Señales de Melinda

Seguir las señales subliminales te puede llevar a los placeres prohibidos del incesto.

Señales de Melinda

Por Georgina del Carmen

Formo parte de una familia como hay cientos de miles en esta enorme ciudad de México, Es una familia pequeña compuesta, además de mí, por mis padres y mi hermana menor Melinda.

Actualmente tengo 23 años y estudio los últimos semestres de una carrera profesional. Mi hermana Melinda es menor que yo cinco años, recién cumplió 18 años y esta por terminar la educación preparatoria.

Mi hermana es de rostro agradable y fue dotada por la naturaleza con un excelente cuerpo, excepto por el busto que lo tiene pequeño, pero lo demás lo tiene muy bien desarrollado y delineado, especialmente sus hermosas nalgas que son la envidia de las mujeres y el deseo lascivo de los hombres.

Nunca me había fijado en ella como mujer, siempre la vi como mi hermanita menor, aunque estaba consiente de su buena figura en razón de que mis amigos me bromeaban diciéndome "cuñado" y hacían comentarios acerca de su apetitoso cuerpo, todo ello como una broma, pero en realidad les atraía como a otros miles.

Hace ya un año y medio me empecé a fijar en ella como la mujer que es, o sería mejor decir que Melinda se encargó de que me fijara y despertara en mí los deseos prohibidos del sexo incestuoso, hasta convertirse en la reina de mis fantasías sexuales y posteriormente en la mujer que más satisfacción sexual me da.

Todo inició un buen día en que, como acostumbrábamos por razón de horarios escolares, ella se metía a bañar antes que yo pues entraba mas temprano al colegio, así que al salir ella del baño entraba yo para asearme. Aquel día cuando mi hermana salió del baño y entré yo, al cerrar la puerta me encontré con sus diminutas y sensuales pantaletas sucias colgadas de la perrilla de la puerta por la parte de dentro, no le dí importancia en ese momento y solo pensé que era una chica sumamente desordenada.

Al día siguiente fue lo mismo, los posteriores igual y así durante quizá dos semanas, sin querer sabía que pantaletas, de que tipo y color había usado Melinda el día anterior. No había caído en cuenta que su demás vestimenta, brassiere, pantimedias y ropa exterior si estaban en la cesta de la ropa sucia, y curiosamente solo las pantaletitas estaban fuera de lugar, pendiendo de la manija de la puerta, en donde por fuerza tenía que verlas y tocarlas para poder manipular la puerta.

No sabía que pensar de aquella extraña situación, pero a poco me fui fijando mas en su excelente figura a cada momento en que estaba frente a ella y coincidía secretamente con mis amigos en que Melinda estaba bien buenota y empezaba a lamentar que fuera mi hermana.

Una noche, ya casi al amanecer tuve un "sueño húmedo" en el que disfrutaba sexualmente de Melinda manoseando todo su rico cuerpecito y terminaba cogiéndomela. Estuve a punto de venirme en los calzoncillos cuando por fortuna desperté, en consecuencia me levanté extremadamente cachondo con unos deseos irresistibles por el incitante cuerpo de mi sabrosa hermana.

Era la hora de ducharme y me dirigí al baño, en esos momentos Melinda estaba saliendo del baño, no llevaba la bata que por lo general usa para salir del baño, solo estaba envuelta con la toalla que le cubría por encima de sus chichitas y a la mitad de sus suculentos muslos. En cuanto la vi en esa provocativa situación sentí como la verga se me empezaba a endurecer con la convicción de que debajo de la toalla estaba encueradita, con la mirada le acompañe en el excitante contoneo de su cuerpo hasta que entró a su habitación, imaginando que no llevaba la toalla y podía verla encueradita. Para entonces ya tenia la verga a todo lo que me daba de erección.

Al entrar al baño lo primero que vi fueron sus pantaletitas que pendían de la manija de la puerta, eran de color negro, tipo tanga, con encajes por el frente y el resto de material transparente. Lo que nunca había hecho, me fue imposible dejar de hacer, tomé las pantaletas de Melinda para examinarlas e instintivamente las llevé a mi nariz para olfatear el aroma íntimo de su papaya y su culito, era embriagador, me parecía que era la más deliciosa fragancia que había percibido en mi vida.

Involuntariamente me empecé a friccionar la verga con las pantaletas sucias de Melinda, era deliciosa la sensación que me daba frotar mi falo con el suave material de la prenda mas intima de mi hermana y no dejaba de pensar que aquella exquisita pieza de lencería había estado pegada a sus partes intimas todo el día anterior y que apenas unos minutos antes aun estaban en su vellosidad, su papaya y su lindo culito.

No pude resistir mucho y eyaculé irremediablemente, limpié los residuos de mi esperma precisamente con el "puente" de las minúsculas pantaletas como si lo hiciera en el sexo de mi hermana, dejándolas nuevamente en donde estaban.

Me aseé y salí del baño, me vestí y para lavarme la boca volví al baño, las pantaletas de Melinda ya no estaban en la perilla de la puerta, revisé el cesto de la ropa sucia y estaban ahí, seguramente mi hermana las había puesto en su lugar. Me alarmé, seguramente Melinda se habría dado cuenta de los residuos de semen que estaban en sus sensuales calzoncitos, no sabría que decir si acaso me dijese algo al respecto, simplemente lo negaría, pensé.

Cuando salí del baño, mi hermana ya se había ido al colegio, respiré con tranquilidad. Pasó el día con normalidad, excepto porque seguía pensando morbosamente en mi hermana, recordando el sueño erótico que tuve e inevitablemente la verga se me paraba acrecentando mis deseos carnales por Melinda y maximizando sus encantos corporales.

Al medio día, a la hora de comer, me encontré nuevamente con mi hermana, ya se había cambiado el uniforme escolar y lucia en brevisisma minifalda que dejaba a la vista más de la mitad de sus formidables muslos y un top que evidenciaba la falta de brassiere, que en realidad no necesitaba por lo pequeño de sus senos.

Me senté en la sala esperando a que mi madre nos llamara a la mesa, trataba de evitar la presencia de Melinda, por si hubiera que decirme algo de lo sucedido esa mañana con mi semen en sus pantaletas sucias. No sé si por casualidad o premeditadamente mi hermana fue a sentarse justo frente a mí, yo fingía leer el periódico y ella hojeaba una revista, no había que esforzarse para ver al fondo de su entrepierna sus pantaletas en color amarillo, la verga se me entiesó como pocas veces, no perdía detalle de los movimientos de mi hermana que sin preocupación me enseñaba sus encantos íntimos y me ponía al borde de la eyaculación. Aquella erótica exhibición se prolongó después de la comida durante toda la tarde. Era increíble que Melinda no se diera cuenta de mis morbosas miradas, o tal vez le agradaba excitarme.

A la mañana siguiente a la hora del baño me vi obligado a masturbarme nuevamente frotando sus sensuales calzoncitos en mi virilidad, esta vez al momento de eyacular quedó más cantidad de esperma en las sensuales pantaletitas. Así las dejé y como el día anterior, al volver al baño ya estaban en la cesta de la ropa sucia. Esta situación se repitió cada día por dos semanas en las que ya de plano me venia totalmente sobre el puente de las pantaletas de mi hermana y era imposible que ella no se diera cuenta, sin embargo no había queja ni comentario al respecto, igualmente continuaban las facilidades que Melinda me daba para verles las piernas y al fondo de éstas sus excitantes pantaletitas cubriendo su vellosidad y su deseada papaya.

Luego de un par de semanas, por fin llegó el día en que mi propia hermana dio el paso decisivo para que esta excitante situación pasara a mayores. Ese día la encontré saliendo del baño, igual que otras veces se cubría solo con una toalla, pero esta vez más pequeña, la sujetaba por encima de sus chichitas y apenas alcanzaba a cubrirle parcialmente sus sabrosas nalgas.

Cuando nos encontramos me sonrió con extrema coquetería y sabedora que le acompañaría con mi morbosa mirada, bamboleaba su cuerpo de manera provocativa rumbo a su habitación, podía verle una buena porción de la parte baja de sus hermosas nalgas, cuando llegó a la puerta de su recamara volteó para cerciorarse de que le miraba, pude verle en el borde bajo de la toalla los indicios de sus vellosidad que escondía su vulva, volvió a sonreír con sensualidad y giró para que pudiera darle una última mirada a su apetitoso trasero y fingiendo casualidad se levantó un poco mas la toalla dejándose ver la mitad de sus lindas nalgas al desnudo.

Entré al baño y ahí me esperaban sus pantaletas, unos boxer o "cacheteras" en color blanco totalmente transparentes. Hice lo mismo que los días anteriores eyaculando hasta la última gota de esperma en ellas, previo olfateo de sus aromas íntimos y frotarme la verga con ellas.

Ese día era sábado y en consecuencia no había colegio, Melinda se atavió con una blusa ombliguera muy ajustada que evidenciaba su pequeño brassiere en color beige, una minifalda exageradamente corta, de corte amplio, con la cual no me costó ningún trabajo poder verle las pantaletitas tanga, del mismo color que el sostén, en fino material translucido que solo era un poco obscurecido por el frente por su vello pubico que no podía ocultar.

Descaradamente Melinda se agachaba frente a mí sin doblar las rodillas, con el propósito de que pudiera verle sus ricas nalgas devorando sus pantaletas. Fingía recoger algo del piso poniéndose en cuclillas con las piernas un tanto separadas con lo que me exhibía su papayita forrada con las transparentes pantaletas. Se asomaba por la ventana que da a la calle de manera desmedida de tal suerte que la faldita se le subía y exponía sus encantadoras nalgas a mi mórbida mirada.

Por la tarde fue lo mismo, la única variante fue que se sentaba frente a mí separando las piernas para mostrarme su panochita a través de las pantaletas y se recostaba en el descansabrazo sillón con la pierna cruzada mostrándome todas sus nalgas o fingía que "buscaba algo" tras el sillón empinándose por completo, para que pudiera disfrutar de su hermoso trasero al natural ya que las pantaletas estaban entre sus nalgas, repentinamente volteaba para descubrirme mirándola y cínicamente me sonreía con coquetería y sensualidad dirigiendo su mirada al bulto que hacia mi erecta verga bajo mi pantalón. Era el día clave.

Cuando decidí ir a dormir me llevé tremenda sorpresa, al entrar a mi cuarto y cerrar la puerta sentí algo en la manija de la puerta, sí, eran las pantaletitas beige de Melinda, las mismas que durante todo el día me estuvo enseñando como cubrían sus exquisitos "encantos íntimos", aun estaban húmedas del puente por los jugos de su papayita y su exquisito aroma de su sexo y su culito se aspiraba con facilidad, con la frescura que implica que apenas unos instantes antes aun estaban en las partes intimas de mi hermana, era como si lo estuviera aspirando de forma directa de su cuerpecito.

La verga se me paró como impulsada por un resorte, Melinda las había puesto ahí como una señal más, que con toda claridad me decía lo que quería de mí. Lo pensé por un momento mientras me desnudaba. No había duda y no podía dejar pasar la oportunidad que tanto había deseado. Solo me dejé la trusa para disimular un poco mi erección, me puse una bata y llevando las pantaletitas de mi hermana en la mano me dirigí a su habitación.

Me detuve en la puerta y aspire una vez mas las pantaletas de Melinda para darme valor y abrí la puerta sin tocar introduciéndome con rapidez, en uno de los dedos de mi mano pendían sus sensuales pantaletas. Mi hermana estaba sentada en el tocador limpiándose el maquillaje del rostro, al verme se puso de pie girando para quedar de frente a mí, me quedé petrificado por la excitante imagen que estaba ante mi vista.

Mi hermana estaba prácticamente desnuda, solo llevaba puesto un corpiño trasparente que no estaba abrochado y permitía ver con toda claridad sus pequeñas y deliciosas tetas, calzaba unas sandalias de tacón alto, cualquiera diría que me estaba esperando. Su hermosa figura estaba plena ante mi morbosa mirada, sobresalía el manchón de vellos negros que cubrían su abultada pelvis que contrastaba con la blancura de su piel. Melinda erguía su cuerpo ante mí mostrándome lo generosa que había sido la naturaleza con ella. A través del espejo del tocador podía ver también sus suculentas nalgonas.

Sonriendo coqueta me dijo "¿Me trajiste mis pantaletas?... ¿Qué mas me trajiste?". Su vista estaba puesta en mis genitales, era evidente que se refería a mi órgano viril. No había nada que decir, solo me desabroché la bata quitándomela y dejándole ver el bulto que hacía mi endurecida verga. Melinda avanzó lentamente hacía mí, luciendo su provocativo cuerpo. "¿Te gusta mi cuerpo... Quieres tocarlo?", Me dijo mientras se acercaba voluptuosa, llegó a mí echándome los brazos al cuello y repegando su peluda panocha en el bulto de mi verga.

"Acaríciame toda, disfruta de mi cuerpo" me decía al oído con voz sensual, me tenía sorprendido, no pensaba que mi hermanita menor fuera tan cachonda y menos conmigo, su propio hermano. Melinda buscó con sus labios mi boca chupándome los labios y pasando su lengua por ellos, le correspondí mientras mis manos recorrían su cuerpo, especialmente por las hermosas nalgas de mi hermana, ella frotaba su pelvis contra el bulto de mi verga, sin dejar de besarme bajó las manos y tiró de mis calzoncillos hacía abajo liberando mi endurecido camote contra el que se seguía frotando.

Dio media vuelta poniendo sus nalgotas en mi falo y sin recato se friccionaba contra él, mientras yo me daba gusto manoseando sus chichitas y su vellosidad púbica, sus muslos y todo lo que podía de su encantador cuerpo, ella se colocó mi verga entre sus muslos atrapándola entre ellos y frotándola con su vulva como si me estuviera masturbando con su babeante papaya y sus nalgas se restregaban contra mi vientre mientras nuestra respiración se agitaba y los jadeos se multiplicaban.

Me zafé de la pose para tenderla en la cama besando y lamiendo cada micra de su cuerpo, poniendo especial enjundia en sus chiches, nalgas, culo y papaya chupando y tragando el delicioso jugo que de su candente sexo escurría. Melinda estaba mas que complacida y me animaba con frases cachondas en las que me expresaba lo rico que estaba sintiendo.

Era su turno, se sentó en la orilla de la cama y yo acerqué mi camote a su boca, lo colmo de sonoros besos en la cabeza y lo chupeteo para luego mamarlo en forma metiendo casi todo mi falo en su boca y garganta al tiempo que me acariciaba los güevos con una mano y con la otra las nalgas, yo me aferraba a sus sabrosas chichitas duras como una naranja.

Sacó mi verga de su boca por unos instantes para decirme "¿Qué me vas a hacer... Me quieres coger?", Me sentí en la gloria al escuchar sus palabras, pero antes de que le contestara me advirtió, "Soy virgen de mi vulva y así me quiero quedar", me desencanté por completo, pero me incrementó la lascivia que perturba a cualquier hombre cuando me dijo "Pero si quieres cógeme por atrás", incrédulo le inquirí, "¿Por tu culito?", "Sí, quiero sentir tu verga metida en mi culo... me encanta que me la metan por mi pedorrito".

Sin decir mas se dejó caer en la cama, abrió las piernas lo mas que pudo y las elevó sosteniéndolas con sus manos por las corvas ofreciéndome su diminuto y precioso culito, con mis dedos tomaba el jugo que de su papaya escurría abundantemente introduciéndolo en su apetitoso ano con el fin de lubricarlo. Enfilé la cabeza de mi verga al minúsculo agujerito y haciendo un poco de presión lentamente el lindo culito de Melinda fue devorando mi camote entre ayes de placer hasta que solo quedaron fuera de su templo de Sodoma mis güevos.

El vaivén de mi verga en la colita de mi hermana tomó velocidad, Melinda movía su cadera como una maestra del enculamiento no obstante su corta edad, "Así, que rico me coges el culo... Disfruta mi chiquito... Enculame toda... Hazme venir" me repetía incansablemente, lo que me excitaba más aun.

A los pocos minutos mi hermanita se estaba viniendo en estridente orgasmo, pude ver lo que nunca había presenciado, ¡Melinda eyaculaba!. De su suculenta papaya brotaba a borbotones gran cantidad de espeso flujo vaginal, que por la pose que guardábamos bañaba mi verga con su néctar lubricando mas su hermoso culito que se abría generosamente al grosor de mi camote que entraba y salía con fluidez y de manera total pudiendo ver la obscuridad de sus entrañas para volverla a encular de un solo golpe antes de que se cerrara.

A petición de ella cambiamos a la clásica pose de "perrita", con lo que podía acariciarle las chichitas con una mano y con la otra frotarle su hinchado clítoris. Mi hermanita no tardó mucho en venirse nuevamente tan abundantemente como el anterior.

Ya me era imposible aguantar mas la eyaculación, le advertí que estaba a punto de venirme, "Dame tu leche en la boca... Quiero probar tu esperma" me decía con ansiedad, se dio media vuelta sacándose mi verga de su culito divino y metiéndose mi camote entre los labios, justo a tiempo, empecé a eyacular dentro de la boca de Melinda que tragaba mi semen con deleite hasta la última gota.

Fue el inicio de nuestra "pecaminosa" relación incestuosa, casi a diario tengo la dicha de poder encular a Melinda y el cachondeo entre nosotros es constante aprovechando cada momento que tenemos oportunidad, nos besamos y chupamos incontables veces nuestras partes intimas durante el día dándonos mutuo placer fraterno.

Georgina del Carmen

Los datos para este relato fueron proporcionados por la ciber amiga MeHuSa, quien asegura son verídicos y autoriza su redacción y publicación por lo que lo pongo a su consideración.