Sentimiento de culpa
Cómo puede uno vivir tranquilo, si lo que siempre juzgó mal le da tanto placer?
En verano, el calor alcanza su mayor fuerza entre las dos y las cuatro de la tarde . Es la hora de la siesta. Mi ciudad se duerme casi por completo gracias el sopor producido por las altas temperaturas, sumado a la pesadez del almuerzo, que para nosotros consiste en los tres platos tradicionales: la entrada, que puede ser cualquier tipo de ensalada, la sopa, que es un caldo que puede llegar a ser muy espeso, pero siempre es sustancioso, y el segundo, que es un plato fuerte imagínense la forma que quieran de carne, pasta, pescado .
Ese día en particular, estaba de visita en la casa de campo de Orlando y Roxana, una pareja de amigos que celebraba un aniversario más de matrimonio, a dos horas por buen camino de la ciudad, pero con el mismo cálido clima.
El almuerzo transcurrió entre brindis y libaciones por la felicidad eterna de la pareja, por el éxito futuro de sus hijos, que son dos niñas y un varón, que es el mayor y para entonces contaba con doce años, un cuerpo común para esa edad, en que los niños aún conservan rasgos femeninos, aunque su estatura, como la de su padre, era ya muy buena para sus doce años.
Durante todo el tiempo que duró el almuerzo, se hicieron muchos chistes y alusiones acerca de la pesadez que queda después de comer tanto a esta hora, y se vaticinaba que todos los comensales dormiríamos una siesta de concurso, tanto por las delicias culinarias que habíamos disfrutado, como por la variedad y cantidad de licores y vinos que habíamos consumido.
Durante la comilona y mientras mi cerebro no fue afectado por el alcohol, pude notar que éramos muy pocas las personas invitadas, pero me abstuve de hacer preguntas ni comentarios al respecto y decidí sentirme halagado por haber sido de los pocos convocados a este festejo. Por tanto, no había gran cosa que observar, todas eran personas amigas, y yo muy respetuoso siempre, no pensé jamás en buscar ningún tipo de enganche ya que, dicho sea de paso, soy divorciado y estaba entonces solo allá.
Las únicas mujeres solas que había eran las dos niñas de Orlando y la mucama. Laura, la menor, tenía siete años y una larga y bella cabellera oscura. Graciela, la del medio era de pelo castaño y con sus diez años, tenía una estatura realmente envidiable. La mucama era una nativa de tez morena y pelo negro, muy atractiva por sus senos muy notorios a pesar del delantal, y por esas nalgas tan apetitosas y que por supuesto no estaba interesada en nada que no fuera su trabajo. Al menos, siendo ella una jovenzuela de no más de 20 años, no iba a ligar a un hombre de 47
Y ahora hablaré de mí, que no es mi tema favorito. Soy un varón de 47 años, como ya lo dije, mi estatura es MUY buena ya que llego a 1,92 mts., abogado, divorciado después de un borrascoso matrimonio de cinco años, del que quedaron dos hijos, varones ambos, que ahora ya cuentan con veinte y diez y ocho respectivamente, ambos en la universidad. Mi pelo es aún rubio en medio de las canas, que son muchas, y muy espeso. Peso 98 kgs. Por lo que en realidad no soy obeso, aunque desde luego no tengo un cuerpo atlético ni de lejos, y tampoco soy un supersemental con un miembro descomunal me considero completamente normal en el tamaño y espero que en el rendimiento también. No he vuelto a casarme para no volver a pasar por lo doloroso de otra posible ruptura, y por cierto convencimiento de que la independencia es lo máximo.
Y volvamos a lo importante.
Terminado el almuerzo, yo declaré que no sería capaz de conducir de retorno a la ciudad sin dormirme, por lo que Orlando me ofreció, más bien, me pidió que me quedara a descansar unas horas, por mi seguridad, cosa que acepté de muy buen grado, porque todo lo que necesitaba en ese momento, era echarme a dormir. Roxana me condujo al dormitorio de su hijo, Federico, quien estaba ya por dormir la siesta y no pareció muy contento de saber que le quitaban el espacio, pero como haciendo una broma, dijo que en la cama entraban dos para la siesta, cosa que por supuesto me pareció justa, y Roxana, incómoda por la desfachatez de su hijo, me explicó que ese era el cuarto más fresco de toda la casa, y recomendándome que me sienta cómodo, "como en mi propia casa", que ella dejaría dicho que nadie molestase, cerró la puerta por fuera y se alejó.
Con estas recomendaciones y atenciones, me saqué toda la ropa excepto el calzoncillo, y me eché a dormir . hasta que fui despertado por una erección.
Cuando pude aclarar mi mente, vi que Federico dormía a mi lado, y como sentí ganas de orinar, me puse el pantalón y fui al baño. Oriné y decidí continuar la siesta, ya que no había dormido más de diez minutos. Sacarme nuevamente el pantalón fue más difícil por la modorra y una sensación de profunda pereza o tal vez simplemente por los alcoholes ingeridos, vaya uno a saber, pero me costó más.
Me eché nuevamente, pero ya no me era fácil dormir, así que, aprovechando el ventilador de techo, me quedé tumbado de costado, con la nuca de Federico delante mío, con los ojos cerrados, pensando en cualquier cosa y de repente, sentí que con un cuidado impresionante, con una calma y una suavidad extraordinarias, alguien me tocaba el pene por encima del calzoncillo. Sin moverme para nada, traté de entreabrir mis ojos lo suficiente para ver sin que se note que estaba yo despierto dándome la espalda, Federico me tocaba, sin darse la vuelta para ver si yo dormía o no con toda la sinverguenzura del mundo y con su mano izquierda.
Yo tenía los ojos completamente abiertos, y azorado, miraba cómo la mano de este niño, con gran delicadeza, se introdujo en mi calzoncillo y agarró mi pene, y empezó a acariciarlo tan dulcemente que a pesar de todos los preconceptos que yo tenía acerca de la homosexualidad, descubrí que el arte de acariciar no tiene género y en muy poco tiempo yo tenía una erección completa, y cuando Federico sintió esto, sus caricias se hicieron diferentes . sin dejar de ser suave, se volvió más firme. Ahora, con toda su mano, acariciaba mi pene desde los testículos hasta el glande. Dejé de mirar su mano, y empecé a mirar su espalda, su cuello, su pelo negro rizado, y recién me percaté de que él estaba completamente desnudo .
Federico tiene que haber estado seguro de que yo dormía, pues con gran cuidado, como para no despertarme, se acercó un poco a mí, y trabajó suavemente para poder sacar mi pene, ya completamente erecto y lubricando, del calzoncillo, cosa que logró después de alguna breve batalla tenía ya mi pene a su disposición, y lo acariciaba con esa sola mano, sin darse vuelta para nada y empezó a moverse . Levantó un poco su pierna izquierda, y metió su mano derecha entre ellas yo moví mi cabeza lo suficiente para ver que Federico se introducía sus propios dedos entre las nalgas, tal vez en su ano, y mientras hacía esto, aumentaba en firmeza y en frecuencia sus caricias en mi pene en mis testículos y mi glande y movía sus caderas, disfrutando notoriamente de su propia satisfacción, y de pronto, sin saber cómo, entre sus movimientos, las caricias que él se hacía y las que me hacía a mí, me calentaron de una manera muy diferente, ya que era una mezcla de placer y culpa. Culpa por que para mí esa era una relación homosexual, y porque ese niño era el hijo de gente amable que me abrió su casa y su corazón
Estando yo en medio de estos conflictos, Federico acercó cuidadosamente sus nalgas hacia mí, de a poco, sin dejar de acariciar mi pene, hasta que logró hacer contacto entre mi verga y sus nalgas yo sentía su respiración agitándose, suspirando suavemente, y cuando me concentré en lo que pasaba allá abajo, noté que Federico frotaba su ano con mi glande en movimientos cortos, y lo había lubricado con una maestría tal que, tan pronto acomodó mi pene en la boca de su ano, en un solo movimiento, experto, suave, preciso, se insertó el glande, y se quedó allí quieto, como si tuviera miedo de que yo me despierte aprisionando mi pene por el glande. Me parece imposible que Federico hubiera pensado que de verdad yo dormía para entonces, pues él apretaba y aflojaba su esfínter con cierto ritmo, aprisionando mi glande, y masturbándose delicadamente, porque todo lo hacía con mucha delicadeza.
Para entonces, yo estaba completamente excitado, y sacaba fuerzas no sé de dónde para no introducirme entero en ese ano que ya me tenía loco sí. De verdad, ya no sabía lo que sentía: esa era una relación homosexual porque le hacía el amor a un hombre, un niño en realidad que además, como ya lo dije, era el hijo de unos buenos amigos. Pero viendo sus movimientos, su manera de acariciarme, de manejar las cosas hasta el punto al que habíamos llegado, me hizo concluir que Federico era un homosexual completo, y eso me devolvió la calma . O compró mi conciencia?... si no era yo, él se iba a coger a otro ?
Entonces, Federico metió su mano suavemente, como sólo él lo hace, entre su espalda y mi vientre, llegó hasta mi pubis y empezó a acariciarlo, estimulando la base de mi pene, la fue subiendo hacia mi cadera, hacia mi nalga, y empezó a acariciarme la nalga, dulce, suavemente, presionándola como para introducirse mi pene más adentro, acariciaba y presionaba con tanta delicadeza y al mismo tiempo con tanta sensualidad, que dejé de pensar en Federico-muchacho pensaba tan sólo en lo que sentía y entonces ya no pude más cedí .
Cedí y accedí lo agarré de la cadera con mi mano izquierda, tratando de ser tan delicado como él, e introduje mi pene en un solo movimiento, lenta y constante, suave y firmemente, sin aflojar hasta meterlo todo, mientras Federico levantaba apenas sus nalgas y devolvía la presión, para facilitar la entrada, mientras arreciaba la presión de su mano en mi nalga, empujándome hacia él.
No puedo describir la mezcla de sensaciones y emociones que pasaron juntas por mi cerebro. El calor del recto de Federico me enloqueció y en medio de toda esa excitación, volví a pensar en el sexo de mi ocasional amante pero aún con eso, me acerqué y erguí lo suficiente para alcanzarlo, y le besé suavemente el cuello, las orejas lo que alcanzaba de su rostro y él giró su cabeza y un poco también el cuerpo, y me besó en la boca no puedo creer lo que estoy diciendo ahora, pero es la verdad: era un beso tan fogoso pero tan dulce a la vez, que se lo devolví con el mismo fuego . Yo succionaba su lengua, que se metió salvaje hasta casi mi garganta eso creo, ya no sé qué era qué, pero luego era yo quien introducía mi lengua en su boca, lo más profundamente que pueda, mientras Federico la succionaba y acariciaba con la suya. Repetidamente, tan suave y dulcemente alternamos el juego de nuestras lenguas, que yo no quería dejar de besarlo y me elevaba en una excitación tan diferente, de la que no conseguía desprender el placer de la culpa, no del todo.
Mientras tanto, junto con empujar yo hacia él, Federico empujó hacia mí, de manera que no dejó un solo milímetro de mi miembro fuera, y se movía lenta y suavemente también, disfrutando (él o yo?) de este momento segundo a segundo con su mano derecha, que había metido entre sus piernas, acariciaba mis testículos desde la base, quedando en una posición sumamente incómoda para simultáneamente besarme y acariciarme, por lo que se sostenía con la mano izquierda, firmemente aferrada a mi nalga, y con su pierna izquierda, enredada en las mías moviéndose hacia delante y hacia atrás, arriba, abajo no sé cómo finalmente se movía, pero yo no quería que esto se detenga y mi excitación estaba en el punto más alto, sentía que mi pene reventaría en un orgasmo impresionante cualquier rato.
Y entonces, por voluntad propia, sin que él intervenga de ninguna manera, haciéndome campo entre su brazo derecho y su estómago, como pude, metí mi mano izquierda hasta alcanzar su pene tan pequeño, apenas un niño, pero erecto y firme, y empecé a acariciarlo también, tratando de ser tan suave y efectivo como él lo fue en mi mano grande de adulto, su pequeño pene entraba completo, y lo sentí agradable, y otra oleada de culpa pasó por mi cabeza pero el placer y el deseo la borraron rápidamente.
El se acomodó mejor, pues sacó su mano derecha de entre sus piernas, permitiéndome más libertad de movimiento para ocuparme de su pene, y con ella me agarró la mano que acariciaba su pene, y empezó a acariciármela, marcando el ritmo de mis caricias en su pene y sus besos se hicieron como más cálidos, más húmedos desde luego, y abría su boca entera, como a comerse la mía, metía su lengua que frotaba contra la mía, mi paladar, mi garganta era impresionante.
Y entonces, todo empezó a entrar en una especie de perfección él estaba besándome con más comodidad, moviendo sus nalgas de una manera tan suave y excitante, y moviendo mi mano con la suya, de modo que mis caricias tengan la fuerza y velocidad que le acomodaban guiándome para que presione su pene, su glande, y llevándola hasta acariciarle el perineo llegué a tocar mi pene entrando y saliendo suavemente de su ano y nuevamente a su pene, su glande y otra vez, en un ritmo tan delicado que cualquier brisa hubiera roto tomó mi mano con sus dos manos, y entonces introduje mi brazo derecho por debajo suyo, y empecé a acariciar si pecho, su estómago, lo que pueda yo alcanzar con esa mano, sin soltar mi mano izquierda de su pene, sin dejar de besarlo, sin dejar de empujar mi pene para que se quede siempre tan adentro como sea posible.
Y sentí entonces los espasmos de su esfínter, y su respiración agitándose mucho y muy rápidamente añadiendo la sensación de calor que sentí en mi mano, tuve la certeza de que Federico alcanzó el orgasmo. Eso y el contacto con esas poquitas gotas de semen que dejó en mi mano, provocaron el desenlace de una manera violenta lo apreté con mis dos brazos y metí mi pene hasta donde físicamente fue posible, y sin dejar de besarlo, terminé dentro de ese niño, dejándole todo el contenido de mis testículos dentro, mientras él me devolvía el beso, y mantenía la presión para que me entre lo más que pueda en su recto .
Terminado el orgasmo, permanecimos inmóviles yo tenía la respiración muy agitada tanto por la corrida como por la sensación de culpa que ahora sí, me llenaba pero aunque rechazaba la idea de haber tenido un coito con un niño, era incapaz de salirme de él, de separarme de él, que me acariciaba la mano y el brazo, porque además me quedé abrazándolo
Cuando la erección desapareció completamente y mi pene salió del cálido recto de Federico, éste se dio vuelta, me besó suave y cariñosamente, cosa que yo le dejé hacer y además correspondí, y mientras se levantaba de la cama para vestirse me dijo: "gracias, lo disfruté mucho y espero que tú también. Duerme un poco, se te va a hacer tarde."
Yo atiné a decirle:
"Al principio pensabas que yo estaba dormido, verdad?"
Y el contestó:
"Por supuesto que no, y me hace tan feliz que me hayas seguido el juego. Duérmete ya."
Me quedé perplejo y ya vestido, se acercó nuevamente y acariciándome el pecho y acomodándome el pelo, me dio otro beso, largo, cálido y húmedo, y salió del cuarto, y me quedé en medio de mis sentimientos de culpa y mis sensaciones de profundo placer, evocando la suave y delicada mano de Federico, y la conflictiva idea de haber disfrutado tan francamente de sus besos fue uno solo desde que empezó hasta que ambos terminamos ? Fueron muchos, tal vez cinco o diez, quien sabe?