Séptima [Ciencia ficción] - Capítulo 10
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Azul estaba petrificada frente a las cámaras. Miles de emociones se arremolinaron en su pecho. Justo frente a ella estaban sus padres. Había cruzado el universo buscándolos y, ahora que los tenía en frente, no estaba tan feliz como pensó que lo estaría.
Sus manos temblorosas se posaron en el frío metal. Sus dedos delinearon la pequeña pantalla táctil. No escuchó lo que Yael decía, no escuchó lo que Maya decía. Sus dedos oprimieron los espacios que activaron la primera cámara, hipnotizada por el hecho de querer preguntarles por qué la abandonaron y muchas otras cosas sobre Séptima que, en ese momento, no le parecían tan importantes.
La cámara se abrió despacio y al abrirse la pequeña compuerta, un conteo regresivo inició.
—¡Es un conteo de autodestrucción! —dijo Yael alarmado.
El chico ayudado por Maya, tomó a la mujer somnolienta por ambos brazos y la sacó de la habitación.
Azul seguía hipnotizada en su sitio.
10, 9, 8…
—¡Azul! —gritó Yael desde afuera— ¡Sal ya!
La chica presionó los botones para abrir la siguiente cámara.
7, 6, 5…
Maya entró como rayo y la haló del brazo, pero Azul la empujó, presionando la compuerta de la cámara para que se abriera.
4, 3, 2…
Pero, la cámara nunca se abrió.
Maya la arrastró con fuerza, mientras Azul luchaba contra ella para que la soltara.
1…
Yael cerró la puerta de un golpe y la explosión los dejó desorientados. El pitido en sus oídos era intenso. Azul yacía en el suelo, abrazada por Maya. La chica intentaba ponerse de pie, pero Maya la sostenía con fuerza.
Las lágrimas empezaron a correr por su rostro cuando se dio cuenta de que su padre estaba muerto.
—Azul —la llamó su hermano tomándola del rostro.
La chica estaba desorientada, logró ponerse de pie y empezó a llorar.
La mujer estaba sentada y se apoyaba en la mesa circular de la sala principal. Suri le había ofrecido una botella de agua, mientras que Leinor le había buscado un envase donde había empezado a vomitar y con una toalla le secaba el sudor de la frente.
—Mamá está recuperándose —le susurró a su hermana que estaba arrodillada frente a la habitación donde había estado minutos antes.
—Papá acaba de morir —le dijo a Yael mirándolo a los ojos—, no lo pude salvar.
—No fue tu culpa, Azul —Yael le tomó el rostro entre las manos y secó sus lágrimas con los pulgares—, la cámara se autodestruyó.
—¿Usted es Áurea, cierto? —preguntó Suri tomando la botella de agua vacía que la mujer le devolvía— la mamá de Yael y Azul.
La mujer abrió los ojos y miró a la chica, su gesto de sorpresa se amplió al ver luego a Leinor, su mirada fue de ella a los demás, Thalía, Lyo, Warren, Hanz, Kamm y Dent. Luego su mirada se posó en Rao y en los guerreros. Rao la miraba con enojo, apretó con fuerza su lanza y la punta filosa del arma fue a parar al cuello de Áurea, que quiso correr pero no pudo.
—Ya basta —le dijo Leinor con pesadez—, es la mamá de Azul y Yael.
—No me interesa quien sea —dijo—, se llevó a nuestros guerreros.
—Si la matas, no sabrás nunca más de ellos —lo atajó Leinor haciendo que bajara la lanza.
—Que diga dónde están —intervino Karim.
Áurea empezó a toser y se dejó caer en el respaldar de la silla.
—Q-quiero descansar un momento —dijo con la voz rasposa, pero Rao volvió a amenazarla con la lanza.
—¿Dónde están nuestros guerreros? —preguntó haciendo énfasis en cada palabra.
La mujer negó con la cabeza, temerosa de lo que pudiera pasarle.
—No están aquí —dijo finalmente—, deben estar llegando a Andralian —miró la fecha en la consola de mando—, donde ustedes deberían estar ahora —agregó mirando a Suri y a Leinor.
—Sobre eso —carraspeó Suri—, Azul tal vez haya… —pero fue interrumpida por la chica que cruzaba la sala principal hacia ellos.
—Yo cambié la ruta de nuestra misión —dijo caminando entre los guerreros que se abrían paso—, ahora madre —añadió con la voz tensa—, tenemos mucho de qué hablar.
Todos miraban la escena con sorpresa, pensaron que Azul estaría feliz de ver a su madre, pero al parecer era todo lo contrario.
Maya y Yael llevaron a Áurea hacia una de las habitaciones, Azul iba al final, pensando en las preguntas correctas que debía hacerle.
Una vez estuvo en la cama, tomó el rostro de Yael y lo besó.
—Que grande estás —dijo pero Yael no sabía si sonreír.
Le tomó la mano ofreciéndole una sonrisa falsa y se sentó a esperar a Azul.
—¿Estás bien? —preguntó Maya a la chica antes de salir de la habitación.
—S-sí —dijo insegura—, trata de que Rao no enloquezca —le pidió.
Maya asintió mientras le acariciaba la mejilla.
—Nos vemos en un rato.
La chica salió y Azul cerró la puerta detrás de sí. Se acercó a la cama y miró a la mujer que estaba tendida ahí, pálida y sudorosa.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó.
Áurea no respondió, solo la miraba avergonzada.
—Ya sabemos lo que traman los líderes de Séptima —soltó Yael y su madre lo miró.
—Séptima es mucho más de lo que ustedes piensan —dijo con dificultad—, lo que sea que hayan descubierto —agregó—, es mucho más grande, no pueden imaginarlo.
—Abandonaste a tus hijos para esto —dijo Azul.
—Sabía que iban a estar bien —dijo disculpándose—, no sería por mucho tiempo.
—¿De qué hablas? —preguntó Yael confundido— las misiones de Séptima ni siquiera tenían un tiempo definido.
—Es lo que anunciaron al público —confesó Áurea—, cada nave tiene un sistema de hipervelocidad, no estuvieron dormidos tanto tiempo como el que creen —explicó.
Yael y Azul se miraron sorprendidos.
—¿Iban a volver? —preguntó Azul con la voz temblorosa, pensando en su papá.
—No —dijo la mujer bajando la mirada—, ustedes iban a venir.
—¿Sabían que íbamos a ser reclutados? —preguntó Yael.
—Cada uno de ustedes —dijo Áurea con la voz temblorosa—, fue procreado para este proyecto.
Azul se sintió mareada y se puso de pie, alejándose de su madre.
—Hija —le dijo.
—No me llames así —dijo Azul.
—Tiene que ser una broma —intervino Yael.
—¿Dónde están los demás? —preguntó Azul masajeándose la sien— ¿Ya están en Andralian?
—Sí. —respondió.
—Iremos allá —dijo.
Azul salió de la habitación, seguida de Yael y cerró la puerta con seguro.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Yael— no puedes encerrarla.
—Sí puedo —dijo secamente.
—Es nuestra madre —dijo tomándola de brazo.
—¡No! –—levantó la voz soltándose del agarre— no tenemos padres, somos parte de un experimento, todos nosotros, ya la escuchaste —le dijo con enojo.
Yael la miró con preocupación y suspiró. Salieron a la sala principal donde los esperaban los demás.
—Es hora de irnos —dijo Yael.
—¿Y nuestros guerreros? —preguntó Rao impaciente.
—Están en otro planeta —respondió Azul con la misma seriedad—, los traeremos de vuelta —agregó antes de que Rao enloqueciera—, se lo prometí a Maya dijo mirándola.
Rao resopló y asintió, luego se dispuso a salir, haciendo un pequeño saludo antes de irse.
Maya se acercó a Azul y tomó sus manos.
—La traeré de vuelta —le dijo Azul con un nudo en la garganta.
—Búscame —le pidió, pero Azul la miró confundida—, cuando llegues a tu planeta, búscame.
Azul no había pensado en eso. Si cada alma se dividía en siete partes, probablemente en la tierra habría una persona que compartiera el alma de Maya. La chica le sonrió y la abrazó muy fuerte.
—Si encuentras mi suéter —dijo con una sonrisa—, puedes quedártelo.
—Gracias —dijo Maya dándole un beso en la frente, Azul sólo cerró los ojos.
—Adiós —susurró.
Azul le sostuvo la mano hasta que Maya salió de la nave. Y la miró hasta que la compuerta se cerró. Su corazón se oprimía, pero sabía que era lo correcto, era lo que tenía que pasar.
Suri agregó la nueva ruta en la consola, se escuchó el bip y la nave empezó a sacudirse.
Thalía estaba junto a Leinor, que no sonreía. Ninguno de los chicos sonreía.
—Que sus muertes no sean en vano —dijo Suri antes de presionar el botón de despegue.
—No lo serán —dijo Azul—, las van a pagar.
El resentimiento crecía en ella imponente, imparable, y la expresión de ira en su rostro asustó a Yael.
—Las van a pagar —repitió la chica mirando a través del ventanal.
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Besos y abrazos!
Ps: La secuela de Séptima ya está en proceso :DD