Ser sumisa también es un arte (3)

Finalmente lograron gozar como querían, y no solo eso, me demostraron que no era mas que un conjunto de agujeros para su placer… es posible que aún así lo disfrute?

Ser sumisa también es un arte (3)

Finalmente lograron gozar como querían, y no solo eso, me demostraron que no era mas que un conjunto de agujeros para su placer… es posible que aún así lo disfrute?

A penas el resto abandonó el salón, Sebastián se acercó a mí y con la punta de los dedos comenzó a acariciar todo mi cuerpo, no hubo un solo lugar al que no llegase. A su paso, mi piel se erizaba, y cuando hacía amago de alejarlos de mí, me contorsionaba en busca de mantener el contacto.

Largo rato estuvo recorriéndome, pero el contacto era tan mínimo, y Lucas me había dejado tan caliente que la sensación era de dulce tortura. Comencé a gemir echando la cabeza hacia atrás. A penas hice el movimiento, se alejó de mí y me miró con burla.

  • A ver, a ver putita, parece que no entiendes cual es tu posición aquí – era primera vez que lo escuchaba hablar y su voz me hipnotizó. Era una voz grave, pero suave y muy sexi, además hablaba a un volumen a penas audible, lo que excitaba mi ya caliente cuerpo. – no se supone que seas tú la que goza, se supone que somos nosotros, por algo tú eres la esclava y no nosotros.
  • Lo siento amo, pero es que no puedo evitarlo, el simple contacto de la piel me pone a mil.
  • Lo sé, pero ahora me toca disfrutar a mí, así que prepara esa boquita, porque después de las maravillas que nos contó tu amo de ella, no me voy a privar de probarla, menos en estas condiciones en las que con lo caliente que estas, tu mamada deberá ser aún más placentera.

Pensé que me iba a descolgar de las cadenas y me haría arrodillarme delante de él para hacer la mamada. Pero el tenía otros planes, no quería que usara mis manos, sólo mi boca, por lo que en lugar de desatarme, alargó las cadenas de forma que pudiese arrodillarme, con las piernas separadas, pues tampoco me soltó las tobilleras, y sujeta de mis manos por las cadenas, a la altura en que su polla quedaba justo en mi boca.

La verdad es que la posición tenía su lógica. El tener las manos extendidas hacia arriba, hacía que mis tetas se ofrecieran por sí solas, y las piernas abiertas permitían el mismo ofrecimiento por parte de mi coño y culito. Así, mientras mamaba, podría jugar con mi cuerpo a su antojo.

Se acercó a mí, se desabrochó el pantalón y me ofreció su polla. Hacía solo un par de horas que había tenido una entre mis labios, pero con todo lo acontecido, me parecía que no había visto una en días. Era igual de gruesa que la de Lucas, pero más larga, y al igual que la de mi amo apuntaba directamente hacia mí.

Me incliné desde mi posición para apretar con mis labios su glande, y comencé a acariciarlo con ellos, de vez en cuando me la introducía en la boca para luego retirarla con los labios apretados. Cada vez la metía hasta más adentro, saboreando toda su virilidad en cada metida. Mientras tanto, sus manos se entretenían una en mis tetas y la otra en mi culo.

Cuando sentí que su respiración se alteraba, comencé a meterla y sacarla de mi boca lo más rápido que podía, pero al parecer, el ritmo no fue suficiente para él, pues la mano que estaba en mis tetas, se dirigió a mi cabeza, para acelerar con ella mis movimientos, mientras con la otra mano mojaba dos de sus dedos en mi concha para introducirlos sin piedad por mi culo. La presencia de su verga alojada en lo profundo de mi garganta evitó que el grito fuese audible, pero la contracción de mi garganta lo excitó, porque volvió a repetir la operación varias veces de forma rítmica, para que las contracciones de mi garganta también lo fuesen.

Mantuvo los movimientos hasta que sentí como 4 chorros de lefa chocaban en mi garganta, los que me vi obligada a tragar de inmediato para no ahogarme con ella. Terminada su descarga, me hizo limpiarle la verga hasta dejarla reluciente y acto seguido se denudo, para nuevamente acercarse a mi y sobarse contra mí. Lo hizo hasta que su miembro estuvo nuevamente en condiciones, tanto que mi coño se inundaba con la presencia de una polla tan cerca, pero sin intenciones de penetrarla, y mis pezones y tetas se endurecían como consecuencia del roce.

Finalmente se decidió por soltarme, liberando primero mis piernas y luego mis brazos. Yo quedé en la misma posición en la que estaba: de rodillas con las piernas un poco separadas, permitiendo mansamente que volviera a colocar el collar en mi cuello. Tirando de él me acercó a uno de los sillones donde me hizo apoyar la cabeza, formando un ángulo recto entre mi torso y mis piernas que le daban mucha facilidad de acción por cualquiera de mis agujeros.

Se arrodilló detrás de mí y comenzó a rozar mi coñito con su glande. Comencé a gemir, nuevamente estaba a las puertas de un orgasmo. Sebastián, previendo que podía correrme, me ordenó no hacerlo hasta que el me dijese, así que otra vez tuve que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad, para evitar llegar al deseado orgasmo.

Aprovechando lo mojado que tenía el coño, y sin previo aviso, me empaló en un solo movimiento sin contemplaciones. Lo que sentí en ese momento, fue una mezcla de cosas: dolor por la brusquedad de la penetración, placer por al fin tener el tan deseado miembro alojado en mi interior y miedo, porque una cosa es aguantar un orgasmo cuando te están acariciando, y otra muy distinta, aguantar el orgasmo cuando te penetran con la bestialidad con que lo hacía Sebastián, y la verdad es que temía que podrían hacerme si no obedecía sus órdenes.

La velocidad de los movimientos de mi penetrador era vertiginosa y cuando él llegó a estar listo para hacer su descarga en mi interior, esta se incrementó aún más. Durante todo el tiempo, sus manos no habían dejado de estar jugueteando con mis tetas y pezones, pero la cercanía de su orgasmo hizo que me tomara del cabello para guiar mis movimientos. Finalmente me dio permiso para correrme, lo que hice agradecida en el mismo momento en que él lo hacía.

Sacando su verga de mi coño, me hizo limpiársela nuevamente y dejarla a punto para que esta vez pudiese disfrutar de mi culito. Ahí sí que me puse nerviosa, no es que nunca me la hubiesen metido por ahí, pero no tampoco era algo que hiciese con mucha frecuencia. Además nunca me habían metido una verga tan gruesa como la de Sebastián.

Cuando hube cumplido con lo pedido, me hizo volver a adoptar la posición anterior apoyada en el sillón. Utilizando mis propios jugos me lubricó un poco el ano, pero no lo preparó, pues inmediatamente sentí su glande en la entrada de mi agujerito trasero. Agarrándose de mis hombros comenzó a hacer fuerza para meter ese pedazo de carne dentro de mí. El dolor que sentí me taladró el cuerpo y en seguida me puse a aullar de dolor. Pero cada grito lo calentaba más, por lo que empujaba con más fuerza.

A penas hubo terminado de meterlo, lo sacó y volvió a repetir la operación. Así lo hizo al menos unas cinco veces, aprovechando el placer que le producía mi esfínter sin dilatar. Una vez que se cansó de eso, comenzó nuevamente frenéticos movimientos de mete y saca, ya me había acostumbrado un poco al grosor de su verga, por lo que el dolor no fue tanto como antes y el sentirme empalada de esa forma comenzó a gustarme.

Los movimientos continuaron hasta que se corrió dentro de mi. Y volvimos al ritual de limpiar su verga para dejarla lista nuevamente para la acción, pero estaba vez no sólo sentía como caían mis jugos por mis piernas, sino que esta vez, se había unido su leche que caía desde mi culo abierto.

Estuvo las 3 horas y media dándome por el culo y el coño, con las consabidas mamadas intermedias, en todas las posiciones imaginables. A veces me ataba, sólo por el placer de ver como mi cuerpo se doblegaba a su voluntad, otras me ataba a la mesa, dejando mis agujeritos a su disposición y otras veces se sentaba dejándome a mí la misión de darle el placer cabalgándolo de la forma que se le ocurriese.

Al terminar su turno estaba exhausta, pero no me quedó mas opción que recibir al siguiente para que gozara de mi cuerpo como mejor quisiesen. Los que siguieron tuvieron una rutina más menos parecida. Me ataban en las posiciones más extrañas para darme por el culo y el coño sin piedad. Entre cada una me hacían limpiarlos, y en una que otra ocasión decidían descargarse en mi cuerpo, para ver como se veía con las marcas de su leche. Fue así que recibí descargas en mis tetas, vientre, espalda y cara, y por tanto, los únicos momentos que logré abandonar el salón fue cuando me hacían ir al baño a limpiarme.

Debo reconocer que muchas de las penetraciones ni las sentí, pues con lo cansada que estaba, me quedaba dormida, aunque eso no les impedía violarme a su antojo. Hubo algunos que lo disfrutaban aún más cuando estas eran las situaciones.

Estaba teniendo más placer que nunca, pero la situación cambió en el segundo turno de Lucas. Él era mi verdadero dueño y aunque durante su primera sesión fuese bastante tradicional en su trato, para su segunda oportunidad, decidió incorporar un par de cosas nuevas.

Estaba colgada de las cadenas, completamente dormida cuando entró, y tirándome un vaso de agua en el rostro me despertó.

  • Despierta puta, ahora vas a saber lo que es realmente ser una esclava para complacer. – Diciendo eso se acercó a un maletín que había traído y sacó un par de pinzas para mis pezones y otro par para mis labios vaginales, varios vibradores de distintos tamaños y un látigo.

Dejó las cosas en el suelo cerca de mí, excepto el látigo, con el que recorrió mi cuerpo, como si estuviese acariciándolo, para sin previo aviso soltar un latigazo en mi teta derecha dejando una línea roja en el lugar del impacto. Lancé un grito causado por el dolor. Volvió a acariciarme con el látigo y luego de un minuto aproximadamente descargó un segundo golpe en mi espalda baja, sacándome un nuevo grito acompañado de la contracción completa de mi cuerpo por el dolor.

Siguió la rutina, dibujando en mi cuerpo. Los golpes me daban en las tetas, pezones, abdomen, piernas brazos, espalda, culo y muslos. Luego del último golpe dado en mi abdomen bajo, las caricias con el látigo fueron más largas de lo habitual, primero por delante y luego por detrás, por lo que no esperaba lo que sentí: un latigazo dado justo entre mis piernas que azoto mi coño y clítoris, para que luego él se pegara a mi cuerpo, haciéndome notar a través de la tela del pantalón lo dura que tenía la verga.

En ese momento me dí cuenta que ese era mi destina, servir a mi amo, pues a pesar del inmenso dolor que sentía, al sentir que ese dolor provocaba placer en mi amo, no pude evitar calentarme y empezar a mojarme.

Luca pudo sentirlo al pasar su dedo por la marca que había dejado el látigo y se sonrió. Tomó los dos juegos de pinzas y se volvió a acercar a mí. Me sobó las tetas hasta dejarme los pezones duros como rocas para luego poner las pinzas sin miramientos y colgando de ellas unas bolitas de acero que generaban un constante estiramiento de ellos. Luego colocó el otro par en mi vagina. Tenía el cuerpo tan lastimado que el metal mordiendo mi piel me producía un dolor indescriptible, al tiempo que una excitación nunca antes experimentada.

Cambio la altura de las cadenas para ponerme en la misma posición en la que me hiciera mamarlo Sebastián al inicio: de rodillas, con las piernas separadas. Finalmente tomó dos consoladores de distintos tamaños y me los mostró. Uno era un poco menos grueso que su polla, pero presentaba una especie de espinitas en todo su contorno, el otro, en cambio, era un poco más grueso que su polla, pero era de superficie lisa. Comenzó a pasar ambos consoladores por mi raja para lubricarlos con mis jugos y luego me los metió.

En primer lugar tomó el más delgado y de un solo movimiento lo insertó hasta el fonda de mi vagina, cuando lo uve dentro, noté que presentaba una pequeña prolongación en su base que llegaba hasta mi clítoris. Luego el segundo lo introdujo en mi culo, ya estaba bastante dilatado por el uso de las últimas horas, por lo que no costó tanto que entrara, aunque aún así quedaba bastante justo en mi culito.

Para ese momento esperaba que empezara un mete y saca con ambos consoladores, pero para mi sorpresa se puso delante de mí sacando su polla y acercándola a mi boca, para luego decirme.

  • Muy bien zorra, ahora comenzarás a mamar y tienes prohibido correrte hasta que no consigas que me descargue en tu garganta. Está claro?
  • Sí amo, muy claro.

No parecía una tarea muy difícil de cumplir, total mientras estuviese con su polla en mi boca, no tenía opción de que pudiera jugar con los consoladores de mis agujeritos, pero una vez más me equivocaba.

A penas había alcanzado a meterme su polla en la boca, cuando siento que el consolador de mi vagina empieza a vibrar a una velocidad de vértigo haciéndome quedar a las puertas del orgasmo en menos de un minuto. Intenté concentrarme en la polla que tenía entre los labios y seguí mamando, cuando siento que el segundo consolador comienza a vibrar también. Ya apenas podía mantener la boca cerrada debido a los gemidos que salían de mi garganta, pero menos mal Lucas también estaba alcanzando el orgasmo, porque su mano tomó el control de mi cabeza para acelerar el ritmo de la mamada, hasta enterrarla profundamente en mi garganta para descargar en ella 4 chorros de leche caliente.

A penas sentí ese manjar en mi boca me corrí, porque ya no podía aguantar más. Lucas estaba realmente complacido con lo que veía. En menos de un fin de semana había logrado doblegarme a su voluntad y disponía de mí de la forma en que quería. El resto del turno siguió de forma parecida, cambiando los consoladores por otros de mayor tamaño o de mayor velocidad y gozando al ver como mi cuerpo se retorcía por el placer que el dolor que me causaba provocaba en mí, por contradictorio que parezca.

Los turnos restantes terminaron más menos siguiendo la misma rutina anterior. Penetraciones de mi culo y coño en todas las posiciones imaginables.

Cuando por fin dieron por terminada mi "despedida", mi amo me entregó la misma ropa con la había llegado el viernes por la noche para que me vistiera. Así lo hice y me hizo seguirlo al auto. De regreso a Barcelona, me hizo mamarlo de nuevo, hasta que llegamos ami departamento. Nos bajamos a recoger mis pocas pertenencias, lo que no fue muy difícil debido a que durante la semana había empacado todo y luego nos dirigimos a su apartamento.

Ahora sí comenzaba mi nueva vida, la que había aceptado completamente y que disponía a gozar como fuera. Pues ya la había probado y quería seguir disfrutando de ese placentero dolor y afrodisíacas torturas todo el tiempo que fuese posible.

En ese momento pensé que después de todo no les había mentido a mis papás durante la llamada que les había hecho el fin de semana, porque lograr complacer y satisfacer los deseos de un hombre es todo un arte.