Senderos de sumisión (3)

Susan Taylor y Rachel Redgrave son sometidas por Lord Drako, que comienza con su adiestramiento.

Rachel Redgrave abrió los ojos lentamente. Tenía un leve dolor de cabeza, pero sobre todo estaba aturdida. La postura era incómoda, las muñecas atadas a los tobillos... y estaba totalmente desnuda. Un intenso sentimiento de angustia se apoderó de ella. No sabía dónde estaba ni qué había pasado. Intentó recordar. Las últimas imágenes que tenía en la cabeza eran que estaba en el hotel, en su habitación, con Susan. Una sirvienta les había subido el desayuno. No era lo habitual. Un detalle del encargado para las jóvenes norteamericanas, había dicho. Recordaba haber comido algo, y después...sí, había sentido sueño. De pronto la idea le vino a la cabeza: nos han drogado, pensó. Miró a su alrededor. Susan estaba cerca de ella, también atada y desnuda. Seguía inconsciente. Rachel la llamó. Su voz no escondía el terror que sentía. Qué iban a hacerles, qué querían de ellas. Lloró. Y mientras lloraba repetía el nombre de su amiga. Susan comenzó a moverse. Primero lentamente, luego más rápido. Abrió los ojos, los cerró y volvió a abrirlos. Repitió este proceso varias veces, hasta que se acostumbró a la luz mortecina. Rachel no dejaba de llamarla, angustiada. Susan fijó la mirada en su amiga, desnuda, inmovilizada, intentando procesar lo que veía sin comprenderlo.

Rachel, qué ha pasado, dónde estamos –preguntó finalmente, con una voz que se ahogaba en su garganta.

Nos drogaron Susan, nos han secuestrado –lloró la joven en su desesperación.

Durante varios minutos lloraron aterradas, hablando de forma entrecortada por el llanto. El miedo las paralizaba. Aquella habitación parecía una cámara de los horrores. Había grilletes en las paredes y colgados del techo, y otros artilujios de aspecto tenebroso.

Rachel, no quiero morir...-la voz de Susan se quebró y rompió de nuevo a llorar.

Su asustada amiga se sintió en la obligación de tranquilizarla.

No te preocupes, Susan. Seguro que quieren dinero. Una vez que lo consigan nos dejarán en libertad –dijo con más esperanza que convicción.

¿Tu crees? –lloriqueó la otra joven

Seguro que sí –mintió Rachel Redgrave.


Lord Drako observaba a las dos jóvenes desde una enorme pantalla de televisión que recibía la señal de varias cámaras instaladas en el calabozo. Tenía 34 años y era delgado, de estatura media. Su pelo era negro, corto, los ojos verdes y los labios gruesos. Un hombre atractivo, sin duda. De personalidad fuerte y dominante, Drako había conocido a Patrizia en ambientes BDSM y ambos habían sintonizado al instante. Desde entonces, tres años atrás, estaban juntos y trabajaban de forma profesional en el mundo de la dominación. Poseían tres esclavas: Carla, Andrea y Christine y en contra de lo que pudiera parecer, tenían mucho trabajo y ganaban dinero, lo suficiente para llevar una vida acomodada. Sin embargo, el encuentro con Bianca Redgrave había abierto las puertas a un cambio cualitativo. La señora Redgrave quería fotos comprometidas para controlar a una de sus "amigas". Pero la amiga en cuestión no era una cualquiera, era nada menos que la senadora Helen C. Taylor. La primera reacción de Patrizia había sido rehusar el encargo, pero él la había detenido. Drako había visto en seguida las posibilidades. Aquella era la gran baza que el destino ponía a su paso y había que jugarla. En privado, Patrizia le previno de los riesgos, pero Drako estaba decidido y la joven Mistress no estaba dispuesta a quedarse fuera. El plan "A" fue trazado en presencia de Bianca Redgrave. Drako se dio cuenta rápidamente de que la forma más sencilla de poder manipular a la senadora era a través de su hija Susan, una joven de 18 años que acababa de graduarse en un selecto colegio privado. La idea del rapto surgió casi de inmediato en su cabeza y así se lo expuso a la señora Redgrave. Ésta estuvo de acuerdo, pero les pidió que no causasen daño a la joven. Entonces comentó que en breve, Susan viajaría con su propia hija, Rachel a una isla caribeña para celebrar su graduación. Lejos de las autoridades norteamericanas, era la ocasión idónea para raptarla y poder extorsionar a su madre. Sin embargo, Drako fue claro con su clienta en relación a Rachel: no podían dejarla al margen o podría dar al traste con todo el plan. Bianca Redgrave aceptó de mala gana la idea, aunque sabía que Drako tenía razón. Lo que no sabía era que Patrizia y él maquinarían un plan "B" mucho más perverso....


La puerta del calabozo se abrió y un escalofrio de terror recorrió el cuerpo de las dos jovencitas, que giraron el cuello como un resorte hacia la entrada. Un hombre delgado, moreno, de estatura media se dirigía hacia ellas flanqueado por dos hermosas mujeres. Parecían tres ejecutivos. El llevaba traje y corbata, ellas chaqueta y falda a medio muslo en tonos oscuros, con medias y zapatos de tacón alto. Lord Drako se acercó a las asustadas jóvenes, mientras las dos mujeres se quedaban un poco atrás.

Por favor –empezó a hablar Rachel- no nos hagan daño. Nuestras familias pagarán lo que les pidan...

¡Silencio! –ordenó Lord Drako- No vuelvas a hablar a no ser que seas preguntada, ¿está claro?

Sí, Señor....pero yo sólo...

El hombre levantó una fusta que llevaba en la mano y la dejó caer con fuerza sobre los muslos de la joven.

¡Aaaaaaiiiiiiiii! –gritó Rachel, retorciendose de dolor.

¿Está claro? –repitió Drako

Sí, Señor

En ese momento, el teléfono móvil de Lord Drako comenzó a sonar. Era Patrizia. Estaba en el despacho de la Senadora Taylor. El hombre puso el móvil junto a la oreja de Susan que al oir a su madre, rompió en súplicas de ayuda y en lágrimas. Lord Drako dejó que madre e hija hablasen durante un minuto; entonces cortó la comunicación. Susan había transmitido perfectamente a su madre el miedo y la angustia que sentía. Estaba seguro de que Patrizia sabría aprovecharlo para poner a la honorable Helen C. Taylor a sus pies. Por su parte, él estaba ansioso por divertirse un poco con las jovencitas.

Muy bien, señoritas –dijo- mi nombre es Lord Drako y os dirigireis a mi como Amo o Señor. Espero que me obedezcais en todo momento. Cualquier desobediencia o conato de rebeldía será adecuadamente castigado. Vais a pasar aquí el resto de vuestras vacaciones en esta isla y durante este tiempo sereis adiestradas para convertiros en esclavas. Después volvereis a los Estados Unidos, donde se completará vuestro aprendizaje y pasareis a formar parte de mi cuadra, dedicando el resto de vuestras vidas a mi servicio.

Las jóvenes no podían creer lo que oían. ¿Esclavas? ¿Toda su vida?. No podía ser, aquel hombre estaba loco. Sus familias no lo permitirían. Aún así, estaban asustadas. Susan gimoteaba, no había dejado de hacerlo desde que había hablado con su madre. Rachel, más entera, se arriesgó a hablar.

Señor, debe haber un error. Nuestras familias pagarán lo que sea necesario por nosotras.

Lord Drako sonrió.

Señorita Redgrave –dijo- veo que tiene usted la mala costumbre de hablar sin ser preguntada. Eso es algo que una buena esclava debe corregir y vamos a comenzar ahora mismo.

El hombre se volvió hacia sus dos acompañantes.

Christine, Andrea, preparadla para el castigo –ordenó.

Sí, Amo –respondieron las dos mujeres.

Rápidamente, se dirigieron hacia el cuerpo tendido de Rachel y liberaron las ataduras que mantenían unidas sus muñecas a los tobillos. La joven intentó forcejear, pero estaba débil y en minoría. Christine le soltó dos bofetones que le dejaron la cara ardiendo y le quitaron las ganas de seguir luchando. Con lágrimas en los ojos, fue ayudada a incorporarse y conducida ante un tablón de madera, con tres depresiones semicirculares forradas de neopreno. Las dos mujeres le obligaron a colocar el cuello en el valle central y cada muñeca en los laterales. Después acoplaron una pieza simétrica sobre la primera y unieron ambas a través de varios cierres, convirtiendo los semicírculos abiertos en círculos cerrados alrededor del cuello y las muñecas de la joven. Rachel quedó atrapada, su cuerpo doblado en un ángulo de 90 grados. Tenía movilidad en el cuello, pero no espacio para pasar la cabeza por el agujero. Lo mismo le ocurria con las muñecas. Entonces la joven sintió cómo colocaban algo bajo su estomago. Parecía de cuero, suave y estaba un poco más alto que el artilujio que apresaba su cuello, haciendo que sus pies quedasen de puntillas y su culo obscenamente expuesto.

Lord Drako observaba a Rachel Redgrave con satisfacción. Era una joven muy bella. Larga melena rubia, ojos azules, labios gruesos y un cuerpazo de modelo, con tetas pequeñas, culo prieto y respingón y dos piernas largas, perfectas. El Amo no pudo evitar una sonrisa malévola al contemplar su culito en pompa, la pelusilla rubia recorriendo su raja, sus blancos cachetes, su cuerpo extremeciendose, expectante ante lo desconocido.

Drako se acercó a una vitrina y tomó una vara de bambú.

Muy bien, joven Redgrave. Espero que diez golpes en las nalgas te enseñen a refrenar tu lengua.

Rachel vió la vara y sus ojos se abrieron como platos, reflejando el terror que sentía.

Por favor, Señor. Lo siento mucho. No volveré a hablar sin su permiso. Por favor, no me zurza.

Querida Rachel, me alegra constatar tu arrepentimento. Sin embargo, has de comprender que no puedo suspender el castigo. Aprenderías erróneamente que las suplicas de una esclava pueden modificar las decisiones de su Amo y eso no es así. Recibirás los diez golpes estipulados.

La joven lloraba desconsolada e impotente mientras Lord Drako se preparaba para impartir el castigo. Sus gimoteos le impidieron oir el silbido de la vara al surcar el aire, pero... ¡ZASSSS! ....sintió en toda su intensidad el latigazo que sacudió su trasero.

¡Aaiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! ¡Aaaiiiiiiiiiiiiiiiiii! ¡Oh Dios! ¡Mi culo, mi culo! ¡Uf, Uf, Uf, Uf, Uf! – la joven chillaba y pataleaba como una cria enrabietada.

Susan cerró los ojos y se habría tapado los oidos de poder hacerlo, para evitar escuchar los gritos de dolor de su amiga. Drako tuvo que aguantar una sonrisa al ver el pataleo de aquella joven mimada y consentida, que sin duda recibía la primera paliza de su vida.

¡ZASSS!, cayó el segundo.

¡Aaiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! ¡Arrrrrrrrrrggggggg! Por Dios, Señor, pare, pare, mi culo, me arde, no lo aguanto.

Pero Lord Drako no paró. Los varazos caían uno tras otro en el trasero de la bella joven, que no tardó en surcarse de feas marcas rojas. Sus gritos, aullidos y súplicas inundaban la habitación y su cuerpo se estremecía de dolor. Cuando Drako administró el último varazo, Rachel era una mujer derrotada, bañada en lágrimas y terriblemente asustada. Su culo ardía horrores y a pesar de que los golpes habían cesado, la joven, semiinconsciente por el dolor, seguía gimiendo y quejandose con voz queda. El hombre se dirigió entonces hacia Susan. Físicamente, la joven Taylor se parecía mucho a su amiga, también rubia, con ojos azules, aunque algo más delgada y con las tetas bastante más grandes.

Espero que esto te haya servido a ti también de lección – dijo.

Sí, Señor – respondió la aterrada joven.

Susan estaba pálida. Desde su posición podía ver el estado en el que había quedado el trasero de Rachel y los gemidos quejumbrosos que emitía su amiga no dejaban lugar a dudas sobre el calvario que estaba sufriendo. El cuerpo de Susan temblaba de miedo. Christine y Andrea se acercaron a ella, la desataron y la ayudaron a incorporarse. Tenía el cuerpo entumecido. Lord Drako la permitió estirarse. Después, las dos mujeres la condujeron hasta unos grilletes que colgaban del techo, conectados a unas poleas. Aunque asustada, Susan dejó dócilmente que levantasen sus brazos y esposasen sus muñecas. Lord Drako ajustó las poleas de forma que la joven se vió forzada a permanecer casi de puntillas. Era una posición incómoda, pero Susan no tuvo que aguantarla durante mucho tiempo. Christine y Andrea agarraron sus piernas y las flexionaron hacia atrás, hasta pasarlas por otros grilletes que también colgaban del techo. Después movieron las poleas hasta que el cuerpo de la joven quedó suspendido en el aire, horizontal, boca abajo a unos 80 cm del suelo, con los brazos y las piernas abiertas. Lord Drako se acercó a ella y sin más dilación le agarró por los pezones y comenzó a bambolear sus colgantes tetas. Susan cerró los ojos y lloró humillada. El hombre observó durante unos instantes el movimiento pendular de aquellos dos melones y entonces, sin poder aguantar la risa pidió voluntarias para ordeñar a su nueva vaca lechera.

Yo, Amo –pidieron Christine y Andrea al unísono. Susan estaba roja de vergüenza.

Riendo, Lord Drako asignó una teta a cada una y en cuestión de segundos las dos mujeres estaban de rodillas succiónando con avidez los rosados pezones de la joven. Susan lloraba de impotencia, sin atreverse a protestar. Con toda su fe suplicaba en silencio a Dios que acabara con aquello. Pero las bocas de Christine y Andrea se aplicaban con pericia y estaban logrando que los pezones de la chica se pusiesen duros como piedras. En ese estado eran muchísimo más sensibles y a pesar de la resistencia moral de la joven, las dos mujeres no tardaron en tenerla suspirando excitada. Lord Drako, situado entre sus piernas observaba el tierno coñito de Susan, sus labios como pétalos abiertos, el triángulo de pelo rubio que coronaba su raja, cuidadosamente recortado. Sin prisas, se quitó toda la ropa mientras disfrutaba de los gemidos de placer de la joven. Estaba delgado, aunque bien proporcionado, con los glúteos musculosos y un tremendo falo circuncidado de veintitrés centímetros de largo y cuatro de diámetro, que se erguía eniesto en su rasurada entrepierna. Lord Drako lo dirigió hacia la tierna rajita de la indefensa muchacha y lo apoyó entre sus labios.

Susan lo notó al instante. Dios mio, me va a follar, se dijo. La joven era aún virgen. Llevaba casi dos años saliendo con Thomas, el hijo de una colaboradora de su madre, pero aún no se había sentido preparada para entregarle su precioso virgo. Y ahora aquel extraño, aquel desconocido cruel, se lo iba a arrebatar. Sentió el glande de Lord Drako recorriendo su raja, acariciandola, llegando hasta su clítoris, acariciandolo, dandolo suaves golpecitos, una y otra vez. Se sorprendió. Pensaba que iba a violarla de forma salvaje pero aquello que le hacía le gustaba, era suave y delicado. Lord Drako apoyó una mano sobre su trasero y comenzó a acariciar sus nalgas. Christine y Andrea seguían mimando sus pezones. La respiración de Susan se hizo más agitada, un intenso escozor se extendía por su raja y se prolongaba hacia el interior de su vagina. El paso de la polla de Lord Drako calmaba ese ardor en la superficie, pero no en el interior y se sorprendió deseando que le metiese la verga, al tiempo que en silencio se llamaba a sí misma puta por tener tales deseos. El hombre acariciaba una y otra vez con su glande la raja de la chica, notando satisfecho cómo aquel joven chochito se iba encharcando de líquidos. El clítoris que lo coronaba hacía tiempo que había salido de su capuchón y se mostraba hinchado, sensible y desafiante, haciendo que Susan se extremeciese a cada caricia. Lord Drako decidió que era el momento de dar el siguiente paso y sin pevio aviso hundió suavemente el ápex de su polla en la vagina de la chica, hasta chocar con su himen.

¡Oooh! – suspiró la joven, obsequiándolo con una abundante descarga de flujos.

El Amo comenzó a follarla lentamente, sin forzar su virgo, sorprendido y maravillado de que aquella belleza de dieciocho años fuese aún virgen. Susan estaba en el cielo, aquello que le estaban haciendo era lo mejor que había probado nunca. Las sensaciones que estaba experimentando eran increibles y la pobrecilla estaba cachonda perdida.

¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh!

La joven ya no se preocupaba por guardar la compostura y gemía abiertamente. A cada embestida, Susan suplicaba para que en esa ocasión Lord Drako no se detuviese y rompiendo su himen, le clavase la polla hasta el gollete. Estaba ardiendo y necesitaba sentirla hasta el fondo de su hambriento coño, pero su moral aún le impedía hacer esa concesión en voz alta. El Amo no tenía prisa, adivinaba lo que pasaba por la cabeza de la joven y sabía que cuanto más lo desease, más se hiría sometiendo a él. Así que siguió jugando con ella. Susan se estaba volviendo loca; por si aquella deliciosa follada no fuese suficiente, los masajes bucales en sus tetas tenían todo su cuerpo electrizado. Lord Drako se dio cuenta de que la joven estaba a punto de correrse y le sacó la verga.

Oh, no –suspiró Susan contrariada.

El Amo esperó unos segundos y volvió a introducir su falo hasta chocar contra su himen.

¡Oooooooh! ¡siiiiii! –gimió la chica, esta vez de placer.

Lord Drako repitió este juego varias veces, haciendola desear su polla como a una perra en celo. Cada vez que se la sacaba se deleitaba en la contemplación del coño de la joven, los labios abiertos, el interior rosado y brillante de flujo, invitandole a seguir con la penetración. Pero Drako tenía otros planes. Dio varios pasos hasta situarse ante la chica y agarrandola por el pelo le ofreció su verga.

¡Oh, Dios! –exclamó la joven al encontrarse aquel trozo de carne ante sus ojos.

Era largo y grueso y brillaba empapado en sus propios líquidos.

Chupala –ordenó Lord Drako.

La joven le miró a los ojos, sin acabarse de decidir. Era una mirada de súplica.

Tal vez prefieras diez golpes con la vara de bambú – amenazó él.

No lo he hecho nunca –se justificó la chica

El hombre suspiró resignado.

Ven aquí, Andrea –ordenó.

Sí, Amo

Andrea tenía 35 años. Bajita, rubia, con melena rizada, ojos verdes y un cuerpo lleno de peligrosas curvas. A la orden de Drako, la mujer dejó de lamer el hinchado pezón derecho de Susan y gateó hasta situarse frente al Amo, sentandose sobre sus piernas con el cuerpo ergido y el pecho ligeramente sacado hacia fuera. A pesar del traje de ejecutiva era obvio que tenía unos buenos melones.

Andrea, creo que esta joven virgen necesita aprender cómo chupar una polla.

Sí, Amo.

Andrea tomó la verga con sus manos y empezó a besarla y lamerla, al tiempo que la masturbaba suavemente. Después de unos minutos, abrió la boca y la engulló lentamente hasta que toda la longitud de la polla desapareció entre sus labios. Susan observaba hipnotizada las evoluciones de la mujer, sin entender cómo podía tragarse semejante falo. Lo mamaba golosa, como una perrilla disfrutando de un delicioso hueso. A lo mejor no es tan desagradable, se dijo la joven. Como si hubiese leido su mente, Andrea tomó el rabo y lo puso ante la boca de Susan. Esta vez, la joven abrió los labios ligeramente y succionó el glande. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Lord Drako puso una mano tras la nuca de la muchacha y comenzó a balancearla suavemente, entrando y saliendo de su boca.

Ves como no era tan díficil –comentó el hombre – Estoy seguro de que muy pronto serás capaz de tragartela hasta los cojones.

La joven no escuchaba. Sentía aquella polla follandole la boca y un cúmulo de sensaciones inundaban su mente. Eres una puta, Susan, se decía, cómo puedes estarlo disfrutando. Era verdad, estaba excitada. Su coño estaba en ebullición y sus pezones ardían bajo los labios de Christine. Aquel hombre le estaba haciendo sentir cosas extrañas, cosas que no había sentido antes.

Mira, Andrea, mira la pequeña puta cómo la chupa. Le queda mucho que aprender, pero parece que le gusta.

Slurp, slurp, slurp. Susan mamaba sin descanso.

Levantate, Andrea y quitate la ropa–ordenó Lord Drako.

Sí, Amo –respondió la esclava, incorporándose.

Andrea se quitó todo, a excepción de las medias y los zapatos. Ropa interior, no llevaba. Tenía el coño depilado, con una anilla en el clítoris y un tatuaje en el pubis que decía "Propiedad de" y un círculo con una D y una P dentro, la marca de Lord Drako y Mistress Patrizia. El mismo anagrama había sido grabado a fuego en su nalga izquierda. Sus pezones también habían sido anillados y conectados por una cadena. Lord Drako le sobó las tetas con una mano, mientras con la otra le dirigía a Susan el ritmo de la mamada. Andrea gemía excitada cada vez que su Amo estiraba los arillos de sus pezones. Estaba muy cachonda.

Amo –dijo- solicito su permiso para tocarme el coño.

Con qué fin, esclava

Su obediente esclava desearía correrse, si el Amo lo permite.

No tienes permiso para tocarte, esclava. Pero sí para hacer uso de la boca de la joven Redgrave. La hemos dejado un poco olvidada.

Gracias, Amo –respondió la mujer con satisfacción

Andrea se dirigió apresuradamente hasta donde seguía arqueada la otra joven. Rachel estaba de espaldas a la acción y no había visto lo que le habían hecho a Susan, aunque por los retazos de conversación y los sonidos que escuchaba era consciente de que su amiga estaba siendo obligada a mamarle la polla a aquel hombre. Oh, Dios, se dijo, espero que esta pesadilla acabe lo antes posible. Entonces oyó las palabras de Lord Drako. No podía ser, le estaba diciendo a la rubia del pelo rizado que usase su boca. No pretenderá que yo...no, no, no puede ser. Eso no. Me niego. Pero Andrea estaba ya ante ella.

Muy bien, niña pija –dijo- a ver qué tal se te da comer coño.

Rachel cerró sus labios con toda la fuerza de la que era capaz, al tiempo que sus ojos se fijaban en el tatuaje y en el piercing clitoriano de Andrea.

Así que me lo vas a poner difícil ¿eh? –constató la mujer con una sonrisa – No te lo aconsejo.

Andrea se movió hasta tener acceso al trasero de la chica y entonces le clavó las uñas en sus castigadas nalgas, arañandolas sin piedad.

¡Aaaaaiiiiiiiiiii! ¡Aaaaiiiiiiiiiiii! – gritó Rachel retorciendose de dolor – ¡Para, por favor, para!

La mujer se detuvo y volvió ante la joven Redgrave dejando que su entrepierna rozase los labios de la muchacha. Ésta seguía con ellos sellados, sin acabar de decidirse a cometer un acto tan perverso. Andrea esperó unos segundos y de nuevo se encaminó hacía los cuartos traseros de la joven. Antes de llegar, y ante la perspectiva de nuevas torturas para su culo, Rachel claudicó.

Espera, espera –dijo apresuradamente- lo haré.

Andrea volvió junto a su cara, deleitándose.

¿Y qué es lo que vas a hacer, princesa?

Pues...ya sabes, lo que me has pedido

Quiero oirtelo decir.

Rachel no podía creerselo, quién se creía aquella zorra que era, no era más que una esclava como ella. No, un momento, ella no era una esclava, ella era Rachel Redgrave, una rica y bella heredera.

Voy a comerte el coño –se oyó decir, enrojeciendo, como si aquellas palabras no pudiesen salir de su boca.

¿Lo has hecho alguna vez? –preguntó Andrea

No, nunca –reconoció la joven- No me gusta. Nunca me han atraído las mujeres.

Te gustará –dijo la mujer- ¡vaya si te gustará! Yo tampoco lo había hecho antes y ahora...pero, basta ya de palabrería. Tengo el coño chorreando.

Andrea situó el pubis ante la boca de la muchacha que la abrió resignada, sacó la lengua y con cierto asco comenzó a degustar su primer chumino.

Lord Drako seguía follandose la cara de Susan, que cada vez iba acomodando más y más rabo dentro de su boca. Slurp, slurp, slurp, los sonidos eran perfectamente audibles. De vez en cuando giraba la cabeza para ver cómo Andrea hacía uso de la joven Redgrave. A juzgar por sus gemidos de placer, estaba gozando intensamente del cunnilingus. Era cierto, la mujer estaba al borde del orgasmo y restregaba vigorosamente su potorro en la cara de Rachel, bañandola con sus líquidos. La joven no tenía más remedio que dejarse usar. Finalmente, Andrea le agarró del pelo y con un chillido de pasión comenzó a derramarse en su boca. Lord Drako aceleró su ritmo y casi simultáneamente su leche inundó a borbotones la boquita de Susan, que hacía lo que podía por tragársela.

Eso es, pequeña zorra, eso es, alimentate de la leche de tu Amo –le aleccionaba Lord Drako.

La joven siguió mamando la verga hasta que quedó totalmente limpia. Christine seguía lamiendo sus pezones, alternando entre ambas tetas. Lord Drako le ordenó detenerse e incorporarse. Ella obedeció rauda. Era una joven alta y atractiva, delgada, con el pelo negro, largo y liso. Tenía 27 años.

Libera sus tobillos –pidió el Amo.

Christine abrió los grilletes que apresaban los tobillos de Susan y le ayudó a apoyar los pies en el suelo. Lord Drako tiró de las poleas que sujetaban sus brazos y volvió a ponerla erguida. Entonces se dirigió hacia Rachel que aún seguía con la cara hundida entre la raja de Andrea, y dirigiendose a ésta última dijo:

Ya es suficiente, ¿no crees?. Vistete y ve junto a Christine.

Sí, Amo –respondió la esclava, sumisa.

Lord Drako liberó a Rachel y la condujo hasta donde estaba su amiga. La joven se dejó llevar dócilmente. Tenía la cara brillante de líquidos y los pezones hinchados. Al final había conseguido excitarse comiendole el coño a Andrea y eso la tenía confusa e intranquila. Lord Drako situó a Rachel frente a Susan, tan cerca que los pezones de sus tetas se tocaban. Ambas jóvenes se miraron y apartaron la mirada con sonrojo. El Amo tomó las muñecas de Rachel y las esposó a dos grilletes que tensó con sus correspondientes poleas hasta que la joven quedó erguida junto a su amiga. Entonces, Lord Drako se retiró y Christine y Andrea, esta última vestida ya, se situaron tras cada una de las jovenes. Las dos esclavas llevaban látigos de tiras de cuero y a una indicación del Amo comenzaron a fustigar los traseros, muslos y espaldas de las jóvenes.

¡Auuuuuuu!!Auuuuuuuu! –gemían las chicas, retorciendose y haciendo que sus cuerpos desnudos se restregasen entre sí.

El dolor era especialmente intenso para Rachel cada vez que el látigo zurcía su ya dolorido trasero.

Por favor, Señor –suplicaba al Amo- digale que pare. ¡Aaauuuuuuu! Haré lo que quiera.

Morreate con tu amiga –ordenó Lord Drako

¿Queeee?

El Amo no repitió la orden. El culo de Rachel ardía, aunque la joven intentaba aguantar. No podía obedecer. Uno tras otro los golpes del látigo seguían cayendo sobre su trasero, mientras sus gritos se iban haciendo agónicos. Poco a poco, también la retaguardia de Susan empezó a acusar el castigo y sus gritos de dolor comenzaron a competir con los de su amiga. Finalmente, como si las dos estuviesen pensando lo mismo, se miraron intensamente a los ojos, llenos de lágrimas y sin mediar palabra juntaron sus bocas y empezaron a besarse. Los latigazos cesaron al instante.

Eso es –dijo Lord Drako- seguid así y no pareis hasta que yo os lo ordene.

Las chicas se estaban besando dulcemente, entrelazando sus lenguas con delicadeza, acariciando sus labios con suavidad. La sensación era sorprendentemente grata para ambas.

Me gusta lo que me haces – susurró Susan rompiendo el beso tras varios minutos.

A mi también –reconoció Rachel.

Y ambas reanudaron el beso. En breve, las dos jovencitas se estaban devorando con pasión, restregando sus pezones entre sí y gimiendo excitadas.

Eso es, zorritas –intervino Lord Drako- y ahora mostradme cómo zorrostrais vuestros coños hasta correos.

Las cachondas jóvenes obedecieron al instante y los labios de sus mojadas vaginas comenzaron a besarse entre sí. La sensación para ambas era increíble, inimaginable. Susan empezó a correrse casi al instante, temblando su cuerpo y boqueando como un pez. Rachel no paraba de besarla mientras ambas movían sus caderas con avidez.

¡ooooooohhh! ¡ooooooh! ¡Siiiiii! ¡Siiiiiiii! –la joven jamás se había corrido de aquella forma.

El orgasmo de Susan acabó por disparar el de su amiga. Rachel sintió como un escalofrio recorria su cuerpo y cerró los ojos mientras explotaba en un clímax que bañaba el coño de su amiga con sus líquidos y le retorcía de placer. Las dos chicas se restregaban y se besaban con pasión disfrutando y apurando al máximo aquel momento de placer. Tardaron varios minutos en recuperarse. Entonces se dieron cuenta de que estaban solas. El Amo y las dos esclavas habían abandonado la habitación. Las chicas se miraron y apartaron los ojos. Pasada la pasión empezaba a hacer acto de presencia la vergüenza. Y la culpa. Ninguna de las dos supo que decir y permanecieron calladas, cada una sumida en sus propios pensamientos.

A aquellos que habeis escrito interesandoos por la historia, haciendo sugerencias, comentarios o dando ideas, mi más profundo agradecimiento. Espero que hayais disfrutado con este tercer capitulo.