a ella le encantó pues sentí como succionaba el semen con ansia.

Cuando nos tomamos un descanso para fumarnos un cigarrillo me dijo:

-Ahora, cuando estés en disposición, me la metes por el culo. ¡Es que me enloquece!

Tuvieron que pasar diez minutos, en los que no dejó de jugar con mi polla y tocarse el coño, hasta que puede hacer lo que me había pedido.

Nada más sentirse penetrada por detrás empezó a dar tales gritos que yo pensé en lo que dirían los vecinos; o lo que pensarían, porque decir no solían decir nunca nada.

-¡Empuja! ¡Empuja! ¡Rómpeme el culo cabrón! ¡Me voy a correr hasta por la boca! ¡Joder que gustazo!

… Eran cerca de las cinco de la madrugada cuando nos dormimos derrotados; supongo que yo más que ella; después de toda clase de juegos y fantasías, incluso me pidió que se la metiese por el culo, sentado, y ella sobre mí, para poder verse en el espejo del armario.

Cuando se marchó, a eso de las doce del mediodía, me dijo:

-La próxima vez que te pida venir me dices que no, por favor, de lo contrario me vas a tener aquí todos los días. ¡Hay que ver como follas y como sabes darle placer a una mujer!

© José Luis Bermejo (El Seneka).