Seré tu esclava sexual

Un encuentro casual acaba en una sorpresa excitante.

SERÉ TU ESCLAVA SEXUAL

Su voz sonaba lejana, triste y apagada, ya no estaba allí conmigo, estaba segura. Y de pronto, sentí como si me estuviera despertando, pero al abrir los ojos todo estaba oscuro, negro, no veía nada. Aún así sentía que estaba desnuda. Desnuda y atada, inmóvil encima de una especie de caballete, boca abajo con las manos y los pies atados a lo que supuse eran las patas, no se oía nada. Traté de mirar al frente, pero nada, todo estaba oscuro, completamente negro.

  • ¿Ya te has despertado, mi bella durmiente? – oí que me preguntaba una voz conocida.

  • ¿Qué hago aquí, dónde estoy? – Pregunté desorientada, cansada, buscando una respuesta.

  • ¿Ya lo has olvidado? Eres mi esclava, dijiste que serías mi esclava hasta fin de año ¿No lo recuerdas? Vaya, veo que el cava te hizo efecto anoche.

De repente vino a la memoria aquel momento, sí, era cierto, él, un desconocido al que acababa de conocer en la barra de un bar me dijo que qué sería capaz de hacer por él si conseguía que disfrutara un solo orgasmo. Era un hombre muy atractivo, alto, moreno de intensos ojos negros, unos ojos que hipnotizaban y sin pensarlo demasiado ni saber porque le respondí:

  • Sería tu esclava sexual hasta fin de año.

  • Ahora lo recuerdo – dije apesadumbrada.

  • Me alegro, pensé que lo habías olvidado – dijo él acariciando mi sexo con suavidad.

El roce de sus dedos con mi clítoris hizo que todo mi cuerpo se estremeciera y se agitara sobre el caballete, luego sentí como introducía uno de sus dedos en mi agujero vaginal, y un gemido de placer escapó de mi boca.

  • Muy bien, zorrita, veo que la droga está haciendo efecto.

  • ¿Me has drogado, cabrón? – Pregunté incrédula, contrariada y enfadada.

  • Sí, querida, quiero que sientas cada orgasmo como nunca antes has sentido ninguno. Me dijiste que nunca habías podido disfrutar un orgasmo en tu vida, ¿verdad? – Recordé levemente que lo había dicho – pues hoy vas a sentirlos todos como una explosión, y no querrás terminar nunca, ya verás.

Cerré los ojos y dejé caer mi cabeza sobre el caballete. Estaba en sus manos, no podía hacer nada, sólo dejarme hacer. Ser su esclava como le había prometido. Me maldije a mi misma por haberle prometido aquello, pero...

Fue el único que lo consiguió, como el mismo me había dicho, hizo que disfrutara como nunca mi primer orgasmo. Me llevó hasta el baño de mujeres, nos encerramos en uno de aquellos estrechos cubículos. Yo al principio no estaba segura de aquello, pero... Sus labios eran como caricias de una pluma sobre mi piel, dulces como la miel, suaves y bien estudiados. Empezó a besarme dócilmente en el cuello, mientras me bajaba los tirantes del vestido dejando desnudos mis senos, que amasó y sobó a su antojo logrando que mis pezones se erizaran.

  • No, por favor, no, tengo novio y...

  • Shhhh – me hizo callar – déjate llevar, disfrútalo – me susurró con suavidad.

Luego siguió, descendió por mi vientre, haciendo que mi vestido fuera cayendo suavemente cada vez más abajo. Cerré los ojos y me dejé llevar, como él me había pedido. El vestido cayó al suelo y sentí sus labios sobre mi ombligo, que lo besó; sus manos se posaron sobre mis caderas, yo estaba de pie, él arrodillado ante mí. Su boca se hundió en mi entrepierna y su lengua lamió mi sexo por encima de la tela de las braguitas, me estremecí.

  • No, por favor...- volví a quejarme, a suplicarle, pero ya era tarde. El placer empezaba a inundarme y lo que realmente quería era que siguiera.

Sus manos deslizaron mis braguitas por mis piernas hasta dejarlas caer al suelo, me hizo abrirme más y sentir sus dedos introduciéndose en mis labios vaginales, jugueteando con mi humedad, acariciando mi sexo mientras todo mi cuerpo vibraba. Luego cogió mi mano, la llevó hasta su sexo, se bajó la cremallera del pantalón, sacó su sexo erecto y posó mi mano sobre él.

  • Acarícialo, venéralo – me suplicó.

Y lo hice, acaricié cada centímetro de aquella desconocida piel, lo sacudí, lo meneé, mientras veía como él disfrutaba y como su sexo se erguía cada vez más. Y sin saber como, sentí su cuerpo pegado al mío, su sexo a las puertas del mío y luego introduciéndose en mí, llenándome. En menos de cinco segundos, estábamos cabalgando hacía el placer, ambos al unísono, sintiéndonos el uno en el otro y una extraña explosión, un subidón, un cosquilleo especial, algo que nunca antes había sentido empezó a surgir en mi sexo, extendiéndose por todo mi ser poco a poco, aumentando su intensidad y haciéndome por fin explotar en un maravilloso éxtasis de placer, disfrutando así mi primer orgasmo. Cuando mi cuerpo dejó de convulsionarse me quedé floja, derrumbada sobre él, pero feliz. Mi improvisado amante me sujetó, me abrazó y me susurró al oído:

  • Ahora tendrás que ser mi esclava sexual hasta fin de año.

  • ¡Oh, no, no, eso no! Yo... no... – traté de desdecirme y sin tiempo a decir nada más, sentí que la cabeza se me iba y me desvanecía.

Y ahora estaba allí, atada a aquel caballete, desnuda y a oscuras, cumpliendo mi promesa de ser su esclava.

  • ¿Qué quieres que haga? – Le pregunté por fin.

  • Nada, sólo disfrutar y sentir, déjate llevar como hiciste en aquel baño y todo irá sobre ruedas – me susurró al oído, mientras reposaba todo su cuerpo sobre el mío y sentía su erecto y desnudo sexo chocar contra mis nalgas.

De repente la luz se encendió, pero mis ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse, mientras él ya me estaba penetrando, cuando por fin pude distinguir algo le vi allí, desnudo, atado en una silla, inmóvil, estaba Alberto, mi novio. Tenía la boca tapada con cinta americana, y sus ojos estaban llorosos.

  • Pero... eres un cabrón – gemí, cuando mi amante empezaba a moverse ya haciendo que el placer retornara a mí y empezara a enajenarme de nuevo.

  • Sí, pero soy tu cabrón, ese que siempre has deseado que te follara y te produjera esos maravillosos orgasmos que hoy vas a disfrutar aquí, delante del pichacorta de tu novio.

La situación me excitaba sobremanera, y quizás por eso, empecé a sentir el primero de una larga lista de orgasmos. Todo mi cuerpo se estremeció y no pude evitar gemir y gritar mientras él me penetraba una y otra vez sin descanso delante del cornudo de mi novio. No sé cuanto rato estuvo penetrándome en aquella posición, sólo sé que tuve unos cuatro orgasmos y que mientras disfrutaba uno tras otro no pude dejar de observar la cara de cólera que tenía Alberto, la impotencia dibujada en su rostro que además hacía que yo disfrutara aún más de aquellos orgasmos. Y en el último de ellos sentí como también mi amante, Fernando, el hermano de Alberto, alcanzaba el orgasmo llenándome con su espeso y caliente semen. Ambos permanecimos inmóviles y exhaustos durante un rato. Hasta que Fernando se levantó, me desató y observando a Alberto mientras nos abrazábamos le dijo:

  • Ves, así es como se debe tratar a una zorrita como tu novia para que pueda disfrutar de un buen orgasmo, pichacorta.

Entonces me acerqué a Alberto, que tenía el sexo candente como un hierro, erguido como nunca y a explotar de deseo. Me senté sobre él descendiendo despacio, haciendo que penetrara en mi agujero trasero como a él le gustaba. Luego empecé a moverme arriba y abajo, cabalgándole como si fuera un caballo, cada vez más velozmente, hasta que sentí su sexo a punto de explotar y mi culo ardiendo por el orgasmo, explotando ambos al unísono en un orgasmo demoledor. Ya había perdido la cuenta de los orgasmos que había tenido en aquella habitación pero podía decir que había sido la mejor experiencia de mi vida. Desaté a Alberto, que me abrazó con fuerza, como un niño y me susurró al oído:

  • Gracias, princesa, gracias por hacer realidad mi fantasía.

El plan había funcionado a la perfección, tal y como Alberto, Fernando y yo, lo habíamos diseñado y la fantasía de los tres se había hecho real a través de aquel juego perfectamente orquestado.

Pretty Woman (Enero de 2010)