Séptima [Ciencia ficción] - Capítulo V
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—¿Los doce perdidos? —preguntó Thalía a Yael, pero el chico estaba mirando como su hermana era besada por una desconocida.
Maya la había tomado por las mejillas y la había besado delante de todos y los únicos sorprendidos eran los doce.
—¿Qué demonios? —preguntó Hurán.
Maya se despegó de Azul y la tomó de la mano, haciendo que esta se pusiera a un lado de ella. Azul no había ni siquiera pestañeado cuando la chica comenzó a hablar.
—Rao, llama a la tribu a la fogata, tenemos que dar las buenas noticias, —dijo con suavidad mirándolos a todos —llévalos a que se limpien, se ven terribles. —Azul hizo el amague de irse con sus amigos, pero Maya la detuvo—. Tenemos mucho de que hablar.
La chica se la llevó hacia dentro de la choza de donde había salido y antes de entrar, Azul giró a ver a Yael. La situación se estaba poniendo demasiado extraña.
—Es obvio que no me recuerdas —dijo una vez a solas.
—Yo... —Azul titubeó.
—No sé qué te hicieron ellos, pero ya estás aquí, ya están aquí todos. —Sonrió levemente y acarició la mejilla de la chica.
—Perdona —dijo Azul apenada—, pero no sé de qué me hablas. —Tomó la mano de la chica que aún seguía sobre su rostro y la bajó— ¿Quiénes son ellos? —preguntó con curiosidad.
Maya señaló la insignia sucia que Azul tenía bordada en su camisa.
—Ellos tenían una vestimenta igual, pero con otro número —dijo con un leve temblor en los labios.
—Cinco —susurró Azul y la chica asintió— ¿Qué hicieron?
Maya la miró confundida.
—¿No lo recuerdas? —preguntó y Azul negó con la cabeza, siguiéndole el juego— hace un par de vueltas al sol —empezó—, llegaron estos seres. —Hizo un ademán con las manos—. Al principio, parecían amables, nos ayudaban con nuestras labores, nos ofrecieron aparatos extraños que facilitaban el trabajo de nuestra tribu, se nos unieron, se mezclaron, pero luego de unos meses, desaparecieron —dijo mirándola— y se los llevaron a ustedes.
—¿Dónde están ellos? —preguntó intentando mantener la calma— ¿A dónde se fueron?
—Nuestros rastreadores siguieron sus huellas durante varios días, pero no los encontraron —explicó.
Azul se dejó caer a una pequeña tabla de madera gruesa que hacía de silla.
—No puede ser —dijo tapándose la cara.
Por su mente sólo pasaba el hecho de que a lo mejor sus padres ya no estaban en aquel lugar y que, además de eso, habían secuestrado a doce personas. Su cabeza empezó a doler, no podía estar pasando, las ideas parecían arañarle dentro de su cerebro.
—Ya están de vuelta, es lo que importa —dijo Maya arrodillándose frente a ella—, sé que tus recuerdos regresarán. —Al decir esto, Azul la miró, se fijó en los ojos color miel y en la sonrisa.
—¿Quién es Azui? —preguntó con la garganta seca sabiendo la respuesta.
—Es, eres mi alma gemela —respondió.
Antes de la reunión en la fogata, Azul se reunió con sus compañeros. Todos vestían ropas de cuero semejantes y estaban muy asustados.
—Esto es un desastre —dijo Azul en voz baja cuando llegó con ellos—, creen que somos los que la quinta misión secuestró hace años.
—¿Por qué secuestrarían personas de este planeta? —preguntó Leinor sorprendida.
—¿No lo ven? —dijo Suri en un susurro— esa era la misión de la quinta.
—¿Pero cuál es el fin? —preguntó Yael.
—Experimentar —soltó Azul alarmada.
—¿No olvidan algo? —dijo Thalía y todos la miraron —esas doce personas son iguales a nosotros. —Los chicos se miraron con preocupación— ¿Saben qué atravesamos para llegar aquí?
Yael se frotó la sien con aquel recordatorio.
—Un agujero dimensional... pero es imposible.
—Hay otra opción —dijo Azul— ¿Y qué si somos de verdad nosotros?
—Eso es una tontería. —Hurán se puso de pie—. Sé bien quien soy.
—Pudieron habernos borrado la memoria e insertado todos esos recuerdos de nuestra vida.
—Es una tontería —repitió encarándola—, esta gente está chiflada, yo me voy de aquí.
—No seas idiota —bufó Azul tomándolo del brazo—, si nos quedamos podemos averiguar realmente lo que está pasando. —Continuó hablando para los demás—. Maya contará lo que pasó.
—¿Ya son amigas? —preguntó Hurán con sarcasmo— ¿o más que amigas?
Azul le soltó un puñetazo que le hizo girar el cuerpo y caer. Algunos de la tribu que pasaban cerca miraron la escena y sonrieron negando la cabeza.
—Bien hecho —dijo Yael dándole unas palmaditas en el hombro, mientras Leinor ponía los ojos en blanco y ayudaba a Hurán a ponerse de pie —¿qué fue ese beso? —preguntó en un susurro.
—Parece ser que cree que soy Azui, su alma gemela secuestrada —dijo resoplando.
—¿Qué pasará si lo eres?
—No seas tonto, no la he visto en mi vida.
—Esto del puente dimensional, el planeta dimensional —dijo señalando al cielo—, no sé mucho del tema, pero cuáles son las probabilidades...
—No lo menciones. —Lo atajó Azul—. Si fuese así, ya hubiese pasado algún desastre.
Yael suspiró cansado.
—Tenemos que mezclarnos —dijo por fin—, ese Rao parece ser el más fuerte, lidera muchas cosas y Maya... —dijo mirando hacia la choza— es la líder de toda la tribu, debes acercarte a ella.
—Estoy más cerca de lo que quisiera —bufó—, ha querido besarme una docena de veces. —Yael rió—. Deja de burlarte, ella de verdad cree que soy esa tal Azui.
—Bien —dijo Yael evitando reírse—, el plan es mezclarnos con la tribu, como si de verdad fuésemos esos doce perdidos, hasta que sepamos todo lo que sucedió y lo que pasó con la quinta misión, debemos permanecer juntos—. Todos asintieron, por ahora no podían hacer más.
Doce hermanos nos fueron arrebatados por quienes creímos venían en paz. Bajaron de las estrellas con promesas y regalos, pero fue más lo que nos quitaron. —Maya estaba de pie al frente de la multitud— Aún no recuerdan su vida en nuestra tribu, no nos recuerdan a ninguno de nosotros, no recuerdan sus verdaderos nombres, así que tenemos que ser pacientes para que puedan decirnos lo que les hicieron y dónde están los seres que los secuestraron, para llevar a cabo nuestra venganza.
—¿Venganza? —susurró Yael, pero Azul le dio un pisotón para que hiciera silencio.
Maya terminó de hablar y se acercó a Azul.
—Una vez recuerdes, podrás cumplir tu promesa —le dijo al oído.
—¿Cuál promesa?
—Estar juntas para siempre.
Azul carraspeó y empezó a sudar. Las palabras, el fuego y la ropa que traía puesta la empezaban a sofocar. Se disculpó con todos y se fue a la choza de Maya a dormir, ya que no podía irse a ninguna otra. Algunos jóvenes de la tribu la escoltaban y empezaba a sentirse prisionera.
Yael caminó hacia donde estaba Rao y lo saludó.
—Hola. —Levantó la mano torpemente.
Rao elevó una ceja.
—Hola —dijo secamente.
—¿Tú...? —titubeó— ¿Sabes quién soy?
—Ustedes fueron nuestros guardianes anteriores —dijo y Yael lo miró mientras hacía una mueca —¿Cómo llegaron hasta aquí? Maya está tan distraída con la llegada de Azui que ni siquiera se molestó en preguntarles. —Yael lo miró sin saber si debía decir la verdad o no.
—Pues... —dijo incómodo— vinimos en una nave, estuvimos dormidos todo el viaje, no sabemos... —se frotaba la nuca y tartamudeaba.
—¿Y dónde está esa nave? —preguntó con curiosidad.
—La verdad no sé —dijo despacio—, corrimos tanto cuando nos persiguieron los dinosaurios que nos perdimos.
—¿Dinosaurios? —dijo riendo— ¿Así les llaman? —Rao se puso de frente a Yael cruzado de brazos —No confío en ninguno de ustedes —soltó—, si veo que traman algo extraño, me ocuparé de desaparecerlos de nuevo —se dio la vuelta—. Ellos también vinieron en una nave —dijo antes de irse— y también fueron perseguidos por dinosaurios. —Se perdió en la oscuridad del valle dejando a Yael con muchas preguntas.
—¿Y bien? —preguntó Stefan acercándose —¿Qué te dijo?
—La nave de la quinta misión está cerca de donde aterrizamos —dijo mirando por donde se había ido Rao—, tenemos que volver allí.
Azul abrió los ojos al sentir que alguien entraba a la choza.
—Disculpa —dijo Maya—, no quería despertarte.
—No hay problema —respondió volviendo a cerrar los ojos.
—¿Cómo te sientes? —preguntó sentándose a su lado e intentando tomar su mano, pero Azul no la dejó —lamento esto, yo... —dijo con la voz temblorosa—, es difícil para mí... que no recuerdes nada.
Azul la miró con tristeza.
—Sólo necesito espacio. —Logró decir y Maya asintió.
—Te dejaré dormir —dijo poniéndose de pie—, descansa.
La chica salió por donde había entrado y buscó a Rao. El chico estaba sentado al borde del río tomando un líquido pastoso que le hacía fruncir el rostro. Miró a Maya acercarse y la invitó a sentarse a su lado.
—¿Y bien? —preguntó Rao ofreciéndole su bebida, pero ella no la aceptó— ¿Aún no notas que estás equivocada?
—Sé que son ellos —dijo preocupada.
—Esa chica... —dijo señalando la choza— no es Azui. Ellos se llaman por otros nombres, hablan en secreto, no son nuestros doce.
—Pero...
—Aunque luzcan exactamente iguales —interrumpió—, ellos venían de otro lugar, Maya —dijo—, pudieron haber creado a estas... —señaló hacia las chozas— cosas. —Tomó un trago y continuó— llamaron dinosaurios a los come carnes. —Maya lo miró alarmada—. No confíes en ellos, ni siquiera en la chica.
—Quiero que los lleves a conocer la isla —dijo con la mirada perdida luego de un rato y Rao la miró fastidiada—, quiero que se sientan cómodos, ellos decidirán cuando irse — agregó—. Querrán ir en busca de esta cosa... —hizo una seña con las manos.
—Nave. —Completó Rao.
—Nave —repitió ella—, sabrán cómo entrar y por fin sabremos lo que hay dentro.
—Es muy peligroso, Maya —advirtió—, pueden tener algo ahí dentro que necesiten para acabar con nosotros o quien sabe qué. Además, está en la zona de los dinosaurios. —Imitó la palabra.
—Yo iré contigo.
—Eres imposible —dijo poniéndose de pie.
—Soy tu hermana —dijo Maya levantándose a su lado y sonriéndole.
—No te enamores de ella. —Rao frunció el ceño—. No es tu chica —repitió.