Señora Decente
Descubro mi gran deseo de serle infiel a mi esposo al ser poseida por varios hombres.
Mi nombre es Perla soy de Mexico tengo 31 años, casada, con dos hijas, tengo un marido excelente, se llama Daniel, tiene 38 años, es muy bueno y trabajador, es ingeniero de sistemas y trabaja todo el día, desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche.
Yo por mi parte tengo un pequeño negocio de venta de abarrotes en mi propia casa y por ello soy muy conocida en el barrio, todos me califican como una mujer ejemplar de una familia ejemplar, todos son muy atentos y educados conmigo, pero en ello tiene mucho que ver mi imagen física que muestro, yo soy muy sencilla y humilde de carácter, pero no puedo negar que soy muy atractiva, algo que a mí me incomoda mucho ya que por mi forma de ser no sé disimular piropos de los hombres en la calle, me averguenzo, me pongo de mil colores, me siento muy incomoda ya que soy muy conservadora, esto ocurre cuando tengo que salir sola a hacer compras fuera de mi barrio.
Soy de piel canela de pelo lacio negro, mido 1 metro 68 centimetros, y tengo una figura escultural, no puedo negarlo y a veces odio saberlo, tengo buenas piernas; un trasero grande, firme y redondo; unos senos también firmes y grandes, pero no inmensos; una cintura muy delgada; y eso que no hago nada de ejercicio; tengo labios gruesos y ojos marrones.
El único hombre en mi vida ha sido mi esposo, yo siempre he sido fiel y muy religiosa y moral, dedicada únicamente a mi trabajo y a mi familia. La vida sexual que llevo con mi esposo es de 2 a 3 veces al mes, muy conservadora y muy recatada en comparación con lo que les voy a contar. En cuanto a mi forma de vestir siempre he tratado de hacerlo lo mejor posible y es en el único aspecto en el cual soy un poco más abierta, por lo cual estoy segura que es el motivo por el cual me lanzan piropos los hombres en las calles. Yo normalmente visto pantalones ajustados o minifaldas, sobretodo estas últimas porque son comodísimas, una se siente más fresca, más ágil para caminar por la calle. En invierno por el frio me protejo las piernas con medias, pero me incomoda muchísimo usar medias enteras, por ello uso medias con portaligas, me encantan las de colores blanco o negro.
Cuando me miro al espejo vestida así noto que luzco bastante atrevida pero no lo hago por mostrarme así, sino por que me siento super cómoda. A veces cuando llego de la calle atiendo de la forma como estoy vestida y los hombres que llegan a la tienda se quedan impactados cuando me ven, yo inmediatamente me cambio de ropa por algo más recatado.
Un día acompañé a mi esposo a una reunión de su trabajo en casa de su jefe. Por la ocasión me coloqué un vestido minifalda de color celeste, muy ceñida al cuerpo, ropa interior blanca, de modelo de bikini que apenas cubría mis partes íntimas, vestí unas medias blancas que compré para la ocasión, las cuales me cubrían hasta la parte alta de mis muslos donde se sujetaban con una pretina, esto para evitar colocarme los portaligas, ya que se notarían exteriormente por lo ajustado del vestido. Ya en la reunión me presentó a todos sus compañeros y el que me atrajo mi atención, muy discretamente por cierto, fue su jefe, era un joven de 30 años, muy atento y caballero, soltero y atractivo, quien se mostró muy simpático conmigo y no dejaba de mirarme, ante lo cual yo traté de disimular esquivando su mirada, me incomodaba mucho cuando notaba sus ojos puestos sobre mi trasero o mis piernas.
Mientras disfrutábamos de la reunión su jefe quien se llamaba Carlos, recibió una llamada del trabajo, de parte del personal que trabaja de madrugada en la cual le informaban que habían problemas en el sistema y que no lograban resolver el problema. Inmediatamente Carlos comunicó a Daniel de lo sucedido, el pobre de mi marido salió inmediatamente hacia el trabajo y me dijo que esperará hasta que el llamará por teléfono. Mientras esperaba su llamada Carlos me invitó varias copas de champagne, las cuales traté de evitar, pero ante su insistencia tuve que beberlas. Pasada una hora mi marido llamó y habló primero con Carlos, su jefe, y luego conmigo diciéndome que su jefe se había ofrecido llevarme a casa, y que él se quedaría toda la madrugada por que había ocurrido una falla en los computadores, lo cual le tomaría por lo menos unas 6 horas. Pasada media hora después de hablar con mi esposo, Carlos había despedido al último invitado, inmediatamente cogí mi cartera y mi abrigo y pedí que me llevara.
Carlos muy atentamente, me tomó de un brazo y nos dirigimos a su auto que era impresionante, un convertible para dos personas. Ya en el auto íbamos conversando, al mismo tiempo que le indicaba la ruta a mi casa. Durante el viaje Carlos se mostró muy caballeroso y quiso acompañarme hasta el tercer piso del edificio donde yo vivía. Cuando llegamos a la puerta me pidió que por favor le invitara un café, con la excusa de que podía quedarse dormido manejando a su casa. Lógicamente tuve que aceptar, no sólo por el favor que me había hecho, sino también por ser el jefe de mi esposo y uno nunca sabe como pueden tomar algún acto despectivo.
Cuando bebía el café que le preparé empezó a decirme cosas muy atrevidas, las cuales me ponían nerviosa pero al mismo tiempo me agradaban escucharlas de su boca, aquí está el diálogo:
Sabes, eres muy atractiva Perla? (Me quedé muda) haría cualquier cosa por poseerte.
Señor Carlos, no me diga esas cosas por favor, además mis hijos pueden escuchar.
Te doy mil dólares ahorita mismo si te sacas ese vestido
Ni loca, soy una señora muy respetable, por favor le pediría que se comporte
Y en eso se acercó a mí, y yo me quedé estática, me arrinconó contra la pared y comenzó a querer acariciar mis piernas, yo luchaba contra él, pero tenía más fuerza que yo, me subió la minifalda hasta la cintura y se detuvo, se alejó como 2 metros de donde estaba y yo quedé petrificada con la minifalda subida y mostrándola en contra de mi voluntad mi cuerpo, - qué arrechante luces con ese calzoncito y esas medias - me dijo, y arrodillándose se lanzó contra mí, empezó a besarme las piernas, y dándome media vuelta me llevó hacia el sofá, haciédome recostar, yo quedaba de espaldas frente a él mostrándole mi deseado trasero, no pude evitar lo que iba sucediendo, me despojó de mi calzoncito blanco y su lengua comenzó a recorrer entre mis nalgas, lamiendo mi vagina y mi virgen anito, comencé a experimentar una sensación que jamás había sentido y que mi pobre maridito Daniel nunca lo había hecho, su lengua se introducía entre los húmedos labios de mi chuchita a una rapidez impresionante, me mordía las nalgas, besaba mis piernas y yo simplemente ardía de placer, era riquísimo sentir su lengua tratando de colarse por mi inexplorado anito, seguidamente probó con sus dedos, los cuales hacían lo que querían con mi ex fiel vagina, la cual gozaba como yo, por la lujuria que experimentábamos juntas, igualmente mi clítoris fue una de las partes más manoseadas, los orgasmos sucedían una tras otro, cosa que jamás me había hecho sentir el santo de mi esposo, con él a lo mucho un orgasmo y de vez en cuando.
Carlos me hizo volar por el mundo del pecado, pero ahí no terminó el asunto, para evitar que mis hijas se despertasen llevé a Pablo a mi dormitorio y cerré con llave.
Dentro me despojó del vestido y del sostén, quedando tan sólo con las medias puestas, me hizo lamer su pene, cosa que jamás yo había hecho, pero aprendí rápido, tras unos quince de chupar su enorme pene Carlos llegó al orgasmo y pude saborear su esperma dentro de mi puta y también ex-virgen boca.
Me envicié tanto con su pene que en 5 minutos se lo volví a erectar, me colocó boca abajo y apoyándose en mis redondas nalgas me introdujo su adorado pene por mi vagina, nunca había hecho el amor de esa manera, me sentí flotar de tanto placer que sentía, mi interior gozaba de algo nuevo y sabroso, el pene de un hombre arrecho que sabe volver puta a una santa como yo.
Pablo llegó al orgasmo y depositó su semen dentro de mí, nos empezamos a besar, su lengua era hábil, en segundos recorría mis senos, mi cuello, mis orejas, mis labios lo deseaban, cada vez que mordía mis pezones yo gemía de placer, sentí nuevamente como su pene se levantaba ansioso de introducirse en algún agujero, yo había leído que era pecado pero no me importaba, sentí como su verga se colaba por mi estrecho anito, estrenándolo victoriosamente con unas sacadas y metidas que me hicieron olvidar el dolor, me sacudía como la más experta ramera, el placer ya hacia 2 horas que había conquistado mi cuerpo, después de 15 minutos de complacer mi agujerito negro, sentí como su esperma caliente quedaba otra vez dentro de mí, aunque en otro orificio.
Pasaron dos horas más y repetimos todo de nuevo y yo ni Carlos nos cansábamos de tanto pecado y lujuria, de tanto placer y de tanta ricura, yo de mi parte sentir tan sabroso pene y de esas manos traviesas tan ágiles, de esa lengua que puede volver puta hasta a la más santa mujer.
Cuando ya eran las cinco de la madrugada, Carlos se fue, le regalé mi calzoncito blanco, dejando en él un beso con lapiz labial para que lo tenga de recuerdo. Ambos coicidimos en tener la máxima discreción y concordamos vernos cada 3 meses para disfrutar nuevamente de tanto placer, siempre lo volvimos a hacer en mi dormitorio, para ello Carlos hacia viajar a mi marido fuera de Lima y nos reuniamos después de las 12 de la noche, cuando mis hijas dormían.
Siempre lo esperaba vestida tan sensual como la primera vez. Eso sí, para mi maridito y todo el vecindario yo seguía siendo la sencilla y conservadora señora Perla , ni se imaginan que en realidad soy una ramera de primera, que no solamente hace el amor con su marido, sino con Carlos y con otros hombres que conoaco en la calle cuando voy de compras, con los cuales termino en alguna hostal o en algún penthouse de lujo, hasta a veces cobro algo de dinero para ganarme algo, y hasta un par de veces he estado con dos hombres a la vez, que rico se siente sentir una verga por tu chuchita y otra por tu anito al mismo tiempo. Siempre dejo de recuerdo mis calzoncitos, los cuales compro por docenas para que nunca me falten.
No quiero dejar de contar de que también he probado las vergas y lenguas de algunos amigos de mi esposo, de primos míos que me deseaban desde chiquita y que recién he podido complacerlos; de un sobrino de mi esposo; y hasta una vez de un electricista que vino a arreglar los cables. Pero estas son historias que ya les contare.
Esta es mi historia y espero que la hayan disfrutado.