Sensaciones
Sus rollizas y femeninas piernas se movían sensualmente salvando escalón tras escalón delante de mi, guiándome hacia una puerta llena de posibles placeres e inciertos temores.
Los tramos de escalera se me hacían eternos. Las piernas poco menos que subían automáticamente. El eco del ruido de sus tacones llenada aquella vetusta escalera. Los escalones se sucedían uno tras otro como mis deseos en los últimos meses.
Siempre he sido un hombre fiel. Siempre he estado de acuerdo con el establecido compromiso sentimental, pero en los últimos meses se han tambaleado mi convicciones. La monogamia ya no es para mi ese pilar fundamental. No creo que sólo se pueda tener una pareja sexual. Aunque tengo claro con quien quiero compartir mi vida. Mis triunfos. Mis penas y decepciones. Mis alegrías y placeres. También tengo claro que no he experimentado todo lo que quiero en lo que al sexo se refiere. Y me encuentro lastrado por una pareja que no tiene las curiosidades que yo tengo. Curiosidades que por un lado son naturales, nada extremas.
¿Que me queda entonces? Mentir. Mentir, porque de otra manera no podría experimentar todo eso que anhelo. Por que gracias a la sociedad en la que vivimos, lastrada por conceptos religiosos, e inundada de arcaicos conceptos, estoy atrapado.
Sus rollizas y femeninas piernas se movían sensualmente salvando escalón tras escalón delante de mi, guiándome hacia una puerta llena de posibles placeres e inciertos temores.
Si cualquier otro gusto cambia con respecto al de tu pareja, pues te buscas otro compañero o compañera y disfrutas por separado. Pero si eso pasa en el sexo, algo se derrumba. Los miedos poco a poco te invaden. No quieres perder, pero quieres vivir.
El ruido de tacones cesó y el silencio me sacó de mis pensamientos. Alcé la vista y allí estaba, de pie en el descansillo, mirándome junto a esa puerta de madera, típica de los apartamentos de nuestra ciudad. Sus labios maquillados de rojo intenso, contrastaban con su rubia y rizada melena. Sus anchas curvas, que me volvían loco, se acercaron a mi y posó sus labios sobre los míos. Una descarga eléctrica recorrió mi espalada. En ese preciso momento, dejamos de ser simples compañeros de trabajo. En ese preciso momento dejé de ser un hombre fiel. En ese preciso momento me liberé de primitivas ideas.
Sus voluptuosos pechos se apretaban contra mi torso. Podía sentir su carnosa y femenina panza. Justo antes de separarse su lengua lamió de manera casi obscena mis labios, declarando así, que aquello no era nada romántico. Que no estábamos allí para enamorarnos. Se giró y con las llaves que ya tenía en la mano abrió la puerta. Entro y volviéndose me tendió la mano invitándome a entrar en su mundo de placeres. El tiempo se detuvo. Pasaron unos segundos que me parecieron días. Meses. ¿Quería cometer adulterio? ¿Quería arriesgar la vida que conocía? ¿Estaba seguro?.
Agarré su mano y crucé la puerta.