Septiembre

La historia de amor de Eduardo y Salvador

SEPTIEMBRE

1

No te puedo olvidar, no hay un solo momento en el que deje de pensar en ti, todo el tiempo vuelas de un lado a otro en mi cabeza, cuando despierto estás ahí. Vuelvo al día en que te conocí y cuando me acuesto a dormir sigues ahí.

La gente hoy decide buscar a la demás gente en el lugar menos apropiado, internet, se les olvida que las personas reales están allá afuera, no aquí donde escribo. Como si en un mundo exterior ya no existieran las personas, solo un montón de personas irreconocibles y en la red podemos hablar, decirnos quienes somos, mentirnos y pintarnos un mundo perfecto que no existe. Cuando te vi en uno de esos sitios donde diseñas un perfil con tu foto, pensé que estudiabas filosofía, tenías el tipo, cabello oscuro desordenado, mirada un poco perdida y gesto deprimido. No quise averiguar mas, ahí en tu perfil decía que no tenías mucho tiempo. No te escribí, le escribí a otros, pero no a ti.

Tres días después en mi correo había un mensaje tuyo, tú también me habías visto. ¿Coincidencia? Nunca supe como pasó, pero te habías fijado en mí, yo no tuve el atrevimiento de buscarte, pero quise hacerlo. Hablamos una primera vez, maravilloso, toda una noche entera, cada uno en su lado de la ciudad atrás de una computadora, Sería bueno salir ¿no? Tú eras Salvador, con 23 años, estudiante del último año de medicina para ser psiquiatra, yo, Eduardo, 21 años a mitad de mi carrera en comunicación audiovisual. Era Septiembre y no eras filósofo, yo lo era un poco.

La cita, un poco a ciegas o borrosa fue en Bellas Artes, yo llegué tarde porque mi clase de producción no terminaba, en aquél momento estábamos realizando un cortometraje sobre una mujer que hacía el amor con la noche. Llegué, nos vimos, nos dimos un abrazo.

Pensaste que no iba a llegar y caminamos al Sanborns de los azulejos como si tuviésemos toda la vida de conocernos (o de esperarnos).

Café americano con azúcar de dieta y crema para ti. Vaso de agua. Te hablé sobre mi vida, ambos disfrutábamos a Sailor Moon, ambos escuchábamos a Nelly Furtado, ambos de familias poco funcionales, tu madre sufrió de depresión post-parto, la mía esquizofrénica, mi padre a veces se vestía de mujer a escondidas y el tuyo alcohólico. Era como si todo lo que saliera de mi boca fuera leer un pedacito de ti. Café descafeinado, sin crema y poca azúcar para mí.

¿Tan parecidos? ¿tan similares? ¿tan iguales?... pasamos de antidepresivos a libros. Hace un mes habías terminado con tu último novio, yo un poco antes había dejado de salir con Juan Pablo.

Te invité a conocer el museo de mi Universidad. Paseamos, hablamos y más y más. Realmente me estabas gustando, quería tocarte.

De noche nos quedamos en un balcón, te abracé, necesitaba hacerlo, me estabas volviendo loco y el deseo de ti me llenaba, no sabía si estaba bien, aunque lo soy no quería parecerte un fácil. Te hiciste a un lado. Dije perdón. Silencio y tensión. Dijiste: ven. Me abrazaste. Ojalá no te hubiera soltado nunca.

En tus brazos pensé en muchas cosas, en que tal vez eras tú ese que siempre había esperado, en que a pesar de que había buscado a otro para olvidar a Juan Pablo no lo había hallado, te había encontrado a ti. Me gustabas. Sentí tu rostro caliente, tu barba a penas crecida me estaba excitando y no quise que te dieras cuenta, tan inocente. Luego los labios, ese primer beso como si hubiera sido el único en toda mi vida, me la había pasado de hombre en hombre pero nunca nadie me había besado así.

Nos sentimos unos tontos, nos miramos a los ojos, nunca supe si fui un fácil o así tenía que ser.

Fin. Un amigo tuyo (¡grave error!) pasaría por ti para ir a casa de otro que al parecer vivía cerca de donde yo. Y así conocí a Eduardo (sí, se llamaba igual que yo), me miró con un poco de odio. Así terminó nuestra primera cita.

Cuando llegué a mi casa hacia frío, estabas en mi cabeza, todo daba vueltas y por un momento soñé en un futuro, tú y yo juntos, Tú, llegando de noche, una noche como esa, mi psiquiatra, mi loco, a mi lado, tu loco.

2

Salvador en mi cabeza. Te estabas metiendo por esos rincones, yo no quería que todo fuera como siempre, quería enseñarme que esta vez yo era capaz de llegar un poco más lejos, de quererte de verdad, de ser ese. Por momentos tenía miedo de llamarte por un nombre que no fuera el tuyo, tenía miedo de hacerte daño.

Volvimos a vernos para ir al cine, otra vez llegué tarde pero ahí estabas y yo no sabía que hacer, la última vez que nos habíamos visto te había besado y no sabía como saludarte. Querías ver Fahrenheit 9/11 y aunque yo ya la había visto entramos, descubriste que le temo a la sangre y que en las escenas violentas prefería no ver. Solo estuvimos tomados de la mano en la oscuridad.

No podíamos vernos siempre, viviendo cada uno a lados opuestos de la ciudad, pero empezaron los intentos de vernos siempre, en cada momento, en cada segundo. No disfrutabas mucho hablar por teléfono. Me escribiste un mensaje a mi teléfono, decías que los días nublados te ponían melancólico ¿por qué?. Sensibilidad.

Te escribí una carta, eran ya un par de semanas que estábamos saliendo. Tiré la carta a la basura, en mi cabeza quería ser sensato y no quería presionarte, no quería decirte lo que estaba sintiendo, no aún. Cuando nos vimos me entregaste una carta, tú.

Estabas haciendo todo lo que yo quería hacer como robándome las oportunidades, como si supieras que era lo que yo quería. En el Espacio escultórico me dijiste que creías que yo era mas atlético, solo eran tonterías, solo era estar juntos donde fuera, solo eran citas, solo era querer estar contigo en donde fuera, de día de noche de tarde de donde fuera y como fuera. Ninguno parecía hartarse. Yo estaba feliz, yo era feliz. Por la noche en tu coche nos besábamos. De nuevo como adolescentes que no perdían la oportunidad. Me abrazaste y me pediste que fuera tu novio, me quedé callado y pregunté si querías ser el mío. Nos reímos. 19 de Septiembre.

Delicioso, absurdo, éramos novios, éramos perfectos. Ahora ya sabía que el tal Eduardo no solo era tu mejor amigo si no el novio que semanas antes te había dejado. El sujeto a mi me parecía detestable, hostil, insoportable, siempre de malas, ¿he dicho ya que era detestable?. Pero a ti te hacía reír. Luego decidiste que conociera a tus otros amigos, así fue, creo que nunca les agradé mucho. La misma tarde conocí a tu madre, nunca supe con certeza si sabía lo nuestro, le dijiste que me habías conocido gracias a un amigo tuyo, que yo era fotógrafo y tengo la teoría de que nunca le agradé (ni tampoco le importé del todo).

Una tarde en tu casa volvía  ser inocente, los besos y las manos subían la intensidad de la situación, querías quitarme algo de ropa, yo no quise. Si, lo aceptó, soy alguien fácil y no es que contigo me estuviera haciendo el difícil, teníamos toda una vida para vernos desnudos y tocarnos, ahora yo no quería que fuera así.

Ibas a buscarme a la Universidad con tu uniforme de médico, tu bata blanca, zapatos blancos, cabello desordenado.

Conociste a algunos de mis amigos y amigas, siempre creí que no terminaban de agradarte, siendo tan cínicos, gritones, insulsos, adorables y sabías que eran mi vida. Filósofos, artistas, creadores, tan ajenos a tu mundo, de mi mundo eran cercanos, en nuestro mundo eran planetas que orbitaban alrededor.

Una tarde afuera de la Biblioteca de mi escuela nos tomaste una fotografía, la primera, de los dos juntos, sonriendo, siempre detesté como salí pero tú estabas contento. Nos habíamos dicho unos cuantos nerviosos "te quieros" pero me abrazaste, estabas realmente emocionado y dijiste: Te amo.

3

Te amo, te amo, te amo… me lo acababas de decir. Otra vez habías llegado tú primero. Me quedé callado, sabía lo que estaba sintiendo. Discúlpame, ya te amaba pero tuve miedo de decirlo. Me miraste un poco decepcionado y me pediste perdón.

Parecía que ese había sido el primer error sin embargo a ninguno de los dos nos afectó y a pesar de que era mutuo ahora creo que lo único que deseábamos era ser felices.

Una tarde quisimos perder la inocencia. Fuera camisas, fuera pantalones, adentro calor y agitados… ¡carajo!... tu teléfono estaba sonando, era el idiota de Eduardo interrumpiendo, a mi nadie me interrumpe, comencé a acariciarte por encima del boxer, me decías nervioso que no, mi misión desnudarte… estabas nervioso hablando por teléfono, puse mis labios ahí donde no conocía, colgaste y rompiste el encanto y la excitación pidiéndome perdón porque tu pene no era más grande que le mío, de hecho el tuyo era pequeño, te dije que a mi eso no me importaba (y la verdad es que no me importa aún). Nos acariciamos aún más. Me sentía todavía mas cerca de ti, en tu vida, tu lenguaje y el mío comenzaban a hacerse uno, a quererse en deseo.

Le presumiste al tarado de Eduardo que mi pene era más grande que el promedio, los días, noches y ratos de café empezaban a hacerse habituales, he de decir que mas habituales con tus amigos que con los míos. Mis amigos seguían sin gustarte y yo cada vez conocía más a los tuyos. Eduardo siempre me pareció un hostil (si supieras cuantos intentos hice porque me cayera un poco bien), Rebeca me daba un poco de miedo, Alejandro inquisitivo e Iván creo que me hablaba por casualidad. Creo que aún recuerdo con ternura que una tarde volví a llegar tarde al café, el casting para la producción se había extendido y tú temías que me hubiese pasado lo peor como que me hubiesen asaltado en las calles del centro o que me haya caído en una coladera.

Los días del rodaje me viste trabajando, esa escapadita que nos dimos mientras el staff trabajaba. Esa sería la primera noche juntos. La misma cama, la misma noche y ambos sabíamos lo que podía pasar, no, no podía, iba a pasar.

Al salir yo de trabajar fuimos a cenar, no tan romántica, no tan pesada (aunque yo moría de hambre por estar trabajando el día entero) y mas tarde al hotel, a pasar la noche. Buscando habitaciones llegamos a un lugar no tan agraciado, ambos nerviosos, ya nos habíamos visto desnudos, ninguno muy perfecto, pero perfectos para nosotros. Falló.

La noche no fue tan perfecta, me puse nervioso, lloré, te asustaste, no fue tan perfecto, no fue nada perfecto, fue terrible, perdiste la erección, me quedé con las ganas, tú no sabías donde habían quedado las tuyas. Ninguno durmió, aunque la noche entera pretendimos haber dormido plácidamente.

Iba a ser nuestro fin de semana perfecto, estábamos por cumplir un mes juntos y nada parecía ser lo que pensamos. Decidimos que eso tener sexo podría esperar a que fuera el momento (sí, éramos unos inocentes).

A la noche fuimos al concierto de Cher, no me dejaste abrazarte ni cantarte al oído. Pero ahí estaba la mujer que más inspiración me provoca. Tú aún no podías superar tu miedo al contacto físico en público. Yo no podía superar el hecho de querer tocarte todo el tiempo.

Llegamos al primer mes, en broma dijiste que nos casaríamos. Hiciste un disco con, según tú, canciones que te hacían pensar en mi y escogiste "For that is worth" de los Cardigans como nuestra canción.

4

Entre cartas, mundo y vida perfecta. Te dije que te amaba una noche en el cine y camino a mi casa no hablamos, te despediste diciéndome que también me amabas. Ambos los sabíamos. Mis amigos no paraban de decirme que eras un presumido, que les parecías grosero, nunca los saludabas. Alejandra, mi mejor amiga no quiso decirme que no estaba segura de que me quisieras. Ahora sabías que disfrutaba las cosas oscuras, las brujas y a que a veces veía cosas, creo que jamás me creíste.

Llegaba el día en que cumpliríamos dos meses juntos, parecía que no nos íbamos a ver así que decidimos que lo celebraríamos un día antes, terrible, yo te di una carta, tu me diste un segundo disco con mas canciones. Cartas en servilletas, en manteles, en papel, el la mano, en donde fuera. Pasamos nuestra noche de segundo mes en compañía del imbécil de tu ex novio. Te llame por la mañana, me dijiste que sí podríamos vernos, fui a tu casa, cuando llegué ahí ni siquiera saliste y por teléfono me dijiste que estarías ocupado y que no tenía caso que hubiera ido. Te enojaste, te odie y me hiciste llorar. Volví a la Universidad llorando y aunque había sido por una tontería, me habías llamado imprudente. Te llamé y te pedí una disculpa, no sé si había sido mi culpa pero lo hice como así fuera, mi culpa, mi culpa, mi culpa, prefería que todo fuera mi culpa antes de poder culparte de algo a ti. A mi loco psiquiatra perfecto.

Yo estaba a punto de terminar mi semestre y se aproximaba otro rodaje. Tu graduación estaba cerca, pronto iniciaría tu internado en un hospital y parecía que ninguno de los dos quería pensar en ello.

Una tarde te acostaste en mis brazos y toda la tarde estuve cuidándote, otra noche yo me había quedado dormido en tus brazos y me dijiste que toda mi cara de mala persona y ruda se había borrado por un rato. Adoptamos un burro de felpa y lo llamamos Saru-chan, nuestro hijo.

Empezamos a hablar de vivir juntos, de que colgar en la sala, de nuestras noches perfectas cuando tu llegaras del hospital y yo en casa esperándote, de cocinar, de una cama grande, tu del lado izquierdo y yo del derecho. La oscuridad no te importaba cuando eras daltónico, a mi no me importaba haber dejado de hacer ejercicio. Fiestas, mas café. Siempre tomabas coca-cola light. Te habías molestaste en el concierto de los Pet Shop Boys cuando hice notar que habías subido de peso. Tu papá seguía siendo alcohólico, el mío me detestaba.

Te decepcionó que yo no fuera a tu graduación, el rodaje había sido el mismo fin de semana. Lloraste sin mí, te despediste de tus amigos sin mí, te emborrachaste sin mí.

Creo que nunca me perdonaste que no estuviera ahí, creo que eras rencoroso, creo que me odiabas cuando te dabas cuenta de que no era perfecto. A pesar de que nuestra relación a veces se complicaba (cuando pasa el tiempo todo tiende a hacerse mas difícil) y nuestro espiral se daba vueltas, no sobraban ni faltaban los te amo ni las promesas ni el hecho que todo lo que hacías me parecía maravilloso. O casi todo.

Nuestra vida sexual me tenía desesperado, siempre hacías evidente el hecho que tus pequeñas proporciones peneanas te importaban mas que a mi, yo hacía evidente el hecho que podía vivir con ello. Toda la vida. Una noche en una fiesta a la que no fuiste conocí a un sujeto y ya con algo de alcohol encime le conté que no estaba tan satisfecho con nuestra vida sexual, me propuse satisfacerme donde tu no sabías jugar, casi le decía que sí.

Creo que no nos importaba estar pagando hoteles y no ir para cojer, solo fajábamos y dormíamos. Como me acostumbre a dormir contigo, nada igual a esa primera noche, esperaba cada semana la noche que pudiésemos pasar juntos y si no llegaba, llegaría.

Llegaron las vacaciones de inviernos, cumpliríamos tres meses.

Tus amigos se iban a hacer su internado de medicina en San Luis Potosí, tú no te ibas con ellos, querías quedarte conmigo, querías que te acompañara a conocer el sitio donde ellos habitarían así que planeamos nuestro viaje.

Camino a San Luis querías portarte mal en el camión, de todas formas iba casi vacío, yo quise ser inocente y no hicimos nada. Pasamos casi todo el viaje con tus amigos, Rebeca ya me parecía realmente agradable aunque todo el tiempo no deje de ser "el novio de Salvador", supongo que era parte de tu equipaje. De San Luis nos fuimos a Aguascalientes. Luego Guanajuato.

5

En todo el viaje no habíamos pasado una noche juntos, en toda la relación solo habíamos fajado, no habíamos tenido sexo; mi desesperación era obvia. Necesitaba sentirte cerca, necesitaba el sexo con amor, el amor del primer hombre que había amado, no alguien que había conocido casualmente y todo terminaría en un acostón.

Mientras estábamos en un bar con tus amigos te dije que volvería al hotel porque me sentía mal, me acompañaste y prometiste volver, pero yo no quería que te fueras, hacía ya casi tres meses que me debías algo, me debías tu cuerpo. Pero tus oportunos amigos interrumpieron y decidiste volver con ellos. Así yo tendría tiempo de esperarte y preparar nuestra noche o lo que quedaba de ella. Tomé un baño, descansé, prometiste volver en un par de horas.

Habían pasado ya cuatro horas y tú no estabas a mi lado, me preocupe, me enojé. Cuando ya eran cinco horas me seguía preocupando, enojado y ahora estaba alterado. Seis horas de espera no solo era preocupación, enojo y alteración, estaba histérico y apareciste con tu sonrisa de idiota, un tanto borracho, con tus amigos (borrachos), yo en la cama medio desnudo, te metí a la habitación te grite y te apagué la luz.

Creo que me pediste permiso para dormir en la cama conmigo. Yo no sé como había permitido que salirte con tus amigos y olvidado volver a tiempo hubiera sido mas importante estar conmigo. Por la mañana la resaca no te dejaba moverte, me acerqué a tu oído y susurre "Estoy decepcionado de ti". No hablamos hasta un rato después.

Yo estaba tolerando todo aquello hasta que empecé a provocarte, no sé si no querías, no sé si estabas triste pero dijiste que no querías que estuviera decepcionado de ti y comenzaste a desnudarte.

Tal vez olvidamos toda la noche anterior, nos besamos como siempre, nos miramos a los ojos, tu cuerpo caliente y el mío, ambos cansados pero dispuestos.

Besé tu pene como siempre disfrutaba hacerlo, mirándote a los ojos, comiéndote, devorando los fluidos y tus manos me acariciaban para no soltarme. Abrazos caricias, nunca mecánicas, esa calenturas que provoca mareos, perdimos toda esa inocencia, lo perdimos todo en esa cama. Me abrazaste con fuerza, fue el momento, el lubricante, el condón.

Me coloqué sobre ti, tú estabas acostado, me penetraste con cuidado y con movimientos lentos, un poco (¿un poco?) torpes, arriba, abajo, arriba, abajo, abajo, abajo, arriba, abajo, arriba, arriba (lo tuyo no era le ritmo).

Ojos, manos tomadas, te amo, miradas lujuriosas, no puedo creer que lo estamos haciendo. En mi cabeza pasaban muchas cosas, muchos hombres con y sin nombre, con los que me había acostado antes que tú pero está vez era maravilloso, no porque te amara, no porque eras un torpe, sino porque eras tú.

Me vine un par de veces sin tocarme y cuando tu habías terminado nos abrazamos, sudando, tiernos, luego con palabras medio cortadas me dijiste que había sido tu primera vez, ay Salvador, la experiencia hacía el ritmo y yo con mi carrera en el sexo con hombres.

Cuando volvimos del viaje mis amigos se burlaron de nuestra pelea, tú de nuevo reaccionaste tarde y terminamos peleando en un café, según tú no ibas a permitir que te gritase enfrente de tus amigos, un día antes de discutir habías cantado para mi "My happy ending" de Avril Lavigne y yo te había dedicado en una borrachera con mis amigos "Strong enough" de Cher. Nunca supiste que mientras estaba contigo a kilómetros de casa a mi madre la estaban operando de la cabeza, pero una de las cosas en las que pensé mientras te tenía dentro era la idea de que ella estuviera muriendo.

No hicimos el amor, solo creamos melancolía.

6

Estábamos cerca de Navidad. Una noche en la que me había molestado contigo porque no querías contarme nada del hospital y al idiota de Eduardo sí hablamos sobre seguir o no, estarías a punto de iniciar el internado, casi no tendrías tiempo para mi y yo demandante e histérico accedí a soportarlo, además ya estaba a punto de mudarme a vivir solo, no tan lejos de tu casa. Tus amigos partirían en unos días a San Luis Potosí. Como ninguno de los dos había pasado nunca una bonita Navidad me prometiste que esta sería diferente.

La última vez que te tuve en mi brazos, en mi desnudo nos quedamos acostados con las ventanas abiertas y hacía frío y los cuerpos calientes.

¡Feliz Navidad!, me abrazaste y me diste una foto, la primera que nos habíamos tomado juntos con una especie de despedida detrás, un te quiero pero ningún te amo.

Empecé a llorar y luego muy frío terminaste diciendo que no querías seguir la relación porque la medicina te era algo más importante y que poco a poco lo que sentías por mi ya no podía competir con ello, ya no sentías nada por mi.

Discutimos, te pedí que saliéramos del restaurante y quise abrazarte, no me mirabas a los ojos, seguíamos discutiendo, no podía creer que ya no me amabas y yo te rogaba, no te creía nada, no podía buscarte nada, sentía ardor por dentro.

Ya de noche y después de un rato de reclamos te pedí que me dijeras la verdad, que me dijeras porque me estabas dejando y dijiste que era porque aún estabas enamorado de Eduardo (sí, del otro idiota) y que ahora que se iba te habías dado cuenta de ello. ¡Me usaste!, mentiroso, Alejandra y todos mis otros amigos tenían razón, eras un verdadero patán, poco hombre, cobarde. Eso y muchas cosas más te grité, quería matarte. Quería estar lejos de ti y eras la única persona con la que quería estar.

¡ERES UN HIJO DE PUTA; COJES MAL Y LO TIENES CHIQUITO! Sí, te lo dije, te lo grité, si te comparaba con cualquiera de los que me había acostado estabas en el último lugar, además me había burlado de la pequeña cosita que tienes. Llorabas y yo también. Ya no quedaba más, no me importaba humillarte más y más, ya qué. Todo estaba echado a perder, no pasaba nada si lo hacía peor.

Me pediste que golpeara, que te lo merecías, cobarde. Cuando levanté la mano no creíste que lo fuera a hacer y te di una cachetada (este acto y el de que lo tienes chiquito lo aplaudieron mis amigos). Luego solo dijiste: No es cierto.

No era cierto que me querías dejar, no era cierto que seguías enamorado de ese gato, no era cierto, solo era tu tonta desesperación, tu inseguridad, no sé si volvimos o no.

Tres días después de habernos perdido todo el respeto nos separamos, lloramos como nunca, nos tomamos de la mano y me pediste que te dejara ir.

Pasaron tres meses y yo no dejaba de llorar por ti no es que ya no estuvieras en mi vida, lo estabas porque casi a diario recibía mensajes tuyos, sufrías el internado, mandaste un cínico mensaje en mi cumpleaños todo me hacía pensar en ti, deprimido, hasta el último día que nos vimos, día que ninguno estuvo cómodo. Desde entonces no te he vuelto a ver, mi amor.

Ha pasado más de un año que no nos vemos, tengo teorías de que será de ti pero ninguna tiene intenciones de comprobarse. Ahora vivo solo y en los últimos meses he salido con demasiados hombres, conocí a uno que me dio el mejor sexo de mi vida, otro jugó conmigo y yo jugué con muchos, todo para sacarte y volverte a meter en mi vida, sigo en mi carrera que cada día da más frutos, mis amigos todavía te recuerdan como el doctor que lo tenía chiquito y se ríen y yo tuve una relación con otro médico, no lo vuelvo a hacer, ustedes son insoportables. Tu pesadilla es mi sueño, nunca fui perfecto, tú tampoco pero los dos pensamos que lo éramos. Discúlpame.