Sensibilidad y dominación en cuarentena

Una pareja joven, agradable, en mi casa... La amistad llevo al amor y el amor a la intensidad.

Parecía que el aislamiento en un país extranjero iba a ser un agobio, pero en cambio, se convirtió en una experiencia de pasión intensa y de amistad.

Yo conocía las limitaciones del país en el que trabajaba, por eso, compré comida y llené una despensa y el congelador. Yo seguía trabajando en ese país, también estaba acabando la segunda entrega de mi última novela. La ola del virus no había alcanzado aún ese país.

Cuando comenzaron las restricciones para el tránsito de españoles, mi despensa no me parecía suficiente para lo que podía pasar; por eso me fui al aeropuerto a intentar coger un último vuelo a España.

No había vuelos y la policía estaba aislando a españoles e italianos en una sala. Estábamos en esa sala unas cincuenta personas, la mayoría eran españoles de turismo, y algunos italianos. Se sentó a mi lado una pareja muy joven, parecían nórdicos por sus rasgos, pero eran también españoles. Se veían muy nerviosos y algo asustados. La chica, Susana, era una pelirroja preciosa, con un cabello rizado y de un tono pelirrojo intenso, igual que sus cejas. Su mirada a través de sus ojos azules me atrapó. Tiene algunas pecas en sus marcados pómulos. Su piel es muy clara, casi rosada. Susana tiene una sonrisa y una jovialidad que iluminan a quien esté cerca de ella. Su novio, Víctor, es un joven muy simpático y de rostro atractivo; su cabello es de un tono rubio claro y sus cejas del mismo tono; sus ojos son color verde intenso. Es un chico que llama la atención por su atractivo, de esos hombres jóvenes que nada más verlos se dice que son muy guapos. A Víctor se le ve muy sensible, pero no tiene complejos. Susana es un huracán de ilusión y de simpatía. Víctor tiene veintitrés años y Susana veinticinco.

Comenzaron a hablar conmigo, yo soy muy simpático e inspiro confianza, la verdad es que no soy mal tipo y me gusta comunicarme sin ser nada arrogante.

Para mis cincuenta años recién cumplidos me encuentro muy bien físicamente. Siempre he sido atractivo y aun lo soy, solo que ahora tengo ese atractivo maduro. No tengo exceso en la barriga y aún tengo pelo (tocaré madera). Mi cabello es entre castaño oscuro y canoso. Dicen que lo mejor de mí es mi mirada sincera y penetrante. La conversación con la pareja se hizo muy amena, ellos preguntaban y yo me interesaba por sus vidas, por sus trabajos, por sus aspiraciones. Víctor trabaja como decorador de interiores y es aficionado la pintura, Susana es fotógrafa profesional y trabaja para algunas firmas de publicaciones de moda y otras eróticas.

Me sentía muy bien acompañado con mis nuevos y jóvenes amigos. Les comenté que yo trabajaba en aquel país.

Susana me gustaba mucho, pero no intenté seducirla ni lo más mínimo mientras hablábamos; siempre he respetado a las parejas. Pero una cosa no quita la otra; porque nada más verlos acercarse a donde yo estaba sentado, sentí un flechazo platónico por ella. Siempre me han gustado las pelirrojas, pero nunca había estado con ninguna.

Susana llevaba una minifalda de cuadros azules muy corta y ajustada a su cuerpo, no era plisada, lo que realizaba ese culo impecable y dejaba ver unos muslos firmes. Lucía una camisa azul cielo como sus ojos. Su figura, sin ser muy alta, sobre uno sesenta y cinco; era espectacular: una cintura muy delgada, un culazo poderoso y unos pechos que querían reventar su camisa azul. Víctor llevaba unos vaqueros oscuros y una cazadora deportiva, era guapo el cabrón, el medirá sobre uno setenta, como yo. Después de más de seis horas confinados en aquella sala, entró un policía y nos dijo:

–Un autobús militar los llevará a un hotel aislado en la selva dentro de una hora, si alguien tiene domicilio en la ciudad, un coche de policía los llevará a su casa, y comprobara que efectivamente viven allí. Vallan recogiendo sus cosas y tengan los pasaportes a mano.

Salió el policía y me pregunto Víctor a mí:

—Juan, ¿usted también viene al hotel?, o se va a su piso.

—Yo a mi piso, prefiero lo conocido, además, como os he dicho, he llenado la despensa.

—Bueno Juan, pues encantado de haberlo conocido. Espero que no nos traten mal en el hotel -me dijo Víctor.

Susana también se despidió de mí, me iba a dar dos besos, pero se frenó en el último momento por el virus. Me quedé preocupado, por ellos y por todos los demás, si alguien estaba infectado, en el hotel, ¡todos peligrarían! La mirada limpia de Susana y el temor en sus ojos azules me hicieron decirme a mí mismo y para mis adentros: ¡Qué demonios!, tengo comida para un regimiento, ¡porque no!, Entonces me dirigí a los dos:

—Víctor y Susana, el rato que llevamos aquí me he sentido muy bien con vosotros. En mi piso tengo una despensa llena y también un congelador, lo pensaba dejar todo para el caseto al irme, pero si queréis veniros conmigo estaría encantado de compartirlo todo con vosotros.

—No sé qué decir -dijo Susana- es que me da corte, pero me da más temor lo del hotel; ¿tú qué opinas Víctor?

-Lo mismo que tú, Susana, pero Juan; te haremos una trasferencia.

—No, sin ingresos, será un placer compartir con vosotros y no estar solo, no pienso cobrarnos nada. Ahora cuando vengan los policías decís que los tres vivimos juntos- dije.

—En los pasaportes pone turismo- dijo Víctor.

—En los vuestros si, en el mío no, habéis venido de turismo a mi casa, vuestros padres son amigos míos, ¡ok!

—Ok, ok.

No hubo problema, nos llevaron en un coche de policía a mi piso. Abrí la puerta, entramos y los policías se fueron, pero antes dijeron:

—Si salen a la calle durante el aislamiento los detendremos y al calabozo.

De eso hace ya bastantes días, ese tiempo ha transcurrido como relato a continuación:

Lo primero que hice es llamar al casero para que nos devolviera los alimentos que se había llevado, que ya no me iba (no había perdió el tiempo el bribón). Con alguna protesta por su parte, conseguí que en menos de una hora devolviera casi todo que se había llevado.

La primera semana fue muy entretenida, guisábamos los tres y hablamos de nuestras vidas, se sentían tan a gusto conmigo como yo con ellos, me sentía feliz por haberlos ayudado. No teníamos contacto con el exterior, pero entre nosotros no nos encerramos cada uno en una habitación, solo había dos dormitorios, así que decidimos correr el riesgo entre los tres y no estar limpiando todo lo que tocáramos. Ellos dormían en mi dormitorio, que se lo cedí a ellos por ser más grande, yo me trasladé al más pequeño. No quise meterlos a los dos en un cuarto con una cama de noventa.

Los detalles de amistad y de buen rollo entre nosotros eran constantes; detalles de cariño y de confianza. Susana tardaba más en el baño que nosotros, Víctor y yo lo asumíamos sin decirle nada, es una coqueta y se le notaba: Susana  todas las mañanas salía del baño bien vestida y perfumada. Nos fuimos conociendo cada vez más, contándonos nuestros miedos, lo que nos gustaba, desahogándonos de lo que nos preocupaba del futuro. Relativo a esa sinceridad entre los tres, diré que los pude conocer mucho en poco tiempo (ellos a mi también). Supe, por ejemplo, que Susana es a la vez extrovertida y tímida.

De Víctor supe que había tenido una mala autoestima, pero que había conseguido superar sus complejos y demás, hasta conseguir una autoestima alta; sobre todo no juzgándose a sí mismo, ni a sus decisiones. Supe de él que, poco antes de conocer a Susana, tuvo una experiencia sexual con su mejor amigo, sin ser gay ninguno de los dos. Su sensibilidad y su lenguaje corporal, me decían que él era algo ambiguo, pero él solo reconoció que fue una experiencia casual. Susana sabia de esa experiencia y, lejos de desagradarla, le excitaba saber que "su novio había sido penetrado por su mejor amigo"... palabras textuales de ella. Sobre todo supe que el amor entre Susana y Víctor era profundo y verdadero, se cuidaban el uno al otro.

Víctor su puso cómodo nada más llegar, siempre iba por casa en pantalón corto y camiseta de deportes. Susana no se ponía en pijama ni con ropa cómoda, todo el día estaba en vaqueros o minifalda, no sabía si por no tener ropa adecuada o por ser yo un extraño, no quise indagar. Pero yo si estaba todo el día con un chándal cómodo.

Llevábamos ya diez días juntos, había tal cariño y complicidad que no nos molestaba estar confinados. Después del décimo día empecé a escuchar a Víctor y a Susana hacer el amor por las noches. Las paredes eran de poca calidad y podía escucharlos desde mi cuarto, no eran muy escandalosos, pero se les oía. No sé si los primeros días lo hicieron, yo no había escuchado nada. Tengo que reconocer que uno de esos días me toqué el pene escuchándolos hacer el amor, imaginando el cuerpo de Susana, su pubis pelirrojo, aunque no me corrí, al final no me sentí bien masturbándome y paré. Al día siguiente Víctor había empezado a hacer un dibujo precioso del paisaje que se veía desde la ventana; y Susana, con su cámara fotográfica, hacia fotos de cualquier objeto del piso desde varios enfoques, fotos en blanco y negro.

Al día siguiente Susana puso unas sábanas negras sobre el sofá y le preguntó a su novio si no le importaba desnudarse para hacerle unas fotos erótico artístico. El no puso ninguna pega, ya estaba acostumbrado a posar para Susana. Ella me preguntó a mí:

— Juan, tú dices si te parece bien que hagamos la sesión.

—No te preocupes, disfrutaré viendo la sesión, no te importa, ¿verdad?

—Claro que no, Víctor está acostumbrado a posar desnudo para mí, ahora para los dos.

Víctor, desnudo completamente, se tendió en el sofá con una pierna flexionada. Tiene un cuerpo Delgado, sin ser atlético. Su pene reposaba flácido pero algo crecido, sin embargo, al cruzar su mirada con la de Susana y con la mía, su miembro fue retrocediendo por timidez hasta quedar muy menguado. Estéticamente el cuerpo de Víctor era impecable, desbordaba juventud; me gustaba como tenía arreglado el bello: tenía toda la bolsa escrotal afeitada y, variando de postura en las poses, pude ver que alrededor de su ano también lo tenía afeitado completamente. El vello de su pubis era la perfección: unos cuatro centímetros de ancho y un espesor de unos cinco milímetros y, hacia las inglés, un afeitado pulcro y sin poros irritados. Yo en cambio, solo me se recortar un poco con las tijeras, porque por esos lares soy muy torpe con la maquinilla, ¡la última vez que lo intenté me hice varios Cortes en los huevos!, ósea, que tengo mucho vello.

Después de hacerle a Víctor varias fotos, Susana le dijo que se tirara del escroto, que también se le había encogido, para tener el pellejo más extendido. Después de otras cuatro fotos se vistió Víctor. Susana se quedó mirándome a mí; yo, que adiviné su pensamiento, desvié la mirada, pero cuando una mujer decidida tiene un pensamiento...

— Juan, me gustaría hacerte una sesión fotográfica a ti, quiero practicar mucho aquí encerrada. A Víctor ya le he hecho muchas fotos, me gustaría que posaras tú desnudo, ¿qué me dices?, ¿te atreves?

—No sé, nunca he posado y menos desnudo; además, vosotros sois pareja y desnudarme yo, creo que no sería lo correcto por mi parte estando confinados los tres juntos. Me contestó Víctor:

—Amigo Juan, que sincero eres, pero no te preocupes, todo es solo artístico, algunos amigos míos han posado para Susana y no me ha molestado.

Pensé un momento en la complicidad tan grande que ya había entre los tres y me atrajo la idea, entonces le pregunté a Susana:

—Pero no me gustará ver mi rostro publicado, ¿podría ser sin que se me viera la cara? –Susana me respondió muy seria:

– Juan, aunque se vea tu rostro en las fotos que haga, nunca mandare a publicar o compartiré ninguna en la que se te vea de cuello para arriba, un modelo anónimo. Tienes mi palabra.

—Vale Susana, tu mandas, dime que hago.

— Juan, ¡pero que apañado eres! nos acoges en tu casa y ahora serás mi modelo, muchas gracias hombre. Bueno, ponte camisa, corbata y calcetines; solo eso, sin pantalones ni slip.

Así lo hice, me metí en mi habitación y me puse una camisa blanca y una corbata roja de seda, y unos calcetines negros. Al salir me puse a sus órdenes: fotos sentado, de pie, agachándome...etc. Su cámara era un pedazo de cámara, me dejaba ver las fotos tras varias tomas, a mí y a Víctor. Ver aquellas fotos mías desnudo me estaba excitando. Me dijo Susana después de hacerme varias tomas:

—Con el vello púbico afeitado estarías más atractivo y erótico.

—Seguro que sí, pero si me afeito, seguro que me corto; para afeitarme los bajos soy un negado.

Yo estaba apoyado en la ventana, miraba la calle, mientras detrás de mí, Víctor y Susana me miraban el culo...Susana disparaba fotos, Víctor observaba, no pudo Víctor quedarse callado, ¡tenía que decir una gracia!, y dijo en viva voz:

— Juan, ¡que no me entere yo que ese culo pasa hambre!, ¡que culazo tienes maduro!

No pude evitar echarme a reír, a carcajadas, se me quitó el corte de golpe. Mi pene rozaba el papel pintado despegado de la pared bajo la ventana en la que me apoyaba. Ese roce y sus miradas, sumado al calor tropical de este país, hicieron que mi pene se fuera hinchando, engordando por momentos, palpitando. Al mismo tiempo mi escroto relajado se expandió, colgando mis testículos generosos. Susana me dijo:

— Juan, quiero más brillos en las fotos, tengo un aceite especial que no mancha, ¿te puedo poner un poco?, vamos, si no te da vergüenza que te toque.

No me daba vergüenza, me subieron los colores de pensar que me iba a tocar el pene y la bolsa.

—Bueno, como tu veas mejor —dije aparentando indiferencia. Si no le molesta a Víctor —Víctor respondió:

— Juan, me apetece ver cómo te da aceite, con lo que llevamos aquí juntos, no me importa compartir el roce de sus manos.

—Gracias hombre -dije sin más.

Susana acarició mi trasero y bajó la mano rozando mis huevos desde atrás, metió más la mano y ¡agarró mis testículos con su mano aceitosa!, diciéndome después sin dejar de tenerlos apresados en su puño:

— Juan, que pedazo de "bolsa" te cuelga, tienes dos buenas bolas.

—Gracias, no sé qué decir, no lo esperaba.

—No tiene nada de malo, Juan, como fotógrafa a veces toco. Ahora date la vuelta, quiero el contraste de tu miembro con la camisa blanca y la corbata roja.

Su inesperada mano cogiendo mis huevos era el detonante para alcanzar una erección total, de esas que se recuerdan.

Me di la vuelta, mi pene brindaba todo su tamaño y desafiaba la gravedad, con una erección palpitante. Mi pene es muy robusto, un poco torcido a un lado, lo que lo hace parecer un robusto tronco de árbol ladeado por el tiempo. Es grande sin excesos pero muy grueso y proporcionado. Al girarme sobre mí mismo, sentí excitación; al recordar mis años jóvenes en los que me gustaba desnudarme en las playas y que me viera todo el mundo la picha. Al mostrarles "mi garrote" Víctor se tapó la boca a modo de sorpresa, Susana abrió mucho los ojos y se puso roja como un tomate. Mi pene era el doble de grande y grueso que el de Víctor, o más. No dijeron nada, pero se veía la excitación en sus ojos. Me dejé guiar por Susana, en posturas eróticas algo obscenas. La última foto, por ejemplo, fue así: me hizo sentarme en una butaca con un pie arriba y otro en el suelo. Mis testículos grandes y brillantes por el aceite fotográfico, se desparramaban por el asiento, mientras mi pene se mantenía totalmente erecto y mirando al techo con las venas marcadas como raíces de un árbol. Susana entró en su dormitorio y salió con unas braguitas blancas de encajes en las manos, las colocó sobre mi pene como si mi miembro fuera una percha. Ver los encajes de una de sus braguitas rozando mi polla, me puso a mil quinientos.

Susana disparaba su cámara mientras mi pene se mantenía firme e inmóvil, como serpiente de jade color carne con sus braguitas como capirote. Susana me dijo:

— Juan, ¿te puedo dar aceite también en el pito?, quedaría mejor en las fotos, solo es una necesidad artística.

—Como quieras, pero me da algo de vergüenza, teniéndolo erecto. Es que hacia bastante, bueno, mucho tiempo que no me cogían los huevos, por eso la erección, pero adelante, ponme aceite si quieres.

— Juan, ¿vergüenza?, si da alegría de verlo así. Que pedazo de pito tienes, está muy bien, y fuerte; felicidades —Víctor añadió:

—Es verdad Juan, tienes una buena herramienta, y es una pija muy atractiva, no se, tiene algo especial que no la hace desagradable, no te preocupes por Susana, es una profesional.

Susana se echó en su mano izquierda un chorreón de aceite del tarrito, y mojó en esta los dedos de su mano derecha. Ella me agarró el pene por la mitad, y bajo y subió la mano desde la base hasta el glande. Mi erección era tal que, el pellejo que cubre el glande, se mantuvo "enrollado" por debajo del glande ante las pasadas de la mano de Susana. Ella apretó la punta de mi polla y la mantuvo apretada unos segundos. Una gota de sudor rodó por la frente de Susana, y sus mejillas eran fuego.

Las fotos siguieron. Tenía la polla como el tronco de un olivo viejo, con las venas surcando mi "pieza" de arriba abajo. Mi glande brillaba gordo como una bola de billar. Susana disparaba la cámara con las mejillas, rojas, rojas. Yo de pie y ella de rodillas, desde delante de mi disparaba y disparaba su cámara; mientras sus ojos cada vez eran más brillantes. Víctor en cambio estaba sentado mirándome extasiado, con sus labios entre abiertos.

Acabó la sesión y me puse otra vez mi chándal cómodo, e hicimos la comida los tres. Luego miramos las fotos juntos. Esa misma noche, mientras escribía en mi novela, sentí deseos de escribir sobre todo lo que estaba viviendo junto a ellos. Ese deseo me hizo guardar la novela inacabada y ponerme a relatar sobre este encierro junto a mi querida parejita. Mientras escribía las primeras palabras de este relato, los escuché hacer el amor. Sentía deseos de escuchar los detalles; por eso, pegué mi oreja a la pared y pude escuchar a Susana decirle a Víctor mi nombre, como jugando a que yo era él mientras hacían el amor. Así le decía Susana a Víctor:

—Si Juan, así, métemela más, si, unnnnn, golpea mi culo con tus huevos...

Víctor no decía nada, solo se le escuchaba jadear interpretando mi papel. Ese día me la estuve meneando mientras los escuchaba, pero paré antes de correrme, como el día antes; no quería gastar mi energía solo, además me sentía muy fuerte sin correrme.

Nos levantamos tarde los tres, el día pasó sin más fotos. Víctor estaba haciendo un dibujo precioso. Yo empecé a escribir este relato y disfruté mucho haciéndolo. Susana estaba algo irascible, quizás quería que pasara algo, o que yo me lanzara a conquistarla o quizás nada de eso. Yo los respetaba demasiado para querer hacer daño a Víctor. Esa noche pegué otra vez la oreja a la pared de su dormitorio, en esta ocasión fue Víctor quien decía mi nombre, no sé qué le estaría haciendo Susana, pero no esperaba ese cambio de rol.

Por la mañana del siguiente día me dijo Susana después del desayuno y mientras Víctor se duchaba:

— Juan, ¿qué te parece como tiene arreglada la zona íntima Víctor?

—Perfecto, se ve estéticamente impecable, y será cómodo para el. Yo lo haría también, pero por ahí abajo no atino bien con la maquinilla.

— Juan, Víctor no se afeita él mismo la zona íntima, se la arregló yo. Me encantaría arreglarte a ti también "los bajos", y luego podemos hacer otra sesión de fotos.

—No sé, ¿pero Víctor?, no quiero que se enfade o hacerle daño, antes de ayer, cuando me diste aceite en el pene, pensé en Víctor y sentí que lo podía estar desplazando.

— ¿Desplazando?, no digas eso, él te tiene mucho cariño y no es nada egoísta en lo que respecta a mí. Ya he hablado con él y, no solo le parece bien, sino que desea ayudarme a hacértelo, ¿qué me dices?

— ¿El también?, ¿los dos?

—Sí, Juan, es más; la única condición que ha puesto Víctor es que tiene que ayudar el en todo, yo lo he visto bien. Víctor te tiene mucho aprecio, se siente bien contigo y no se siente celoso.

—Bueno, lo veo algo retorcido, pero como el ya probó la carne en barra con su amigo, no es tan raro.

—Que bruto eres Juan, jajaj, carne en barra. Sí, es verdad, es más; aún le atraen un poco los hombres, aunque no "practique". A mí eso no me molesta, me excita; pero le gustan más las mujeres, bueno, yo.

Cuando salió Víctor del baño lo hablamos y nos pusimos manos a la obra. Me puse de pie en la bañera con las piernas separadas, el baño aún estaba lleno de vapor de haberse duchado Víctor. Yo estaba desnudo y me sentía frágil y vulnerable. A mis cincuenta años iba a ser la primera vez que alguien que no fuera yo me arreglará la zona íntima, también sería la primera vez que otro hombre tocara mi...

Desde la sesión de fotos de hacía dos días, yo estaba muy excitado, deseaba follar, tenía semen acumulado, por decisión mía de no masturbarme; pero esa fuerza que me daba no correrme me hacía desear aquel arregló, deseaba que los dos me manosearan. Susana apuntó la alcachofa de la ducha a mi pene, que estaba a medio tamaño, algo avergonzado. El agua caliente, dirigida por Susana hacia mis huevos desde abajo, me empezó a excitar, el agua me ablandó los huevos, mi escroto se relajó y comenzó a crecer y descender. Mis testículos, que son grandes, colgaban zarandeados por los micros chorros de la alcachofa. Mi glande salió del pellejo, el cual se remangó hacia atrás. Susana dirigió el agua a mi frenillo, ogggffff. Que gusto, me fui empalmado hasta tener el pene más duro que el borde de la bañera. El agua caliente caía sobre mi pene, que se mantenía totalmente erecto, impasible ante al azote continuo del agua, que lo golpeaba sin siquiera hacerlo moverse. Víctor paró el agua. Susana se echó gel en las manos, hizo espuma y me agarró los dos huevos con una mano, Víctor hizo espuma también y me agarró el pene por la base, moviendo después su mano suavemente de abajo arriba y deteniéndola unos segundos en cada pasada al apretar mi glande, frotando mi miembro con dulzura y enjabonándolo bien. Susana me daba con las uñas en el vello púbico y en la bolsa escrotal. Después de estar bien encajonado "a cuatro manos", Susana cogió la maquinilla y empezó a rasurar el vello de mi "bolsa de canicas". Para ayudarla, Víctor cogió mi pene por la punta apretando mi glande y, moviendo mi polla como si fuera la palanca de marchas para facilitarle la labor a su novia. Cuando Susana terminó con mis huevos, Víctor tiró de mi pene hacia abajo, doblándolo contra la inercia natural del miembro; dijo Víctor entonces:

— Juan, me cuesta doblegar tu pitorro, esta como la piedra, eres lo más, amigo.

Susana me afeitó el pubis a los lados, dejándolo muy apurado y manteniendo una franja de vello en el centro de solo dos centímetros de anchura, el vello de esa franja, lo recortó luego con las tijeras para quitarle largura a los pelos. Por último me hizo arrodillarme dentro de la bañera y doblar la espalda, para afeitarme desde atrás (encajado quedé, con el grifo dando en mi costado derecho). Víctor estiraba mis glúteos para que mi ano quedara al alcance de Susana, la cual me rasuro todo el vello alrededor de mi ano y la parte más trasera de mi escroto. Para hacerlo bien, ella me introdujo un dedo en el ano impregnado de gel de baño, estirando mi anillo para afeitarlo bien.

Me puse de pie y mi pene estaba tan duro que mi glande se veía casi morado y las venas surcaban mi tronco como serpientes regidas. Víctor me enchufo la alcachofa de la ducha y me enjuagó bien el pene y los testículos. Al agarrarme el pene y mover su mano para quitarme bien el jabón, el pellejo que cubre mi glande no corría, el agua y la dureza de mi pene hacían que su mano resbalara, dijo Susana:

—Qué alegría de miembro Juan, ¡cómo se te ha puesto de duro!, con tu edad es un gran mérito.

—Gracias Susana, cuando se me pone dura, se suele mantener erguida.

Me quedé solo en el baño, me duché entero y me encontré muy cómodo con el "afeitado"; agradecí el esfuerzo de la pareja. Estuve tentado de hacerme una paja, pero lo que realmente quería era follármelos a los dos. Sé que suena muy brusco, pero el nivel de excitación me hacía pensar de todo. Ni una cosa ni la otra, dejé que pasara la dureza mientras me afeitaba la barba. Esa sensación de deseo mantenida durante varios días, me daba una fuerza que me hacía sentir más joven.

Al salir del baño, peinado y perfumado, vi que Susana veía la tele y Víctor estaba en su dormitorio trabajando con el ordenador. Susana ya no llevaba sus vaqueros o una de sus faldas, en cambio, por primera vez desde el confinamiento, estaba en pijama; ¡pero solo llevaba la parte de arriba¡, unos muslos asomaban bajo la prenda, estaba en el sofá de medio lado. Me senté junto a ella a ver la película que ella estaba viendo. Yo llevaba un pantalón de chándal gris muy amplio. Mi pene había retornado a la flacidez. Susana se movió y pude ver un cachete de su culo, pensé que llevaba tanga, ya que no veía sus bragas asomar así de medio lado. Me vio mirar aquel culo perfecto y me dijo:

— Juan, me daba corte ponerme en pijama, no quería coger demasiadas confianzas, pero ahora, después de haberte agarrado la polla para darte aceite y haberte afeitado los huevos hoy, creo que me puedo permitir estar cómoda aunque me veas las piernas o lo que sea, ¿verdad?

—Joder Susana, se entiende que os podíais poner cómodos; de haber sabido que era por corte, te lo habría dicho yo, perdona, tenía que haber caído.

—Es verdad lo que dices, pero también lo es es que soy coqueta y deseaba que me vieras atractiva, no para nada, presumida que soy y más sin conocernos bien.

—Tu eres atractiva con lo que te pongas, eres preciosa Susana.

—Muchas gracias caballero.

La peli estaba entretenida, Susana tenía sus pies apoyados en mi muslo, tendida de lado, el muslo a la vista era precioso. Vino con nosotros Víctor, le quise ceder mi sitio pero no quiso, se puso en la butaca a mi derecha. Susana se levantó y trajo refrescos para los tres, y pipas. Al abrir la alacena baja donde guardaba las pipas, no doblo las rodillas, flexionó la espalda, su pijama de arriba subió hasta su fina cintura y por detrás pude ver su culazo desnudo y un precioso coño, ¡sin bragas!, ¡todo aquel rato a mi lado había estado sin braguitas! Mi pene empezó a crecer dentro del pantalón de chándal, muy rápido. De pie junto a la mesa me preguntó ella:

— Juan, que te ha parecido el arregló que te hemos hecho, ¿te ha gustado?

—Un montón, me siento súper fresco y cómodo, siento también mas mi cuerpo.

—Me alegro, yo no necesito arreglarlo, tengo un pubis bonito, poco bello y parejo, ¿quieres verlo?

—Joder, tiene que ser precioso jovencita, ¿porque me has dejado a mi una franja de vello más estrecha que la de Víctor? –pregunté sincero.

—Te he dejado dos centímetros por contraste: tu polla dura es más ancha que esa franja y me hacía gracia que se viera todavía más gruesa con el recorte, todo es estética. –dijo ella.

Susana le preguntó a Víctor, siguiendo ella de pie:

—Víctor, ¿te importa que le enseñe el chochi a Juan?, para que vea lo bonito que es –dijo Víctor:

—Me encantaría que te lo viera, ha sido tan bueno con nosotros que sería un detalle. Además, estamos tan a gusto los tres que no me tienes que preguntar a mi, ni tú tampoco Juan, que fluya el buen rollo.

Susana sonrió con una gran sonrisa, su melena pelirroja y suelta era preciosa. Se agarró la camiseta por abajo, la camiseta le llegaba poco más abajo de su culo. La agarró con la dos manos y la subió despacio, hasta tapar su cara con ella. Pude ver un chochito precioso, solo tenía vello en el centro de su pubis, ¡un pastel pequeño y abultado!, con unos pliegues internos rosados, brillantes y asomando un poco, precioso, quita el sentido. Le dije de corazón a Susana:

—Preciosa, nunca había visto un coño más bonito, y que cintura, tus pechos tan grandes y tan firmes, uffff –Susana replicó:

—Muchas gracias Juan, me llena que tú me digas eso, pero, míramelo cuando me agaché, salido por detrás; a Víctor le encanta desde atrás, ¿Verdad cariño? Ella me lo había enseñado antes, pero quería enseñármelo bien, bien.

—Verdad Susana, enséñaselo que vea lo que es una mujer guapa.

Susana se dio la vuelta se sacó la parte de arriba del pijama, lo único que llevaba puesto, por la cabeza y lo dejó en el sofá. ¡Pero que culazo!, cachetes respingones y rosados. Se agachó hasta tocar el suelo con sus manos, separó las piernas y su sexo irrumpió entre esos dos cachetes que tiene. Su pastel era ovalado y sus pliegues internos estaban asomando con forma de mariposa, rosados claros. La suavidad que se apreciaba era como seda mate; ¡una maravilla! Susana caminó hacia atrás como los cangrejos, acercándose al sofá con el culo en pompa y por ende a mí, hasta situar su coño a escasos quince centímetros de mi boca. Así le dije:

—Susana, tu sexo es perfecto, se ve tan suave que parece seda, precioso como tu culazo, guapa.

Susana continuaba en pompa, y me hablaba con su cabeza cerca del suelo; en esa postura me dijo:

—Gracias Juan. Me encanta que te guste, la suavidad de la piel de mi chocho, siempre ha vuelto locos a los hombres. Víctor me lo acaricia a diario, ¿verdad?

—Verdad, –Víctor se dirigió a mí:

— Juan, me gustaría que se lo tocaras con las yemas de tus dedos, si lo haces, lo recordarás siempre; ella nunca se lo ha afeitado, solo tiene pelusa en los labios mayores, ¡te lo aseguro!, claro está, si Susana lo desea. Por mi parte, deseo que se lo toques, deseo compartirlo contigo.

Susana dijo:

—Tócame lo que quieras, me gustaría sentir tu tacto, rozándome, quiero que sepas lo suave que es.

—Muchas gracias, preciosa.

El deseo me invadió al ver la actitud de los dos, es como si los tuviera a mi disposición. Susana, con su culazo en pompa apuntándome con él, se comportaba de un modo algo vulgar, y Víctor como un joven cornudo consentido, deseando que yo disfrutara de su novia; y eso no solo no me parecía mal, es que me puso a cien, nuevamente.

Me puse de pie y me acerqué a su culo, ella separó más aún las piernas, sus labios internos se despegaron el uno del otro luciendo brillantes. Acerqué mi mano derecha a su coño y, con dos de mis dedos, de piel curtida y áspera, rocé los labios externos de su chocho. Suave no, ¡lo siguiente¡ parecía piel de melocotón. Rocé hacia atrás y hacia adelante acariciándole el sexo entero, mis dedos recorrían su piel y entraban un poco en su grieta en cada pasada. Pellizqué su coño y retorcí sus labios externos, abultados y pequeños, suavemente. Después le pasé por el sexo el dorso de mi mano. Susana estaba chorreando y respiraba muy deprisa. Mi pene estaba como un roble dentro del pantalón de chándal que ya Lucía abultado... pero de pronto me sentí avergonzado, porque incluso queriendo ellos que tocara su sexo, no estaba bien aquello. Era mi joven pareja de nuevos amigos, mis invitados. Me senté de nuevo en el sofá diciéndole a Susana:

—Eres un primor, tu suavidad es fantástica, pero no creo que merezca tocarte, sois mis jóvenes amigos y mis invitados y quiero que seáis felices aquí atrapados; no quiero aprovecharme de vuestra amistad y de vuestra situación.

En ese momento, mi pene estaba tan duro que no entendía de conciencia, por eso también me sentía mal, pero había aguantado mucho sin correrme. Decidí en ese momento hacerme una paja por la noche.

Susana se puso la parte de arriba del pijama y sin decir nada se sentó a mi lado. Víctor, con un semblante amable me dijo:

—Nos sentimos tan bien contigo, que deseamos que formes parte de nuestra sexualidad de algún modo. No te sientas mal, realmente sentimos que tu nos complementas de algún modo. Queremos que también seas feliz con nuestra compañía –Susana añadió:

—Si solo fuera amistad y aprecio no compartíamos nuestra intimidad contigo, por pudor, es también que nos gustas a los dos, eres un maduro muy atractivo y nada arrogante; diré más aun; ¡ese garrote que tienes entre las piernas nos ha conquistado!, y siempre hemos fantaseado con ser dominados sexualmente por un hombre maduro, solo fantasías, ¡para que lo sepas!, aunque me da mucha vergüenza habértelo confesado; pero era el mejor momento para decírtelo.

Esas palabras de los dos, relajaron mi mente y desapareció en mí el sentimiento de culpa. Sentirme bien y deseado hizo que mi excitación se acrecentara hasta un nivel no vivido antes. Me toqué por fuera del chándal el glande, la punta de mi pene era una piedra. Susana me vio tocarme y me preguntó:

— Juan, ¿puedes enseñármelo, y tus, ya sabes, también?, deseo mucho volver a verte ya arreglado de peluquería y sin agua.

No dije nada, solo tiré del elástico de mi pantalón de chándal hacia abajo, entonces mi grueso y robusto miembro rebotó en el aire y se mantuvo erecto apuntando al techo. Donde acaba mi glande, está tan definido, que el glande parece añadido al tronco, me gusta hasta a mi esa estética. Quise que vieran todo su trabajo de peluquería y alcé el trasero y me bajé el chándal hasta las rodillas. Mi bolsa escrotal, relajada, hacía que mis testículos gordos colgarán fuera del filo del sofá, como péndulos pesados. Que bien me quedaba el arreglo, sin tantos pelos se me veía el miembro en toda su plenitud, parecía más grande y más robusto aún. Susana dijo:

—Joder que pollón, parece más grande y más fuerte sin tanto pelo; parece un bastón, Juan.

Víctor me contemplaba relajado, su rostro era sensualidad pura. Su cabello rubio y sus ojos verdes, se veían bellos y sensibles, estaba entregado a mí. Él me dijo con euforia:

—Es perfecto, que pedazo de pene se te ve sin pelitos, Juan, además de ser una polla muy atractiva, amigo.

—Muchas gracias a los dos, me habéis emocionado, mirar mis coloretes.

Susana me preguntó con un hilo de voz:

— Juan, aprovechando... ¿te puedo hacer algunas fotos, pero más subidas de tono? Serán las últimas. Me gustaría poner la cámara con el disparador automático cada tres segundos; mientras yo te hago una mamada mortal, que lo estoy deseando, ¿qué me dices?, ¿te atreves?, será algo muy bonito, pienso yo. Tu rostro no será publicado, como ya te dije.

—Me parece perfecto Susana, lo estoy deseando, soy tuyo, preciosa.

Susana bajó la cabeza y cruzó las manos, estaba como quien tiene algo que pedir; ¡efectivamente!, me dijo con una voz muy suave, casi pedigüeña:

— Juan, para las fotos, me gustaría, vamos que quedaría muy bien que Víctor me ayudara, ¿tendrías inconveniente de que Víctor me ayudara a hacértelo?, ¿te gustaría ayudarme Víctor?

Instintivamente miré a Víctor, y vi que tenía cara de sorpresa total ¡No estaba preparado!, se le había ocurrido a ella sola. Eso me gustó... Víctor salió de su conmoción primera y me miró a los ojos, su mirada era de temor y de deseo. Antes de responderle yo a Susana le respondió Víctor diciéndole:

—Susi, guapa, ¡podías avisar cuando decidas algo¡ Jo que corte. Susana, ¿de verdad deseas que yo haga eso?

—Sí.

—Vale, aunque me da mucho corte, además de que prometí no volver a hacerlo... pero si a ti y a Juan os parece bien, yo encantado, la verdad es que me atrae la idea.

Yo me hice de rogar, al final les dije a los dos:

—Ningún inconveniente, me parece bien, que sepáis que me siento halagado, aunque nunca me ha hecho eso un hombre.

Susana mostró una gran sonrisa de satisfacción, su rostro era deseo y triunfo. Yo con más edad vi claro que deseaba ver a su novio chupándomela más que chupármela ella misma.

Susana graduó la cámara y la sitúo junto a la mesa y enfocando donde yo estaba sentado. Susana alejó la mesa del sofá y puso un canal de música en la tele.

Mi erección no era total, Susana, totalmente desnuda, acercó sus pechos a mi rostro y me rozó los labios con un pezón, grande y duro como una goma de borrar. Se lo chupé, lo cogí con mis dientes y lo mordí un poco, con mucho cuidado. Lo solté y ella me acercó su otro pecho y se lo comí igual. Se dio la vuelta y arqueando su cuerpo, puso su gran culazo a escasos cinco centímetros de mi boca, su coño le salía por detrás como un mazapán brillante. Mi dijo:

— Juan, cómemelo, por favor.

Mientras yo le mordía los labios externos, Víctor, delante de ella y por debajo de ella, daba pasadas a mi pene con su lengua, continuas. Yo, de un sorbetón, le saqué los pliegues íntimos a Susana y se los chupé sin prisa. Un chorro de líquido me dio en los labios cuando ella se corrió en mi boca. Mi polla estaba como un ladrillo, Sentir como Víctor se tragaba mi rabo entero después de lamerlo, mientras yo se lo comía a su novia me puso a ciento noventa.

Después de comerme su coño rosado, Susana se arrodilló delante de mi sofá, Víctor se la sacó de la boca y se la acercó a la boca a su novia. Susana delante de mi, luchaba por tragar mi glande entero, las comisuras de su boca eran un poema. Me cogió por la espalda y tiró de mí hacia ella para hacer fuerza, se tragó el glande entero, una bola de billar. Sus labios se cerraron por debajo del glande. Sentía como su lengua jugaba con mi frenillo dentro de su boca. Me agarró más fuerte por la espalda y comenzó a tragar el resto, sacándola y metiéndola un poco de su boca, poco a poco... ¡se la tragó entera! Cuando su garganta había engordado por tener mi pene más allá de la campanilla, ella comenzó a mover su cabeza hacia atrás y hacia delante, muy despacio, pero tragándose mi polla y soltándola empapada en su saliva, repetidas veces; ¡pero sin dejar salir de su boca el glande en cada chupada! Víctor acercó a su boca mi huevo izquierdo. Se lo tragó y lo movió en su boca como si fuera una patata caliente. Al mismo tiempo, Víctor también acariciaba la rugosa piel afeitada de mi escroto junto a mi ano. Susana se sacó mi pene de la boca de golpe, sonó el glande al abrir sus labios como un taponazo de champán. Mi pene se zarandeado en el aire dando saltos. Me brillaba el miembro

chorreando la saliva de Susana.

Susana, imitando a su novio, atrapó en su boca el huevo libre, el derecho. Lo sorbió y tiró de él alejándolo de mí, me dolió un poco ver mi huevo varios centímetros lejos de mí. Víctor parpadeó e hizo lo mismo que ella... mis dos testículos estaban alejándose de mí, un poco; y mi bolsa escrotal parecía el pellejo de una bota de vino estrujada y distendida. Me sentía el hombre más feliz del mundo, siempre me ha gustado que me coman los huevos, pero, ¡¡a dos bocas a la vez!! Eso no me lo habían hecho nunca, de verdad. Víctor soltó mi testículo y Susana también. Ella se tumbó en el suelo, con su cabeza debajo de mis huevos, que colgaban húmedos en el filo del sofá. Esa cabeza de cabellos pelirrojos y rizados miraba en la misma dirección que yo, y la punta de su nariz acarició la entrada de mi ano, a la vista al mover mi trasero hacia delante. Mientras su lengua movía mis testículos desde abajo ¡¡Mi pene quería reventar!! Me brillaba la polla como supositorio. Víctor puso su culo abollado en el vientre de Susana, mirando mi polla de frente, a la altura de sus labios.

Víctor me soltó una sonrisa de paz, parpadearon sus ojos claros y abriendo mucho la boca se tragó mi polla entera otra vez, ¡y de golpe! Su capacidad de tragar superaba a la de Susana con creces.

Víctor aceleró tanto que apenas veía su rostro mientras mi polla entraba y salía de su boca como el pistón de un barco.

Susana se salió de abajo y se puso de rodillas en el centro del comedor, agachó la cabeza hasta que su cabellera pelirroja se arrastraba por el suelo, torció la cintura haciendo que su culazo se alzará poderoso. En esa postura me dijo casi gritando:

— Juan, ¡¡Fóllame ya!! Te lo ruego.

Me puse de pie como zombi que recibe una orden, al levantarme tiré de la cabeza de Víctor hacia arriba, porque mi polla seguía en su garganta. Se la saqué de la boca de un tirón, mi duro miembro saltó en el aire sacudiendo gotas de saliva de Víctor.

Le di la espalda a Víctor, agarré a Susana por su culazo y de una sola embestida le metí mi polla hasta los huevos. Una vez allí, me moví con tanto ritmo que me dolía el culo, mi garrote torcido entraba y salía de ella haciendo sonidos guturales. Un rato estuve follándomela, ella daba alaridos, se corrió dos veces y calló rendida en el suelo de medio lado.

Víctor se puso en pompa delante de mi ocupando el lugar de Susana y diciéndome a mí:

— Juan, por favor, fóllame a mí también.

No busque preservativo siquiera, solo lo cogí por las caderas y le acerqué mi pollón al ojete, apreté y con algo de esfuerzo, le metí mi grueso glande. Después apreté más y su rubio culo se tragó mi polla hasta los mismísimos. Le follé el culo con furia, mis grandes huevos golpeaban sus pequeños testículos y su menguado pene, aceleré hasta que su ano era un charco, le entraba a un ritmo endiablado, continuamente. Se corrió, su pene soltó unas gotas delante de él.

Se pusieron los dos delante de mi red rodillas, yo de pie. Separé mis muslos y me la meneé frente a sus rostros. Mi mano resbalaba por mi polla impregnada de ellos, que placer. Solté un chorro de diez centímetros de largo, blanco y espeso como la leche condensada. Ese chorro calló dentro de la boca de Víctor como un arco blanco, ¡entero! Dio una pequeña arcada pero no lo escupió, cerró la boca y tragó como buena perra, mi perro rubio y chupador. Seguí meneándomela hasta que un segundo chorro cruzó la cara de Susana y algunas gotas dieron en la oreja de Víctor situado junto a ella. Para terminar la faena, Víctor limpió de mi polla con su lengua los restos de mi leche y los restos de su ano y lo que quedará del flujo de su novia.

Hace dos días de aquel momento triunfal, ahora dormimos los tres en la misma cama, apretados y, cada noche me los follo a los dos, y cada mañana me agradecen que los domine y me piden más cosas que por ahora digo que no. Seguiré follándomelos hasta que ellos quieran, mientras estemos aquí juntos.

P.D. Vi una foto de mi pene en una página erótica hace dos días, solo se veía mi pene, pero tenía unos comentarios que me hicieron sentir muy bien.

Final