Séptima [Ciencia ficción] - Capítulo III
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Capítulo 3
El aterrizaje de Sawyer
Durante los dos años de viaje restantes, todos los tripulantes se concentraron en los entrenamientos y los estudios necesarios. Simularon la gravedad de Terra, corrieron, saltaron, caminaron e incluso, lucharon entre ellos. Esto último había sido idea de Hurán quien luego de muchas discusiones con Azul, logró llegar a un acuerdo con ella. No sabían con qué iban a encontrarse y Azul lo reconocía, era mejor estar preparados. Sin embargo, la chica dejó muy claro que no debían comportarse de manera hostil, cosa que Hurán aceptó de mala gana.
Azul pasaba la mayor parte de su tiempo libre caminando en círculos en su pequeña habitación redonda. Diariamente al despertar miraba con desespero el punto brillante cada vez más cerca y cada vez más grande y luego mordía sus labios hasta que la sangre empezaba a molestarle.
Ella no sabía mucho sobre los universos y planetas dimensionales, sólo sabía que era extremadamente peligroso entrar a uno, aunque tampoco sabía mucho el por qué. Recordaba a sus tutores exclamar con pánico las catástrofes que traían consigo un viaje dimensional. Siempre se preguntaba por qué si era tan peligroso, su raza había decidido crear naves y puentes dimensionales, se suponía que estaba prohibido y por su cabeza también rondaba la incesante duda del por qué la principal entidad de viajes y exploraciones espaciales había enviado a una tripulación entera a un planeta dimensional; Séptima debía ser una misión muy importante para romper tantas reglas en una de sus misiones. Al menos, los chicos sólo estaban al tanto de una de las seis.
El miedo de Azul se convirtió en curiosidad, miraba a través de la ventanilla el imponente planeta de color azul y blanco, le recordaba a su hogar y eso la ponía nerviosa.
Hurán estaba en la sala principal, había sacado una mesa redonda de acero y la había arrastrado por todo el pasillo dejando marcas en el suelo. Sacó todas las armas de su pequeña habitación y las colocó con mucho cuidado sobre la mesa. Yael lo miraba desde una esquina con los brazos cruzados, alternando su vista entre él y el planeta Terra que ahora se vislumbraba enorme a través de la ventana. Lo vio regresar a su habitación y traer consigo un pañuelo y un envase lleno de un líquido azul.
—¿De verdad vas a sacarles brillo? —preguntó estupefacto.
El chico rubio lo miró con el ceño fruncido.
—¿Te importa acaso? —bufó— no te metas en mis asuntos.
Yael lo miró con desdén y se dio la vuelta, pero al hacerlo sintió un golpe fuerte en su espalda que lo hizo caer de rodillas, seguido del eco metálico del arma cayendo al suelo.
—¿Qué mierda te pasa? —exclamó poniéndose de pie y abalanzándose sobre él.
Yael era mucho más delgado, pero no asimiló ese detalle al lanzarle golpes erráticos y se lamentó cuando el enorme puño de Hurán le dio de lleno en la mandíbula y le nubló la vista.
—No sabes pelear. —Escuchó decir a Azul.
El chico abrió los ojos despacio y se dio cuenta de que estaba en su habitación y que su rostro dolía mil infiernos.
—Las va a pagar. —Volvió a decir acariciándole el brazo.
Yael intentó articular palabras pero el dolor era inmenso y sólo pudo gemir.
—Tranquilo —dijo—, dentro de unos días estarás mejor —inhaló y exhaló con pesadez—. Dentro de una semana estaremos entrando en la atmósfera de Terra —Yael la miró con preocupación—. Las chicas y yo estuvimos mirando las consolas de información y hay un mensaje codificado, no sabemos qué contiene —volvió a suspirar—. Suri piensa que se activará al aterrizar, tal vez sean los detalles de nuestra misión —hizo una pausa—, o de lo que se supone era nuestra misión.
El monólogo de la chica fue interrumpido por Thalía, que en ese momento entraba con una bandeja de metal en ambas manos, sobre ella dos vasos traslúcidos, el primero solo dejaba ver pastillas de colores, mientras que el segundo traía solo agua. Los ojos de Yael brillaron por un instante, Azul intentó esconder la sonrisa y se puso de pie despacio.
—Leinor y Suri te esperan afuera —dijo la chica que se acercaba a Yael y tomaba asiento —, cuidaré de él mientras tanto.
—Gracias —dijo con gesto amigable—, regresaré más tarde. —Cerró la puerta tras de sí, no sin antes guiñarle el ojo a su hermano, haciéndolo sonrojar.
Caminó por el pasillo y le lanzó una mirada asesina a Hurán, que golpeaba un saco de arena en la sala de entrenamiento. Se le cruzó una idea por la mente y dio vuelta hacia las habitaciones. La reconoció por el olor, era grotesco.
El chico tenía su pequeña habitación hecha un desastre y el olor de la ropa sucia sudada le producía arcadas. Se preguntó qué semejante ser podía dormir en ese lugar.
Se acercó con cautela buscando el morral de las armas. Se sacó su camisa gris, quedando en camiseta y usándola de guante quitó la ropa que reposaba encima hacia un lado. Tomó el morral con ambas manos y usando toda su fuerza, lo llevó hacia la habitación de servicio, que ninguno de los doce chicos usaba porque nadie pretendía limpiar en esa nave. Dejó el pesado morral allí y cerró usando la llave de la vieja cerradura, que se guardó en el pantalón. Todas las puertas de la nave Sawyer eran automáticas, excepto esa, nadie sabía la razón, pero Azul imaginaba que les recordaba la simpleza de las cosas en el pasado. Luego de sonreír de forma maliciosa, regresó sobre sus pasos hacia donde estaban Suri y Leinor.
—¿Buenas noticias? —preguntó Leinor al ver llegar a Azul con la sonrisa en el rostro.
—Sí, no... uhmm —tartamudeó— ¿Qué hemos descubierto hasta ahora? —preguntó señalando la pantalla traslúcida que dejaba ver el planeta azul de fondo.
—Es un planeta joven —dijo Suri—, la atmósfera es similar a la de nuestro planeta, por lo que creemos que debe haber vida inteligente.
—¿Creemos? —intervino Leinor— Es totalmente seguro que hay vida inteligente ahí abajo.
—¿Muy inteligente? —preguntó Azul haciendo reír a las chicas.
—Por lo joven del planeta, tal vez estén en su fase inicial de evolución, no lo sabemos —dijo Suri levantando ambos hombros—. Esto es muy peligroso, lo saben.
—Tenemos que saber qué está pasando, además no es como si sólo pudiéramos darle la vuelta a la nave y regresar a casa —dijo Azul nerviosa, sabía que todo era su culpa y sentía como los demás le tenían cierta desconfianza.
—Esto es serio, sabotear una misión de esta magnitud —dijo Leinor negando la cabeza—, podría costarte la vida. —Miró a Azul con detenimiento.
—Nunca tuve intenciones de volver. —Soltó con la mirada endurecida.
Los días pasaron con miradas tensas entre Hurán y Yael, que ya había mejorado gracias a los cuidados de Thalía. Hurán era tan desordenado que aún no se había dado cuenta de que sus armas habían desaparecido. Suri, Leinor y Azul pasaban gran parte del tiempo frente a la consola de mando. Azul leyendo la ruta y los datos que se actualizaban del planeta, Leinor estableciendo la zona de aterrizaje y armando las rutas de exploración e investigación, mientras que Suri se rebanaba los sesos intentando decodificar el mensaje oculto en la consola de información. Esto último no era necesario, pero estaban ansiosos por saber y temían seguir siendo agarrados desprevenidos. Los demás chicos se la mantenían en el pequeño taller o en la sala de entrenamiento, de vez en cuando daban una vuelta en la sala principal y ayudaban a las chicas, pero ellos no tenían idea de nada de lo que se vislumbraba en la pantalla.
Cuando llegó el momento de entrar a la atmosfera terránea, se notaban los nervios en cada uno de aquellos chicos, nervios que fueron distraídos por la enorme roca gris que se asomaba cerca del planeta, justo igual que su luna. Azul recordaba la pequeña luna de su planeta, casi destruida en su totalidad, pero imaginó que así debía verse si la humanidad nunca se hubiese dedicado a conquistarla y a construir en ella.
Se sentaron todos en sus puestos, listos para entrar en aquel planeta desconocido. La nave empezó a tomar velocidad y la suave voz robótica les anunció el pronto aterrizaje.
Thalía cerró los ojos y juntó sus manos en sus piernas, mientras movía los labios despacio casi de forma imperceptible. Azul la miraba, era muy extraño que en su sociedad aún las personas creyeran en la religión, e incluso, rezaran. De hecho, la academia espacial había erradicado de manera muy sutil el estudio de la religión, sin prohibirla, sólo dejando de hablar de ella.
La nave empezó a sacudirse con violencia y el calor empezó a penetrar las paredes, muy suavemente. En menos tiempo del que esperaban, la nave se posaba sobre el suelo de Terra.
— Bienvenidos al planeta Andralian. —Se escuchó decir por los altavoces y todos se miraron confundidos.
—¿Andralian? —dijo Lyo, uno de los hermanos de Suri.
—Era nuestro destino original, haz silencio —contestó la chica, prestando atención al mensaje.
Este planeta fue escogido como punto final del proyecto Séptima por la diversidad atmosférica que posee. Ustedes son la misión y los tripulantes más importantes de este proyecto. Se les decodificará un mapa en estos momentos, con un único destino. Todos deberán dirigirse al punto marcado en cada una de sus pantallas. —Al decir esto, de la consola central salieron dos pequeños aparatos con una única pantalla y un mapa trazado en ellos.
—¿Solo eso? —preguntó Hurán desde su asiento— No nos han dicho nada sobre el proyecto.
—¿Azul? —llamó Yael, la chica solo asintió.
—Nos quieren a nosotros —dijo con la mirada perdida—, no quieren que hagamos nada, sólo nos quieren a nosotros.
—Da igual, no estamos allá —dijo Suri—. Buscaremos a la quinta misión y averiguaremos, si sólo estamos siendo paranoicos, podremos marcar la ruta hacia Andralian y terminar la misión.
Todos estuvieron de acuerdo, pero muy poco creían que resultara algo bueno de lo que estaba empezando a suceder, todo el misterio desde el inicio y ahora la razón por la que debían llegar a Andralian, los ponía muy nerviosos.
Azul se dirigió a su pequeña habitación y un traje de color plomo colgaba del armario metálico, tenía una insignia reflectora con el número 6 y un casco traslúcido muy liviano. Los de la academia siempre eran muy precavidos, a pesar de que sus máquinas anunciaran que algún planeta tenía una atmosfera respirable, siempre obligaban a los tripulantes a usar un traje al salir. Azul lo llamaba maña de astronauta.
Mientras la nave aún ejecutaba su protocolo de aterrizaje, cada uno de los chicos se ajustó su traje y se concentraron en la compuerta principal. Azul notó que todos los trajes tenían la insignia con el número seis, por lo que imaginó que el número hacía referencia a la sexta misión. Imaginó que el traje de sus padres debía tener un cinco.
La nave emitió un sonido agudo y la compuerta se despresurizó. Una luz intensa se empezó a escabullir hasta que los cegó a todos.
Lo primero que vieron fue verde, mucho verde. Se acercaron despacio hasta el borde y cada uno de los cascos emitió un bip de aceptación, la atmosfera era respirable, tal cual lo había dicho la consola antes.
—Increíble —dijo Azul.
Las maravillas de su mundo no se comparaban a lo que sus ojos veían. Largas filas de árboles del color verde más puro que jamás había visto. Pequeños animales voladores revoloteaban cerca, otros se arrastraban tímidos al verlos. Una pequeña y colorida mariposa se acercó a ella y al quitarse el casco, el pequeño animal se posó sobre su nariz y no pudo evitar reír.
—Terra es maravilloso —alcanzó a decir.