Séptima [Ciencia ficción] - Capítulo II
II. Setecientos días antes del destino
—¡Qué hiciste qué! —Yael gritaba en susurros enfurecidos, Azul lo miraba arrepentida—. ¡Pusiste en riesgo toda la misión!— Su rostro había enrojecido.
—Yael —dijo con la voz tranquila—, cálmate.
—¿Por qué no me extraña? —Se preguntó mirando a su hermana con rabia—. Nunca piensas en los demás. Este proyecto es el más importante de nuestra especie.
—No seas idiota, Yael —bufó su hermana—, ni siquiera nos dijeron lo que teníamos que hacer, sólo nos llenaron la cabeza de ideas absurdas y suposiciones. Yo solo quiero encontrar a nuestros padres.
—¿Y los demás qué? —preguntó empezando a alterarse de nuevo—. Arrastraste a diez personas a tu absurda misión de rescate, ni siquiera sabemos a dónde vamos a llegar.
—Las coordenadas están en la consola desde el primer día de la misión —dijo con enojo—, llegaremos al destino de la quinta.
—Y la sexta ya no existe —le reclamó—, la última misión del proyecto no existe. —Se llevó ambas manos a la cabeza—¿Has pensado en cómo va a afectar todo eso al trabajo de este estúpido proyecto?
—Lo repito —dijo Azul haciendo una pausa—, no tenemos idea de qué es Séptima; no sabemos por qué se armaron seis misiones; no sabemos qué debíamos hacer al llegar a nuestro destino original. —Lo miró directo a los ojos— ¡No tenemos idea de nada, deja de estar defendiéndolos! —Le recriminó— ni siquiera se alarmaron cuando dijimos que no teníamos miedo de morir en el trayecto, eso más bien pareció tranquilizarlos. —Bajó un poco la voz al ver que los demás chicos los miraban confundidos— ¿De lado de quién estás, Yael? —Y al decir eso se dio la vuelta hacia sus compañeros, que empezaban a despertarse y a salir de sus cámaras de hibernación.
La consola de mando trazaba la ruta por la que Sawyer había estado yendo. Azul se acercó y con un movimiento de sus dedos la imagen se amplificó observando la ruta que les faltaba por cruzar.
—No puedo creerlo —dijo Stefan, el chico con el que había hablado antes de dormir—, ciento cincuenta años. —Leyó en la pantalla, estupefacto.
—Y mira —dijo Azul señalando la pantalla—, ya tenemos un destino.
La imagen remarcaba, en un pequeño recuadro azul, un punto brillante en el universo. Era un planeta que orbitaba una estrella amarilla, en un sistema planetario de siete.
—Es habitable —dijo la chica frotándose las manos por el frío y ansiosa de saber si ahí estaban sus padres.
Por el enorme ventanal de la nave, se apreciaba un planeta inmenso cubierto de anillos color tierra.
—¿Ninguno de estos planetas es habitable? —preguntó uno de los gemelos, cuyo nombre se posaba en la etiqueta de su traje: Hurán.
—Al parecer no —dijo Azul—, las atmósferas son agresivas y, al estar lejos de aquella estrella —dijo señalando el punto amarillo a lo lejos—, son terriblemente fríos.
—Es una lástima —comentó Leinor—, se ven increíbles.
Yael observaba desde una esquina de la sala de mando, con sus manos hacia atrás, muy serio.
—Tiene cierto parecido a nuestro sistema planetario —comentó Stefan. Los demás asintieron sorprendidos.
—Incluso nuestro planeta destino —dijo Hurán acercándose a la pantalla y amplificando la imagen.
—Es cierto —dijo Yael llamando la atención de Azul—, se parece a nuestro planeta.
—Sólo que... —intervino Leinor— más joven.
Azul se acercó a la pantalla con el ceño fruncido y comprobó lo que decían sus compañeros.
—¿Creen que haya vida inteligente allí? —preguntó Stefan con un brillo en los ojos.
—Eso sería problemático —dijo Hurán—, pero no se preocupen, me tomé la libertad de traernos algo. —El chico hizo desdoblar su enorme morral sobre la mesa del centro y dejó ver relucientes armas color metal.
—Nos dijeron que no debíamos traer armas —dijo Azul enojada.
—Sí, pero pensé que era una idea estúpida —respondió con parsimonia—, así que las traje. No eres la líder de esta misión —dijo mirándola de arriba abajo—, además, Thalía trajo una estúpida tortuga voladora y nadie le ha dicho nada. —El pequeño animal agitó las alas y bostezó mientras cerraba los ojos.
—No seas imbécil —soltó Thalía que estaba al fondo—, esta tortuga no dispara balas —dijo ofuscada, mientras acariciaba a su mascota.
—Venimos en paz, las armas nos van a perjudicar si nos encontramos con vida inteligente.—Le reclamó Azul al chico.
—Bien, cuando nos enfrentemos a un ataque, yo tendré mis armas —dijo dándose la vuelta—, tú lánzales flores. —Y salió de la sala entre murmullos.
Azul lo miró con enojo salir, respiraba con pesadez hasta que alguien la sacó de su letargo.
—Se decodificó el nombre del planeta. —Una de los cinco hermanos Petrov, llamada Suri, estaba de pie frente a la consola.
Todos los chicos se apresuraron a la pantalla donde rezaba el nombre en letras grandes: Terra.
—Tiene que ser una casualidad —dijo Yael en su habitación con una risa nerviosa. Azul caminaba en círculos pensativa.
—No hemos llegado a ese lugar y ya esto nos está superando —dijo Azul más para sí misma que para su hermano.
—Existen muchísimos planetas similares, no hagamos de esto un problema —aseguró Yael—, olvida por un momento lo que sea que estás pensando.
—Yael —dijo su hermana antes de que saliera—, sea lo que sea que encontremos ahí —suspiró arrepentida— voy a necesitarte de mi lado.
El chico se acercó a ella y la tomó suavemente por los hombros mientras asentía con la mirada preocupada hacia el punto brillante que se veía a través de su ventana.
La consola no emitía mucha más información que la que podía recolectar a tiempo real, como la temperatura, la atmósfera y todo aquello que podría generarles un problema a los tripulantes. La chica decidió salir y ojear la consola de mando. A su lado estaba Leinor que miraba también con curiosidad el panel.
—¿Azul? —preguntó confundida—¿Puedo ver el mapa de la ruta?
—C-claro —tartamudeó mientras tecleaba algo en la consola.
La pantalla se iluminó con la ruta de la nave Sawyer. La distancia era exageradamente grande. Leinor la miró alarmada.
—¿Eso es un agujero dimensional? —preguntó señalando la línea que se rompía y se dibujaba sobre la mitad de la ruta.
—No lo sé —dijo la chica mirando el mapa con el ceño fruncido, pues ella nunca había visto cómo se demarcaba un agujero dimensional en los planos terrestres.
—¿Cuáles son las coordenadas de nuestra misión? —preguntó elevando un poco la voz.
—Yo... —La chica dio varios pasos hacia atrás.
—¿Azul? —dijo amenazante— ¡¿A dónde nos trajiste?! —gritó golpeando la mesa donde estaba la consola.
Hurán y Yael llegaron de inmediato y las miraron, confundidos.
—¿Qué pasa? —preguntó Hurán interponiéndose entre ambas.
—¡Esta idiota cambió la ruta de nuestra misión! —gritó para que todos escucharan— Nos hizo atravesar un agujero dimensional. —Todos miraron a Azul con terror.
—¿Un agujero dimensionall? —Yael se acercó a ella asustado—¿Es eso cierto? —preguntó encarándola.
—Y-yo no tenía idea —tartamudeó—, lo juro.
Los gritos no se hicieron esperar e intentaron abalanzarse sobre la chica, pero Yael se interpuso.
—Un momento —dijo estirando sus brazos para que no la tocaran—, hay una explicación para esto.
Luego de que Azul pudiera contar todo lo que había hecho, Yael agregó—: Ahora la verdadera pregunta es —dijo mirándolos a todos— ¿Por qué la quinta misión tuvo como destino un planeta dimensional? —Todos se miraron entre sí llenos de pánico. No tenían idea de qué podían encontrarse ahí. Atravesar una dimensión desconocida podía generar millones de problemas y posibilidades aterradoras. Existían leyes naturales que no se podían romper y la quinta misión ya lo había hecho; y ahora ellos se dirigían al mismo lugar. Sólo se podía esperar caos.
—Tenemos que calmarnos —dijo Hurán—, al llegar debemos ser muy cuidadosos. —Todos asintieron, incluso Azul, que estaba pálida desde su asiento.
—Lo primero que haremos será buscar a la quinta misión —comentó Leinor—. Y pedirles explicaciones.
—¿Crees que se alegrarán de vernos ahí? —preguntó Suri— Estamos rompiendo un montón de reglas, además de las obvias, teníamos una misión clara y hemos puesto en peligro todo el proyecto.
—Sus padres estarán ahí —dijo Thalía tratando de liberar la tensión en el ambiente.
Pero ni siquiera Azul y Yael creían que debían confiar en ellos. Y ya estaban empezando a arrepentirse.
La chica nunca se había imaginado que aquellas dos líneas cruzadas significaban un agujero dimensional, de lo contrario se lo hubiera pensado mejor. Estaba tan cegada por la emoción de volver a ver a sus padres que no pensó ni un segundo en los riesgos que eso incluía y en que había once personas además de ella. Miraba a Yael de reojo; el chico se recogía las mangas de su suéter y con el ceño fruncido escudriñaba el suelo a sus pies, como si buscara la respuesta ahí. Todo era su culpa y ya estaban a escasos dos años de distancia del planeta.
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