Seriedad

María, una dura ejecutiva, conoce en una reunión a Inge una despiadada mujer que termina follándose a ella y su marido y haciendo que también les follen dos hombres

SERIEDAD

María era una mujer elegante, seria, algo tímida que en el ámbito sexual le costaba dar el paso. Era casada, pero con una cierta libertad en su matrimonio donde siempre habían tenido libertad su marido y ella para “hacer sus cosas” pero siempre que hubiera transparencia. Dirigía el departamento de Recursos Humanos y solía estar muy estresada.

Hoy tenía que ir con su jefe a una reunión con una multinacional que se iba a celebrar en la sede central en España de dicha empresa. La verdad, no le apetecía mucho, pero debía acudir. Todavía estaba dando vueltas a lo que había disfrutado el fin de semana pasado en un club BDSM al que había acudido con su marido. No habían hecho nada porque eran novatos y no conocían a nadie, pero había sentido que la sumisión era lo suyo. Había asistido a una conferencia con una serie de Am@s y sumis@s y muchas de las cosas que sentía se veían reflejadas en lo que representaba el BDSM.

Bajó al garaje y se montó en el coche que condujo su jefe a la reunión. Lo que no supo es que en la reunión iba a ser escrutada de una forma que no esperaba. En la reunión no se dio cuenta, pero despertó el interés de uno de los otros asistentes, más bien de una.

En la reunión, a un lado de la mesa estaban María y su jefe. En el otro lado, un ejecutivo de la sede central y la representante para España de la firma. La mujer, pelo color ceniciento con un cierto toque azulado en las puntas, muy corto. Cara enjuta y afilada. Muy elegante, pero de rostro serio y, en ningún momento, mostró una sonrisa. Cálida pero firme en sus ademanes. Muy medida en sus formas. Con m

Lo que no sabía María es que esa mujer también había estado en la conferencia. A la salida de la reunión quedaron que su jefe se llevaría el coche y ella cogería un taxi porque tenía que hacer unas gestiones en el centro. En la distancia Inge que era como se llamaba la ejecutiva de la otra empresa vió como María entró en el baño. Inge, disimuladamente entró en el baño en el momento que la chica a una de las cabinas a hacer pis. Se situó en una zona que la otra mujer cuando saliera de la cabina no pudiera verla y también oculta para toda aquella que entrase en el baño.

María salió de la cabina del baño y fue al lavabo a lavarse las manos. Inge la observó. María era una mujer alta sobre aquellos tacones. Se había quitado la chaqueta y mostraba una blusa blanca que transparentaba lo que parecía un sujetador blanco. Una falda tubo que moldeaba sus caderas.

No te muevas y quédate sujeta al grifo del lavabo---- dijo de forma firme Inge

María se iba a dar la vuelta y responderla duramente cuando no supo por qué se quedó quieta y obedeció.

Estás pensando en por qué has obedecido y es porque eres una verdadera sumisa. Alma sumisa, aunque, a veces, intentes rebelarte. Te diré que me he tomado la libertad de ordenarte no moverte porque te ví el otro día en la conferencia en el club.

Eeeehhh, no la ví. Pero fui a la charla porque a mi marido y a mí nos atrae desde hace tiempo este mundo. Creemos que los dos como sumisos y he de reconocer que sus palabras me han excitado. ---- arguyó María.

Pues creo que tienes potencial. En la reunión, te costaba sostener mi mirada, abrías las piernas cuando me hablabas. Ahora tienes dos opciones: ponerte la chaqueta y marcharte o subirte la falda y quitarte las bragas.

María dudó y miró hacia la puerta, pero, de repente se levantó la falda y bajo sus braguitas. Luego se las dio a Inge que se acercó y cogiéndolas, las aspiró y se las guardó en el bolsillo de la chaqueta. Luego la dio un sopapo, no muy fuerte sino seco antes de coger su cara y besarla. A María le temblaban las piernas y casi se orina encima. Se excitó. Inge lo comprobó acariciando su sexo y ofreciendo su humedad con sus dedos que introdujo en la boca de María que los chupó con cara de lujuria. Luego Inge cogió una tarjeta de su bolsillo y se la metió en la chaqueta a María. Al oído le susurró:

El próximo día quiero ver ese pubis bien recortado. Ahí tienes mi número para utilizarlo.

María tenía mucho trabajo, pero estaba llegando el verano e iban a empezar sus vacaciones. Al meter los dedos en el bolsillo de la chaqueta para coger un pañuelo tocó algo como un cartón fino medio destruido y lo sacó. Apenas se podía leer los números y el nombre: “Inge xxxxxx”. Recreó aquel día en el baño de hacía un par de meses y volvió a excitarse mojando las braguitas. Lo pensó, cogió el auricular y marcó el número. Tras tres tonos sonó la voz joven de una mujer que preguntó quién llamaba.

¿Puedo hablar con la Señora Inge xxxxxx? Soy María xxxxx.

Un momento, por favor. Consulto.

Gracias.

Buenos días María. He de reconocer que pensaba tras la primera semana que no llamarías. Pero me daba pena porque una mujer con tu elegancia, belleza, clase y ese toque de inocencia sería la alumna perfecta. ----- Habló Inge.

La verdad es que he tenido mucho trabajo y hasta hoy que he encontrado la tarjeta en la chaqueta no me lo había planteado más allá de los dos primeros días. Estoy casada, aunque sin hijos, y esa seriedad que dice que tengo me impide a veces soltarme como me gustaría. --- Respondió María.

No quiero perder el tiempo así que tienes tres horas para pensar que viernes estarás a mi disposición. Será todo el fin de semana en que aparte de jugar contigo averiguaremos todos tus gustos y tus odios. Antes de las 13:00 en punto debes mandarme un mensaje diciendo solo sí o no. Sí es sí en una hora recibirás una dirección con donde debes acudir.

A las 12:59 María envió el mensaje previamente había hablado con su marido contándole donde pasaría el fin de semana. A las 14:00 recibió un mensaje con una dirección, pero sorpresa, era de un apartado de correos. Debía acudir a las 15:00. Llegó al edificio de correos, temblaba como una hoja. No lo había pensado. Como abriría el apartado de correos. Inge sabía lo que estaría pensando y le envió otro mensaje: Has ido a una oficina pequeña con lo que solo hay un empleado así que no lo pienses más y pregúntale por el apartado. María le preguntó y el empleado le dio una llave. María con la llave abrió el apartado y vió un sobre cuadrado. Dentro de él vio un mapa donde aparecía una cruz roja que era donde estaba el lugar de encuentro.

señorita, a usted la dieron una orden sobre el aspecto de cierta parte de su cuerpo que me han pedido que compruebe.

María levantó la cabeza del mapa y clavó sus pupilas en el hombre. El empleado había puesto el cartel de “cerrado”. La mujer había acudido con el traje de chaqueta del trabajo. El empleado la condujo a una habitación cerrada y allí María se levantó la falda y se bajó el tanga para mostrar el pubis. El empleado dio su aprobación. La mujer estaba roja como un tomate y roja de vergüenza.

Salió de la oficina de correos con el ánimo incluso de rechazar el fin de semana e irse para casa con su marido cuando vió el coche de éste aparcado se sorprendió.

Entra, ponte el antifaz, túmbate en el asiento de atrás y no preguntes.

María notaba que perdía el control, pero tanta sorpresa le provocaba mucho morbo y hacía que estuviera completamente mojada. Se puso el antifaz y se tumbó en el asiento trasero.

Condujo su marido durante bastantes kilómetros hasta que detuvo su marcha y la ordenó bajar. Ella bajó y sintió unas manos que la ayudaron a ponerse de pies y la acompañaron unos metros por jardines y dentro de una edificación donde la hicieron esperar de pies con las manos en la espalda y todavía los ojos tapados.

Hombre, la ejecutiva que guarda tan excitante secreto me visita. Tranquila, este fin de semana no ocurrirá nada que no deseas que ocurra. Estos meses que has estado sin escribirme no he perdido el tiempo y me he informado de ti. Tú como yo somos dos personas con responsabilidades en una empresa, que nos tomamos muy en serio nuestro trabajo pero que en nuestra vida sexual sentimos mucha atracción por el mundo BDSM solo que en dos roles que se complementan y para nosotras no son un juego, sino que es una forma de sentir.

Tras concluir la parrafada Inge ordenó que se quitase el antifaz. Luego hizo un gesto con una mano y dos hombres enormes llevaron casi en volandas a María hasta sentarla en una silla y colocarla unas correas de cuero en tobillos y muñecas. Luego se acercó Inge vestida con una elegante blusa blanca y unos pantalones de vestir grises. Abrió de golpe la blusa de María, está ya no llevaba chaqueta porque se la habían quitado los hombres que la habían atado a la silla. Cogió una navaja de mariposa que abrió bajo la atenta mirada de la sumisa. Fue bajando con la punta desde el cuello por el escote hasta pasar el suje y entonces cortó la tira y este se abrió dejando ver unos pechos medianos, pero no demasiado grandes rematados en unos pezones rosas pequeños.

Luego con las manos subió la falda de la sumisa hasta su cintura y cortó el botón que la abría. Solo faltaba el tanga que también cortó. Retiró toda la ropa y dejó a María completamente desnuda y atada a la silla.

¿Es tu última oportunidad, paro y te marchas o continuo y pasas el fin de semana educándote?

Sigo Inge.

Un sopapo cruzó la cara de María y le ordenó que la debía tratar de Usted y de Señora. Un empleado en un carro como el de las bebidas trajo una gran variedad de electrodos que los dos hombres que la habían atado le colocaron entre ellos una especie de dildos metálicos que introdujo en su vagina y tras lubricarlo en su ano. Los dos fueron, por un mecanismo parecido a una rosca, aumentados en su tamaño para una mayor dilatación y fijación. En el carro también estaba el cuadro para manejar la electricidad. María por una parte estaba sumamente excitada, pero por otra muy nerviosa.

Entró una sumisa vestida solo con una túnica y tapada la cabeza con una capucha con una bandeja de plata con algún artículo tapado con un trapo. Al retirar el tejido María vio como había una jeringa. Inge con habilidad colocó la aguja en la jeringa y luego cogió uno de los botecitos llenado con un líquido transparente y cargó la jeringa. María se movía y empezó a quejarse. Inge la tranquilizó diciéndola que no la iba a poner en peligro. Untó un poco de alcohol en los muslos de la mujer e inyectado el líquido que resultó ser una solución salina. Ahora con los muslos doloridos Inge la dijo:

Te espera ahora una sorpresa.

De repente, las puertas del salón se abrieron y……. un hombre entró sujeto por los dos maromos que la habían movido a ella antes. Era su marido. Le condujeron hasta una especie de pequeña mesa con un banco donde fue atado. Iba completamente desnudo. María no entendía nada.

Su marido completamente desnudo y expuesto. Uno de los dos hombres grandes se acercó y se arrodilló tras su marido. Con la lengua comenzó a comerle el culo. Primero muy abruptamente para luego hacerlo más suave jugando con su lengua con el agujerito. Seguidamente introdujeron un tubo con lubricante llenando todo el ano de lubricante. Entonces vino el otro hombre que se sujetó de las dos caderas y lo sodomizó. El hombre primero se quejó, pero luego empezó a gemir y a disfrutar del placer que le daba el hombre con sus certeras estocadas. Estuvo follandolo largo rato alternando penetraciones largas y lentas, con otras cortas y rápidas.

Se la sacó y el otro hombre lo sustituyó follandolo. Lo cogía del pelo y lo follaba a la vez que lo masturbaba hasta que el marido de María se corrió entre las estocadas en la próstata y la paja que le hacía el follador.

María estaba alucinando, a la vez que la escena de su marido follado, la había puesto a mil. Ahora la quitaron todos los electrodos y la levantaron. Del techo colgaba una gran argolla donde fue atada y estirada hasta quedar tensa con los pies de puntillas.

Inge cogió y comenzó con la mano desnuda a darla azotes rápidos y suaves hasta un tono rosa suave. Luego pasó a floggers con tiras de cuero estrechos primero para luego más anchos. El tono rosa era más intenso y le llegó el turno a una vara estrecha y larga. Fueron azotes suaves para ir acostumbrándola a los azotes y dejar lo más duro para el final. Diez azotes duros pero espaciados. Dejaron el culo de María con un color rosa fuerte y unas rayas horizontales granates.

Dio instrucciones y tanto María como su marido fueron llevados a dos cepos situados en paralelo. Pero ahora sus ojos fueron tapados. Inge se colocó el strapon y entró el hombre que estaba con Inge en la reunión en la que conoció a María. Inge con el strapon folló el coño de María como si no hubiera un mañana y el hombre sodomizando al marido. Inge llenó el culo de María con un gran dildo. Los follaron con la única ansia de conseguir tener ellos el orgasmo, pero a la vez los masturbaron logrando también que los dos sumisos se corrieran.

El marido tras ducharse y acicalarse se fue a su casa dejando a María sola con Inge para ser adiestrada.

Este relato es imaginario. Me encantaría que me escribierais y conocer vuestras opiniones a:

Picante100@hotmail.com