Sensualidad carmesí 2
En realidad, es imposible que ella me viera, ¿no?
*Nota: el siguiente relato es parte de una serie que comienza con el capítulo anterior, recomiendo leerlo para poder comprender este mejor, gracias
En cuanto la última gota de semen salió expulsada de mi pene, ella apartó su mirada de la mía. Me corrí como nunca, lo que precisamente no me ayudaba porque ahora tenía que deshacerme de toda “evidencia”, aquello fue prácticamente pasar del mejor orgasmo de mi vida a la preocupación y confusión total, ya que, al volver a ver los ojos de Astrid, estos habían recuperado su gris original.
Pasados los 10 minutos más angustiantes de mi vida, en los que estuve limpiando todo procurando no hacer ruido, los escuché hablar mientras se vestían, prometiendo repetir. Una vez que me aseguré de que se hubieran ido, salí de la bodega y me encontré con la sorpresa de que, por idiota, dejé mi mochila en el laboratorio, en lugar de llevarla conmigo. Al levantarla me llevé una nueva sorpresa que casi hace que se detenga mi corazón: una pequeña tanga estaba debajo de ella. Ni siquiera noté que ella llevara una ni el momento en que la puso ahí, pero me preocupaba más que eso significaba que, si bien era poco probable que me hubiera visto (por las características del vidrio que nos separaba), sí que era seguro que ella sabía que alguien había estado presente en su momento íntimo con el profesor Villanueva. Antes de salir del laboratorio, metí la tanga en una bolsa de mi mochila más por miedo que por ganas y corrí a mi siguiente clase.
Aquel día teníamos un par de clases más después del almuerzo, descontando la clase libre que tuvimos ya que el profe de matemáticas se ausentó, por ello nuestra siguiente clase fue con la maestra de inglés, clase en la que Astrid no estuvo, así que pude tranquilizarme y pensar un poco en lo vivido antes de volver a verla. Por mi mente corrían las imágenes, particularmente sobre los ojos de Astrid en aquel momento tan íntimo, ¿realmente habían cambiado de color? ¿cómo era posible? ¿me habrá jugado una mala pasada la excitación? Descarté por ilógico el que me hubiera visto realmente, seguro estaría mirando hacia la ventana de la bodega porque notó la mochila, pero seguía sin explicarme qué había pasado con sus ojos, juraría que eran rojos en ese momento.
Afortunadamente mi querida maestra de inglés no tuvo esa puntería de las películas de preguntarle a quien estaba completamente distraído, o sea yo, por lo que pude pasar toda la clase pensando en mis cosas mientras la escuchaba explicar algún tema del cual no entendí ni media palabra. La siguiente clase no tuve tanta suerte, la última asignatura del día era Orientación vocacional, con el profesor López, digamos que, si buscamos en Google la definición de “rabo verde”, seguro nos sale una foto del profesor López, así que, cuando Astrid entró al salón de clases, no le pasó desapercibida, casi se le cae el libro que llevaba entre las manos al ver a la pelirroja. Ella se sentó al frente de la clase, mientras que yo me encontraba al fondo, como siempre, Ana y Luis estaban en los asientos frente a mí.
—Si López sigue así, se le van a salir los ojos— Susurró Luis.
—Este señor me da mucho asco, ¡debe ser más viejo que mi papá!
—Pero hay que darle algo de razón, la nueva es bastante guap…—No terminó la oración cuando ya estaba Ana golpeándolo— ¡Hey! Tienes que reconocerlo, amorcito, tiene a todos babeando, incluso a nuestro pequeño e iluso Vic.
—No estoy babeando por ella…
—Espera, ¿por qué iluso? ¿crees que “nuestro pequeño Vic” no tiene oportunidad con ella?
—No sé si me quieres ayudar o tirarme más tierra, Anita, ya cállense los dos o nos van a escuchar.
Terminada la conversación empezó la clase, el profesor López no le quitaba la vista de encima y juraría que un par de veces vi a Astrid separando las piernas cuando él la veía, pero también la descubrí mirándome un par de veces, aunque yo rehuía su mirada. Cuando seguí viendo a mis compañeros, me di cuenta de que no era el único al pendiente de sus movimientos, la mayoría de los chicos la observaban, igual que algunas chicas.
El resto de la semana, fue más o menos igual, todos, profesores incluidos, estaban fascinados por la presencia de Astrid, se formó un séquito a su alrededor, las chicas más “populares” se hicieron sus amigas y varios chicos las seguían a donde iban completamente maravillados por la pelirroja, todos parecían fascinados con la nueva adquisición del grupo, todos menos Rebecca, la “abeja reina” por así decirlo, no es que ella fuera mala como en esas tontas películas de adolescentes estadounidenses, pero le gustaba ser el centro de atención y ser la líder, pero desde la llegada de Astrid, ese puesto ya no le pertenecía, constantemente la veía poner una sonrisa falsa ante sus amigos para después cambiar a una cara de hastío.
El viernes como última clase tuvimos deportes, la escuela donde estudiamos es uno de los bachilleratos más prestigiosos y caros del país, por lo que las clases de deporte no eran simplemente jugar a la pelota en un patio, la escuela tenía una especie de centro deportivo multidisciplinario, en el que podíamos escoger que deporte ejercer, pero debíamos cumplir con una cantidad de horas a la semana practicándolo.
Casi nos da un infarto a varios cuando la vimos entrar a la zona de natación, no llevaba el traje de baño que usábamos como uniforme nosotros, sino uno de dos piezas con una camiseta corta y escotada en la parte de arriba, para rematar, se marcaban sus pezones en la tela, más de uno se tiró inmediatamente al agua para ocultar la erección. La entrenadora y su asistente entraron enseguida, nos pidieron que comenzáramos el calentamiento, en ese momento la perdí de vista porque trate de enfocarme en la clase e ignorar lo que ocurría a mi alrededor.
Para mí la clase ocurrió de la manera más normal posible, pero al final me quedé nadando un poco en lugar de salir a hacer estiramiento, la entrenadora sabía que solía hacer eso y ella me había dado permiso para hacerlo, así que no puse atención cuando los demás se fueron, no éramos un grupo muy grande, así que tampoco atrajeron mi interés al salir de la piscina.
—Hola, eres Víctor, ¿verdad?
—S-si— atiné a responderle
—Soy tu compañera en Química, la nueva, Astrid— me tendió la mano salpicándome. — Perdón, el profesor de Química me dijo que tú me podías ayudar a ponerme al corriente, ¿crees que pueda ir a tu casa hoy a la salida para que me ayudes con eso?
—Eh… si, no creo que haya problema, podemos ir juntos si quieres, no es muy lejos, podemos ir andando, si te parece
—¡Perfecto, gracias! — me respondió con una amplia sonrisa— Iré a ducharme y cambiarme, te espero en la entrada de la escuela, ¿vale?
—Ok— respondí, pero no creo que me oyera ya que sumergió la cabeza y se impulsó prácticamente poniendo su trasero en mi cara para alejarse nadando rápidamente rumbo a la escalera, esperé a que entrará a los vestidores de las mujeres y salí también.
Veinte minutos más tarde estábamos ya caminando rumbo a mi casa. Desde la escuela solo eran 3 cuadras hacía el norte. Mi casa, aunque estaba en una de las mejores zonas de la ciudad, no era muy grande, por lo que todos los que sabían dónde vivo creían que yo estaba en esa escuela porque mi familia era una de las fundadoras de la misma y porque tenía una muy buena beca, es decir, pensaban que no era lo suficientemente rico como para ir al mismo colegio que ellos. Esto nunca me preocupó, pero me hizo empezar a pensar si Astrid sería de los que se burlan de mi casa o de los que les da igual. No tardé mucho en descubrirlo.
—Bueno, es aquí— Le informé, al tiempo que abría la puerta del jardín para dejarla entrar.
—¡Wow! Tu jardín está lleno de flores… ¡y mi casa está en esa esquina!
—No es tan divertido el jardín cuando de niño te atoras en los rosales, eso duele. —Trate de abrir inmediatamente la puerta de la casa, odio que la gente se quede viendo las plantas de mamá, siempre terminan pensando que está loca por tener tantas y que somos descuidados, si supieran el tiempo que toma mantenerlas en buen estado... — Pasa, la sala está a la derecha, ahí podremos estudiar.
—No, no, vamos a tu habitación, no suelo llevarme bien con los padres y no quiero que me vean los tuyos…
—Mala suerte, hola, soy Lucila, la madre de Víctor— Salió de la cocina sin darme tiempo de responder nada.
—Hola, mucho gusto y una disculpa, soy Astrid, mi familia y yo nos acabamos de mudar a la casa del final de la calle, Víctor me va a ayudar a ponerme al corriente con las clases… ¡Ah! Y otra disculpa por autoinvitarme a su casa.
—¡Respira! —Contestó mi mamá, riendo ante la velocidad de las palabras de Astrid— No hay ningún problema, pero mejor quédense en la sala. —Entré primero a la sala y bajé mi mochila al sofá.
—En realidad preferiría ir a la habitación de Víctor, si no le molesta— Al volverme para observar la respuesta de mi mamá, juraría que volví a ver el destello carmesí en los ojos de Astrid, mi mamá solo balbuceo un escueto “está bien” y Astrid tiró de mi para que la llevará a mi habitación. Estaba confundido, en días pasados estuve buscando en internet lo de los ojos rojos pero solo di con páginas sobre la conjuntivitis y lentes de contacto tintados, así que seguía sin entender nada. Tomé mi mochila y la llevé a mi dormitorio con la cabeza hecha un lío. —Es bastante grande, no lo esperaba así…
—¿Q-qué?
—Tu alcoba, esperaba un pequeño cuarto de adolescente, pero creo que es casi tan grande como el mío.
—Solía compartirlo con mi hermano, pero… no importa, toma asiento donde gustes…— De pronto vino a mi mente la tanga guardada debajo de mi almohada y la posibilidad de que Astrid la encontrará así que me apresure a sentarme sobre ella y ella se sentó a mi lado en la cama, lo cual me sorprendió, cuando Ana venía a mi cuarto, nunca se sentaba en mi cama y mi madre nunca entraba ahí, así que era la primera vez en mucho tiempo que alguien del sexo femenino tocaba mi cama.
—Es cómoda, ¿tus papás duermen arriba?
—Así es, bueno, cuando mi papá está aquí, viaja mucho por negocios, así que casi siempre es solo mi mamá, a veces solo estoy yo…
—Te dejan muy solo… interesante— susurró y se mordió el labio de una forma muy sensual, en seguida se apartó casi corriendo para sentarse en la silla del escritorio, a penas llegó, la puerta se abrió y entró mi madre.
—¿Chicos, necesitan algo? ¿Algo de beber?
—Yo quisiera un poco de agua, gracias. —Respondió Astrid poniéndose nuevamente de pie— La acompaño.
—Voy a salir a trabajar en el jardín un rato en lo que trabaja el horno, si necesitas algo, estoy afuera, cielo.
—Gracias, mamá. — En cuanto ambas se fueron, saqué la tanga de su escondite y la cambié a uno mejor en mi armario. 10 minutos después, Astrid aún no volvía y yo ya tenía todos los libros desparramados sobre la cama, así que fui a buscarla para comenzar a estudiar.
La visión que me topé en la cocina no la hubiera previsto nunca. Mi madre y Astrid estaban paradas una frente a la otra, mi mamá le sobaba los pechos a la pelirroja sobre la ropa y esta se notaba que lo disfrutaba por como gemía.
—¡Mamá! ¿Qué haces?
—¡Víctor! Y-yo… lo siento, quería saber si eran reales. — La soltó y, ruborizada, salió corriendo hacía el jardín.
—No seas duro con ella, me suele pasar, si tienes duda, capaz también te dejo tocarlos… —Me dijo riéndose, tomó su vaso de agua y salió rumbo a mi habitación.
Al llegar le pregunté, aún descolocado, qué prefería estudiar primero, me respondió que Química, lo que me hizo pensar que tal vez quería impresionar al profesor Villanueva. Volvimos a sentarnos en la cama y estuvimos estudiando alrededor de veinte o treinta minutos en los que cada vez se acercaba más a mí, con el pretexto de leer de mi libro.
—Esto es muy aburrido, ¿quieres hacer algo más divertido? —Me soltó, poniendo directamente su mano sobre mi miembro, por encima del pantalón.
—¿Q-qué haces? Mi mamá está afuera.
—Aún va a tardar un poco y no puedes negar que te gusta la opción, ya se te está poniendo dura— Tenía toda la razón y no supe que decir, solo me quedé en silencio como idiota mientras ella me frotaba.
Astrid se puso de rodillas entre mis piernas, abrió mi pantalón y, ante mi atónita mirada, metió su mano a mi ropa interior y comenzó a masturbarme lentamente, hizo que me levantara y bajó mi pantalón y bóxer, mi pene salió como un resorte de su encierro y casi le pico un ojo, ella lo tomó y siguió masturbándolo con una sonrisa coqueta, sacó su lengua y lo lamió despacio a todo lo largo, hasta llegar a la punta, en seguida chupó el glande y lo introdujo en su boca poco a poco, siempre mirándome a los ojos, cuando sus labios tocaron la base de mi pene, el color de sus ojos cambió de nuevo al rojo sangre más intenso, aquella erótica visión me pareció maligna, me acojoné vivo y me aleje de ella lo más que pude, en un movimiento automático subí mi pantalón, el corazón me latía como caballo desbocado, por un momento creí ver una expresión de enojo o desagrado en su rostro que me dio miedo pero en seguida cambió la cara y levantó las manos extendidas.
—Tranquilo, Víctor, no pasa nada si no quieres, me ha parecido que yo te gustaba y que querías tanto como yo, pero tampoco te obligo a nada, tranquilo— Dijo con voz calmada.
—N-no es eso, eres hermosa, pero… n-no, nada, mejor seguimos repasando, ¿vale? — No pude decirle nada de lo que vi, me tomaría por loco y le diría a los demás, de por si ya era un paria, no quería dar más motivos para que se metieran conmigo y con algunas cosas de mi pasado. Tomé el libro de Química procurando acercarme a ella lo menos posible.
—No te preocupes, creo que es suficiente, me muero de pena, discúlpame, nos vemos el lunes en la escuela, despídeme de tu mamá, por favor. —Respondió tomando su bolsa y salió rápidamente antes de que pudiera ofrecerme a acompañarla. Traté de alcanzarla un poco después para disculparme, pensando que actúe como un idiota por cosas que seguramente me estaba imaginando, pero, por más que la llamé, ella nunca volteo y tampoco se detuvo, no quise avergonzarla más, así que la dejé ir. Mis ideas estaban revueltas, una parte de mi tenía miedo de ella, otra tenía miedo de que me estuviera volviendo loco y una última pequeña parte se arrepentía de desaprovechar la oportunidad con aquella espectacular pelirroja.