Seré buena...

Un breve relato basado en las primeras experiencias reales con un "amigo" especial que poco después se convirtió en mi amo.

  • Me lo pasé muy bien el otro día en tu casa, gracias 😘 - Le escribí tras la primera noche en su casa. Fue algo normal, gente joven diviertiéndose, nada remarcable ni inolvidable, pero lo que si que marcó fue el origen de una amistad basada en sexo y confianza.

  • Cuando quieras vuelves, podemos probar otras cosas si quieres... + Me respondió él a las horas. Me olía a que se refería, y no os mentiré, me llamço la atención la propuesta. No hacía mucho que había cumplido los 18 años y aún me faltaba mucha experiencia, experiencia que durante las siguientes lineas pareció que él estaba dispuesto a ofrecérmela.

A raíz de ese ofrecimiento estuvimos hablando. Me resultaba excitante pensar en la idea de probar cosas nuevas... con juguetes, látigos, y en la justa medida, un poco de dolor. Pobrecita de mi, lo que me esperaba. Él me informó que tenía cierta experiencia, un látigo, unas esposas y unas ganas increíbles de usarlas conmigo. Tan tentador fue aquello que a la semana ya me encontraba de vuelta a su casa, bajando en tren a la ciudad mientras el me soltaba ciertas frases clasificables como "burradas" por el chat.

Llegué a su casa y notó rápidamente que estaba muy nerviosa y excitada. A pesar de lo segundo, no es ningún secreto que hacer algo nervioso suele ser contraproducente, por lo que optamos por tomarnos un par de cervezas artesanas mientras charlabamos de nuestras cosas en común. Al cabo de un rato, cuando ya la cerveza se había acabado y él se terminaba la segunda, puso su mano sobre mi pierna mientras charlaba normalmente.

Su mano fue subiendo por mi muslo mientras su tono y voz no cambiaban, como si estuviesemos tranquilamente charlando en un bar, con la diferencia de que su mano ya se acercaba a mi entrepierana. Llegó a desabrochar un botón cuando me dijo:

  • Qué, vamos a la habitación o prefieres seguir de cháchara media hora más? + La respuesta era clara. Me tendió el brazo para levantarme y me hizo pasar delante de él, no sin antes darme un azote en el culo. Suave. Con cariño incluso.

Se sentó en el borde de la cama y añadió, tajante:

  • Quitate la ropa, ¿no? + Más que una pregunta sonó a una orden. Sonreí y empecé a desabrocharme la camisa que llevaba botón a botón mirándole sus ojos azules. Una vez desabrochado el último botón la dejé caer hacia atrás y procedí a pelearme con el broche del sujetador e hice lo mismo que con la prenda anterior. Finalmente terminé por bajarme los pantalones y la ropa interior y apartarlo a un lado.

Una vez desnuda volví a mirarle. Sus ojos se habían posado en mi cadera y subían a mis pechos sin disimulo. Me acerqué a el con intención de arrodillarme y ayudarle a sacar lo que aún se escondía debajo del pantalón, pero por lo visto tenía otros planes para mi.

Como si hubiese cambiado de opinión mientras me agachaba, antes de llegar a tocar el suelo con mi rodilla me agarró del hombro con cierta rudeza y se levantó con el mismo impulso con el que me tiraba a la cama.

  • ¿Prefieres que te tape los ojos? Así no te asustas + En aquel momento pensé que casi ni le conocía, que quizás no era seguro estar en una situación de vulnerabilidad... Pero había ido a pasármelo bien. Acepté y sacó un lijer antifaz negro con el que me tapó los ojos. Poco después le oí rebuscar en un cajón y acercarse a mi.

Me cogió de los brazos y noté como me esposaba con unas esposas suaves y aterciopeladas, una mano con la otra por encima de mi cabeza. Acto seguido hizo lo mismo con mis pies.

Allí estaba yo: postrada en la cama de un hombre sin poderme mover ni ver. De repente noté como algo suave rozaba mi pezón; era una pluma. En pocos momentos sentí como se me endureció. Primero el izquierdo y luego el derecho. Acto seguido noté como una mano grande agarraba toda mi teta, apretaba con finura, y después subía al pezón. Lo pellizcó. Primero con ternura, luego con duraza. Sentí cierto dolor y cometí mi primer error de la noche: quejarme.

Sentí como se rió y añadió: + ¿Qué? ¿Te quejas con esto? +  y acto seguido volvió a apretar con la misma fuerza. + Vale, vale, como quieras +

Con un brazo y sin hacer mucha fuerza me giró, poniendome a cuatro patas sobre la cama. Me tocó el culo y lo agarró, levantándolo un poco y me dio un azote como castigo por mi queja de antes. Hizo ruido, pero no fue doloroso.

Acto seguido noté como alargaba un brazo. Pronto supe para que. Me dio un azote en el culo con una especie de pala. Picaba e hizo un ruido seco que resonó por todo el piso. Tras esa me dio otra, y tras esa otra más. Cuando notó que mi nalga ya estaba bastante dolorida paró y con más finura que la anterior vez me volvió a girar-

  • ¿Ahora te portarás mejor? + Yo estaba muy excitada. Dolorida, pero excitada. Sentía que mi entrepierna estaba algo más que húmeda. Asentí y el volvió a jugar con mis pezones, esta vez con la boca.

Al poco volví a notar como era más dolor del que estaba acostumbrada, así que hice un amago de apartarme... Y ese fue mi segundo error de la noche. No le hizo mucha gracia. Ninguna gracia. Me abofeteó ipsofacto. Fue una bofetada seca y dura. Me quedé inmovil. No me esperaba eso para nada. Me saltó una lágrima del susto o del dolor, aún no lo se. Pero él volvió a lo suyo. Hice todo lo que pude para no quejarme.

Al cabo de lo que a mi me parecieron infinitos minutos, se cansó de jugar con mis pezones y empezó a bajar con su mano hasta mi entrepierna que ya llevaba un buen rato goteando mis flujos. Acarició un poco y pronto se dio cuenta de mi excitación, así que procedió a introducir su dedo anular, y poco después el dedo corazón.

Primero con movimientos suaves iba buscando mis puntos de mayor placer. Lo encontró y se aprovechó. Me recorría un calambre en las piernas cada vez que lo tocaba del placer que me daba. Fue aumentando el ritmo y alternando con movimientos de sacar y meter los dedos.

Empecé a jadear del placer mientras notaba como un calor intenso salía de mi entrepierna a medida que su ritmo aumentaba. Sentí que llegaba mi climax y me retorcí de placer, pero mis pies seguían atados y acabé dendo vueltas en la cama apretando las piernas mientras su mano seguía dentro.

  • Ufff - Suspiré

  • Ahora me toca a mi + Añadió con un tono que daba a suponer una media sonrisa en su cara.

Noté como se levantó de la cama y oí como se bajaba los pantalones. Volvió a subirse a la cama, y aprovechando que estaba boca arriba, me cogió de las piernas y las apoyó sobre su pecho.

Me agarró de la cadera y sentí como ponía su polla cerca de mi entrada que aún notaba como palpitaba después del festival de placer de los minutos anteriores. La frotó sobre mi hendidura un momento, cerciorandose de que seguía mojada, y no se lo pensó dos veces hasta meterme su polla hasta el fondo de una estocada.

Gemí y noté como mi vagina apretaba su polla dentro de mi palpitantemente. La sacó un poco y la volvió a meter hasta el fondo. Igual que cuando lo hizo con sus dedos empezó a un ritmo suave, y tras cada embestida aumentaba un poco el ritmo de la siguiente. Empecé a gemir y su ritmo aumentó aún más. Con una mano me aguantaba las piernas y con la otra me manoseaba las tetas sin ningún tipo de delicadeza. Era molesto, pero placentero y excitante a unos niveles que hacía mucho que no había vivido.

Noté como mis gemidos iban aumentando de intensidad y busqué una almohada que poder morder, pero me hizo saber de su disconformidad con la idea con otro bofetón. Esta vez, del golpe, me movió el antifaz y me di cuenta de la situación de vulnerabilidad en la que estaba. Un hombre que me sacaba edad, altura y fuerza me estaba follando como él quería. No podía negarme, no podía resistirme, o las consecuencias serían horribles... ¿Pero iba a negarme?

Seguí gimiendo del placer hasta que el se cansó y sacó su pollade dentro de mi. Se bajó de la cama y me arrastró sin finura hasta el borde de la cama.

Me puso boca arriba con la cabeza asomando del borde de la cama y su poya húmeda a escasos centímetros de mi boca. Me miró, sonrió y dijo:

  • Abre la boca y coje aire. + Obedecí a lo primero pero no me dio tiempo a hacer lo segundo. Me metió la polla hasta la garganta y esperó unos segundos. Cuando me di cuenta de mi falta de aire intenté moverme y la sacó.

  • ¡¿QUÉ TE HE DICHO?! + Añadió, aunque sin respuesta física.

Me cogió de la cabeza y esta vez si que cogí aire. Me la volvió a meter hasta la garganta, esperó unos segundos y, de la misma forma que había hecho antes con mi coño, empezó a follarme la boca sin ningún tipo de delicadeza.

Pasaron unos segundos y la sacó el tiempo necesario para que pudiese respirar, y volvió a meterla.

Así estuvimos varios minutos hasta que, finalmente, tras las embestidas propias de la follada, en lugar de sacarla la metió aún más al fondo. Yo me estaba quedando sin aire pero no quería contrariarle en esa situación.

Noté como le tembló el brazo y le oí lanzar un gruñido, mientras notaba algo cálido recorriendome la garganta. Sacó su polla de mi boca y me tumbó en la cama con toda la delicadeza que no había tenido hasta ahora para que cogiese aire.

  • Qué? Te lo has pasado bien? + Rompió el silencio + No me habré pasado con los bofetones, no?

Negué con la cabeza. Se había pasado, pero pasado el dolor lo estaba recordando con suma excitación.

  • Pues el próximo día que vengas, si te portas bien, te enseño mi látigo. + Respondió mientras me sacaba las esposas de pies y manos.