Semimordido su labio inferior, arqueada su espalda

Piernas abiertas de mi mujer ofreciéndose al máximo. Falo de él con imperiosa y continuada erección como ella desea.

Dejé avanzar mi dedo índice, muy despacio, hacia el testicular vello rubio que se agitaba furiosamente.

Mi mujer, rodillas y codos en el colchón, semimordido su labio inferior y arqueada su espalda en bello escorzo, buscaba mayor penetración en cada embestida en un paroxismo de caderazos contra el pubis del macho. En cada golpe de mayor hondura, los testículos martilleaban contra el clítoris de Gemma.

Impotente de mantener mi posición únicamente como trasero observador busqué, con mi pulgar derecho, un hueco entre el tronco del pene y el clítoris avanzando con la mayor dulzura posible entre aquellos embates….

El tiempo se detuvo, se congeló la vorágine y los dos rostros se volvieron hacia mí.

Ella, todavía mordiéndose el labio inferior y con los ojos entrecerrados, él con asombrada mirada.

Por unos momentos lamenté haber invadido aquel hermoso y salvaje acto pero enseguida pude comprobar su aprobación cuando hicieron sitio al dedo invasor y ambos genitales buscaron la caricia.

Llegué más lejos y, con la mano entera cogí abiertamente los atractivos testículos haciendo engallar todavía más el endurecido miembro penetrante y arreciar en ambos el deseo del ansiado clímax.

En mi mano, todavía sujetando y acariciando las viriles glándulas, noté entre ellas y la próstata contracciones que anunciaban el impulso de fluído vital que, en décimas de segundo, llegarían hasta lo más íntimo de mi mujer.

Los gemidos de ambos, roncos, cortos, intensos pero como hacia adentro los de él y los de ella agudos, largos como pidiendo más fueron, quizá, el momento más morboso que viví aquel día.

Me quedé con ganas…. con ganas de acariciar con la yema de los dedos los bellos anillos rosados que se relajaban, ambos según a mí se me antojaba, buscando una amorosa penetración.

Ganas de lamer el femenino sexo abrillantado por el amor. Ganas de engullir y apropiarme del asombroso y admirable falo que era capaz de producir un placer que ya no está a mi alcance.

Otro día llegaremos más lejos porque ella también lo desea. Desde que decayó mi impulso sólo cuando hemos llegado, de común acuerdo, a esta solución para satisfacer la líbido de Gemma he podido dormir tranquilo.

-No quiero engañarte- me decía ella haciendo que surgiera en mí la urgencia de una solución– pero necesito algo en mí.

-Me dijiste que sólo mirarías y que el regalo era sólo para mí –dulcemente me recriminó después- pero me gustó lo que hiciste aunque me sorprendió.

No le he contestado, no quiero desconcertarle ni puedo explicar cómo ha aparecido en mí esa irreprimible atracción hacia la pareja ayuntada.

Si mi sexo respondiera querría penetrar a ambos.

A ella con una doble penetración rozando excitantemente mi sexo con el del otro macho.

Penetrarle a él cuando estando sobre ella ofrece su rosado, juvenil y depilado ano abiertamente excitado.

Con Gemma sentada sobre mi cara y buscando la caricia lingual que más deseará  al tiempo que ambos extendieran húmedamente sus bocas y sus manos desde mi pubis hasta mi ano.

Contemplado una demorada felación mientras yo busco su excitable punto G, con el derecho dedo corazón engatillado y la palma izquierda presionando suavemente su venusiano monte.

Piernas abiertas de ella ofreciéndose al máximo.  Falo de él con imperiosa y continuada erección como ella desea.

Y mis ojos, mis manos, mi boca, mi sexo fláccido como un halcón…. o mejor como un buitre a la espera de las migajas que todavía pueda alcanzar…..