Sentimientos Irresistibles
A veces la mejor terapia es el sexo
A pesar de ser joven padezco de enfermedades musculoesqueléticas, eso, ha reducido mi calidad de vida. Llegué a un punto en el cual ni los analgésicos ni las comprensas tibias aliviaban mis dolores articulares.
Una noche, después de jugar PlayStation con un amigo empecé a quejarme de los dolores, él, al verme tan afectado me habló sobre un fisioterapeuta de buena reputación, casualmente vivía en mi edificio.
La verdad es que había visitado a traumatólogos y fisiatras, pero nunca había asistido a terapias porque escuchaba que los fisioterapeutas eran rudos al momento de ejercitarse. Y si a algo le temía era a sentir más dolor físico.
Aun así, la insistencia de mi amigo pudo más y entre llamadas y mensajes le bastó sólo dos días para convencerme de asistir al centro de rehabilitación de mi vecino.
Llegué a las diez de la mañana y era el último paciente que él iba a atender. Por eso, decidí ir a un centro comercial cercano para almorzar y dar un paseo... Eran las tres de la tarde cuando decidí regresar al consultorio, que por suerte aún estaba abierto.
Vi salir al fisioterapeuta de su oficina y me lamenté por ser tan descuidado.
-Buenas tardes, ¿tú eres? -preguntó el licenciado, un tipo alto, atlético y con un físico envidiable.
-Era, bueno, soy… tu último paciente por el día de hoy -dije mientras me encogía de hombres.
-Oye, pero hace media hora que terminé. Tú eres Tadeo, ¿verdad?
-Sí, soy tu vecino, bueno, vivimos en el mismo edificio -le dije intentando, así, convencerlo.
-Soy Will Mendoza -dijo.
Sonrío, me observó de pies a cabeza y me hizo ceñas para que pasara a su consultorio. Una vez allí comenzó a leer los informes médicos, revisar las placas y a examinarme.
Sus dedos largos tocaron mis piernas, hombros, pecho y rodillas.
-Acuéstate boca abajo -solicitó.
Entonces comenzó a tocar varios puntos en mi espalda alta y espalda baja.
-¿Te duele? -era la pregunta que seguía después de tocarme en la espalda.
Y la verdad era que sí, me dolía, me incomodaba y me frustraba estar así... Luego bajó hasta una zona de mis glúteos y hundió sus dedos.
-Y aquí, ¿te duele?
-Sí -mentí.
En realidad, sentir sus dedos presionando mis glúteos, aunque fuera en una parte alta producía una sensación agradable, que parecía aliviar mis demás dolores.
-Lo más recomendable sería comenzar la terapia ahorita, pero ya debo cerrar el consultorio. Mi novia está esperándome en mi apartamento.
¿Su novia? aquello me cayó como balde de agua fría no sólo estaba comprometido, sino que encima era hetero. Algo que de por sí se le notaba. Había perdido toda esperanza...
-¿Quieres que te lleve? -me preguntó.
-Bueno, no traje mi carro...
-No se diga más.
Durante el trayecto hablamos sobre mi enfermedad y cómo él podría ayudarme a combatirla, también me comentó sobre sus aficiones, gustos y metas por emprender. La verdad es que me empezaba a caerme más que bien.
Es que no sólo era un tipo apuesto, sino que además tenía carisma, me hacía sentir importante… ¡y lo mejor! estaba olvidando el dolor.
Cuando llegamos no quería bajarme de su automóvil, pero ya saben, nosotros nunca seremos tan valiente como en nuestros pensamientos... me bajé inmediatamente cuando él lo hizo.
Tomamos el ascensor que casi siempre estaba vacío. En ese punto yo ya ni hablaba, estaba triste porque aquella tarde perfecta se acababa, también molesto porque jamás tendría el valor de confesarle todo lo que sentía por él.
Siendo honesto, siempre lo admiré desde lejos. Él es muy conocido en el edificio, tanto por su trabajo como por su físico… tan perfecto y tan inalcanzable. Suponía que todo iba a seguir igual. Sin querer, suspiré.
Y justo en ese momento el ascensor iba abrirse, pero él lo detuvo y se recostó en la pared justo a mi lado. Ladeo la cabeza y me miró.
-¿Qué tanto te gustó? -preguntó.
Yo estaba anonadado; quizás escuché mal -pensé- o se refiere a alguna cosa que le dije sobre mi estado de salud.
-Disculpa... Puedes repetir... No te escuché...
-Sí, sí escuchaste bien. Respóndeme. ¿Cuánto te gusto?
Esta vez me había dejado sin palabras. ¿Era una confrontación? ¿Se había molestado? ¿Hice o dije algo que lo ofendió? ¡Dios! Todas aquellas preguntas eran realmente dolorosas, pero sobre todo vergonzosas.
Ante mi inminente silencio, él reaccionó; colocó sus brazos alrededor de mi cuerpo y junto su frente con la mía. Mi nerviosismo empezó a revelarse por mis evasivas miradas que insistían en esquivar a las de él.
-¿A quién quieres engañar? -susurró.
-Will, por favor; abre el ascensor se puede averiar y...
-Mejor si nos quedamos aquí, ¿verdad?
-No, no entiendo. ¿A dónde quieres llegar? -pregunté con voz trémula.
-Hasta donde tus más fogosos deseos se hagan realidad.
Volteé la cara a un lado y aguanté las ganas de llorar. ¿Se estaba burlando de mí? Era verdad que yo era gay, pero hasta ese momento no había tenido un acercamiento tan excitante y a la vez tan incomodo como ese.
Movió su frente que aún estaba pegada a la mía y acercó su boca a la mía mientras su pecho encontraba al mío. Aquel acercamiento era de por sí, delirante.
-Quiero que me respires, déjame ser tu aire -susurró.
Y literalmente cumplí su petición, respiraba su aliento y su propia respiración, aquellas sensaciones parecían provenir de otro mundo. Olía su particular perfume de aromas frutales cítrico que tanto me gustaba. Sólo eso bastó para que mi cuerpo se aflojara tanto como una mantequilla en sartén caliente.
Busqué la salvación en sus labios, que eran suaves, pero a la vez peligrosos por la facilidad de adicción que provocaban.
-Estaremos mejor en mi apartamento -dijo.
Acto seguido abrió el ascensor e ingresamos a su acogedor hogar. Sin rodeos me recostó sobre el mueble y me rodeo con su cuerpo mientras lo llenaba de besos y caricias.
Sus agiles manos parecían tener electricidad, porque todo mi cuerpo vibraba ante sus suaves caricias. La zona más afectada fue mi abdomen que sufrió un fuerte espasmo, pero lejos de ser traumático, fue delirante.
-¿Ves? Estás mejorando. Tú cuerpo sólo necesita sentirse vivo para recuperarse. Eres tan joven, y tan poco experimentado.
Cuando volví de aquel efecto hipnótico reparé que estaba desnudo, y él también. Su cuerpo me sorprendió, no sólo estaba marcado y fornido, sino que cada zona lucía tan viva, tan sana.
-Mi medicina eres tú -alcancé a decir.
Y volví a atraerlo hasta mi boca para que me diera de su deliciosa droga. Entonces, esta vez me dejé llevar aún más, es que su manera de tratarme, en sí, era algo especial. Parecía que me deseaba, parecía que yo fuera una de las mujeres esbeltas y bellas que de seguro le gustaban y había tenido en este mismo mueble.
Empecé a acariciarlo también, y él respondió apretando su cuerpo al mío aún más; eso a su vez hizo que nuestros penes entraran en contacto, aquello hizo que se escapara un gemido desde mis entrañas.
Por eso empezó a mover sus caderas contra la mía haciendo que nuestros penes se encontraran... la cosa mejoró cuando nuestros líquidos pre-seminales facilitaron la fricción.
-Tengo unas ganas enormes -dijo mientras me mataba a besos.
-¿De qué? -alcancé a preguntar.
-De hacerte el amor.
¿Hacer el amor? Nunca lo había hecho, sólo había tenido un par de encuentros furtivos. Donde apenas pude sentir el tercio de las sensaciones que me invadían ese día. Lo miré a los ojos, lo aparté de mí e hice que se sentara.
Me arrodillé y fui directo a sus entre piernas, besé sus muslos, su ingle, pasé mi lengua por su abdomen bajo y luego fui directo a la gloria, él se recostó y puso sus manos sobre mi cabeza.
Lamía, succionaba e introducía su exquisita masculinidad hasta mi garganta. Repetía el procedimiento una y otra vez, y mientras más lo hacía más indescriptible se volvía.
-Basta, basta -dijo y apartó sus dedos de mi cabello.
Nos encontrábamos, otra vez, cuerpo a cuerpo. Nuestro contacto visual era algo mágico, parecía que nos conocíamos de toda la vida, y aunque había algo de razón en eso, aquello pertenecía a una conexión especial, nuestras almas estaban conectadas.
Una sensación de calor empezó a esparcirse en nuestra atmósfera. Y él aprovechó el momento para tomarme por la cintura voltearme y ponerme de cabeza.
-¿Qué haces? -pregunté, nervioso, es que apenas podía sostenerme de brazos.
-Relájate, vas a estar bien. Sólo confía en mí -dijo mientras halaba mis piernas y las posicionaba junto a sus caderas.
Confié en él, y me dejé llevar por el impresionante momento. Mientras él erguía mis piernas yo posicionaba mejor mis manos sobre el suelo. El dolor físico empezaba a entremezclarse con placer.
Por primera vez experimentaba deseo y morbo, y aunque, la posición era en sí excitante lo que generaba aquellas sensaciones era tenerlo a él, a Will, a mi vecino sexi y deseado por muchos.
Empezó a introducir su miembro dentro de mí, primero suave, poco a poco; era como disfrutar de un sorbo de champagne caramelizado; la intensidad aumentaba a medida que entraba en mí. Y cuando al fin llegó, empezó a moverse con rudeza, salvaje e intenso.
Mis brazos apenas si sostenían mi cuerpo, estaban temblorosos al igual que el resto de mi cuerpo, pero confié en él, porque seguía sujetando mis piernas mientras penetraba mi zona prohibida.
-No me queda mucho tiempo, príncipe. Voy a acabar pronto. ¿Quieres algo en particular? -su voz gruesa y jadeante me hizo delirar y terminé por acabar.
-Sí, sí, quiero que me pertenezcas -dije y acto seguido tiré de mis piernas lo senté en la alfombra e hice lo propio conmigo.
Encima de él volví a mirarlo, encima de él comencé a subir y bajar, encima de él respiré su aire, que era mío también. Encima de él besé sus labios y miré sus ojos griseases que reflejaban placer.
Gimió, gimió como un loco y creo que todos los vecinos oyeron, pero eso no importaba. Sentir como su cuerpo se estremecía junto al mío, entrelazar sus dedos con los míos mientras lo llevaba al paraíso sexual, era lo importante.
Volví a mi casa en la noche, ese día los dolores físicos eran considerables; pero debo confesar que con el pasar de los meses mi cuadro clínico ha ido mejorando. Ahora soy una persona renovada; no sólo me siento más joven, sino que luzco de mi edad.
Will despertó en mí sentimientos incontrolables que han resultado ser mi mejor medicina, sí es un poco adictiva, pero es efectiva y muy, muy eficaz.
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