Séptima [Ciencia ficción] - Capítulo 12
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- El plan.
Áurea estaba sentada en una silla metálica junto a la ventana de su habitación. Tenía una bandeja de color blanco sobre las piernas donde reposaba el plato vacío en el que acababa de comer. Tenía la vista fija en la bandeja, Yael estaba sentado frente a ella, con ambos brazos apoyados en sus piernas, mirándola insistentemente. Azul estaba de brazos cruzados apoyada de la pared cerca de la puerta.
—No van a poder impedir que el proyecto se realice —dijo con la voz triste—, no saben a lo que se van a enfrentar allá.
—¿Quiénes están cargo de esto? —preguntó Yael.
Áurea hizo silencio.
—Mamá —volvió a decir Yael.
Eso a Azul la enfureció.
—¡Maldita sea! —gritó golpeando el pequeño closet de metal.
Se acercó a la mujer con gesto amenazador.
—¡¿Te importa una mierda lo que hagan con esas personas, no es así?! —espetó— ¡Ni siquiera te importamos nosotros! —su voz se empezaba a quebrar— ¡Mírame!
—Sólo intento protegerlos —dijo en voz baja.
—No mientas —le dijo Azul—, no intentabas protegernos cuando nos dejaste solos, esperando ser reclutados para esto. —La chica empezó a caminar en círculos—. Dos de nuestros amigos murieron.
Yael desvió la conversación al ver que Azul empezaba a descomponerse.
—¿Qué harán con nosotros cuando lleguemos allá? —preguntó— ¿Cómo van a unir nuestras almas?
—No… No lo sé —respondió.
Azul salió dando un portazo, maldiciendo en voz baja. Yael se acercó a la puerta y la aseguró. Sacó de sus bolsillos los dos pedazos de metal.
—La cámara de hibernación de papá tenía un conteo regresivo para autodestruirse —dijo mirando las placas—, el tuyo no.
—Yael —suspiró—, si te digo la verdad, sus vidas estarán en peligro, él se va a enfurecer.
—¿Quién? —preguntó acercándose a Áurea— mamá, ayúdanos a acabar con esto, sabes que es una locura, sabes que está mal.
—El conocimiento nunca será algo malo, hijo —dijo—, él lo sabe y nada le va a impedir conseguirlo, menos doce muchachos.
—Diez —corrigió Yael con amargura—. Azul no va a parar hasta descubrir todo lo que nos están ocultando —dijo—, no va a parar hasta que vengue las muertes de nuestros compañeros y yo no la voy a detener.
Áurea lo miró profundamente. Yael le sostuvo la mirada hasta que su madre se rindió. El chico se puso de pie y antes de salir, su madre habló.
—Los ayudaré a entrar.
Yael respiró de alivio.
—Pero una vez adentro —dijo—, estarán por su cuenta.
Azul tenía la mirada fija en la pantalla traslúcida. Los otros chicos estaban sentados en varias sillas dispersas frente a la consola de mando. Áurea estaba de pie frente a ellos.
—Nunca he estado en la fortaleza andraliana —explicó—, pero antes de salir se nos informó todo lo que debíamos hacer para enviar a los doce terranos—, los chicos la miraron mal, pero Áurea intentó no prestarle atención—, la fortaleza está protegida por guardianes de la academia espacial terrestre.
—Espera —intervino Suri— ¿quieres decir que los guardianes de ese lugar son personas que estuvieron con nosotros en la academia?
—Estuvieron en la academia —asintió—, pero no con ustedes —carraspeó—, estas personas fueron parte del proyecto Séptima —explicó avergonzada—, pero sus almas no estaban lo suficientemente evolucionadas, por lo que ahora son parte de la guardia espacial.
—Es decir —intervino Azul desde el fondo—, que al intentar unificar sus almas incompletas, les achicharraron el cerebro y como ya no les servían, los entrenaron para cuidar sus aberraciones —dijo—, entiendo —añadió mientras copiaba en su libreta, como si de una escuela se tratara.
Todos miraron a Áurea para escuchar qué iba a decir.
—Estas personas sufrieron daños irreparables en sus cerebros —dijo—, es cierto, pero los métodos han sido perfeccionados.
—¿Ahora el daño es menor? —preguntó Azul de forma sarcástica.
—No estoy al tanto de cómo realizan la unificación.
—Y aun así aceptaste que tus hijos formaran parte de un experimento.
—Azul —dijo Yael llamándole la atención.
La chica hizo silencio.
Áurea siguió hablando.
—El mapa que lograron detectar es solo una parte de la fortaleza. Es una de las entradas —continuó—, curiosamente, es justo la entrada a los laboratorios.
—¿Las otras entradas a dónde llevan? —preguntó Yael.
—No estoy segura, supongo que a otras investigaciones que financian los líderes.
—¿Quiénes son los líderes? —preguntó por décima vez el chico.
—Los líderes son una manera alegórica de llamarlos —suspiró—, existe sólo un líder, llamado El unificador , los demás son solo marionetas.
—Pues —volvió a intervenir Azul impaciente—, para ser un estudioso de las investigaciones de Abdías —y al decir el nombre Áurea se vio visiblemente incómoda—, podría decirse que la marioneta es él.
—El conocimiento es libre.
—E infinito —aclaró Azul.
—Es cierto —dijo Áurea dándole la razón—, el unificador no se detendrá con ustedes.
—Lo sé —dijo Azul—, lo acabas de confirmar al decir que la fortaleza andraliana realiza más investigaciones.
—El unificador es un sirviente del universo —dijo a manera de defensa.
—Tu unificador está jugando a ser Dios.
Todas las miradas iban de Áurea a Azul y viceversa.
—¿No tenemos derecho al conocimiento universal?
—Si así lo quisiera el universo —dijo elevando los hombros—, pero él parece ir en contra de las reglas —agregó con tranquilidad.
—Continuando con esto —carraspeó Yael— ¿cómo entraremos?
—La nave aterrizará en esta zona de carga —señaló un espacio en el mapa—, tendrán que esperar a que yo salga, ellos no esperarán que haya alguien más aquí.
Yael la miró insistentemente, recordando lo de su padre.
—Deberán esperar un par de horas, hasta que la guardia disminuya, a partir de ese momento, atravesarán este camino.
Áurea dibujó una ruta sobre el mapa.
—¿Cómo nos llevaremos a todos?
—Algunos deberán quedarse en la nave, en la zona de carga hay naves más pequeñas, deberán sacarlos a todos juntos —dijo mirándolos—, al salir la primera, los guardias irán a la zona de carga de inmediato, es indispensable que todos salgan a la vez, sino —dijo con un suspiro de cansancio— los que se queden no podrán salir nunca.
—¿Dónde encontraremos las coordenadas de cada planeta destino?
Áurea se masajeó la nunca, justo como lo hacía Azul.
—Yo me encargaré de eso —dijo—, las enviaré a la consola de mando desde la consolamadre .
—Bien —dijo Azul poniéndose de pie—, alisten todo lo que necesite cada uno, dentro de una hora nos iremos a las cámaras de hibernación —se acercó a Áurea.
—Sabes dirigir bien —la felicitó su madre.
—Sin halagos —dijo secamente—, ese tal unificador no nos dejará en paz si logramos salir de Andralian con todas esas personas —le dijo—, tengo que matarlo.
Áurea abrió los ojos como platos.
—Azul —tomó los hombros de la chica que se tensó y se soltó del agarre—, el unificador no es un mal hombre —le dijo—, no hagas algo de lo que te vayas a arrepentir luego.
—Si no lo hago, entonces será algo de lo que me arrepentiré.
La chica salió dándole la espalda a su madre y se fue a arreglar sus cosas.
Azul se dejó caer sobre la cama. Ella nunca había asesinado a nadie. Ahora pensaba en asesinar a un hombre, protegido por guardias espaciales, para detener al famoso proyecto Séptima, del cual soñaba ser parte desde niña. Se quedó pensando un rato en todo lo que había cambiado desde entonces. Recordó a Maya y suspiró dolorosamente, la extrañaba. Todo ese caos la estaba volviendo loca.
Sacó de la mesita que tenía al lado, la navaja y la palpó con los dedos, pensando en ella, hasta que quedarse dormida.
—No nos dimos cuenta de algo —dijo Leinor mirando la habitación destruida donde estaban las cámaras de hibernación.
Suri y Yael se acercaron.
—Mierda —dijeron al unísono.
Los chicos regresaron a la sala principal preocupados.
—¿Algo va mal? —preguntó Áurea acercándose a ellos.
—Las cámaras de hibernación están destruidas.
—¿Activaron la hipervelocidad de la nave? —preguntó.
Suri asintió, pero la mujer frunció el ceño al acercarse a la consola.
—No está a su máximo nivel —dijo explicándole a Suri.
—¿Y qué esperas? —preguntó Leinor— actívalo.
—Eso consumirá la energía en su totalidad —dijo pensativa—, al llegar a Andralian tendrán que buscar otra nave para irse.
—¿Hay más naves? —preguntó Yael.
—Muchas —dijo con una leve sonrisa.
Yael había olvidado cómo lucía la sonrisa de su madre, sintió su corazón encogerse y se contagió de aquella breve expresión. Áurea lo miró con cariño y se alejó de los chicos.
—La súper mega máxima hipervelocidad —dijo Leinor de manera exagerada— iniciará en diez minutos.
Áurea asintió dándoles la espalda.
—Les sugiero que estén cerca de un lugar en el que puedan sujetarse, el nivel máximo suele ser algo brusco e incómodo.
Yael siguió a Áurea por los pasillos y la encontró sentada en un cómodo sillón en la sala de observación. Era una sala circular, no muy grande, que dejaba ver la oscuridad y los planetas sumergidos en ella, como un mar negro.
Se sentó a su lado, en silencio.
—Has cambiado mucho —dijo Áurea.
Yael sonrió.
—Las cosas que tu padre y yo hicimos, fueron por una razón —soltó de repente—, sus vidas no han corrido peligro nunca, excepto por el hecho de que Azul se fue detrás de nosotros a Terra.
—Ella de verdad los extrañaba —dijo Yael—, ahora sólo… —hizo una pausa— está tan enojada.
Áurea no dijo nada.
—Papá está muerto —volvió a decir—, y tú no pareces afectada en lo absoluto.
—No busques razones para desconfiar de mí, Yael, amo a tu padre —confesó— y lo voy a amar en cualquier circunstancia, porque eso es lo que nos movió a hacer las cosas que hicimos. Los amamos a ustedes, más que a nada en el universo. Y en el universo mismo, hay millones de cosas que no podemos entender, porque sus explicaciones no pueden ser procesadas por nuestros limitados conocimientos. Hay cosas que ustedes no van a entender y espero que nos perdonen por eso —Áurea abrazó a su hijo.
Yael se dejó caer sobre el sillón, inconsciente, mientras Áurea retiraba la jeringa que acababa de insertar en el brazo de su hijo. Lo acomodó en el sillón y sacó de debajo de ésta un pequeño casco traslúcido. Lo ajustó a su cabeza y se dirigió a una pequeña compuerta que se hacía invisible en la pared. Presionó el enorme botón del centro y, de los sistemas de ventilación, se empezó a filtrar gas blanco.
Caminó por el pasillo, de vuelta a la sala principal. Vio como cada uno de los tripulantes caía desmayado al suelo. Buscó a Azul y la vio dormida en la cama sujetando una navaja que reconoció al instante.
Se dispuso a subir a cada uno de los chicos a camillas que salieron de una de las paredes de la nave. Ajustó las correas de cada uno y, con la ayuda de una palanca, éstas se posicionaron en vertical.
Regresó a la consola de mando y activó el nivel máximo de hipervelocidad, rumbo a Andralian. El tiempo de llegada era de doce horas.
Holaa!! Pueden encontrar en mi blog otras historias y seguirme en wattpad donde estoy subiendo Resurrección y ya está casi terminada!!
Feliz día de San Valentín!