señor Ex-presidiario

Una chica descontenta consigo misma consigue un nuevo cuerpo gracias a un experimento.

Me llamo(o me llamaba) Sophie Willisworth. Una chica de baja estatura(1,43 cm), de pelo liso y oscuro, unos ojos del mismo color y unas tetas casi inexistentes... digamos que mis formas no habían variado mucho desde los 11 a los 23 años asi que como comprenderéis no estaba muy a gusto con mi cuerpo.

Mi vida era un contínuo padecimiento: vivía sola en una mansión heredada de mis familiares fallecidos, sin amigos, con una criada que venía una vez por semana y una frustración sexual que apenas podía mantener a raya masturbándome. Hoy en día, con la mente más despejada, supongo que podría haber encontrado una solución a mi soledad haciendo uso de la inmensa fortuna que me habían legado mis parientes; pero en esos tiempos estaba demasiado obsesionada con mis fantasías eróticas, tan excitantes como imposibles hasta que, por puro azar, acabé conociendo a La Doctora.

Una semana después...

-... y como le iba diciendo, señorita Willisworth, puede que el precio le parezca desorbitado pero le aseguro que no se arrepentirá. Mire, ya casi llegamos a la...

La mujer que caminaba a mi lado a través de ese largo pasillo parecía hecha a propósito para ser mi antítesis: alta, rubia, de ojos verdes, cabello ondulado y un traje de enfermera tan ceñido que se hallaba peligrosamente cerca del límite entre una prostituta disfrazada y una enfermera de verdad; pero por muy apretado que estuviera, eso no impedía que sus enormes pechos se bambolearan al mismo ritmo que sus pasos... y sus nalgas. Estaba muerta de envidia e intentaba disimularlo sin éxito, mientras ella fingía no darse cuenta.

-Por aquí por favor- Me sorprendí al escuchar esa voz, habíamos llegado a la sala de operaciones sin darme cuenta.

La que había hablado era La Doctora, una enigmática mujer de rasgos asiáticos que había organizado toda aquella operación.

-Pronto traerán al preso- dijo La Doctora con una sonrisa -Veo que ya conoce a la señorita Selas- añadió señalando a la enfermera que me había acompañado, parecía más un pseudónimo que un nombre -Ella le guiará durante todo el proceso, puede confiar en su tutela.

No sabía si me alegraba de que ese par de tetas con una chica pegada me acompañaran durante no se cuánto tiempo, pero antes de llegar a una conclusión escuché unos gritos en el pasillo. La Doctora sonrió.

-Mira, ahí llega.

Unos guardias vestidos de negro traían desposado a un hombre con aspecto de delincuente que no dejaba de menearse mientras les gritaba un insulto tras otro. El hombre era realmente enorme, llevaba el pelo rapado e iba vestido únicamente con unos calzoncillos azules.

Los 6 guardias, entre esfuerzos y jadeos, consiguieron atarlo con cadenas a una camilla con los brazos y piernas extendidos hacia las cuatro esquinas. Luego esperaron 1 minuto a que dejara de debatirse inútilmente y Selas pulsó un botón que inclinó la camilla hasta dejarlo de cara a mí, que evidentemente, no perdía detalle de su cuerpo, de su musculatura, de su paquete...

-Este hombre es Francis Hemlock, apodado Frank, de 25 años- La Doctora había abierto su cuaderno y estaba leyendo unos apuntes -. Altura: 2,11cm, Peso: 142kg, Raza: Blanco caucásico, ojos azules, Delitos: 2 asesinatos, extorsión, 5 atracos a mano armada, 8 violaciones... y una larga lista de delitos menores. En una situación normal lo habrían condenado a muerte, pero en lugar de eso nos lo entregaron para nuestro experimento.

-¡¿EXPERIMENTO?! ¡QUE TE JODAN PUTA CHINA, NO SOY UNA JODIDA RATA DE LABORATORIO!

La Doctora continuó, ignorando los insultos.

-Otros detalles de interés para nuestro cliente, la señorita Willisworth: es un varón sano, con la dentadura perfecta, sin caries, alérgias o alguna otra malformación visible. También le hemos hecho una limpieza del recto y de la vejiga junto a una depilación casi completa y una larga sesión de rayos uva que le han dejado la piel bién bronceada, tal y como a usted le gusta.

-¡CABRONES, NO ME IGNORÉIS, SACADME AHORA MISMO DE ESTE GARITO DE MIERDA!

Yo seguía mirando como esa bestia se debatía entre sus cadenas, asustada y fascinada a partes iguales, sin creer el trato que había hecho horas antes, hasta que la enfermera Selas me cogió la mano y me acercó al condenado tomando la palabra. Ni que decir que él también se la quedó mirando embobado.

-No se asuste srta. Willisworth, esas cadenas podrían contener a un elefante. Ahora le mostraré otras partes más íntimas para ver si son de su agrado- Selas, sin vacilar, sacó unas tijeras de su bolsillo y le cortó los calzoncillos al preso para luego arrancárselos, mostrando un pene gordo y arrugado. Frank silbó apreciativamente.

-Joder nena, espero que estés pensando en hacerme un trabajito con esas pedazo de...- soltó una exclamación en cuanto Selas agarró fuertemente su miembro, que empezó a crecer más y más como por arte de magia. La enfermera siguió con sus explicaciones mientras le acariciaba el miembro.

-Cuando llegue a la erección completa, verá como el pene del señor Hemlock llega a alcanzar los 34 centímetros de longitud- Yo no podía despegar mis ojos de ese cacho de carne que se ergía ante mí, cada vez más largo y más grueso, estimulado suavemente por la mano de la enfermera Selas, que parecía diminuta en comparación.¿Siempre provocaba ese efecto en los hombres?

-Veo que le gusta. ¿Quiere probarlo? Ya casi ha alcanzado su tamaño "real"- No supe a qué se refería hasta que la ví relamerse los labios de forma evidente.

-"¿Por qué no?"- pensé. Si lo que me habían dicho era verdad, pronto estaría bastante unida a esa verga.

Empecé pasando una mano por el largo tronco, palpando su dureza, su calor, los vasos sanguíneos que surcaban toda su longitud... luego le empecé a lamer la punta como un caramelo- Sabía bien, demasiado bien, notaba que mis bragas empezaban a humedecerse

-¡¿Y ahora me la chupa esta jodida retaca sin tetas?! Hey rubia, no te quedes mirando y ayúdale un po, ohhh!!!- exclamó en cuanto empecé a succionar la punta. Era demasiado grande y gruesa, apenas me cabía en la boca, pero hice un esfuerzo mientras movía mis dos manos arriba y abajo -¡Joder, la chupa bien para ser tan pequeña! ¡¡¡Oh, mierda hacía demasiado tiempo que... me voy a, ME VOY A CO...!!!

Selas reaccionó rápido y me apartó suavemente. Yo la miré confundida, con el sabor de ese delicioso pene todavía en mi boca.

-Tan solo probarlo- dijo la enfermera -Necesitamos que conserve sus energías.

-¡¿QUE COÑO... ME VAIS A DEJAR ASÍ?! ¡¡¡MIERDA MIERDA, JODIDAS ZORRAS COMO OS COJA OS VIOLARÉ UNA Y OTRA VEZ HASTA QUE NO SE OS CIERRE NI CON UNA PUTA PALANCA!!!

La Doctora me miró con una sonrisa -¿És de su agrado?

-Sí -contesté sin dudar.

-¿Está usted preparada?- Piénselo bien, pués después de esto no habrá vuelta atrás.

-Estoy segura.

-Entonces desnúdese, póngase esta bata y siga a los doctores hasta el quirófano.

Mientras me desnudaba, La Doctora se dirigió hacia el preso, que la miró desconfiado.

-¿Y tú que quieres, puta china? ¿Me vas a acabar el trabajito para que pueda correrme en tu cara?- Dijo con una sonrisa lasciva.

-Sr. Francis Hemlock, veamos, tus delitos han sido muchos y muy graves, y a pesar de que mereces la pena máxima, se te concederá un castigo no tan severo: vas a tener el honor de participar en un experimento revolucionario. Ahora procederemos a anestesiarte, luego te abriremos la cabeza y extraeremos tu cerebro para después insertar en tu cuerpo el de la señorita Sophie Willisworth, que ha pagado una fortuna para ser el primer participante. Y por supuesto haremos lo mismo con ella. Tras la operación y la posterior recuperación, la señorita vivirá en tu cuerpo y tú en el suyo.

-¿Que cojones... qué estás diciendo, zorra? ¡¿Que vais a hacerme qué...?! ¡¿YO y, y... Y ESA PUTA RETACA?! ¡¡¡NO ME JODAS, COMO INTENTES ALGO TE ARRANCO LA PUTA CABEZA!!! ¡¿TE ENTERAS JODIDA FRÍGIDA?! NO...- Uno de los guardias le puso la mascarilla con anestesia en la cara mientras yo entraba con los doctores en la otra habitación, no pude ver el resto. Me tumbé en la cama y Selas me puso una mascarilla similar mientras me hablaba dulcemente.

-Nos vemos en unos días, cariño, disfruta de tu sueño...- Se me cerraron los párpados y me dormí.

No se cuanto tiempo estuve inconsciente, soñando, sin embargo recuerdo perfectamente la sensación al despertarme: Voces y murmullos por todos lados, el sonido de mi corazón retumbando en mis oídos, la respiración... pesada... asombrosamente pesada y profunda... poco a poco abrí los ojos.

-¡Hey, está despierto!- exclamó una enfermera que no había visto antes. Ella misma vino y me enfocó una luz en un ojo y luego en el otro. -Parece que el nervio óptico responde bien.

-Perfecto- dijo otra voz que reconocí como la de La Doctora -¿Señorita Selas?

-La respiración es regular y el pulso ya se ha estabilizado- respondió la voz de la enfermera Selas.

-Todo en orden entonces, le dejo el resto a usted. Asegúrese de que se adapte a su... nuevo cuerpo.

-Entendido.

Escuché el sonido de la puerta al cerrarse.

-¿Qué tal te encuentras cariño?- dijo volviéndose hacia mí -Puedes reclinarte, pero con cuidado.

Así lo hice. Me sentí mareada de repente, con un fuerte dolor de cabeza.

-No te preocupes por la migraña, se trata de tu cerebro asimilando sus nuevos sentidos. Pronto se te pasará. Mientras tanto, trata de poner los pies en el suelo... así, muy bien. Ahora levanta las manos y flexiona todos los dedos lentamente.

Me miré las manos, manos enormes con unos dedos grandes y musculosos.

-Mis...manos. ¡¿Pero qué... esta es mi voz?!- sonaba tan grave, tan profunda, tan... varonil.

-Un... espejo... por favor.- supliqué.

-Ten paciéncia, todo a su tiempo- Selas se mostraba inflexible -. Ten en cuenta que ahora posees un cuerpo casi cuatro veces más pesado que el anterior. Tienes que adaptarte a él o acabarás sufriendo un desmayo. Bien, ahora flexiona los brazos.. así, muy bien. Ahora estira las piernas.. perfecto y ahora...

Yo iba siguiendo todas sus instrucciones intentando pensar en otra cosa para que no me diera un ataque de ansiedad.

-Ahora ponte en pie. Así, poco a poco.- Cuando me levanté, advertí sorprendida que le sacaba casi dos cabezas a la enfermera.

Selas me cogió de las manos y me puse a andar torpemente mientras ella me guiaba hacia un enorme espejo empotrado en la pared. Lentamente iba "recuperando" la sensiblidad de brazos y pierdas, notaba la bata sobre la piel, el peso y equilibrio oscilando a cada paso y un bulto que se balanceaba donde debería haber un vacío entre los dos muslos.

Selas me guiñó un ojo e hizo un ademán. Yo me separé y seguí andando sin ayuda hasta el espejo; miré mi reflejo y me encontré a un extraño al otro lado que me devolvía la mirada sorprendida.

-¿Este... soy yo?

-Así és- respondió ella mientras se situaba a mi lado, comparándonos -Usted es la señorita Sophie Willisworth en el cuerpo del ex-presidiario Francis Hemlock.

-Si, es... soy... él, soy él... es... soy... enorme- Se me trababan las palabras.

-Y fuerte- añadió Selas con una risita traviesa -, y asombrosamente bién dotado.

Entonces caí en la cuenta de lo que quería ver de verdad. Me quité la bata precipitadamente.

-Con cuidado, vaya con cuidado.

La bata cayó al suelo y me quedé embobada contemplando mi nuevo aspecto en el espejo. Era una masa estilizada de puro músculo. Empecé a palparme la cara, irreconocible; el pecho, duro y voluminoso; las nalgas, firmes y estrechas... mis dos manos se dirigieron a mi pene; gordo, arrugado y más oscuro que el resto de la piel. Se me escapó una carcajada.

-Mi pene... ¡Es... pesado jajajaja! ¡¡¡AH!!!- exclamé cuando empezó a crecer sin previo aviso.

-Tranquilo, no te va a morder- dijo Selas entre risas. -Vas a tener que acostumbrarte a tu nuevo miembro.

No podía creérmelo, notaba la presión cada vez mayor de ese pedazo de carne mientras se iba alargando más y más; observé fascinada como la piel del prepucio retrocedía dejando paso la punta, suave y de color púrpura hasta ergirse, magnífica, en toda su longitud. No tardé en probar el tacto recorriendo su extensión con mis dedos, notando un pinchazo de placer al lllegar a la punta. A partir de entonces mis manos se movieron solas, presionando su grosor las dos a la vez y masajeando arriba y abajo rítmicamente tal y como había visto docenas de veces en las películas porno. Era increíble, el placer sacudía todo mi miembro mientras empezaba a jadear. Supe instintivamente que ese cuerpo llevaba conteniéndose mucho tiempo.

A medida que mi respiración se aceleraba, usé la mano izquierda para masajearme los testículos mientras mi derecha se movía cada vez más rápido estimulando el hinchado tronco. Enseguida noté un orgasmo que se extendió desde mi miembro a todo el cuerpo; eché la cabeza hacia atrás mientras un grito de puro placer se apoderaba de mi garganta.

-¡¡¡OOOOoohhhhh!!!- Un chorro de semen salió disparado, rociando el espejo enfrente mío; al cual le siguió otro, y otro más; así durante 9 segundos de contínua corrida en los que mis manos parecieron poseídas, estimulando mi primer orgasmo como hombre.

-Vaya, que bruto- dijo Selas apreciativamente -Mira como has dejado el espejo.

Yo me sentía eufórica, por fuera y por dentro; gozando de la debilidad de los músculos tras correrme y de la sensiblidad de mi pene, que seguía duro y palpitante. Me exprimí los restos de semen con la mano, que recogí y me llevé a la boca, chupando golosamente.

-Sabe de maravilla- dije con una sonrisa, tardaría en acostumbrarme a mi nueva voz.

-Ummm, tenemos un problema- dijo la enfermera, pensativa -El caso es que tendrás que aprender a mear como un hombre, lo cual será imposible si tu polla sigue dura como una piedra... por no hablar del inconveniente de la ropa.

Yo miré de nuevo hacia abajo todavía chupándome el dedo. Efectivamente, seguía igual de ergido que antes.

-Vamos a tener que ponerle remedio, siéntate en esa camilla cariño- Me empujó suavemente y empezó a desabrocharse los botones del escote.

Me quedé hipnotizado mientras ella se quitaba el "uniforme" de enfermera sin prisa alguna, en un strip-tease de corta duración; luego se desabrochó el sujetador y lo dejó caer, revelando sus enormes tetas. Hizo un contoneo y estas se balancearon de lado a lado, chocando entre ellas.

-¿Son... naturales?- de repente me sentí estúpida por mi pregunta.

-Digamos que estoy casi tan dotada como tú, cariño- contestó Selas, relamiéndose. Dió unos pasos hacia mí y se arrodillo. No tardó en coger mi verga para empezar a recorrerla con la lengua.

Yo empecé a jadear de nuevo, disfrutando de ese pequeño estímulo especialmente cuando se recreaba en la punta y de la sensación de humedad provocada por su saliva. Entonces se metió el glande en la boca succionando con fuerza mientras sus grandes pechos me aprisionaban el tronco para empezar a moverse arriba y abajo.

En ese momento empecé a gemir de nuevo, mi polla, todavía muy sensible tras el orgasmo anterior, flotaba en un mar de algodón. Mis caderas se elevaron en un acto reflejo intentando indroducirme más en su boca. Ella siguió estrujando sus tetas y haciendo ruidos de succión hasta que no pude más.

-¡Me, me corro! ¡¡¡ME CORRO!!!- Selas rápidamente apartó sus tetas y empezó a masturbarme con una mano mientras abría su boca, esperando el géiser que no tardó en salir en un poderoso chorro. Su boca, su pecho, su pelo, mis piernas y mi torso acabaron impregnados en semen. Selas hizo un esfuerzo visible por tragar, pero no pudo controlarlo.

-Desde luego, eres una máquina- La chica observaba mi sexo alucinada -, y me has dejado perdida... veo que sigues duro, así que ahora vas a compensarme.

Se quitó las bragas y se sentó en la camilla contígua, abrió las piernas y empezó a masajear su coño, completamente húmedo.

-Venga, ¿a qué esperas?- Parecía ansiosa.

Yo me moví automáticamente, levantándome, agachándome delante suyo, acomodándome entre sus piernas y dirigiendo la punta de mi miembro a su cavidad. No parecía que fuera a caber, pero estaba demasiado excitada, así que restregué un poco mi glande entre sus labios vaginales y empujé. estos se abrieron para recibirme, expandiéndose y aprisionando mi dura verga, que se introducía más y más. Selas empezó a gemir.

-Es... muy grande, oh, oh, espera, no tan... ¡Ah!- Había conseguido introducir la mayor parte hasta que sentí como la punta tocaba algo(supuse que sería su útero). La sensación era... húmeda, y estrecha, muy estrecha, su vagina me constreñía la polla de forma increíble, parecía que se fuera a romper en cualquier momento. Pero en lugar de preocuparme, empecé a sacarla lentamente, y a meterla de nuevo. Repetí cada vez más rápido.

-Po, por favor(gemido), no tan rudo ¡¡AAAaaahh!!! Se más, nunca había- no hice caso a sus súplicas, estava enmedio de una apoteosis, experimentando cosas con las que tiempo atrás tan solo podía fantasear. Dicho de otro modo: me lo estava pasando en grande.

Mis embestidas se volvieron más violentas, cogí sus tetas y las empecé a estrujar. Selas no había más que soltar gemidos estridentes. Yo era un salvaje hombretón follándose a una zorra presuntuosa de tetas enormes, yo tenía el control, ella estaba a mi merced, y me encantaba. Mi lengua entró en su boca mientras empezaba a apretar y estirar sus pezones. Noté encantado sus gritos enmudecidos por mi boca, que enseguida despegué para aullar.

-¡¡¡ME CORRO!!!

Selas echó la cabeza atrás disfrutando de su propio orgasmo mientras mi leche inundaba su cavidad y manchaba las mantas. Yo me apreté contra ella disfrutando del placer masculino, resistiéndome a sacármela.

Estuvimos medio minuto así hasta que la chica, exausta, acertó a decir.

-Menos mal que La Doctora me recomendó los anticonceptivos.- Se rió y yo me reí con ella. De repente me vino un deseo y empecé de nuevo a mover lentamente la polla; dentro, fuera, dentro, fuera...

-Qué... ¡Oh! ¿Que hace? ¡Aahh! Para, me acabo de...- Su mano trató de empujarme fuera de ella, pero carecía de fuerza.

-Lo siento, enfermera, creo que todavía sigue dura- Respondí sonriendo como un tonto. Mis instintos volvían a tomar el control de mis acciones.

Fué distinto esta vez, su vagina estaba mas blanda después del orgasmo y más lubricada por culpa de mi semen y sus propios jugos. Como compensación, mi miembro estava mucho más sensible tras haberse corrido 3 veces antes.

No tardé en disfrutar otro orgasmo, no tan intenso como el anterior, pero sí más liberador. Saqué mi pene de su coño chorreante y me tumbé, exausto.

-Lo siento- Me disculpé -, no pude controlarme.

-Disculpas aceptadas- Selas se había incorporado, ya volvía a hablar como una enfermera -Poco a poco, "señor" Willisworth, aprenderá que los hombres tienen más de un cerebro- Me cogió los testículos sin vergüenza alguna -aprender a vivir con ambos dependerá de usted.

La chica se levantó y se desperezó con gracia, se volvió hacia mí con una sonrisa.

-Ahora aprenderá a mear y ducharse como un hombre, luego cenará y se irá a la cama, mañana conocerá al antiguo propietario de su cuerpo.

-¿Qué ha sido de él?- pregunté.

-Despertó hace dos días, también está adaptándose a su nueva sexualidad.

Continuará...