Semilla, inspiración y fantasía
Prosa poética y poesía erótica.
Semilla
Después quiero dejarte mi semilla –más rico en espermatozoides que la noche es de estrellas– en donde no sea un peligro. En tus glúteos, o en tu vientre, llenarte el ombligo de ella. O en tu espalda, o en tus piernas, o en tus mamas, o en tu cuello. Eso sí, jamás de los jamases en tu boca, en tu cara o en tu cabello. Eso no. Dentro de las relaciones sexuales consentidas tienen que haber reglas de oro, y esa para mí es una de ellas. Después quiero limpiarte con lo que haya a mano. Quiero vestirte, volverte a poner yo mismo tu ropa interior. Que me acomodes y te acomodes el pelo. Encanto, lindeza femenil.
Cuerpos hechos de vicio, disolviendo todo el estrés –que es más feo que la herrumbre– como dos bolas de anís. ¿Cuál es el alboroto si hemos mojado el acolchado? ¿Cuál es el escándalo si hemos mojado las sábanas o el cubrecama? ¿Si hemos mojado nuestras toallas? ¿Si dibujamos varias manchas de humedad en las telas? ¿O si hicimos un enchastre? Lo lavaremos todo al terminar.
Inspiración
Inspiradores
sean tus besos
más sonados,
que se escuchan más claros
que los siseos de una anaconda,
haciéndome más merecedor de ti.
Inspiradores
sean tus suspiros más hondos,
que se escuchan más claros
que las ululaciones de un búho.
Inspiradores
sean tus jadeos más guturales y profundos,
que se escuchan más claros
que los aullidos de un lobo.
Inspiradores
sean tus gritos más indisimulados,
que se escuchan más claros
que los relinchos de un caballo.
Inspiradores
sean tus cabalgadas más ruidosas y aceleradas,
que se escuchan más claras
que la lluvia cayendo sobre un tejado.
Inspiradores
sean tus lamidas más mojadas
y tus caricias más intencionadas.
Los dos roncos y consumidos
por un deseo melifluo,
bañando nuestros semblantes
con lo mejor de él,
intercambiando abundante cantidad de sudor,
confidencialmente cardiacos.
Un deseo,
que si pudiera hablar,
diría tu nombre completo
con la misma blandura que el talco,
o con la misma blandura que la tela fría.
Fantasía
Fantástico
sea el temblor
que deja tu voz al gemir
y el temblor
que hacen tus piernas
al intentar resistir.
Fantástica
sea la velocidad
con la que tus pechos y tus cabellos se mueven,
y la velocidad
con la que cierras y abres tus glúteos
al montarme como una posesa,
chupándote el labio inferior
y exhalando por la nariz,
sintiendo que nuestros vientres van a explotar.
La vida empezó a parecerme un arte en sí,
y tú haces arte
excepcionalmente bien.
Siento que estoy rozando el paraíso
cada vez que sonríes
cuando te estoy montando,
con tus piernas en mis brazos
y hay gotas que están cayendo
hacia el surco que hay entre tus glúteos.
En el cielo me siento
cada vez que sonríes
cuando anexamos nuestros impudores,
con tus piernas en mis hombros.
En las nubes me siento,
cada vez que ríes
mientras vinculamos estrechamente nuestros impudores,
que se aceptan sin ningún reparo.
Los dos,
estando idos de placer y haciéndole un homenaje,
pareciendo durante segundos
impermeables a cualquier distracción,
volando cometas de júbilo en su auge.