Serendipia V

Yo no quiero nada sin ti.

Eva salió de la habitación luego de un rato, pues todavía tenía la resaca y su cabeza amenaza con explotar en cualquier momento. Buscó su bolso y su teléfono para salir rápido hacia la cocina.

– Me voy ya – le dijo con una sonrisa – hoy soy ama de casa – pensando en el desorden en el que tenía su apartamento.

– ¿Nos vemos más tarde? – le preguntó Irene lavando algunos platos sucios.

– No sé, te aviso – le dijo saliendo a la sala – te ayudaré a limpiar este desastre y me iré – agregó al ver la sala de batalla.

– Estuvo un poco agitado anoche – dijo Irene como si nada, intentando averiguar, de forma muy disimulada, qué había pasado entre ella y Camille. Eva solo asintió mientras recogía algunas cosas – ¿Qué pasó con Camille? – preguntó logrando una carcajada en Eva, pues ya sabía que lo iba a preguntar.

– Se portó un poco extraña hace rato conmigo – le dijo haciendo una mueca – me gusta ¿está bien? Me encanta – admitió – pero respeto lo que sea que esté pasando por su cabeza, y no me voy a ilusionar – añadió viendo que ya Irene abría la boca para darle su sermón del día. Pero la realidad era que ya Eva estaba ilusionada y decirlo era empezar una discusión que no quería tener. Porque cuando algo nos atrae y nos hace nacer ganas de ir a por ello, odiamos el hecho de que alguien tenga las ganas de arruinarnos los sueños, no necesitaba escuchar por milésima vez que Camille era heterosexual, ni que no tenía ningún chance con ella, no tenía ganas de esa realidad. A pesar que, desde el inicio, Irene había insistido en que Camille se sentía atraída por ella, pero no quería que su amiga saliera herida. Además, que ella constantemente cambiaba de opinión, sin notar, que eso era lo que hería a Eva.

– ¿Y anoche? – le preguntó Irene. Eva la miró con las mejillas coloradas.

– Ella estaba temblando de miedo, Irene – le respondió como si se estuviera excusando de algo – se sintió mejor cuando me metí a la cama con ella.

– Pero lo disfrutaste – dijo con una sonrisa y levantando las cejas de forma sugerente, logrando una carcajada en Eva.

– No molestes – fue lo único que le dijo terminando de recoger los vasos y platos y sacudiendo los muebles.

Se despidió de su amiga y de los demás, los pocos que aún dormían y fue a tomar el autobús directo a su apartamento.

Lamento haberme ido tan pronto, mi hermano estaba preocupado – fue el mensaje que llegó al teléfono de Eva, quien estaba tan concentrada viendo la calle pasar por la ventana, que no se dio cuenta hasta que llegó a su dulce hogar y arrojó el teléfono fastidiada hacia la cama, que vio la luz parpadeante y leyó.

No te preocupes, espero la hayas pasado bien – fue lo que le contestó antes de entrar al baño a darse una ducha.

Eva salió envuelta en una bata y no se percató de su teléfono, cuya luz parpadeaba insistentemente. Pero el cansancio le había ganado, ni siquiera recordó que tenía que limpiar su apartamento, solo se acostó en la cama y cerró los ojos, quedándose dormida sin darse cuenta.

Camille se mordía los labios, mientras intentaba distraerse frente a la computadora, donde redactaba un informe que debía entregar apenas terminaran sus pequeñas vacaciones. Miraba cada cinco minutos su teléfono, esperando una respuesta a su pregunta:

¿Quisieras salir a comer algo?

Pero Eva estaba más muerta que viva en su cama matrimonial, dormida en diagonal, ocupando todo el espacio. Por un momento Camille pensó que la chica la estaba ignorando y su desespero fue disminuido drásticamente cuando se dio cuenta de que se estaba portando como una adolescente paranoica.

– ¿Quieres comer algo? – le preguntó su hermano desde la puerta de su habitación, logrando devolver a Camille a la tierra.

– ¿Afuera o aquí? – preguntó rascándose la frente y mirando de nuevo su teléfono.

– Podemos pedir algo para que lo traigan – le respondió, haciendo el mismo gesto de rascarse la frente – no tengo ganas de vestirme como persona hoy – dijo riendo.

– Está bien – rio Camille – pide algo mientras termino esto.

Marco, su hermano, hizo un gesto de afirmativo cerrando la puerta – eres la única a la que le dan trabajo para hacer en sus vacaciones – bufó pero Camille lo escuchó igual y negó con la cabeza sonriendo. Suspiró guardando el archivo en la computadora y miró de reojo ese aparato infernal que empezaba a ponerla de mal humor. Debe estar ocupada , pensó. Ya esperaría la respuesta y tal vez pudieran verse al día siguiente, porque la invitación quedaba abierta a cualquier día, pero esperaba que no pasaran tantos.

Al salir de la habitación, le esperaban dos jumbos hot dog que tanto adoraban Camille y su hermano, la mirada se le iluminó como a una niña y se sentó en el sofá frente a la televisión que estaba en la sala. Subió los pies al cojín, destapó una lata y encendió la televisión.

– ¿Me dirás entonces dónde estuviste? – le preguntó su hermano con una sonrisa pícara mientras daba el primer mordisco.

Camille levantó una ceja, entre divertida y atrapada – ¿Desde cuándo te preocupas por eso? – dijo sin mirarlo, con la mirada fija en la televisión.

– Es curioso – dijo luego de un rato – has pasado el día pendiente de tu teléfono y cada vez que lo miras y no hay nada haces un gesto muy extraño – agregó divertido – ¿Estás viendo a alguien? – le preguntó directamente y todo parecía en broma, porque a Marco nunca le había importado con quién salía su hermana, pero le causaba gracia el comportamiento de Camille y estaba decidido a molestarla lo que más que pudiera.

– ¿A qué viene todo esto exactamente? – le preguntó ocultando su nerviosismo.

– ¿Cómo se llama? – preguntó esta vez devorando su hot dog y dándose la vuelta, quedando de frente a su hermana.

Camille rio y negó con la cabeza – estoy saliendo con alguien – le dijo sin mirarlo – pero no es lo que crees – admitió.

– ¿Cómo es que sales con alguien y no es lo que creo? – Dijo con ganas – ¿Qué es, entonces? – y cruzó los brazos en señal de que no se callaría hasta obtener una respuesta.

– Es una chica – soltó mirándolo para observar su reacción, la cual fue solo de sorpresa e intriga – solo es una amiga y solo hemos salido una vez – dijo como si se estuviera excusando por algo.

– Solo han salido una vez y pasaste la noche con ella – dijo esta vez riéndose con más ganas – no te conocía esta etapa, hermanita – señaló mirándola de forma sugerente.

– Solo es una amiga – aclaró la rubia.

– Claro, por eso es que miras a cada rato la pantalla de tu celular – dijo echándole más leña al fuego, pero le divertía demasiado – porque es una amiga – agregó entre risas guiñándole un ojo.

– Esta conversación se terminó – dijo Camille levantándose del sillón y llevando su plato a la cocina. Su hermano entre risas, tomó su teléfono y llamó a su hermana, y para su sorpresa, Camille al escuchar el sonido salió corriendo de nuevo a la sala. Marco se revolcaba de la risa en la alfombra sobre el suelo, escuchando los improperios que salían de la boca de su hermana y escuchando el portazo que cayó los reproches de la rubia. Sabía que Camille no estaba enojada y todo aquello le había divertido en demasía, porque para eso estaban los hermanos, para hacernos la vida imposible a costa de su diversión propia.

Camille más que enojada, estaba furiosa, pero no por lo que había hecho su hermano, ni siquiera porque Eva no diera señales de vida. La razón de su enfado era por lo que sentía dentro de ella, esa desesperación por saber algo de Eva, la preocupación que le apretujaba el corazón de no ver su nombre en sus notificaciones. Cayó en la cama con pesadez y suspiró, no podía creer lo que le estaba pasando.

La vida amorosa de Camille no era muy pomposa. Había salido con dos chicos en su adolescencia, bastante inmaduros, los cuales solo le habían servido a Camille para darse cuenta que era mejor esperar por la adultez. Y la adultez llegó a los 18 años, cuando se independizó, pero ello no trajo a ningún hombre con quien ella pudiera compartir su vida. Tal vez sí, pero a Camille ninguno le convencía y se mordía los labios arropada entre las sábanas de su cama, cuando se imaginaba a Eva como alguien con la que pudiera estar en una forma diferente, esa forma que ella tanto anhelaba y que ignoraba porque sentía que los temas amorosos inexistentes la distraían de su trabajo y de la responsabilidad de llevar un hogar, junto a su hermano. Pero entonces su imaginación la llevó demasiado lejos cuando imaginó a Eva en su cama, a su lado, ambas en un costado mirándose con la curiosidad que solo ambas podían sentir. Curiosidad de más y curiosidad de todo. Cerró los ojos para intentar recrear el tacto de Eva en ella, incluso su respiración y los latidos de su corazón, tan pausados que la sintió allí con ella y se durmió con ese pensamiento recorriéndole tanto la mente, como el cuerpo.

Eva despertó en la madrugada, pero como había dejado la luz encendida, creyó que era de día, tomó su teléfono y entre dormida y despierta leyó el mensaje que tenía. Sonrió para la almohada y apretó el botón de llamar.

– ¿Sí? – dijo una voz adormitada del otro lado.

– Hola – dijo Eva con la cara aun en la almohada.

– ¿Quién es? – preguntó Camille confundida mirando la hora en el despertador que estaba a su lado.

– Soy Eva – dijo suspirando, moviendo su cara hacia un lado para poder respirar mejor.

– Eva – dijo Camille saliendo de su ensueño – ¿Qué haces despierta? – se estrujó los ojos y se arropó mejor porque empezaba a sentir frío.

– ¿eh? – Preguntó Eva – ¿Qué hora es? – Dijo mirando su reloj y se reprochó a sí misma – lo lamento mucho – se disculpó apenada, del otro lado se escuchaba a Camille reír.

– No te preocupes – le dijo divertida, agradecida con todo ser celestial que hubiese hecho que Eva la llamara.

– Apenas desperté y leí tu mensaje – le dijo apenada – me hubiese encantado salir a comer algo contigo, me quedé dormida sin cenar – y se rio de su cansancio.

– Podemos salir a cenar hoy – dijo sin detenerse a pensar que eso sonaba a cita.

– Claro – se animó – me encantaría – tenía una enorme sonrisa y abrazaba la almohada.

– Entonces, te veo más tarde – dijo Camille – ¿Te parece a las seis?

– Está perfecto – respondió Eva – ¿Te gustaría ir a algún sitio en específico?

– ¿Conoces algún sitio tranquilo para cenar a las seis? – escuchó a Eva murmurar.

– ¿Te gustaría venir a mi apartamento? – Se atrevió a decir – Podemos pedir delivery o preparar algo aquí.

– Llevaré algunas películas – dijo la rubia – ¿Terror o comedia romántica?

– Difícil decisión – dijo Eva pensativa – no es cierto, comedia romántica – y Camille se rio con ganas.

– ¿No podrás dormir luego? – le preguntó.

– Es evidente – rio Eva.

– Bien, comedia romántica será – dijo la rubia haciendo una nota mental.

– Puedes venir más temprano si quieres.

– Vale, termina de descansar, hasta más tarde – se despidió Camille con una sonrisa en los labios.

– Igual tú – dijo cortando la llamada.

Ninguna pudo conciliar el sueño luego, no al instante, al menos. Eva pensando en lo mucho que le gustaba hablar con Camille, escuchar su voz y verla. Y Camille decidida a averiguar qué era eso que estaba empezando a sentir.

Eva se despertó sobresaltada, recordando que el día anterior había decidido limpiar su apartamento, pero en su cansancio eterno, lo dejó pasar. Salió a la pequeña terraza a regar sus dos cactus, los cuales amaba, porque todos tienen alguna rareza dentro de sí mismos y esa era la de ella. Encendió la radio de la sala y empezó a escuchar música mientras limpiaba. Y con una mezcla de Sia y M83 se distrajo de todo lo demás. Volviendo a ignorar su teléfono, el sonido del timbre y el sonido de los golpes en la puerta.

Notó que alguien había entrado a su apartamento cuando la música fue pagada y su mejor amiga la miraba con los brazos cruzados.

– Comunicarse contigo es un dolor en el... – dijo señalando su parte trasera y frunciendo los labios – ni siquiera sé para qué tienes teléfono – le espetó.

– Vuelve a poner la música y ayúdame a limpiar – dijo Eva como si el episodio no hubiese sucedido.

– ¿Vine a sacudirme el estrés del campo y me vas a poner a limpiar? – preguntó Irene entre dolida e incrédula.

– Camille vendrá más tarde – le dijo e Irene levantó las cejas de forma sugerente – no me mires así, por Dios – resopló Eva.

– Estaré en tu habitación, calladita e invisible – empezó a decir Irene y ya Eva sabía lo que eso significaba – pero quiero quedarme aquí, no quiero volver al encierro aislado en el que estoy, te lo suplico – Eva volvió a resoplar y asintió.

– Puedes estar con nosotras, tonta – le dijo Eva sin dejar de limpiar.

– Ah pues no sé, creí que querrían estar solas – y Eva la fulminó con la mirada, a lo que Irene solo pudo reír y empezar a limpiar sin decir nada más.

– Ay hermanita, por favor- le suplicaba Marco – déjame ir contigo.

– No – le respondió Camille irritada.

– Quiero conocerla – dijo otra vez simulando un berrinche.

– Es solo una amiga Marco, no seas tan fastidioso – Camille empezaba a perder la paciencia.

– Vale, entonces solo preséntamela – dijo jugando – tal vez tenga oportunidad con ella – agregó provocando a su hermana.

– ¡Ni se te ocurra! – estalló Camille y Marco se carcajeó como nunca.

– Si ves cómo te trae – dijo Marco sorprendido mirando a su hermana – llámala y dile que tu hermano irá – le lanzó su teléfono, recibiendo una mirada de odio de parte de Camille – de verdad quiero conocerla, quiero saber por qué te gusta tanto – y levantó una ceja, igual que Camille, quien suspiró derrotada.

– No me gusta – aclaró y su hermano resopló con un “sí, aja, lo que tú digas”.

Eva empezaba a amarrar las trenzas de sus zapatos para salir junto a Irene a comprar algunas cosas para la cena.

– Creo que te llaman – le dijo Irene tendiéndole el teléfono – acostúmbrate a llevarlo encima mujer, por Dios – la regañó.

– Hola – dijo Eva sin hacerle caso a Irene.

– Eva – dijo Camille del otro lado, logrando una sonrisa automática en ambas.

Irene la empujaba hacia la puerta para que caminara.

– ¿Cómo estás? – le preguntó Eva – no me digas que llamas para cancelar – dijo asustada haciendo que Irene se detuviera.

– No, no – dijo Camille apenada – es solo que – empezó a decir – ¿Habrá algún problema si mi hermano nos acompaña? – y Eva respiró de alivio.

– No, no hay ningún problema – le respondió – Irene invadió mi apartamento hoy, así que también cenará con nosotras – le explicó.

– Bien, entonces – Y al fondo se escuchaba el grito de victoria de Marco – lo lamento, mi hermano tiene problemas – y ambas rieron – nos vemos más tarde – le dijo en un suspiro y Eva se despidió de ella.

Se mordió los labios al cortar la llamada y no se dio cuenta de que Irene la miraba estupefacta.

– Estás perdida amiga – le dijo sacándola de su ensueño. Eva la miró pidiéndole perdón y elevando sus hombros.

– Déjame intentarlo al menos – le pidió e Irene asintió pasando su brazo por los hombros de Eva en un medio abrazo – por cierto, viene su hermano también – dijo abriendo la puerta para salir.

– ¿Y está soltero? – Preguntó inmediatamente Irene – ¿Qué edad tiene? Seguro es tan guapo como su hermana – agregó emocionada.

– Si no te conociera, pensara que estás necesitaba porque te desordenen la cama – dijo Eva recibiendo un golpe de su amiga, que estaba indignada por el comentario.

– Tal vez – admitió entre risas y tapando su cara apenada.

Ambas esperaron por el bus, de pie en la acera hablando tonterías.

– ¿Empanadas? – preguntó Irene.

– Empanadas – asintió Eva.

Llegaron al apartamento exactamente una hora y media después, Irene a la cocina y Eva a darse una ducha.

El timbre sonó cuando Eva terminaba de vestirse, corrió hacia la puerta escuchando a Irene reírse desde la cocina. Se peinó con los dedos junto al espejo que estaba al lado de la puerta y abrió.

Que increíble sentía el cuerpo entero cada vez que veía lo rubio de su cabello, su sonrisa, sus labios rojos siempre al natural y los ojos claros fijos en ella. La acercó con su mano por la cintura y le dio un beso en la mejilla, inhalando el aroma dulce que siempre llevaba. Detrás de ella, estaba un muchacho rubio, casi castaño, con los mismos ojos claros y un poco más alto que Camille. Tenían casi la misma sonrisa, la diferencia estaba en sus gestos masculinos que Camille no poseía. Le estrechó la mano por educación, porque aún no lograba escuchar nada más allá de los latidos de su corazón al ver a su rubia favorita.

– Es un enorme placer conocerte Eva – le dijo el chico – mi nombre es Marco, soy el hermano de Camille – estrechando igualmente su mano con la de Eva.

– Un gusto – le dijo Eva con una sonrisa, haciéndose a un lado para que pasaran – Irene está en la cocina.

– ¿Puedo pasar? – Dijo Marco señalando hacia la cocina – me gusta cocinar – agregó con la misma sonrisa y Eva asintió.

– Irene, Marco – dijo Eva entrando a la cocina llevando algunas cosas que Camille había traído – es el hermano de Camille – Irene lo saludó con una sonrisa que le indicaba a Eva que iría por él. Saludando luego a Camille con un beso.

Eva salió disculpándose, señalando su cabello.

– Acababa de salir de la ducha – le dijo a Camille quien la seguía.

– Me gusta tu cabello así – soltó Camille.

– ¿Mojado? – preguntó divertida.

Camille rio y asintió.

– Oye – dijo la rubia, mirando como Eva peinaba su cabello – abrirán nuevas vacantes en la empresa.

– Mjm – dijo Eva mirándola – ¿Me entrevistarás tú? – preguntó divertida.

– No hay nadie más que lo haga – dijo Camille – prometo no ser cortante esta vez.

Eva la miró con ternura.

– Eva – volvió a decir Camille suspirando, tomando la mano de la otra chica, que se giró a mirarla confundida.

– ¿Sí? – dijo Eva nerviosa.

– Gracias – Eva la miró más confundida aún – por lo de la noche anterior, estaba aterrada – confesó.

– Confieso que dormí bastante bien – dijo Eva riendo, guiñándole un ojo que se vio demasiado sexy y a Camille le fallaron las piernas – es curioso – empezó a decir – no me hubiese imaginado nunca que una persona tan seria y enfocada, como la que vi ese día en la oficina, fuera tan dulce – Y Camille se sonrojó.

– No todo es lo que parece – dijo levantando los hombros – tú también me sorprendiste – afirmó – nunca había entrevistado a una persona tan obstinada como tú – le dijo logrando una mirada de enojo fingido en Eva.

– Ven, ayudemos a los muchachos – le dijo Eva, halándola pues aún no habían soltado sus manos. Y Camille se sintió vacía cuando Eva la soltó al llegar.

– Te lo juro, es que se les nota en la mirada a las dos – escucharon decir a Marco, quien se calló de repente al verlas entrar, logrando una carcajada en Irene y miradas confundidas entre Camille y Eva.

Esa noche, al parecer, todos sabían lo que estaba pasando entre Eva y Camille, menos ellas mismas, porque el amor nos vuelve distraídos y ciegos, en todos los sentidos.

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Cuando no me pasa nada malo publico antes vieron, que bonito.

<3

Ahora me iré a comer unas arepas, porque a falta de amor... COMIDA.