Sensei

Sakura lo contemplaba embobada, porque para ella, él sí había cambiado. Y su imaginación volaba sola. Acercando los labios hasta su rostro, apartaba la máscara temblorosa. Su clitoris, húmedo y resbalzadizo, pedía a gritos su miembro. Sensei, hagame suya.

Mi primer relato en esta pagina, un one shot entre sakura y su sensei, haber que os parece.


Sensei.

Sakura lo contemplaba embobada. Era uno de esos días, en que los miembros del equipo siete volvían a reunirse en aquella explanada del bosque, para recordar viejos tiempos y demostrar nuevas habilidades. Naruto y Sasuke, como siempre, peleaban el uno contra el otro, katana contra clones, fuego y relámpago contra viento, ignorando todo lo demás a su alrededor.

Sakura, por el contrario, permanecía quieta, sentada sobre el mismo tronco de madera en el que Naruto había sido hecho prisionero una vez, a la espera de que uno de los dos ninjas, o quizá ambos, colapsara, y preparada para aplicar sobre el caido sus avanzadas técnicas médicas.

Los tres habían evolucionado mucho. Se habían hecho más hombres, más fuertes, más experimentados. A decir verdad, el único miembro del equipo que no había cambiado era Kakashi. El continuaba exactamente igual que la primera vez que lo vieron, entrando por la puerta de ese aula y cayendo de lleno en la trampa de Naruto.

Seguía teniendo la misma altura, el mismo color de pelo - gris, pero sin parecer canoso -, la misma máscara ocultando sus rasgos, el mismo uniforme típico de los shinobi. Por tener, hasta seguía teniendo los mismos vicios, siempre retrasándose, poniendo excusas patéticas, y leyendo esos libros pervertidos.

Sin embargo, a pesar que Hatake no hubiese cambiado nada en los últimos cinco años, había alguien que sí lo veía distinto. Y aquella tarde, como muchas otras desde hacía un tiempo, ella lo contemplaba embobada. A él. A su sensei.

Lo observaba de pie, apoyado seductoramente en el tronco de un árbol, sin despegar su único ojo libre de las paginas de su libro. Y no podía evitarlo. Sakura apretaba con fuerza las piernas, una contra la otra, y mordía su labio inferior, en un intento desesperado de aplacar ese ardor que la electrizaba, asciendo desde las plantas de sus pies y perdiéndose en partes prohibidas de su anatomía.

Y entonces, su imaginación volaba sola.

Se veía a sí misma acercándose hasta él, apoyando las manos sobre el árbol, y acoplando la cadera contra la suya de un solo golpe; frotando el pequeño bulto de su pantalón con la mano, repetidamente, con fuerza, mientras este adquiría un tamaño que la enloquecía.

Sakura acercaba los labios hasta su rostro, y con la mano temblorosa a causa del deseo, bajaba un poco su mascara, lo suficiente para besar su boca, morder sus labios y capturar su lengua salvajemente. Y el permanecía inmóvil, y no reaccionaba. Entonces, los labios de la jade vagaban hasta su oreja, electrizando la piel a su paso, y susurraban:

  • Sensei... hágame suya.

Y las posiciones cambiaban. Kakashi era ahora quien la retenía prisionera contra el árbol, clavando una rodillas entre sus piernas, tentándola con su erección. Y sus manos recorrían su cuerpo, sus curvas, sus senos, excitándola, arrebatándole el control. Sakura gemía, y el silenciaba sus gritos en un fiero beso, y los labios y las lenguas de ambos se unían y repelían al mismo tiempo, como si trataran de devorarse mutuamente, de saciar su sed.

  • Sensei – volvía a susurrar Sakura en su oído con la respiración – Enséñeme... enséñeme todas esas cosas que lee en sus libros.

Y ahora era él quien gruñía, incapaz de contener la excitación. Sus manos rasgaban el traje de Sakura, liberando sus senos, poco antes de acariciar con ellas su húmeda entrepierna. Y Sakura gemía, incontrolada, mientras sentía a dos de sus dedos introducirse en su interior, poseyéndola.

Con el clítoris resbaladizo y ardiente, la jade se negaba a perder ventaja. Temblando de excitación, trató de quitarle a él la chaqueta, y al comprobar que sus manos no servían para la tarea, se valió de sus dientes. Kakashi, ante el gesto tan osado y salvaje, se compadeció de ella, y con el miembro bombeando excitación, la ayudo a quitarse a sí mismo la ropa hasta quedar en boxer, negros, cuya parte delantera se estiraba rebeladoramente hacía arriba.

Aprovechando el momento, Sakura volvió a lanzarse sobre él, sin dejar espacio entre ambos cuerpos, mientras una de sus manos se introducía en su prenda interior, agarrando su miembro en movimientos de ascenso y retroceso. Kakashi gruñó, paralizado por la excitación, y Sakura le dio carta blanca para seguir.

  • Sensei, enséñeme... enséñeme lo que es sentir su miembro en mi interior.

Y antes de poder darse cuenta de ello, Sakura se vio arrojada sobre el suelo, completamente desnuda, con él bullendo sobre ella, con su virilidad abriéndose paso en sus paredes. Y gimió. Ambos gimieron cuando oleadas de intenso placer recorrieron sus columnas perdiéndose entre sus cuerpos. Kakashi siguió invistiendo, sin detenerse. Y Sakura alzó la cadera apretándose aun más contra su cuerpo, permitiéndole llegar a él más hondo, más adentro.

  • Sensei... más... Sensei, enséñeme... lo que es... perder la conciencia... en pos de un orgasmo...

El jounin no se hizo de rogar. Uniendo su lengua con la de ella, giró sus cuerpos hasta colocarla encima. Ahora era ella quien se agitaba, hundiendo su miembro en su interior con movimientos que los enloquecían a ambos. No resistirían mucho más.

  • Sensei... Sensei... enseñeme... lo que es... sentir su... semilla... en... mi interior...

Kakashi sonrió y volvió a colocarla bajo él, y con tres últimas embestidas, la jade sintió que su cuerpo se rompía en pedazos de placer, mientras su maestro descargaba en ella todo el placer que había estado sentido... Y Sakura jadeaba, perdida, inconsciente del mundo que la rodeaba, colmada, llena...

  • Sakura, Sakura – la pelirrosa sintió que alguien la sacudía del hombro, rompiendo el encanto, atrayéndola hacía la realidad.

Lentamente, con desgana, abrió los ojos; y enrojeció. Frente a ella se hallaba el objeto de su excitación, de sus delirios, observándola preocupado, con la misma mirada con la que la contemplaba cuando ella todavía era su alumna y el su profesor. Profesor ... La palabra la hizo enrojecer todavía más. Avergonzada, apretó las piernas.

  • ¿Qué ocurre Kakashi sensei?

  • El combate ya ha terminado y ninguno de los dos ha conseguido vencer – explicó Hatake.

  • ¡Oh! ¿Y están heridos? ¿Necesitan atención?

El hombre negó con la cabeza.

  • Tienen algunos rasguños, pero no necesitan ser tratados.

La pelirrosa asintió, incorporándose. Después, volvió a dirigirse hacía él, medio en broma.

  • Ne, Sensei, algún día tendrá que enseñarme a mi también alguna técnica nueva ¿okay? – pidió, guiñándole un ojo.

Él sonrió...

  • Claro Sakura, cuando quieras.

... Y siguió mirándola como a una niña.

Pero Sakura correspondió su sonrisa. Algún día, él se daría cuenta de que ella ya había crecido, y cuando ese día llegará, Sakura aprovecharía, y le demostraría que era toda una mujer.

¿Verdad que sí, sensei?

Siempre supe que era un hombre atractivo, pero hubieron de transcurrir algunos años lo largo de mi adolescencia para que él que se convirtiera en el centro de todas mis fantasías.

Primero eran besos, castas caricias en las que nuestros labios se apenas se rozaban. Yo arrastraba su máscara a través la suave piel de mis yemas hasta dejar su rostro al descubierto, y entonces él me besaba. Un beso dulce, tierno, delicado, una caricia para disfrute de ambos, algo similar al beso que el príncipe Encantador plasma en los labios de la Bella Durmiente para despertarla.

Supongo que era así como me sentía en aquel tiempo, cuando recién empezaron mis extenuantes entrenamientos con Tsunade-sama... Yo era una princesa en apuros, y él, con Naruto y Sasuke siendo entrenados por viejos sanin lejos de mi, era el único miembro del equipo que todavía permanecía a mi lado; mi Príncipe Encantador. Es comprensible que lo convirtiera en mi tabla de agarre durante la época más oscura de mi vida.

Pero los meses fueron pasando. Los entrenamientos comenzaron a otorgarme una fuerza considerable y una inteligencia proverbial de la que poder presumir. Había algo dentro de mi que cambiaba... un extraño fuego vibrando en la parte inferior de mi estómago, una fuerza, una sensación... Ya no me sentía tan sola, ni tan débil; ya no necesitaba ser salvada. Me sentía libre como nunca me había sentido. Me sentía mujer.

Y mis fantasías variaron. Él ya no era un príncipe que me contemplaba hipnotizado; era un hombre cuyos ojos destilaban llamaradas de deseo al pasearse por mi cuerpo. Ya no era besos castos y caricias refinadas; ahora su lengua se apoderaba furiosa de la mía, poseyéndola, sus manos se perdían ansiosas a través de las curvas de mi pecho y sus caderas hacían presión contra mi propia cintura. Yo sentía su miembro, eréctil, clavándose sobre mi, y olvidando el antiguo papel pasivo lo agarraba sin dudas, lo provocaba, introducía la mano a través de su uniforme y lo hacía alcanzar el cielo, mientras sus propias y audaces caricias me hacían ascender a mi misma junto con él.

Pero eran solo fantasías, realizadas en la intimidad de mi cuarto o durante un descanso en las misiones, no importaba; era mi forma de pasar el tiempo, de consolarme por alguna extraña pena que no alcanzaba a entender. Era un mero entretenimiento en ninguna manera nocivo, y yo jamás hubiera pretendido hacerlas realidad. Nunca; hasta que él regreso. Sasuke.

Supongo que una pequeña parte de mi seguía enamorado de su recuerdo. La misma parte que todavía creía en los cuantos de hadas; aquella parte que lo seguía viendo como mi príncipe azul, que me interpretaba a mí misma como la princesa, y que aguardaba con esperanza el día en que él volviera a buscarme, se declarará, me besara, me pidiera matrimonio, y ambos viviéramos, juntos, felices, comiendo perdices en resto de nuestro días.

Imagino que ese, la idea del príncipe azul, es un deseo oculto y común que aun perdura en la mayoría de las mujeres; y diecisiete años no son demasiados para tener tal fantasía, por mucho que mi cuerpo ya hubiera madurado. Lo único que puedo decir con seguridad es que yo, inconscientemente, seguía soñando con ello, y era aquel sueño, aquella ilusión, lo que me impedía a mi misma avanzar, luchar por vivir, reivindicar mi condición de libre mujer, esforzarme por hacer realidad mis fantasías. Sasuke era mi príncipe, y yo su princesa, y debía esperarlo blanca e impoluta hasta el día en que él se acordará de mi y volviera a buscarme. Mientras tanto, mi mente podía entretenerse como deseara, pues en la practica, lo que yo pensase o deseara era un elemento sin importancia dentro de la perfecta ecuación.

Lo curioso es que, después de todo, él regreso. No por mí, claro, pero sí volvió a la villa que lo había visto crecer.

Como saltó mi corazón en ese momento, cuando Naruto me dio la noticia; como corrí para ser la primera en llegar a su encuentro. Y lo fui. Adulto, serio, poderoso, con los ojos llenos de las penalidades que debía haber sufrido, sonrió al verme. Incluso pronunció mi nombre en forma de reconocimiento. Yo también le respondí; le di la bienvenida, por supuesto. Bienvenido a tu hogar, Sasuke. Te hemos echado de menos. Pero aunque me hubiera gustado aliviar su tristeza, aunque realmente deseé que pudiera ser feliz, ahora que había regresado, no vi en él nada del príncipe que había estado esperando.

A través de ese rostro tan adulto, yo todavía fui capaz de distinguir algunos rasgos infantiles que lo identificaban con el muchacho que una vez había sido. Mi amor de infancia; así fue como lo reconocí.

Ahora solo era un hombre vencido. Un hombre que había dedicado su vida a la venganza, renunciando a todo por ella, y tras alcanzarla... había comprendido lo que durante por tantos años ignoró; que estaba solo, completamente solo, y que no tenía ni un solo motivo por el que seguir viviendo.

Yo todavía deseaba ayudarlo, claro, y en cierto sentido lo seguía queriendo... creo que lo querré siempre, pero cuando lo miraba no había ni rastro de esas revoltosas mariposas que se suponía debía sentir en mi estómago; mis labios tampoco ardieron cuando deposité un tímido beso en su mejilla, ni mi corazón brincó desde el pecho cuando él dijo que me había echado de menos. Y entonces, de repente, lo comprendí.

Comprendí que el no era mi Príncipe azul, y peor, comprendí que aun en el remoto caso de que lo fuese, yo no quería ser su Princesa; no quería ser ninguna Princesa en realidad.

Aquel descubrimiento conllevó una eterna noche de llantos, un mañana entera de depresión, y una enorme siesta que se extendió hasta la mañana del día siguiente. Después me sentí mejor; liberada, incluso. Y cuando Naruto apareció por mi casa para invitarme a una sesión intensiva de entrenamiento con Sasuke, me descubrí a mi misma con verdaderas ganas de asistir. No había nervios, ni miedos, ni ocultas intenciones... simplemente, me apetecía demostrar mis progresos.

Kakashi-sensei también asistió.

Por alguna razón, tras la revelación sucedida hacía apenas dos días, yo estaba casi segura de que mis fantasías con él también eran fruto del pasado. En dos ocasiones descubrí a mi mente flotando alrededor de su máscara y la parte baja de su cintura, y en las dos ocasiones me obligué a mi misma a regresar, convencida de que solo eran tonterías infantiles que se habían acabado...

Hasta que sucedió, mientras Naruto y Sasuke entrenaban. Y fue tan vivido, tan real, que bien pudiera haber sido verdad.

Se veía a sí misma acercándose hasta él, apoyando las manos sobre el árbol, y acoplando la cadera contra la suya de un solo golpe; frotando el pequeño bulto de su pantalón con la mano, repetidamente, con fuerza, mientras este adquiría un tamaño que la enloquecía.

Y las posiciones cambiaban. Kakashi era ahora quien la retenía prisionera contra el árbol, clavando una rodilla entre sus piernas, tentándola con su erección. Y sus manos recorrían su cuerpo, sus curvas, sus senos, excitándola, arrebatándole el control. Sakura gemía, y el silenciaba sus gritos en un fiero beso, y los labios y las lenguas de ambos se unían y repelían al mismo tiempo, como si trataran de devorarse mutuamente, de saciar su sed.

Y antes de poder darse cuenta de ello, Sakura se vio arrojada sobre el suelo, completamente desnuda, con él bullendo sobre ella, con su virilidad abriéndose paso en sus paredes. Y gimió. Ambos gimieron cuando oleadas de intenso placer recorrieron sus columnas perdiéndose entre sus cuerpos. Kakashi siguió invistiendo, sin detenerse. Y Sakura alzó la cadera apretándose aun más contra su cuerpo, permitiéndole llegar a él más hondo, más adentro.

Y Kakashi sonrió volviendo a colocarla bajo él, y con tres últimas embestidas, la jade sintió que su cuerpo se rompía en pedazos de placer, mientras su maestro descargaba en ella todo la excitación que había estado sentido... Y Sakura jadeaba, perdida, inconsciente del mundo que la rodeaba, colmada, llena...

La mejor de mis fantasías, la verdadera revelación, la que me convirtió en mujer, la que me permitió comprenderme a mi misma. Porque en ese instante, en el momento en que él me llamo, en le momento en que su propia voz rompió la fantasía devolviéndome al mundo real, lo supe. Supe que me había hartado de las fantasías, supe que quería que fuese real.

Supe que quería perder la virginidad. Quería que Kakashi-sensei me hiciera el amor salvajemente en sus brazos.

Y había que empezar a tramar un plan para ello, ¿verdad que si, sensei?


Que os ha parecido? Merece la pena seguirlo o lo dejo como un one shot?

Besitos a todos, comentarios, please!