Sementales de ebano
Lo descubrirá el que lo lea, si es que se dignan publicarlo. No creo que sea mucho pedir
SEMENTALES DE EBANO
Rosana era una maravillosa hembra. A sus años, había descubierto que lo que más le gustaba era follar, y tenía un cuerpo absolutamente idóneo para ello: medidas que enloquecían a todos los hombres que la habían gozado. La muchacha era negra jamaicana y tenía dos hermanos gemelos mayores, dos tiazos mulatos de veintidós años. Curiosamente, la piel más clara de los varones contrastaba con el lustroso color de ébano de la chica.
Alex y Tom, sus hermanos, parecían dioses africanos, sus poderosos cuerpos sin vello, musculosos y relucientes como trajes de goma, sus enormes rabos de sementales incansables de penetrar a chicas y a chicos. Sin duda, a ellos también les encantaba follar. En realidad, eran tan guapos que todos los que llegaban a conocerlos suspiraban por llevárselos a la cama. Y su hermana Rosana no iba a ser menos.
La primera vez que lo hizo con uno de sus hermanos fue el día en que llevó a casa a una amiga del colegio llamada Patricia, una espléndida rubita de la misma edad que Rosana y de la misma clase. Ese día había pedido a su hermano Tom que ayudara a Patricia con sus deberes (algunos problemas de álgebra), pero en realidad aprendieron cosas muy diferentes. Los había dejado a los dos estudiando en la habitación de ella, y al volver se los encontró follando sobre su cama. Patricia chupaba con avidez la polla de Tom y pasaba también la lengua por los muslos, el vientre y los testículos del muchacho, dejando el cuerpo del mulato mojado y brillante por la saliva de la chavala. Al mismo tiempo, las manos de la chica exploraban los marcados músculos del abdomen de Tom y le acariciaba los poderosos brazos y pectorales con verdadero placer y admiración. Seguidamente, Tom, que estaba tumbado en la cama, se agarró la polla con una mano, hizo un gesto a Patricia y ésta se montó sobre la espléndida picha oscura, los flancos de la chica pegados al cuerpazo sublime del mulato, jadeando enardecida a medida que el chochito rubio de la colegiala era fecundado por el inmenso pedazo de carne color canela. Patricia movía el culo abierto en torno al ardiente y prominente cipote del mulato, envainándoselo rítmicamente en el coño y cabalgando la pollaza como una experta amazona. Los muchachos, al mismo tiempo, unían sus lenguas sedientas, bebiéndose el uno al otro sus bocas febriles. Tom alargó el cuello para lamer los pezones de la chavala y pegar largos lametazos en el cuello de la hembra, que, mimosa, gemía agradecida. Entonces Rosana, desde el umbral de la puerta, se fue desabrochando despacio su pantaloncito corto vaquero y empezó a acariciarse la vulva con la mano derecha, temblando de excitación. No estaba dispuesta por nada del mundo a perderse la soberbia escena en la que su hermano Tom se follaba en su propia cama a su mejor amiga.
La puerta del cuarto estaba abierta, y justo en el momento en el que el pantaloncito hubo caído a sus pies y ella, inclinada contra la pared, el cabello en desorden, las piernas abiertas, se abría y restregaba el chocho con sus dedos, contemplando extasiada cómo la rubita estaba siendo montada por el chulazo de su hermano, sintió la presencia de su otro hermano. Alex, incapaz de resistir la curiosidad, se había acercado sigilosamente al cuarto al oír los gemidos salvajes y acompasados de los muchachos jodiendo.
Antes de llegar al cuarto de su hermana, al que se accedía a través de un largo pasillo, y situado a unos cuantos metros de distancia, observó que Rosana se colocaba en el vano de la puerta. Desde donde se encontraba, justo de pie en el pasillo y en línea recta hacia la puerta, Alex alcanzaba a ver perfectamente las soberbias nalgas de su hermana, que se hallaba de espaldas a él. Rosana movía las caderas sinuosamente, con dulzura y sensualidad pero también con ansia. Era evidente que la chica estaba allí de pie masturbándose.
Alex veía cómo se balanceaba acompasadamente, exhibiendo sus prominentes caderas como una invitación al pecado, echando hacia atrás la mano izquierda para acariciarse el redondo y carnoso trasero en toda su extensión e introduciendo, primero un dedo, y luego dos, en la boca del esfínter, mientras la otra mano se afanaba en sacar a la luz los jugos de su coño tropical.
Alex no pudo contenerse más ante aquella visión que, de tan deliciosa, se hacía por momentos insoportable. Sospechó, por los jadeos que salían de la habitación como una tromba de agua incontrolable, que su hermana se estaba masturbando contemplando cómo Tom se follaba a una piba, no sabía quién, aunque muy posiblemente la rubita tan mona que Rosana había llevado a casa. Así que Alex se bajó en un instante la cremallera de su pantalón vaquero y se sacó de golpe su enorme polla; se le empezó a cascar con furia mientras contemplaba a su hermana, que le daba la espalda y que inclinaba hacia atrás su espléndido culo, sus dedos ensartando su ojete y mostrando en todo su esplendor la soberbia raja que le partía las nalgas y que cobijaba el chochazo peludo color chocolate. Entonces decidió que ya había llegado el momento de que esas preciosas nalgas apagaran el deseo de su palpitante y desbocada polla, por lo que se aproximó a su hermana, situándose justo detrás de ella, apuntando con su falo tieso y desnudo al culo reluciente de la chavala.
En el momento en que el miembro viril empezó a acariciarle el trasero, el mulato se lanzó a besar con pasión el cuello de su hermana, aspirando embriagado el olor que emanaba del cuerpo de la chica, un inconfundible olor a hembra en celo. Y como regodeándose en esta nueva perversidad, puso un dedo en la nariz de su hermano para que éste se deleitara con el aroma de los jugos que manaban de su entrepierna, y a continuación se los dio a probar metiéndole el dedo en la boca.
Cuando uno ha aspirado profundamente el olor de una hembra como esa y ha probado el zumo de un chocho joven, no tiene otro remedio que liberar al depredador que lleva dentro. Alex empezó a abrazarla con un ansia verdaderamente animal, manoseándole las tetas con sus manos grandes y fuertes. Entonces comprobó lo que sólo era una sospecha. Y viendo cómo su hermano Tom y Patricia copulaban, se puso aún más cachondo, así que se agarró el enorme cipote con la mano derecha y empezó a frotarlo contra el trasero de su hermana, mientras su mano izquierda no paraba de trabajarle las tetas, pellizcándole los pezones y haciéndola gemir de gusto.
De repente, le entraron unas ganas locas de metérsela por el culo allí mismo, en presencia de su hermano gemelo y de la otra chica, que no paraban de joder, pero antes decidió comérselo por entero, así que se colocó de rodillas detrás de Rosana y empezó a lamerle ese prodigio de la naturaleza, dejando regueros de saliva en la aterciopelada piel de las nalgas, devorándole la almeja y penetrando con su lengua en el oscuro orificio que iba a hacer suyo.
Después de haberle trabajado el culo a conciencia, se puso en pie y volvió a abrazarse a la muchacha; y mientras volvía a masajear aquellas tetas coronadas por gruesos pezones negros, le puso el cipote entre las nalgas, justo a la entrada de la divina abertura del ano. Las manos del chico se movían incontrolables, incapaces de dejar de sobarle y estrujarle los senos, subiéndole finalmente el "body" blanco hasta el cuello y pellizcando los turgentes pezones de chocolate de la chavala, que a estas alturas, y a causa del febril estado de excitación que la dominaba, habían adquirido el grosor y la dureza de las canicas. Alex no paraba de besar y lamer el cuello de su hermana, que se abrazaba con más fuerza a él. La chica gemía enloquecida, inclinando la cabeza hacia atrás para sentir la boca del macho, y movía el culo sobre el falo oscuro del veinteañero. En el preciso momento en que Tom empezaba a follarle el culo a Patricia, que jadeaba como un animal herido, Alex penetró por detrás a su hermana, primero el chocho, y luego el ano, metiendo y sacando rítmicamente su picha de la esponjosa concha y del glorioso esfínter de la negra.
Una vez que las dos parejas hubieron terminado su faena, los cuatro se juntaron, cerrando la puerta de la habitación. A esas horas sus padres no estaban en casa, pero toda precaución era poca. Nadie debía echar a perder su orgía. Ninguno de ellos era capaz de imaginar lo que sucedería si sus padres los pillaban allí follando.
Rosana y Patricia se pusieron a gatas en el suelo, sus rostros rozándose, sus espléndidos traseros colocados frente a las pollas de esos dos sementales. Los hermanos iniciaron la enculada al mismo tiempo. Rosana y Patricia se besaban y se lamían el rostro mutuamente, a cuatro patas, mientras eran sodomizadas por los dos imponentes mulatos. Esta vez era Alex quien montaba el culo de la rubita, en tanto que Tom se dedicaba a empalar a su hermana, los culos rebosantes de las chavalas enclavados en los salvajes cipotes oscuros de los gemelos.
Al terminar, Rosana pidió a Alex que la volviera a dar por el culo. Este aceptó con entusiasmo, pero, al mismo tiempo que su polla abría el culo de su hermana por segunda vez, quiso sentir la polla de Tom abriéndose paso a través de su propio ojete. Resultó un trío verdaderamente salvaje. La pollaza de Tom se ensartaba como un arpón en el ano de Alex, y éste, mugiendo como un toro y presa de un gozo incontrolado, se la metía por el culo a su hermana Rosana, la maravillosa pibita negra, los tres sudorosos y lúbricos.
Finalmente, para rematar la faena, mientras Rosana se masturbaba tendida sobre la cama, su hermoso cuerpo de gacela exhibiéndose en todo su esplendor y desplegando su vagina color caoba cual estandarte del vicio, Patricia dejó que los dos gemelos la hicieran suya. Tom se tumbó de espaldas en el suelo y Patricia introdujo su chocho en el rabo tieso del chico. Cuando la rubita cabalgaba el lustroso cuerpo de Tom, Alex se agarró el pollón y, después de meneárselo y de ensalivarlo, se lo enfundó a la chica en el prieto ano. Los gemelos practicaron una doble penetración febril, las dos pollazas copando los agujeros de la chavala, moviéndose como serpientes, enroscándose en el cuerpo femenino, las dos vergas oscuras entrando y saliendo lascivamente del blanco trasero y del coño rubio de la hembra adolescente, jodiéndola sin piedad y sin freno, como una eterna ofrenda a los dioses.