Semen en la cara

Sensaciones contradictorias en una mujer que parece tener claro su papel de esposa y madre.

Llegué a casa más o menos a la hora acostumbrada. Disponía de unos veinticinco minutos para preparar la comida de mi marido, que vendría del trabajo, y de mi hijo, que llegaría del instituto. Antes de poner el agua a calentar para cocer la pasta, me dirigí a mi dormitorio para cambiarme la ropa de calle por una más cómoda de estar en casa. Como debía apresurarme para que no se hiciese tarde empecé a desabotonarme la blusa a lo largo del pasillo y a aflojar la cremallera de mi falda, pero al pasar por la puerta del cuarto de baño escuché un ruidillo persistente que me asustó primero y me hizo sentir curiosidad después. La puerta estaba entreabierta, la abrí del todo para ver qué sucedía dentro, a la vez que mi falda caía hasta mis tobillos y mi blusa estaba totalmente abierta. Así se me veía en ropa interior y quien estaba allí para observarlo era mi hijo, al que sorprendí masturbándose. Pero la sorpresa de verme frente a él no le hizo detenerse, al contrario, comenzó a pajearse más violentamente y yo como una estatua de piedra. En cinco o seis sacudidas eyaculó jadeando ahogadamente. Un minuto de silencio, mirándonos el una al otro y finalmente se levantó, se dirigió a mí y todo el semen que llevaba en la palma de la mano me lo restregó en la cara.

¿Qué debo sentir, pensar o hacer después de lo sucedido?