Semana Santa en Brighton

Una ejecutiva española pasa una semana estudiando inglés en UK. Pero sus anfitriones le ayudan a descubrir otros aspectos de la cultura "british"...

La idea de ir a Inglaterra a aprender inglés le había parecido aceptable, pero ahora que estaba allí María no lo tenía tan claro. La empresa en la que trabajaba había decidido internacionalizarse y, a sus 40 años se encontraba en casa de una familia en Brighton pasandola Semana Santa para mejorar su inglés. Seis horas diarias de clase en una academia y luego cena y sobremesa con los Grey. Un matrimonio algo mas joven que ella, muy agradables, pero que no conseguían hacer que estuviera relajada en un ambiente tan alejado al suyo.

Los dos eran agradables con ella. El, Robert, era "muy inglés", alto, rubio y elegante, pero con ese demasiado pálido color de piel de los británicos. Arquitecto que parecía que estaba sufriendo con la crisis inmobiliaria, pero que mantenía un buen nivel de vida, a juzgar por la enorme casa en que vivían. Ella, treinta y pocos, alta y delgada, atractiva. En la cara tenía rasgos quizás orientales, de algún antepasado que habría hecho alguna correría con el ejercito de Su Majestad en la India o algún país de Oriente.

Estaba sola en su habitación, ya era jueves y quedaba poco para terminar la semana. Tenía sed y se levanto a beber un poco de agua. Al dirigirse a la cocina, vio algo de luz y se quedó quieta en la penumbra. Suzy estaba bebiendo agua de la botella, sin poder evitar que algo del liquido cayera de su boca a la camiseta. Era obvio que no llevaba sujetador, por como se marcaban sus pezones contra la luz de la nevera abierta. Cuando iba a cerrar la puerta, estaba detrás Robert. Se abrazaron y se besaron con ansia. María miraba desde el pasillo, sin atreverse a moverse. El subió la camiseta a Suzy y empezó a chupar sus pezones. Ella gemía y echaba su cabeza hacia atrás, facilitando el camino a Robert y disfrutando de ello.

Ella se agachó y liberó la erecta polla de su marido del pantalón de algodón. Empezó a lamerla de abajo hacia arriba, como un helado. Después se deleitó con su brillante glande, jugando con sus labios y su lengua, mientras él cerraba los ojos y disfrutaba. Pero volvió a tomar la iniciativa. Retiró la polla de la boca de su mujer, agarró sus pezones y la hizo incorporarse. Arrancó su camiseta y la subió a la isla central de la cocina. Ella se tumbo y dejó que él le quitara las bragas antes de poner su cabeza entre los muslos de ella. Se retorcía de placer mientras el la lamía y la acariciaba con sus dedos. María observaba todo como si de una película erótica se tratara. No quería mirar, se sentía violenta, pero no podía irse. Sus piernas se negaban a moverse, su entrepierna empezaba a humedecerse y no quería hacer ruido.

Cuando él la separo el culo de la encimera para acceder mejor a su interior con los dedos mientras seguía chupando y mordiendo su clítoris, la cabeza de ella se volvió y sus ojos se encontraron con los de María durante una segundo. El tiempo justo antes de que Robert la penetrara de un golpe y empezara a entrar y salir de ella, haciendo que cerrara los ojos dominada por el placer. Tras unos minutos en los que las braguitas de María se empaparon y pegaron a su sexo, Robert y Suzy se corrieron a la vez entre gemidos, quedando abrazados, ella sentada en la encimera y el, de pie, aun dentro de ella, mientras por los muslos de ella resbalaba el semen de él mezclado con sus jugos.

María estaba segura de que Suzy le había visto y se sentía avergonzada. Pero eso no evito que, al volver a su cuarto, se masturbara como hacia años que no hacia recordando lo que había visto.

La mañana siguiente, en el desayuno, Suzy no hizo ningún comentario a María. Aunque a esta le parecía que ella la miraba entre divertida y provocadora. En la comida, Suzy le contó a su huésped que esa noche tenían una cena con amigos y que querían que María fuera con ellos. María se negó al principio, no le apetecía nada, y su inglés no le permitiría relacionarse demasiado. Pero ante la insistencia de su anfitriona, su educación venció a su pereza y aceptó, aunque advirtiendo que no tenía nada que ponerse.

La tarde fue divertida, las dos mujeres la pasaron probándose vestidos en la habitación del matrimonio. Para María era extraño estar con otra mujer en ropa interior, a veces Suzy se quitaba el sujetador e incluso las bragas para probarse algunos vestidos. Era inevitable que se rozaran o tocaran alguna vez mientras se cambiaban o probaban los vestidos. Suzy no hacia nada por evitarlo y alguna vez se recreaba más de lo normal indicando a María como le quedaba el vestido en el culo o en el pecho...

La fiesta resulto divertida, algunas copas de más, muchas risas y algunos ingleses con nociones de español que intentaban acercarse a la morena española invitada. Volvieron juntos a la casa. En el coche, el matrimonio inglés no se cortaba en mostrar su amor y excitación con besos y caricias, mientras su invitada, en el asiento trasero del coche no podía dejar de pensar en como continuaría eso después de lo que había visto la noche pasada.

Al llegar a la casa, pasaron al salón, pusieron música y empezaron a bailar... primero el matrimonio, luego ella se quito, dejado el sitio a su invitada española. Cuando esta se quiso dar cuenta, bailaban los tres juntos. María frente a Robert y Suzy tras ella. El matrimonio se besaba, tan cerca del cuello y las orejas de María, que ella sentía su olor y su calor. La erección de Robert apretaba contra su vientre, y los pechos de Suzy acariciaban su espalda.  El matrimonio cambio su posición. El pene de de Robert era masajeado por las nalgas de María y los pechos de las dos mujeres se rozaban. Cuando Robert bajo los tirantes del vestido de su mujer, ella hizo lo mismo con los de María... Y esta supo que ya no podía parar...

Los tres llegaron abrazados a la habitación. María, ya desnuda, quedó tirada en la cama. A merced del matrimonio. Y desde luego que sabían lo que hacían. Las cuatro manos acariciaban su cuello, sus pechos, pellizcaban sus pezones y la hacían gemir y sentir más placer del que había sentido nunca. Cuando las lenguas de ellos se encontraron sobre su humedecido coño, el gemido fue casi un grito. Ya no podía mas, el dedo de Robert en su interior y la suave lengua de Suzy en su clítoris era más de lo que podía soportar. Los pellizcos en los pezones iniciaron una corriente que llegó hasta su entrepierna y no pudo hacer nada más que gritar y correrse como nunca antes lo había hecho.

Aún no se había recuperado del brutal orgasmo cuando el pene de Robert se abrió paso en su chorreante interior. Era grueso, y rozaba y llenaba su satisfecho coño.  No sabía que eso era posible, pero cuando él aceleró el ritmo, mientras Suzy lamía sus tetas y mordisqueaba sus tiesos pezones, volvió a correrse. A duras penas pudo ver y sentir como Robert se corría encima de ella, salpicando de semen sus tetas, su tripa y su ombligo, que Suzy limpió con su lengua de forma delicada, antes de darse la vuelta y continuar con la limpieza de semen, ahora en el pene de su marido.

Prácticamente se desmayó y apenas pudo ver, entre sueños, como Suzy se ponía a cuatro patas sobre ella mientras Robert, increíblemente aun erecto, la penetraba desde atrás. Las tetas de ella se balanceaban sobre Maria y, a veces, rozaban sus pezones...aunque ella ya no podía sentir nada más. Los gemidos del orgasmo de ella fueron lo último que María recordó de aquella dulce noche en Brighton....

Como la vida, parte real,parte imaginada, parte soñada, parte deseada... la vida...